El Nuevo Mortífago Capítulo XII Botellas de Vidrio

“¿Qué haré ahora?” Se decía la joven mientras caminaba a la orilla del lago, tratando de introducirse en el bosque prohibido y encontrar ese lugar donde había estado con Severus. El lugar de las mariposas venenosas.

“Le han borrado la mente a él pero a mí no” “¿Cómo le digo… Cómo le hago recordar?” “Severus sabía algo, me dijo que no confíe en nadie pero… ¿Habrá sospechado de Remus?” 

Muchas cosas pasaban por su cabeza pero estaba sorprendida que Minerva haya permitido algo así; ¿Cómo desconfiar de Remus? Si había peleado junto a ellos en la guerra, ¿Cómo desconfiar de la profesora Minerva? Tenía que averiguarlo de algún modo pero la forma, lo que se le había ocurrido era… Era ir en contra de lo que sería capaz de hacer… Tenía que unirse a ellos y tratarlo como ellos lo estaban tratando, estaba segura que no querían matarlo o deshacerse de él sino lo hubieran hecho cuando pudieron. Tenía que odiarlo, que provocarlo, quizá así podría pasar algo inesperado y todo volvería a la normalidad.

La joven dejó de caminar, se cansó de buscar el lugar e hizo una aparición, en el mismo árbol, en la misma rama que los cobijó aquél día. “Ohh las Mariposas” eran un espectáculo tan hermoso. Veía a cada una de esas brillantes mariposas venenosas, pensando en él, su boca cerca a su oído, hablándole como en secreto, sus manos rodeando su cintura, sus besos en el cuello, ese día en la biblioteca cuando le envió un patronus de cuerpo entero dentro de una carta susurradora con forma de ese brillante insecto.

No podía evitar sentirse triste, impotente, tenía unas ganas incontrolables de llorar porque no aguantaba más con todos los problemas, había renunciado a sus padres borrándoles la memoria, la paz no llegaba nunca, los mortífagos seguían atacando y lo único que hacía la orden era llegar tarde en esos ataques y conformarse en entregar pociones con la esperanza de que la infección no tomara más víctimas.

Eso es… La joven recordó que Severus era el principal, el que usarían para atrapar al nuevo mortífago y quizá por eso necesitaban que siguiera haciendo pociones pero eso aún no explicaba por qué se habían metido con él… ¿Por qué borrarle la memoria? A menos que descubrieran que ellos dos… No, eso no puede ser también la estarían buscando.

De pronto escuchó pasos que la pusieron nerviosas, pero se sentía tan mal y débil que pensó en quedarse quieta, tener en sus manos su varita firme sin titubeos y sorprender al merodeador…

Las ramas seguían tronando cada vez más cerca, su respiración, no podía evitar que se acelere, podía desaparecer pero tenía curiosidad, quizá un centauro o alguien de la orden la estaba buscando.

Y entonces empezó a escuchar un quejido, era como un llanto, un hombre lloraba, lloraba tan dolido que su estómago se arrugó. Este llanto estaba cerca, casi a un metro de ella…

Este hombre se dio cuenta de la presencia de la joven, hizo el paso ligero junto con un silencio macabro…

La luz de una varita apareció delante de los ojos de la joven, este iluminaba un rostro pálido, cabello negro y lacio tapaban levemente unos ojos rojos y lágrimas que se deslizaban lento por su rostro.

El rostro de ella era el mismo, ojos asustados y húmedos, cabellos castaños, sus labios rojos pero a minutos de estar amoratados por el frío. El corazón se le salía de espanto pero era él… ¿Tan pronto iban a estar cerca, tan pronto podía verse en esos ojos negros? Ella sabía por qué aquél hombre rudo lloraba.

-¿Qué haces aquí? ¿Cómo encontraste este lugar? (La voz de Severus era débil pero empezó a ser gruesa queriendo intimidar a la estudiante)

Ella permaneció en silencio y sólo empezó a llorar más fuerte cuando lo vio, no sabía cómo escapar de la situación, quería gritarle que hace unas horas le había dicho que eran el uno para el otro, hace unas horas habían compartido risas, caricias… Habían empezado a amarse.

Él se desesperó, mucha cólera recargó sus pulmones y lo dejó salir en ese instante…

-¡¿QUÉ-HACES-AQUÍ?! Este lugar estaba… (Se sintió confundido)

-¿Protegido, profesor? (Lágrimas cayeron por las mejillas de Hermione mientras se levantó de la rama desafiante delante de sus ojos… Tenía ganas de hacerlo pero se contuvo, por eso el gesto se vio como un: “No se meta en mis asuntos”)

Él se hizo hacia atrás sin esperarse esa reacción…

-¡LARGO! ¡ALÉJATE! ¡NO VUELVAS AQUÍ NUNCA MÁS! (Gritó Severus con rabia mientras veía ese patético acto de sus ojos y pensaba ¿Cómo pudo llegar ahí, al mismo lugar tan íntimo donde solía meditar y disfrutaba de su soledad?)

Ella no lo pensó dos veces y regresó al castillo, al baño de las chicas. Se tocó el pecho, lo presionó sintiendo la cadena con anillo que él le dio. Se fue hasta el espejo y empezó a buscar en su cuello. Se acercó más y esas marcas de tintas empezaron a ser visibles delante de sus ojos…

-¡Severus, sí que me hiciste todo un mapa con tu nombre! (Se sorprendió de ver esa tinta negra por primera vez) Eso significa que él también sigue marcado pero no se dará cuenta de ello a menos que intente verlo. ¿Qué voy a hacer?

Regresó a su habitación, cerca de las diez de la noche, no era tan tarde aunque ya no podía hacer más ese día.

***

Era domingo, salió a desayunar más temprano que otras veces, tenía con ella un cuaderno y una pluma, los dos objetos estaban hechizados para que nadie pudiera husmear en ellos. Vio de reojo el lugar de los profesores, no quería verlo directamente pero sí notar alguna silueta de vibra oscura.

¡Bingo! Él estaba ahí con ese diario que aborrecía, le ayudaba sólo a vigilar sobre esas hojas amarillentas las enormes mesas largas del comedor. Ella sentía que la miraba, quizá por “Haber descubierto su lugar privado en la noche que pasó” 

Tenía que escribir cualquier cosa que se le ocurriera. ¿Quizá detención?, esa podría ser la única forma de acercarse pero no, tenía que hacer algo más, algo que llamara su atención.

Se le ocurrió hablar con Remus. Así que al terminar el desayuno, cerró su cuaderno, guardó la pluma y fue hasta la profesora Minerva para preguntar como cualquier otra estudiante  por el profesor Remus.

Caminó normal aunque solitaria, no quería tener al rededor alguna distracción como sus amigos. “¿Qué raro?” Pensaba, ya eran varios días que sus amigos también estaban ocupados y en sus asuntos.

Se encontró frente a la estatua, pronunció el acceso de entrada y pasó al despacho de la directora.

-¿Profesora, minerva?

No obtuvo respuesta…

-¿Profesora, Minerva?

-¿Busca a la directora, Srta Granger?

Había una persona sentada con el sillón volteado delante del escritorio, este se levantó y saludó a la joven.

-¿Profesor, Remus?.. ¿Cómo está? ¿Dónde está la profesora Minerva?

-Qué bueno verla, justo te iba a mandar llamar.

-¿Para qué le sería útil, profesor?

-Es que la profesora Minerva no está aquí desde hace unos dos días, tuvo una llamada urgente del ministerio y al recordar que tú eres muy buena en transformaciones, sería algo excepcional que pudieras apoyarnos dando clases en el turno tarde para los jóvenes ingresantes.

-No creo estar lista para esa responsabilidad, profesor. (“En otra situación hubiera sido perfecto aceptar” Pensó)

-¿Por qué no?

-Mis estudios, profesor. Me falta poco para acabar Hogwarts y prefiero concentrarme en ser mejor de lo que he sido hasta ahora. (“Espero que me crea el drama” Dijo en su mente)

-Mmmm, es una pena… (Dijo Remus haciendo una impresión exagerada)

-Sí, lo siento… Por cierto ¿Qué pasa con las reuniones de la orden? Ya no he tenido notificación alguna.

-Estábamos dejando que descanses por lo que te ocurrió, pero si deseas puedes ir con tu profesor de pociones él va a mantenerte informada. (Dijo con una sonrisa de lado, bastante sospechoza)

-Sabe, cuando venía para acá, pensaba en preguntarle a la profesora Minerva por usted. Era acerca de ese asunto de los equipos en la orden. Ya no… Ya no quiero trabajar con el profesor Severus, me parece una persona odiosa, indeseable y poco comunicativa, además de que me trata muy mal.

-¿Enserio? ¡Qué extraño! Pensaba que se estaban llevando mejor. (Él hizo un gesto extraño pero obvio, escuchar eso de la joven le cayó bien)

-No, profesor… Nunca me ha caído bien, y si no puede cambiarme de grupo, prefiero alejarme de esta tontería de la orden y tener paz por primera vez en todos mis años aquí.

-¡Tranquila Hermione! Por supuesto que puedo cambiarte de grupo. ¿Quieres estar conmigo? (La joven sintió extraño por el tono que utilizó)

-Ya tiene a Harry y Ron con usted, mejor con la profesora Minerva.

-No, con ella no.

-¿Por qué no?

-Ella seguro estará ocupada por varios días. No podrá ser con ella.

-Entonces déjeme estar sola.

-Hermione, ¿Por qué te comportas así?

-¡Porque estoy harta! ¡Estoy harta de todo esto! ¡No quiero estar aquí en la escuela! ¡No quiero estar cerca de personas que me aborrecen o me insultan! (“Espero que sea una buena actuación” Pensó la joven)

-¡Tranquila! Sé que ha sido traumático para ti estos últimos días (Se acercó y quiso abrazarla pero ella no se dejó, lo evadió con sutileza) Mira, Hermione… Es mejor que descanses una semana o dos, concéntrate en tus cosas y no te preocupes por la orden. Cuando te sientas mejor podrás venir a hablar conmigo.

-Creo que esta vez le tomaré la palabra. Hasta pronto Profesor Lupin.

-Hasta luego.

Se fue de ahí extrañada pero aliviada a la vez, estaba segura que la profesora Minerva no sabía nada, no sabía lo que le hicieron a Severus. Ya no era necesario acercarse a Remus por ahora pero sin embargo podía sacarle mucha información a dos personas; Harry y Ron.

El resto del día se la pasó hablando con ellos pero los tontos se desconcentraban, hablaban más de chicas, quidditch, la tienda de bromas de los gemelos. Ellos eran tan inmaduros, sólo perdía el tiempo con ellos.

***

El lunes llegó, las horas pasaron y asistiría a la clase de pociones. Todos los que llevaban el curso estaban ahí en ese lúgubre lugar que lamentablemente olía a él.

Él llegó con esa estela negra que tanto lo caracterizaba, al pasar la puerta esta se azotó tan fuerte que sobresaltarse era parte amable del saludo que le entregaban los alumnos.

-Hoy, realizaremos una poción nueva. (Mientras hablaba, se iba escribiendo en la pizarra todos los ingredientes que se utilizarían) No tiene nombre pero nos ayudará contra los ataques de esa nueva magia que mata a los Muggles. (Dijo con asco) Los ingredientes están en el estante y no se olviden de usar tapabocas, esta poción lleva antibióticos fuertes y plantas que no se suelen usar, si respiran de ellas podrían intoxicarse. Tomen sus mezclas, su caldero negro y formen equipos de dos… ¡Srta. Granger, usted trabajará conmigo!

Ella se quedó helada al escuchar eso. Pero hizo como si no fuera importante.

-Sí, profesor. (Fue a donde él estaba)

-Irás por los ingredientes, toma, aquí está la lista de ingredientes junto a las cantidades. Yo sólo te observaré y si veo que cometes un error, le restaré veinte puntos a tu casa. (Dijo desinteresado y amenazante)

-¡No me parece justo, todos trabajan con otra persona y usted intenta hacerme perder puntos!

-¿Dijiste algo, Granger?

Ella agachó la cabeza… Sabía exactamente lo que tenía que hacer.

Fue hasta ese estante sin tomar la lista de ingredientes del pergamino de Snape, con delicadeza se puso el tapaboca, además añadió unos guantes, cogió unas cucharas con fondo hondo para extraer primero el polvo de las pastillas molidas en pequeñas bolsas de tela cada una en orden y color, tomó los elementos herbolarios que se pondrían al final.

Fue hasta las botellas y de cada una sacó las cantidades exactas de gotas para las copitas de plata, en total fueron tres copitas. Luego llegó frente a ese enorme caldero con las hierbas chinas hirvientes a fuego lento.

Tomó un cucharón de madera y sacó la cantidad de dos recogidas, las colocó en la botella base de vidrio y dejó que se enfríe lentamente.

Fue hasta el caldero y lo prendió con poco fuego, fue al estante y recogió dos hojas secas de salvia morada, las cortó en cubos de un centímetro y colocó tres en el caldero. Se remangó la capa por las mangas y con una liga amarró sus cabellos castaños. 

“¡Qué gran espectáculo!” Se decía la mente de Severus.

Ella sin desconcentrarse comenzó a contar en su mente y como si fuera un acto de magia pura, fue colocando los ingredientes uno a uno, dejando escapar esos colores brillosos, los verdes, los azules, los hermosos tonos rojizos e hilos de vapor mientras meneaba con un mezclador.

También agarró un pequeño reloj de arena de quince minutos, lo volteó y siguió meneando todos los ingredientes de forma continua hasta que este comenzó a cambiar de color a verde transparente con los últimos ingredientes herbolarios.

Al acabarse los granos de arena, fue colocando al lado del caldero cinco pomos de vidrio amarillo, cinco tapas de corcho para el sellado, y de adornos tomó cinta negra de medio centímetro de ancho por cinco de largo.

Y con mucho cuidado mientras derramaba una gota de sudor de la frente, llenó esos pomos amarillos con tanto afán y sutileza que hizo que Severus se sintiera intimidado. La miraba con extrañeza pero a la vez quería decirle que nunca había visto algo tan hermoso como esos polvos brillar en el rostro de una joven y dedicada pocionista. Pero ella no era pocionista… Estaba hipnotizado.

Para finalizar ella tomó su varita, hizo elevar las cintas negro platino una a una delante del cuello de esas botellas debajo de cada corcho perfectamente apretado para terminar esas relucientes pociones.

-Listo, profesor. (Dijo mientras no dejaba de ver las botellas y lentamente subía su mirada para chocarse con la de él, su rostro era interesante y le estaba causando una gran impresión… Él estaba mudo)

-Eso fue tan… Tan hermo… (Se dio cuenta de lo que iba a decir…) ¡Brillante, Granger! (Tomó aire) ¡20 puntos menos para Gryffindor!

-¿Qué? ¡Eso no es justo!

-¡Y… Te quedarás a explicarme cómo lo hiciste…!

Ella bajó la cabeza molesta.

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  “La esperanza es algo que se mantiene para siempre”  – J.K. Rowling

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