Ocurrió muy rápido, a Shabandar no le dio tiempo para pensar, planeó encontrarla de otra manera, en otra hora, no así.
Ese día parecía que la suerte lo acompañaba ¿La suerte?
La mujer elegante que empujaba el carrito de correspondencia para entregar paquetes en todo el edificio, quiso evitar que esa mujer rubia a su lado izquierdo, se lastime con esos grandes paquetes de papeles que resbalaron hasta caer al suelo, la apartó con su mano izquierda, cada uno de ellos o por lo menos, los que estaban hasta arriba, pesaban dos kilos cada uno.
Ese amago empujó aquel cuerpo delgado, de lado, hacia el fondo del ascensor, la mujer chocó contra el pecho de Lionel, de frente, por la culpa de la inestabilidad de sus tacones elegantes y azules claros, los cuales combinaban con su vestido casual de algodón ceñido a su cintura, como si esa prenda hubiera sido hecha para ella a la perfección.
La joven rubia terminó con su rostro debajo de la barbilla del mayor, en su pecho, de prisa alzó la mirada para verlo. Sus manos descansaron por inercia sobre cada hombro alto y fuerte, y no dejó de verle el bigote, los ojos café claro como la hoja de un árbol que cae, la forma de la barba similar a un candado, corto, su cabello gris castaño y ese aroma tan provocativamente sexy que aspiró y le dejó sin poder decir nada, sin si quiera disculparse.
El silencio de unos segundos, provocó la reacción veloz de él por bajar la mirada y encontrarse con ese par de ojos azules claros y coloniales, tan iguales al mar del Atlántico a las nueve horas.
-Buenos días, lo lamento -Soltó Shabandar, su gruesa voz pasó a su lado, respetuoso, la había tomado un instante por la cintura pero la soltó de inmediato, serio, muy serio, ella casi pudo ver su fruncir de ceño.
Él, era un hombre alto y mayor, el cual no perdió elegancia en ningún instante.
La mujer frunció el ceño ¿Por qué se quedó muda? Aquella voz la había escuchado antes ¿Acaso la había intimidado?
No le dio tiempo a responder, sólo se quedó mirando su espalda, sus cabellos, esa forma altiva de caminar y sobre todo vio en su mente, trataba de acomodar un rostro que acompañe esa gruesa voz inglesa, conocida porque estaba segura que lo había oído antes.
———flashback———–
Muy temprano en la mañana él había ido a ordenar la construcción de una oficina en la empresa donde se había hecho socio con unas cuantas docenas de miles de dólares.
Shabandar realmente era un hombre rico, pero tenía ese defecto donde si no era necesario, entonces guardaba más de la cuenta en sus bolsillos, esta vez el dinero con el que contaba ya casi se le había acabado por esa fuerte suma que entregó a la administración para pertenecer a esa empresa como también para que creen su oficina en la parte más alta del edificio.
Debía ocurrir un gran problema, podía solicitar la transacción de una cantidad de dinero para una cuenta estadounidense, en este caso, la de la empresa donde invirtió, pero no podía hacer una transacción a su propia tarjeta americana exprés a menos que autorizara desde una oficina cercana o local, necesitaban su firma y para colmo el clima estaba empeorando y todos los bancos estaban cerrados.
-Eduardo, jovencito ¿Qué te parece trabajar como mi secretario, en la empresa?
-Mh, puede ser como asistente pero no como secretario.
-Hablas de lo mismo, jovencito -el mayor hizo un gesto con ambas manos.
-Es distinto aquí -le guiñó un ojo.
-Tú sabrás… ¿Cuándo crees que abrirán los bancos y las casas de recepción de dinero en efectivo? Me urge retirar una suma grande, no es que vaya a comprar una casa sino que necesito estar tranquilo -gesticuló exagerado las últimas palabras.
-Ojalá abran este fin de semana, aunque con esta nevada -pensó recordando las calles- no creo.
-¿Puedes conseguir a alguien que me ayude con ese movimiento? Me urge tener más efectivo sino empezaré a estresarme.
-Mh, haré unas llamadas, lo prometo.
-Por hoy es suficiente, me iré al hotel a descansar, mañana regresaré temprano para ver la oficina, me dijeron que no tardarían más que unas horas en acomodar un escritorio y unos cuantos cuadros de artistas mediocres.
-Es temprano aún, debería ir a ver qué están haciendo.
Ambos estaban en el estacionamiento del edificio, en su hotel, Shabandar confundió al conductor cuando de un momento a otro lo guió a la calle donde se quedaba.
-No, quiero irme a descansar, me siento un poco nervioso, con un presentimiento extraño en el pecho – contarle a Eduardo cómo se sentía, para él era demostrar fragilidad y eso entre amigos era bueno pero frente a un extraño y encima menor, no le convenía.
Él mismo, de verdad pensaba que se estaba volviendo loco por una tontería ¿Cómo explicar algo que ni si quiera tú sabes explicarte?
-Está bien, señor Shabandar.
-Espera, antes quisiera que me lleves a un taller para hacer que este auto se vea más presentable.
Lalo abrió los ojos.
-No tengo dinero -sí tenía dinero, pero dijo que no, Lionel le había entregado parte de su pago.
-Yo pagaré, y será lo último que gaste, no quiero llegar a la oficina dentro de una carcacha.
——-Fin de flashback—–
Momento actual
¿Qué estás haciendo? Si ella supiera dónde está ese Monet, ahora mismo no estaría aquí, con ese dinero hubiera huido a otro lugar, otra vida quizá.
Acostado en la enorme cama, veía hacia la lámpara principal cubierto con las sábanas, su cabeza se hundida en una estupenda y grande almohada de plumas y en el ambiente había ese aroma misterioso de incienso y unas gotas de jazmín. Pensaba, la lámpara le hizo recordar la casa de su madre cuando sólo era un niño, la época donde aún no había cosas ostentosas bajo de sus pies.
Me he ganado todo ese dinero, derecho, sería un tonto como para permitir que alguien me arrebate el esfuerzo que conseguí tantos años.
La conciencia lo atacaba.
¿Y si tienes razón, madre, y si por gastar en banalidades estas se han derramado sobre la acera como agua?
¿Tendría que dejar que eso se vaya, mi dinero?
¡No puedo permitirlo, madre, mi orgullo es mayor y todos ellos van a tener lo que merecen! Voy a averiguar dónde está ese hombre así tenga que poner de cabeza a toda América.
Ahí estaban esos efectos de ansias sobre su cuerpo, el corazón que latía fuerte en su pecho por la amargura, ese mal gusto de que te quiten algo valioso.
PJ es una mujer atractiva pero yo soy más llamativo, aún más que ella, lograré que ponga sus ojos en mí, lograré que me diga dónde está Harry, lograré todo lo que me proponga.
Qué más hace falta para conseguir éxito si no es proponerse tenerlo, no soy débil, ella tiene que decirme dónde está Harry.
Se sentó y frunció el ceño intranquilo.
En un edificio de seis pisos cerca de la universidad tecnológica de Pensilvania.
PJ se había quedado dormida después de haber tenido dos noches seguidas sin dormir por dos largos viajes en autobús y un vuelos a Canadá, al norte donde ahora vivía su madre con su hermano mayor.
Su habitación tenía las ventanas completamente cerradas para crear un ambiente silencioso y oscuro, propicio para descansar de largo y corrido, al menos unas veinte horas.
No, ella no era una trabajadora de la empresa a la que Lionel ahora era socio, PJ era la dueña de una de las escuelas de modelaje para ropa de joven adulta y jóvenes adolescentes, que recientemente había firmado un contrato de treinta y cinco mil libras esterlinas con Pinci Suite, la suma eran costes de publicidad en todo el noroeste de USA. El dinero se lo había pagado Harry Tristan, el disque amigo que tres años atrás la había contratado como actriz para un engaño.
No veía al hombre con lentes de marcos negros gruesos, la última vez había sido en el aeropuerto de Londres y su segundo contacto a distancia, en una llamada donde le dio al menos medio millón de libras esterlinas.
Harry, ese hombre sencillo que le parecía atractivo, la había invitado a salir pero en sus entrañas estaba esa loca sensación de vaquera que le advertía, le decía que él no estaba bien de la cabeza, era un obsesivo, por eso al decirle que no, él no volvió a comunicarse con ella.
*
Los sueños de Jammies eran de paz y anhelos, aquellos que uno aún no sabe en la inocencia de no conocer el mundo, esos que se muestran entre nubes blandas y pequeñas sin ser tan viles y ambiciosos porque el dinero no te comprará una nueva vida sino la seguridad de los que más amas, como su madre, alguien a quien había ayudado a rehabilitarse del alcohol y su abuela que ahora vivía una mejor vida. A su hermano, al que había sacado de la correccional para que tenga nuevas oportunidades también le había ayudado y ahora era un adulto trabajador y con una carrera técnica de mecánico.
Y ese departamento y amplia cama que ahora sostenía su nuevo cuerpo de comida sana al estilo “civil lugareña”. Bromeaba porque aún no se acostumbraba a esa forma de vida en la ciudad, le daba una mejor comodidad para su oportunidad en una ciudad.
Dormía, tranquila, con esos sueños limpios y calmos, los cuales fluyen en un ruido que te mecen y te llevan a volar lejos y alto.
Hasta que tu cerebro te presenta de un momento a otro, un recuerdo inconsciente, de golpe.
Sí, un gran golpe en su hombro y un choque con su frente en el pecho de ese hombre.
¡Pum!
Al evitar la caída en el sueño, su frágil cuerpo terminó en la alfombra de su habitación. Ya que la sensación de caída entre sábanas le había hecho saltar del susto con lentitud.
-Sí, el hombre se parece a Lionel Shabandar, pero ¿Por qué estaría él en USA? -susurró de inmediato.
Ya en el suelo, maltrecha, con el tapa ojos chueco cuál parche de pirata, el cabello hecho un huracán, la bata de dormir hasta la cintura, sus ojos abiertos y fruncir asombrados, le decían entre sueños que aquél hombre con olor a bulevart repleto de tiendas con fragancias amaderadas y masculinas, era él.
Sí sí sí, lo había tenido bastante cerca como para no dudar al sentirlo una vez más.
Se quitó el protector de ojos y lo tiró en la cama, después intentó ponerse de pie pero sus piernas estaban revueltas entre las sábanas.
Sentada, confundida, aún alterada del corazón, se dispuso a pensar unos instantes.
-¿Le escribo a Harry? ¡Ay Dios pero si no sé nada de él en dos años! ¿Por qué demonios, Shabandar estaría aquí? ¿Es él o me encontré con su gemelo malvado? -apretó los labios.
Su cabeza no le daba respuesta, ella sólo sospechaba que el hombre quería vengarse porque ella había intentado engañarlo con la pintura que Harry le había dado.
¿Estaría en esa empresa por ella? ¿Acaso el mayor no recuerda sus palabras y ese evento donde se comprobó que la pintura era falsa?
-¿Por qué te metes en líos, PJ? ¿Y qué tal si viene a invertir en América? ¡Vamos que no estás segura que sea él!
Terminó por librarse de las escurridizas frazadas, se levantó y se miró al espejo, confundida.
No sabía si lo vería en la mañana.
**
Mientras tanto Lalo intentaba encontrar un agente que tuviera una oficina de recepción de dinero desde el extranjero, algo difícil pero no imposible como en su política de eficiencia.
Eduardo era un buen hombre, humilde y trabajador, siempre complaciente al cien por ciento, un poquito payaso pero bueno, no tanto cuando se trataba de conducir muchas horas y ayudar a sus clientes e otras cosas, tanto que era recomendado por la empresa donde trabajaba.
Las llamadas las hacía desde su casa, en una pequeña oficina amoblada, el lugar estaba a unas cuadras del hotel
Ahí, esa casa de dos pisos, elegante y de madera donde residía, le había pertenecido a sus padres, pero ellos habían fallecido diez años antes, casi cuando su madre había dado a luz a su hermana, la pequeña que ahora cuidaba solo.
No tenían muchos años en América apenas unos doce, sus padres habían hecho todo el esfuerzo por vender sus pertenencias antes de llegar a ese “gigante de oportunidades” Y con ese dinero acumulado, sus progenitores compraron esa pequeña casa en Pensilvania, donde ningún americano quería vivir por el tremendo frío en el invierno.
Eduardo era un adolescente cuando vio por primera vez esa ciudad que ahora conocía como la palma de su mano.
Y ahora, después de la muerte de sus padres, trabajaba doble turno para que ella, Camila, no sea chofer de taxi en esa fría ciudad o una orgullosa señora de limpieza como su mamá.
Estaban solos, ni Camila ni él verían a sus padres de nuevo, y haría lo posible por proteger a esa niña, no por creerse su padre sino porque era todo para él, los tíos que vivían cerca siempre habían tenido esos problemas con su papá, los saludaba cuando los veía pero no tenía tanta confianza como para cenar en su mesa en navidad o reunirse algún domingo con una parrillada al aire libre.
Además el consejo de su progenitor fue que se alejara lo más que podía de la familia en Pensilvania porque eran envidiosos de las oportunidades que había conseguido en USA, sí, el papá de Eduardo era el único que no se había dedicado a la limpieza, el único que había comprado una casa y el único que tenía hijos en USA con visa de residente, bueno, su hermana era Estadounidense y él residente laboral.
¿Cómo es que habían muerto sus padres? Ni si quiera Eduardo lo sabía.
Después de reunir dinero unos años, intentaron regresar a su nación para conseguir traer al medio hermano de Lalo, el cual estaba con la abuela, mamá del papá, pero así como ellos se fueron, de un momento a otro, no tuvieron saludos de llegada o respuesta de dónde estaban, en el “camino se perdieron”, les enviaron desde Rusia en una carta familiar.
El tío que trabajaba en el hotel, uno de los hermanos mayores de su padre, les había dicho que murieron en manos de ladrones al pisar Rusia. ¿Alguien les habría dicho que estaban cargados con algunos dólares? Posiblemente sí, y era injusto vender la sangre por un poco de dinero.
Eduardo después de que se enteró quiso suicidarse ya que era un adolescente en camino a perdición pero al ver a su hermana pequeña, una actitud nueva le hizo tomar un camino diferente, se negaba a limpiar retretes así que dejó encargada a su hermana cinco días y no regresó hasta que había sacado la licencia de conducir, se dijo así mismo que no tenía que asustarse, no había por qué ahogarse en un vaso con agua por tener que ser padre a temprana edad, aún siendo menor, por su puesto que el que les ayudó fue su tío, sí, el mismo que trabajaba en el hotel, se preguntarán ¿Cómo les había ayudado?
Pues con consejos de que siga adelante porque dinero no tenía, eso y la firma como responsable de ambos hasta que el mayor de los hijos de su hermano tuviera la edad suficiente para hacerse cargo.
Tan sólo dieciocho años.
…
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