—¿Quién es usted, señorita? —el mayor no se percató en primera instancia de esa presencia. Su voz fue curiosa más que desestabilizado enojo.
—Soy lo que se podría considerar como una hermana menor —su joven voz de niña llamó la atención del hombre después de que el chófer le hizo el ademán de que suba al auto. Subió porque de todas maneras él siempre iba atrás. Eduardo lo dejó y se fue a comprar a un minisuper que estaba al cruzar la calle.
—¿Hermana menor de Eduardo? —Dijo el mayor después de cerrar la puerta y acomodarse el cinturón.
—Así es, señor atractivo —soltó rápido, definitivamente esa niña había aprendido bien las mañas de un buen taxista.
Shabandar le alzó una ceja, la vivaz y pequeña jovencita de cabellos castaños le había dicho que era atractivo.
—No entiendo ¿Qué haces dentro del auto que uso exclusivamente para ir a mi trabajo? —reclamó con autoridad.
—Tomé clases de piano en la casa del vecino, me refiero al municipio, así se llama la coordinación de utilidades sociales y gratuitas en Pensilvania. Lalo dice que es mejor perder el tiempo en cosas artísticas y políticas en vez de pensar en niños.
—Lalo tiene razón, bella dama —quiso hacer lo mismo que ella, un caballero amable, pero no le salió.
—No sea pervertido, puedo ser su nieta —acusó, mantuvo el ceño fruncido con la mirada aguda y acusadora. Esa niña era una tierna pesadilla.
El mayor abrió ambos ojos, indignado por ganarse gratis el título ¿Tenía que reclamar a Eduardo y pedirle explicaciones de esa niña?
Le caía mal, nadie tenía que decir que era un pervertidos y menos una mocosa que no sabía ni hablar bien el inglés.
—Buenos días —refutó seguro para dar por terminada esa plática, se regresó a su lugar mientras la niña volvió a su libro en el asiento delantero.
Lalo subió al auto y acomodó su cinturón con energía, después revisó el de la niña.
—Tiene una hermana encantadora, Eduardo —el mayor sugirió con tono propio y exagerado.
Shabandar no tenía que explicar nada a Eduardo, el taxista se dio cuenta, soltó una risa pequeña, se imaginaba lo que pudo haber pasado, una situación donde el pequeño diablillo había hecho sentir incómodo a su jefe.
—Já, es un demonio, a los veinte ella me cambiará los pañales.
Shabandar le dio la razón con un gesto de sus labios y cejas.
—Tú lo has dicho, no yo.
—Lamento haberla traído, es que tiene clases de piano —Se disculpó con sinceridad—, la dejaré y luego iré por ella como siempre.
—Ella me dijo que tuvo esas clases en la mañana.
—Es obvio que le miente, nadie da clases de piano antes de las siete de la mañana y menos con este horrible frío.
Shabandar alzó una ceja en síntoma de darle la razón.
***
—Vendré por usted a la una de la tarde para llevarlo a comer algo —Eduardo estaba apresurado, las clases de piano de su hermana no duraban más que una hora y media.
—Gracias, jovencito. ¿Entonces no quieres ser mi secretario?
—A partir de mañana, hoy necesito ordenar algunas cosas —se le notaba algo extraño en el rostro, Eduardo no solía ser así.
Shabandar asintió.
—Bien.
—Te llamo si salgo antes de la comida, señor Cotta —aún con imaginaciones en su cabeza, pensaba que Eduardo estaba arreglando problemas personales.
Su mente egoísta discutía y renegaba, gritaba en su hígado que nada era más importante que él. Necesitaba a ese joven y este tenía que cumplir a cabalidad sus compromisos, siempre estar disponible.
—Está bien, señor Shabandar, a la hora que me necesite, vendré —Lalo parecía leer la mente del adulto.
***
Era el tercer día en la empresa, usar el ascensor podía hacer que se viera como alguien flojo, a Shabandar no le importaba porque necesitaba un par de oportunidades para fijarse bien en ella y buscar la información precisa una vez que, por alguna razón, consiga un pequeño atisbo de confianza.
Necesitaba eso, confianza.
Apretó el botón para subir en el ascensor y luego tomó sus manos por detrás de la espalda mientras esperaba.
Un grupo de personas se hizo detrás de él, no le importaba lo apresuradas que estuvieran o su deseo por subir primero, él tenía que ir antes, ellos sabían que era el jefe, ellos tenían que esperar porque el ascensor sólo aguantaba cinco cuerpos.
He ahí, sus demonios lo atacaron.
“Eres un maleducado, yo no he criado a un desgraciado” la voz de su madre le resonó fuerte al oído.
“Mírate, pareces un payaso, debes de ganarte la confianza de las niñas, las vas a conquistar no sólo con flores sino también con galantería” Su padre también era recto con él, desde que tan sólo era un niño.
Últimamente escuchaba sus voces de reclamo cuando tanto años atrás se había sacudido esos gritos con los pies. Gracias a su progenitor él se había convertido en el niño rico, petulante e inteligente que mostraba ser.
—Señoritas, pasen —El hombre miró al grupo, habían cuatro mujeres y tres hombres. Uno de ellos ya iba a entrar pero él lo detuvo del pecho y se señaló así mismo —ustedes esperen, caballeros.
Las jóvenes y una no tan joven con cabello negro azabache y liso, se acomodó en el rincón.
Jammies estaba ahí, PJ, él la vio pero hizo como si no la conociera, sus miradas no se conectaron porque el mayor no la miró mucho tiempo. Después alzó la mirada con soberbia viendo la puerta del ascensor y dándole la espalda.
En la mente del mayor había una canción, una que había escuchado en el auto de Eduardo a petición de su hermana menor, la había oído al menos unas diez veces a punto de reventar.
Mocosa, ¿Qué haré, cómo me saco esta canción de la cabeza?
***
Al ser el primero en salir cuando había llegado a la parte más alta, fue de inmediato a su oficina y después de entrar, se escondió y observó con detenimiento a través de unos centímetros en su puerta junta, el lugar donde ella entraría.
Vio que la mujer caminó hasta el área de gerencia y después de un par de minutos retrocedió sus pasos como para subir nuevamente al ascensor, pero, al llegar a la línea divisoria del suelo entre el camino que iba a su oficina y el camino para ingresar al ascensor, vio a detalle que esa mujer titubeó porque ahora venía directo hacia él.
Shabandar no creía que pasaría tan pronto apresurado se sujetó la corbata para ajustarla en su cuello y luego se tomó las manos detrás de la espalda, ella entraría en cualquier momento y debía estar preparado para eso.
¿Qué hago, qué le digo? Pensó el mayor
Sin embargo no sucedió.
Esperó,
Esperó por diez segundos, por veinte segundos, por dos minutos y no llegó.
Al pasar casi cinco minutos alguien tocó la puerta y él , tan veloz y atento, contestó.
—Pasen, está abierto.
Shabandar escuchó el sonido de un par de tacones ingresar al ambiente con él.
—Mh… Hola… Buen día —soltó tímida, aún con algunas dudas—, mi nombre es Jammies, Jammies Puznowski, pero puede decirme “PJ”
Shabandar saludó de inmediato sin darse la vuelta.
—Buen día, ¿En qué puedo servirle? —dijo como si no hubiera escuchado en la vida ese peculiar nombre “Jammies Puznowski”.
Repitió exactamente lo que había escuchado esos días en Estados Unidos porque en realidad a él no le gustaba servir a nadie “¿En qué puedo servirle?”
—Lo lamento, es que hace unos días nos chocamos en el ascensor y creí… Yo, creo que… Que lo conozco o lo he visto antes en algún lado.
Shabandar se dio la vuelta con los brazos cruzados en el frente y alzó el mentón en señal de superioridad.
—¿Me conoce? —su voz fue grave, un poco aburrida.
—Oh sí, casi estoy segura… —fruncía el ceño para ver bien los ojos, la nariz, la boca del adulto—, ¿Usted no es Lionel Shabandar el multimillonario obsesionado con pinturas caras? —ella dio un golpe bajo.
—¿Mh? —fue lo único que pudo decir en esa actuación de desinteresado.
—Salimos hace unos años atrás, yo iba a venderle una pintura que estaba conmigo desde que era una niña ¿Sí lo recuerda? —soltó eso con cuidado.
—Soy él y… Puede que ahora me suene una PJ en la cabeza… Mh, no te recuerdo bien…
—Oh qué bien, qué bueno que me recuerde… —siguió con cuidado. Se sacó la cartera de la mano y se sentó en el sofá más cercano.
Shabandar la siguió para ser amable.
—¿Usted es amiga de Harry
Deane, cierto? —se arrepintió rápido de decir eso porque casi fue como una acusación.
—¡Oh No! él y yo no hemos tenido una relación tan cercana, sólo me contactó por esas fechas para presentarme delante de usted y ya sabe el resto de la historia… —sonrió con amplitud porque ese era su carácter todo el tiempo. PJ no era una mujer complicada, era sencilla, ocurrente, amable todo el tiempo.
—Mh, creo que ahora empiezo a recordar… —el mayor intentaba disimular su interés.
—Siii ¡Qué alegría verlo por aquí! —hizo un rostro de mucha curiosidad, adelantó su cara y luego se hizo hacia atrás—, ¿Qué lo trae a América?
—Inversiones, visitar América era algo que me excitaba en demasía y ahora al fin lo he cumplido.
—¡Genial! Me alegro por ti, Lion…
—Shabandar —aclaró el adulto con seriedad—, Lionel Shabandar.
—Eso —su sonrisa amplia se apagó un poco por la actitud petulante en el hombre—, bueno, ha sido un gusto verte, ya tengo que irme… —de pronto quiso huir, no lo saludó para entablar una amistad sino para estar segura que no había ido ahí por ella.
Se hizo sobre sus pies con cuidado y estiró su mano para despedirse.
Lionel vio sus elegantes dedos con manicura y decidió corresponder.
—El gusto ha sido mío, señorita Puznowski… —la soltó después de una sutil sacudida—, Antes que se vaya dígame… ¿A usted qué la trae por aquí?
—Ah, no se lo he dicho sí es cierto. Resulta que soy dueña de una pequeña agencia de modelaje y trabajo para esta empresa en un proyecto corto con mis chicas… —subió los hombros y las manos como si todo hubiera ocurrido de casualidad—, Las cosas cambian con el tiempo ¿Verdad?
—Me parece bien —fue cortante—, entonces quizá nos veamos seguido por los pasillos de este edificio.
—Claro —dijo animada—, usted es el jefe —dijo en tono de broma.
***
Shabandar llegó esa noche intranquilo a dormir, quiso contarle todo a Eduardo pero él parecía estar apurado.
Se había acostumbrado a su voz y compañía ese par de días y ahora lo veía casi ausente, Cotta, el muchacho de acento raro, le había asegurado que aceptaría ser su secretario.
Sintió por primera vez que necesitaba de alguien, conversar, planear, y que este no le cobre después.
Apenas pensaba en eso, compañía, normalmente en Inglaterra estaba rodeado de mucha gente aunque ninguno era una real compañía.
***
Temprano en la mañana
PJ tomaba un poco de jugo de naranja en la barra amplia y elegante del comedor en el edificio del trabajo, tenía una canción en la mente muy concurrente en esas épocas y sobre todo en cada taxi que la llevaba al mismo lugar. En esa hora el lugar se llenaba de personas hambrientas que trabajaban en cada área de la empresa.
Al principio de esa misma barra, Shabandar comía de forma elegante unos huevos revueltos, no se había dado cuenta de la chica hasta que un mecero le acercó un racimo de uvas frente a sus cabellos rubios que caían del lado de su hombro izquierdo.
Era tarde para él, su mirada se desvió por posible distracción.
Observó su forma de sonreír mientras en su oído derecho se ajustaba un audífono y sus manos delicadas tocaban el vaso y el servilletero cercano a ella en forma de juego, como un tambor. Shabandar regresaba a lo suyo pero después de unos par de minutos no podía evitar desviar su mirada unos segundos y mirar.
Sus propios labios delgados no pudieron evitar abrirse y esbozar una sutil sonrisa de lado cuando casi había acabado de desayunar sus huevos.
—Buenos días ¿Es hermosa, cierto? —la voz de una mujer elegante de al menos cuarenta años o más lo sacó de donde estaba muy rápido. Sus labios rojos, su cabello negro y lacio y sobre todo sus ojos verdes claro le detuvieron de algo que le había encantado.
No se había dado cuenta que la misma letra ridícula que sonaba una y otra vez en su mente era la misma que esa rubia cantaba y la cual se había difuminado por culpa de esa grave voz de mujer.
—Buenos días ¿En qué puedo ayudarle, bella dama? —soltó con amabilidad a pesar de la mirada de esa mujer intensa sobre él y sin querer comparar la forma en que ambas hablaban.
PJ era más ligera, quizá más sincera y también tenía una voz un poco ridícula en comparación con la que ahora había llamado su atención de forma incómoda.
—Sólo lo veía desperdiciar su tiempo en una provinciana mal educada, una mujer de poca experiencia, caballero —no perdía el tiempo, había visto al hombre un día antes, era muy atractivo.
—¿Me veía a mí hacer lo que dice? —Shabandar no tomó bien esa acusación, primero porque no debía meter sus narices donde no la llamaban y segundo porque conocía a esa mujer, y no era maleducada sino todo lo contrario.
—Así es, le propongo algo mejor, alguien que sabe lo que quiere y sabe cómo ponerse de acuerdo en asuntos importantes, fines de mucho placer —fue sensual al extremo de incitar ideas rápidas en la cabeza del mayor sin embargo también provocó un mal sabor en su boca adulta, le parecía ofensivo ese acercamiento por el carácter que tenía presumido, a él él gustaba acechar no ser acechado, al menos en esa época de su vida.
—¿Sí? ¿Qué es lo que yo quiero, señorita? —Shabandar tenía curiosidad.
—Pues venga conmigo y lo sabrás.
—Tengo responsabilidades, lamento decir que en este instante no puedo —fue educado.
—No se preocupe, soy una de las jefas aquí, tengo el diez por ciento de esta empresa, puedo hacer que tenga el día libre durante toda una semana —soltó presumida y Shabandar alzó las cejas.
Negó rápido.
—Mh, yo tengo treinta por ciento de la misma y no puedo darme el lujo de salir con una hermosa mujer como usted en horario de trabajo, las responsabilidades son primero al igual que la perseverancia para el éxito —la rechazó tan rápido que ella frunció el ceño, tomó su bolso y se fue.
Al volver otra vez a la barra donde PJ tomaba jugó de naranja, ella ya no estaba.
Suspiró por haberla perdido otra vez.
Se apresuró y subió también directo hacia su oficina. Antes de entrar por el portal vio que frente de él en una puerta amplia, habían algunos modelos de la empresa de esa chica: jovencitas altas y delgadas y jovencitos apretados en sus camisetas por sus músculos ligeros, altos, tan altos como él o más.
PJ salió hasta el corredor y uno de los chicos la abrazó efusivamente, aquello desagradó al mayor el cual entró rápido y cerró la puerta atrás de sus pasos.
Miró el interior de su oficina como si diera una estatua sujeto del mueble cercano, no precisamente para apreciar el lugar sino porque planeaba una idea, una donde tuviera la oportunidad de acercarse a ella sin que se vea interesado.
Justo a tiempo, Lalo tocó la puerta.
—Jefe, hola —su acento era inconfundible.
—Pasa, Eduardo, llegas justo a tiempo.
Eduardo lo saludó mientras comía un poco de maní confitado.
—¡Ey! ¿Ya viste que hay fiesta al frente? Muchas chicas lindas…
Shabandar rodó los ojos, no le interesaba eso en lo más mínimo.
—Lo único que me importa es tener una reunión privada con ella e intentar tener más información acerca de Harry.
—Lo tengo, todo está resuelto —Eduardo amplió una sonrisa y luego ofreció maní al mayor el que por su puesto se negó.
Lionel le miró de forma intensa mientras el otro se metía uno y otro y otro maní en la boca.
—¿Y entonces? —perdió la paciencia.
—¿Qué cosa? —contestó Eduardo perdido en su mente distraída.
—¿Cómo qué cosa? —Lionel insistió.
—Ah, ¿Quieres que te lo diga ahora mismo?
Shabandar se iba a acercar a abofetearle cuando el joven escapó hasta el rincón.
—¡Habla ahora, no quiero quedarme aquí más tiempo!
—Es fácil, se vienen las fiestas navideñas, es el viernes que viene. Toda la empresa se reunirá, la gente de la empresa pensará en compartir con otros, conversar… —le alzó una ceja a Shabandar—, quizá querrán algo más las chicas en esas fechas.
—Te hace falta una novia que aplaque esa forma de ver a las mujeres, jovencito —Shabandar acusó sin pensar que había sonado igual que a su padre.
—Es este viernes ¿Qué problema hay? Y bueno… Por su puesto me gustan mucho las bellas y bonitas mujercitas. Llevarlas a bailar, tomar un café y ¿por qué no besos a escondidas en el parque?
Lionel bufó fuerte.
—No puedo esperar hasta el viernes, el dinero se me acaba y cada lugar que busco para recibir un monto que me dé tranquilidad, está cerrado por la nieve.
—¡Ey, eso también lo tengo solucionado! Pude contactar a una agencia que recibe dinero de Europa, dicen que pueden recibir el dinero aquí y abonarte en un débito local, sólo debes hacer una autorización o algo así.
—Es una solicitud de transferencia de cuentas con cargos y comisiones. Ya tengo una cuenta local.
—Eso exactamente… —soltó como si supiera y Shabandar desencajó la mandíbula.
—Mh, bien, entonces no tengo de qué preocuparme. Una semana más estará bien.
—¡Ey, no me digas que ya quieres irte! Aún no has recibido tu primera paga del mes —Eduardo animó—, No gastes tanto, yo te ayudaré a ahorrar.
El mayor en realidad tenía al menos unos cincuenta mil dólares en el hotel y otros dos mil en el bolsillo. En su cabeza estaba que sería necesario más dinero y que esa cantidad era insuficiente para unos días más. ¡Qué engaño de su inmiscuida forma de vida superficial! Esa cantidad era suficiente para incluso unos dos meses o más porque ya no tenía que ir a lugares caros y gastar.
Pensó bien lo que este muchacho le comentó dispuesto a esperar aún más días.
—Tienes razón, me quedaré un mes.
_______________________________________________________________
En edición…
La canción que PJ escuchaba…
¿Te gustó el capítulo?
Tu calificación: