—Llévame a Texas — gritó a su chofer, no había nada que pudiera hacerlo enojar tanto como que le hayan tomado el pelo.
Sintió las ganas de ir a comprobar a la sala de arte pero el coraje lo detuvo.
Vamos ¿Tendría que haber sido un experto en arte para notar la réplica? ¿O fue suficiente escuchar que el chino ese, de un momento a otro, presumía con uno de sus amigos en común, un grandioso Monet, el que se supone sólo podía tener él y estaba en su salón de arte?
Sí, estaba seguro que ese cuadro que exponía el chino en su oficina, era la original pieza de arte. ¿Cómo podría poner ese hombre de metro y medio, una réplica en el salón de su estancia principal, dentro de su empresa?
Todas las imágenes chocaron contra él, la manera en que Harry lo convenció de la otra pintura, la joven en Texas. Recordaba la voz de esa mujer, convencida y orgullosa de tener algo que él deseaba, intentando convencerle de darle un supuesto original a cambio de unos buenos millones.
¿Creía que lo tenía, o ella había sido víctima, también?
No le importaba, quería encontrar a Harry y si tenía que hacerlo a través de ella, entonces valía la pena un pequeño y molesto viaje en avión.
—Señor, ¿Texas no es pequeño, a dónde exactamente? —el hombre de traje completamente negro, tomó el celular para hacer unas llamadas y reservas en el aeropuerto.
—¡No lo sé, si lo supiera…! —se detuvo de soltar algunas cuantas groserías, el corazón le latía veloz, enfurecido.
La realidad era que no sabía cómo hallar a esa joven vaquera sin embargo sabía a quién acudir para que le muestre su paradero.
Era un distinguido hombre, conocido en Inglaterra, su imperio se presumía también en algunos rincones de todo Reino Unido. ¿Por qué le pasaba eso a un buen hombre como él?
Sacaba chispas hasta por las orejas.
Caminó con dirección a su salón, estaba en el jardín tracero, la noticia la había recibido tomando su jugo de naranja mañanero.
Quiso hacer un alboroto, contratar un sicario, pero nada le saldría mejor si no lo hacía él mismo, quería verle los ojos a Harry, quería atraparlo mintiéndole con frialdad. ¡Qué bendita puesta de teatro, eh!
¡Felicidades, Harry, lograste engañarme, bravo! Ensayaba en su mente.
Quería evitar planear enojado y su cerebro seguía con preguntas “razonables”
¿Por qué se habían metido conmigo, acaso soy un jefe malo?
***
Su amigo de migraciones podía conseguirle cada paradero de los extranjeros que habían estado en el país hasta cinco años atrás, sabía la hora de entrada y salida, el número de vuelos que habían tomado y sobre todo, el destino de regreso a sus casas.
Su plan era simple, ser directo y gritar frente a esa carita rubia de ojos inocentes que le devolviera su Monet.
¿Podría hacerlo llamando la atención de la prensa internacional si iba con su avión privado? ¿O tenía que arriesgar un poquito de paciencia?
***
No había sido difícil llegar al condado en Texas donde las caravanas de corridos eran famosas, el nombre de la chica tenía peso y donde llegaba a preguntar, la respuesta era la misma.
“Una casa remolque a las afueras de San ignacio”
El auto que había contratado para que lo lleve sobre esas salvajes calles y carreteras en Norteamérica, no le tenía tanta paciencia como esperaba.
Sobre todo después de saber que al manejar cerca de cuatro horas, perdidos, no hallaron ni abuela, ni remolque, ni mujer de cabellos rubios.
Esa noticia de que la familia había viajado a Pensilvania, le arrancó la piel de las manos, sus venas en todo el cuerpo expulsaron sangre a todas las direcciones, tan rápido que pudo sentir una explosión violenta en el final de sus extremidades.
—¿Puedes encontrar a una mujer con el mismo nombre, ahí? —Su pregunta era la reacción como emisor de una buena noticia. De inmediato se dirigió al chófer del auto que alquiló— Iremos a Pensilvania —soltó con energía.
—No sé cómo piensa ir, porque en este auto no podrá, debe tomar un avión —Estaba enojado, el hombre estaba enojado, había salido de Houston pensando que iría cerca, dentro de la ciudad.
—Entonces ¿Sería tan amable de llevarme al aeropuerto? —pronunció lento, exagerado y sobre todo en ese molesto tono fingido.
El chofer lo dejó en el aeropuerto, prácticamente lo sacó de su automóvil, y eso que no había tomado poco del mayor, tenía buena pasta para gastar ese extranjero con vestimentas extravagantes.
Mientras tanto Lionel peleaba en su mente, intentaba comprender por qué. Apretaba los puños, la mordida, le dolía la mandíbula por tanta tensión, existía eso en la garganta que parece te va a cortar el aire al estar tan enojado.
Lanzaba rayos invisibles de fuego, no le gustaba esperar pero sobre todo, no le gustaba viajar con otros en avión así sea en primera clase.
Renegaba y era lógico, podía haber gastado más o mandado a traer a los susodichos por el pescuezo, pero no, se le tenía que ocurrir ir así, tan de forma impulsiva, sin planes o contactos que pudieran resolverle la vida, como estaba acostumbrado.
Su pequeña maleta sólo traía tres cambios y es que ¿Podía tardar tanto encontrar una mujer con ese apellido tan raro?
Al parecer sí.
¡Cielos, sí que hace frío! Se decía afuera del aeropuerto.
El frío de Pensilvania le caló los huesos, además no tenía buena señal en el teléfono.
—¿Cree que puede enviar a alguien que trabaje a tiempo completo? —soltó intentando cubrirse como podía, afuera del aeropuerto eso parecía una congeladora.
—Tengo el nombre de un joven, te paso su número por mensaje de texto.
—¡Pues ya dámelo, me estoy congelando!
***
Dos horas después, el hombre era una bola cubierta de ropa por cada espacio en el cuerpo, sentado sobre su maleta cuadrada con rueditas, adornado con filos y elegantes hilos de oro a los lados.
Sólo podía verse uno de sus ojos, el cual miraba atento aparecer un rastro de vida de ese tal “Lalo Cotta” ¿Quién le pone ese nombre a un humano?
La agencia había puesto sus manos al fuego por un jovencito de veintisiete años, eso le hizo pensar, que si habían sonado tan seguros entonces no tenía por qué esperar menos.
Hasta que.
El sonido de un auto gris destartalado llamó su atención.
—¿Usted es el señor Lionel Shabandar? —un hombre de aspecto extraño bajó un poco la luna de su auto para dirigirse ¿A él?
—Ahora mismo soy un helado —dijo con poca gracia.
—Suba, me mandó la agencia —era un tipo tan poco ortodoxo, que ni en su imaginación pensó ver en ese lugar ¿O sí? ¿Qué más tenía que esperar?
Ya le habían hablado de USA, un país libre y peculiar, distintas culturas mezcladas, gente que no tenía una línea estándar dónde formar sus modales y al mismo tiempo eran educados, a su modo.
Tomó su maleta, abrió la puerta como pudo y lanzó el bulto al asiento tracero.
—Bonito timón, bonitos servicios —el sarcasmo era parte de su cuerpo ahora que estaba en esa loca situación.
—Es un placer, señor Shabandar, le llevaré a su hotel y luego estaré a su servicio.
—Espero una pronta transacción, ¿Puedo saber una cosa? —espetó irritado.
—Claro —sonrió viéndolo a los ojos a través del espejo retrovisor.
—¿Por qué me envían a un chófer de taxi? Estaba buscando algo más… Mejor dicho, algo menos… —no dijo más para evitar decir alguna ofensa.
—Le diré con franqueza, aquí nadie trabaja veinticuatro horas seguidas, me refiero al menos en este Estado de Pensilvania, la nieve de estas épocas no deja andar sobre las calles, los horarios se cumplen máximo hasta las doce horas y además no existe alguien que quiera conducir sin saber a dónde, sin descansar y a la vez ejercer ayuda personal. Yo puedo llevarlo a donde usted quiera y darle esos otros servicios. Bueno, menos cosas ilegales o servicios homosexuales.
—Ajá, qué pena —alzó una ceja— no sea payaso, no vengo por placer a América.
—Soy… —dijo su nombre en el mismo momento que un auto tocó el claxon para apresurar a otro mal estacionado.
—Si es un experto hombre de la localidad, eso me basta, dudo de que sea Estadounidense pero eso es lo de menos, me lo ha recomendado la agencia —soltó usando un tono calmado, los prejuicios que se ahogaban por salir de sus labios eran como ácido, un limón descompuesto.
El joven le guiño un ojo.
—Me han dicho que busca a su novia. Puedo ayudarle a encontrarla, además darle unos cuantos consejos de cómo conquistarlas —sintió orgullo, se le notó en la cara.
—No recuerdo haber dicho eso —le habló como si se estuviera disculpando —No he venido por placer, repito para que se le grave en la cabeza.
—Pues, eso, usted sabe, que busca a una hermosa dama de cabellos rubio, una compatriota hermosa —hizo un gesto con su mano.
—Mi compatriota, no es —lo corrigió.
—Me refiero a que es compatriota mía de mí.
El mayor alzó una ceja.
—Interesante forma de hablar. Cambiando de tema, necesito encontrar un lugar para recibir dinero del extranjero.
—Tiene mala suerte, está cerrado y estará hasta que mejore el tiempo, mañana y pasado empeorará el clima.
Las limpiadoras de nieve empiezan en la noche sin embargo con esta fuerte nevada que han pronosticado en la radio, toda labor debe parar al menos un par de días.
—Mh, la mala suerte no será amiga mía —pensaba, no dejaba de planear y prevenir, era calculador como cuando iba a cazar cervatillos—lléveme a un hotel que no sea muy caro.
—A la orden —el joven hizo gesto de saludo militar.
***
Al ritmo de una escandalosa tonada de pop, el joven chofer condujo casi dos horas, el tiempo empezaba a impedirles movimiento por las calles, la nieve caía violenta, el tráfico aumentaba y aunque no era buena noticia para la gente trabajadora, para otros era un bello espectáculo a disfrutar detrás de un cristal y dentro de una casa con calefacción y chocolate caliente.
—Lo lamento, Señor Shabandar, todos los hoteles están ocupados.
—Es imposible, ¿Cómo pueden estar ocupados todos los hoteles de tres estrellas?
—Lo lamento de verdad, si desea puede venir a mi casa tengo la habitación de mis padres… —se quedo en silencio, se le ocurrió algo mejor—, cerca a mi casa, como a dos calles hay un hotel que es de dos estrellas, no creo que esté ocupado, no es grande pero ahí trabaja mi tío de conserje y siempre presume de que el hotel es muy limpio y elegante.
Shabandar, incómodo por no poder tener lo que quería, bufó enojado y pensó que no sería tan mala idea después de todo.
—Vamos allá, pero si está ocupado no recibirás ni una libra esterlina de mis bolsillos ¿Entendido?
—Bien, trato hecho —Shabandar asintió— pero quisiera euros, las libras no se cambian bien en estas épocas.
El mayor hizo gesto rendido junto a una aspiración profunda y fuerte sonido al soltar el aire.
***
El chofer bajó del auto directo a preguntar en recepción si había cupo disponible, Shabandar lo vio traspasar el portal del edificio cruzando los dedos junto a un pensamiento fugaz en su cabeza.
Si no hay lugar, me voy al aeropuerto y me olvido de todo esto.
Esperó, unos cuantos minutos al extremo de la impaciencia.
Al transcurrir unos diez minutos, el joven conductor apareció en el pórtico, mostró rostro animado, sí había lugar para el señor Lionel, lo demostró con el pulgar arriba.
Apresuró sus pasos hasta el auto, le abrió la puerta al mayor y se dispuso a ayudarle con la pesada maleta.
—Buenas noticias, hay lugar y he conseguido una de las tres suites que tiene.
Resopló el hombre, su rostro cambió, su semblante se suavizó, tendría los pies calientes, un baño de burbujas y las noticias violentas que suelen pasar a las once de la noche.
—Al fin algo bueno, pensé que esto era una pesadilla.
—No desespere —animó dándole unas palamaditas en la espalda que Lionel no miró con buenos ojos, aunque se aguantó de decir algunas grosería.
—A nombre del Señor Lionel Shabandar, por favor —habló el chófer con gallardo, como presentando el nombre “del hombre”.
El dependiente escribió afanoso, pudo ver de reojo al elegante caballero de cabellos entre canos y castaños.
Mh, es un buen cliente, al fin uno después de dos semanas bajas. Pensó
Al terminar los trámites de registro, un botones poco elegante los acompañó a ambos al tercer piso, en ese lugar se encontraba, después de todo, una estancia digna de un viajero ocurrente como él.
El lugar era tibio, con una enorme calefacción principal en el recibidor, una pequeña cocina, diminuta pero con todo lo necesario, un mini refrigerador pequeño, una mesa frente a un televisor enorme, una pequeña ele para pasar al ambiente principal adornado de blanco y perla, dos mesas altas con jarrones árabes, algo contemporáneo, no tan interesante, líneas y líneas rectas en el visual completo desde la alfombra gris claro hasta la pintura en las enormes y rectangulares paredes. El olor era agradable, un olor a jazmín gracias a un sistema de vaporización con salida externa, como una urna de colores brillantes a control remoto, manteles blancos y una bonita y pequeña chimenea. Además, dos ventanas con cortinas verticales, las cuales no deseaba abrir en ese instante, lo mejor era esa agradable y cálida iluminación, sobre todo al entrar el final de esa tarde fría.
Estaría abrigado buen tiempo.
—Debo reconocer que es agradable, muchas gracias, jovencito —no tenía acostumbrado quedarse en el extranjero, intentaba siempre, al hacer viajes no quedarse más de la cuenta a menos que sea en lugares que eran de su entera confianza o de algún conocido.
—¿Piensa presentarse con esas pintas, a tu novia?
—He dicho que no es mi novia, jovencito —acusó con la mirada y decidió añadir con orgullo, información que callase a ese chofer y ayudante turístico— Salí con ella en dos ocasiones, es una joven agradable y aunque tuvimos uno que otro encuentro interesante, no fue más nada que algo pasajero. No pienso que deba ser otra persona a la que conocí, quiero preguntarle acerca de un asunto, es sólo eso —intentó estar tranquilo.
—Le recomiendo que cambie su aspecto, usted viste demasiado formal, parece que tiene almidón hasta en los pantalones.
—No voy a responder a eso del almidón en mis pantalones —desencajó la mandíbula por la indiscreción— y bueno, después de todo no es tan mala idea ir de compras mañana por la mañana, conseguir algo menos… —se puso a pensar.
—¿Menos almidonado? —insistió el chofer.
—Sí, algo menos almidonado —le siguió la corriente.
—Y sin tantos botones —el joven hizo cara inocente, se estaba burlando de ese saco rojo bermellón lleno de botones negros hasta por el codo que Lionel se había puesto como abrigo.
—Voy a ignorar tu comentario… Ten —le entregó un papel doblado en dos—, este es el nombre de la joven mujer, y si tienes tiempo hoy mismo, consígueme un buen vino para el desayuno de mañana.
—A la orden, señor —el chófer volvió a hacer un gesto de saludo militar, se dio media vuelta y salió por la puerta de la suite —Ah, me olvidaba, usted tiene mi número, si me necesita antes sólo deme una llamada, conozco un lugar muy bueno donde venden un excelente desayuno inglés.
Shabandar entrecerró los ojos.
—¿Aquí no dan desayuno?
—Supongo que sí —dijo el muchacho que tenía un fuerte acento ruso. Puso ambas manos en su cintura.
Lionel asintió.
—Iré contigo, me servirá conocer los alrededores. Tengo tantas ganas de encontrarme a la susodicha, sé que estoy cerca, muy cerca a ella, lo presiento.
—————————
Hola a todas.
Primer capítulo, los haré de dos mil palabras aproximadamente, porque siento que cuando son muy largos a veces no caen bien.
Entonces, ya saben que voy a actualizar una vez por semana y si tengo tiempo de editar, serán dos.
Besos a todas, les invito a que veamos la película juntos para recordar los caracteres de los personajes.
Besitos 🥰😘
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