Del Enojo al Castigo Capítulo 3 FInal Fiesta y Uptonmony

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Snape escuchó a Draco atento cuando este le indicó que Granger había ido a buscarlo hasta la casa de Slytherin mientras él regañaba a unos tontos niños de quinto año.

Atendió a ese encargo, con los ojos abiertos, sorprendido de haber tenido a Hermione en la puerta de la casa de Slytherin cuando alguna vez se lo había prohibido al trío de oro.

Vio aquella situación tierna en su mente, el tiempo correr en el reloj, quizá temerosa, o impaciente, seria, esperando tener suerte y preguntar por él como si fueran… Como si él y ella tuvieran algo.

¿Tenían algo, existía algo? La realidad era que ni eran amigos, aquél tipo de relación nunca había estado en el entorno de Snape, sólo habían existido jefes, compañeros de aula, compañeros de filas en el ambiente de mortífagos, profesores y Albus, si bien era cierto que el viejo nunca fue su amigo al menos fue cercano, no podía describir una relación interpersonal real.

Snape no quería pensar en ella, la razón era que cualquier cosa que apareciera en su cabeza era obviamente una locura.

Ah, ese beso en la biblioteca, aquellos brazos cálidos y la piel delicada de sus manos, quería pellizcarse mientras pasaba para averiguar si era una locura del alcohol del Whiskey, para ver si no era de esas madrugadas donde alucinaba tonterías increíbles.

Esta vez no era un sueño.

Buscó a su alumna al casi salir del castillo hasta el patio donde estaba el invernadero, eran cerca de las siete de la noche con veinte minutos, el viento soplaba desesperado por ingresar a cualquier ambiente y luego salía por cualquier escape como las ventanas laterales. Sostenía fuertemente su varita en ese presentimiento de mala costumbre que le decía que debía ser precavido a pesar que ya no existían verdaderos peligros de muerte, sólo una jovencita de diecinueve años  intentando desquiciar su estado centrado y recto.

Miró por unos instantes sobre todas las macetas al llegar a la puerta que siempre estaba abierta, entró un metro en el interior del ambiente subió la vista sobre las mesas en cuidadoso silencio y confirmó que en esas horas casi no se veía nada, hasta que escuchó una respiración y lanzó un hechizo de fotosíntesis a las plantas del final para que se enciendan los estambres y pistilos.

La chica giró sorprendida y quieta.

—Granger ¿Qué quiere de mí? —las palabras salieron en exigencia pero su tono era más bajo que el que usualmente usaba.

—Hola, yo… Quería verte y hablar —ella creía en la suerte.

—No quiero hablar —sentenció rápido, Snape.

—¿Entonces, qué podemos hacer? —su voz fue curiosa y cuidadosa.

Él guardó silencio y la estudiante siguió, despacio:

—Dentro de pocos días me voy del castillo, posiblemente lejos, para continuar los grados superiores —soltó triste, ella quería que su profesor dijera algo —no voy a poder verte más.

—¿Y qué quiere que haga? ¿Por qué me dice eso? —vio el rostro de Hermione, ese leve cerrar de sus párpados, como si no hubiera querido escuchar eso— ¿Por qué piensa que la detendré? Debe seguir con sus planes de estudio hasta acabar y lograr lo que quiere en su futuro. Váyase, no es importante hablar conmigo —sus gestos fueron definidos con sus manos.

—Pensé que ahora querría estar cerca de mí —soltó tímida y bajó la cabeza, regresó a hablar de nuevo con respeto porque él parecía que la frenaba a cualquier acercamiento.

—No se equivoca del todo, sin embargo, considere siempre —deletreó pausadamente—, que no debe detenerse en lo suyo jamás, no hay razón para no seguir escalando en nuevos conocimientos, no hay razón para que se detenga de estudiar.

Ella no subió la mirada, se mantuvo ahí, sin perder de vista la madera de la mesa alta, y aún se giró más para darle la espalda.

—Dudo de irme… Porque temo extrañarlo o… —su voz era más cuidadosa y tímida.

—¿O qué? —preguntó tan mandón como era siempre.

—O perderlo… Temo perderlo, perder esto que… Esto que ha pasado —tenía miedo de ser imprudente o peor, que él la rechace de forma tajante. Aún así sentía que debía decir la verdad y aceptar cualquier consecuencia— Ha sido demasiado para mí como para olvidarlo como si fuera algo que no debió de pasar.

Snape no perdió de vista cada movimiento de ella, y también sintió que debía decir lo que quería salir de su interior, en ese instante, con la mandíbula que le dolía por apretarla tanto quiso decir que no le parecía buena idea seguir en ese impulsivo dejarse llevar.

—No hay nada que perder, Granger, míreme —se adelantó hasta estar frente a ella— ¿Cree que tendré la misma suerte dos veces?

El mago era astuto, quería decir que le gustaría conservar lo que fuese que tenían y que no tendría suerte de que le pase de nuevo, que alguien tan única como ella, se fijara en él y además le diera tanto en un “Dar algunas caricias que no sólo era placer”

—No lo entiendo —soltó ella sin subir la mirada, se apretó las manos.

Por su puesto ella no le entendía porque el hombre no era claro.

—Mírame, aquí a los ojos —exigió con su mano izquierda en un ademán exagerado y ella hizo un gran esfuerzo para verlo directo— Puedes encontrarme todas las veces, en este deprimente castillo, o mejor, podrías olvidarte de todo —bajó la voz en las últimas palabras— da igual cualquier cosa que decidas.

—¿Piensa que me pasa eso? Yo no quiero olvidarlo. Lo que sucedió fue… —La estudiante no pudo terminar de decirlo.

—¿Fue…? —él quería saber qué había sido para ella.

—Fue intenso y único, fue… —se agitó y le dio la espalda recordando todo como si lo viera en ese instante delante de sus ojos —fue hermoso y… Por eso no quiero olvidarlo ¡No me obligue a dejar de pensar en eso!

—Entonces no lo hagas… No lo olvide y siga en sus estudios, no se detenga por lo que sucedió, yo seguiré aquí, en el mismo lugar.

—Pero no quiero estar lejos —explicó y mordió sus labios, nerviosa.

Él se irguió, herido por lo que ella decía con seguridad, como si todo lo que pasó entre los dos hubiera sido planeado por ambos.

No, todo era una locura, todo pasaba demasiado rápido; un día la estudiante lo ataba a una silla, enojada, para castigarlo y al otro le decía que lo quería.

—Señorita ¿Acaso no existe la magia?

Ella sonrió y volvió a bajar la mirada, él le dijo que podía ir a verlo e ignoró la pregunta de Snape porque tenía miedo.

—¿Vendrás a verme, a la escuela?  —preguntó curiosa, ella se refería a la escuela donde fuera a continuar sus estudios.

—No, a la escuela no —Snape otra vez astuto y reservado, no le interesaba ir a exponerse a ningún lado aunque sí iría a uno privado, razones tenía para negarse pero en ese momento se le antojaba lo contrario, deseaba verla en realidad, muy en el fondo esa posibilidad era fascinante.

—Entiendo, entonces vendré yo a verlo, aquí, todos los fines de semana —prometió con suavidad, en susurro y se acercó a él, confiada de que el mayor no reaccionaría mal.

Snape no dijo nada, se acercó aún más a ella porque la joven lo hizo primero, le gustaba hacerlo, acortar el espacio entre los dos desde ese día o mejor dicho desde esa noche. Con la mano derecha le tocó el hombro con torpeza, se esperó que el gesto fuera suficiente para ella pero no, la estudiante volvió a sorprenderlo con otro abrazo, uno fuerte, como si quisiera aferrarse para siempre en su torso debajo de su capa y encima de su levita.

Lo ponía tan odiosamente débil y en un estado peligroso de descanso, como aquella vez que perdió la vida agitado y dejó de sentir dolor por el contacto con otra persona. Ella le hacía olvidar todo.

El gesto lo hizo cerrar los ojos otra vez, pensar en mil cosas, en mil posibilidades, situaciones, conversaciones sin muchas palabras, no sabía por qué ese cuerpo tan joven y delicado podía traspasarlo tan fuerte, como una espada.

¿Qué le pasaba con esa jovencita? ¿Acaso ella tenía razón, acaso se ensañó con ella los últimos dos años porque le atraía?

No, todo era un accidente, un dichoso accidente bonito e intenso.

Ella apretó más sus brazos en la cintura del mago, casi lo dejó sin aliento.

—Debes de saber que todo esto me gusta —suspiró en el pecho del profesor.

Hermione le confesó, ya estaba temblando.

—Puedo sentirlo en los huesos, Granger —habló intentando respirar, había fuerza en aquél delgado y esbelto cuerpo— ¿Por qué tiemblas?

—No lo sé, no sé por qué —se sentía bien abrazar a Severus,su olor le llevaba a tantos recuerdos familiares.

Ella aflojó el agarre y lo miró a los ojos con esa sonrisa interminable en los labios.

—Eres joven, es lo que sucede, tienes miedo de mí.

—No, ya no tengo miedo, tiemblo porque mi cuerpo no sabe cómo interpretar tantas sensaciones —susurró al principio pero luego fue dulce.

Snape se quedó callado, le sorprendía que ella tuviera sensaciones por abrazarlo.

—Quiero decir algo sin sonar imprudente —fue como un aviso, Hermione tenía que meterse en problemas, era su naturaleza.

—No digas que tenías razón, porque me parecerás odiosa, jovencita —también sonó a aviso.

Hermione apretó los labios, ladeó una sonrisa culposa y se acercó para rozarle los labios.

—Me gustas, y me gustan tus labios, señor pocionista —empezó a coquetear.

Snape abrió la boca sin habla, cada cosa que ella decía lo dejaba callado sin saber qué decir.

¿Qué podía decir, que la odiaba porque se sentía atraída por él?

No sabía qué decir, sólo debía aprovechar el momento y sacar más, conseguir más porque era ambicioso. Lo que escuchó era increíble, una joven estudiante casi egresada e inteligente le decía que lo veía como un hombre por primera vez, no un mortífago, no un amigo, no un peón sino un “H O M B R E”, algo que por su puesto era, y al mundo parecía se le había olvidado.

—¿Sí? —sonó interesante, se puso en modo soberbio —¿Le gusto yo, y le gusta besarme más que al señor Wesley? Porque tengo que confesar, señorita Granger, que no me gusta compartir —pasó saliva y alzó una ceja. Cruzó los brazos esperando una respuesta válida.

Snape sabía que se estaba metiendo en cosas que no le importaban, sobre todo exponer esa asquerosa incomodidad de imaginar que ella besaba a un mocoso que no sabía ni prender un caldero para destilación.

Era un Slytherin territorial y egoísta, no lo podía evitar y debía decirlo aunque sonara ridículo.

Después de todo no era tan malo e  importante, presentar que de verdad quería estar antes que un noviecito escolar, su dignidad era sana porque ella le había dicho que se sentía atraída por él.

—Lo terminé, ya no lo beso, era una equivocación. Nunca debimos ser más que amigos.

—Las explicaciones sobran, señorita. Olvídelo, le pido disculpas por haber mencionado eso, realmente no me interesa —mentía, le interesaba aunque sea un poco casi nada.

Snape la cargó sorpresivamente y la subió a su muslo al mismo tiempo que se sentó en una silla pequeña de las que los jóvenes usaban para cortar ramas altas en los arbustos de limón. Una de sus manos se posó en la rodilla de ella y el otro brazo la rodeó por la cintura para sostener su delgado y precioso cuerpo lo más cerca al suyo de lado derecho.

Se besaron ahí, suave, poco a poco, más lento, profundo e intenso, sus bocas parecían reconocerse en la práctica, como dos individuos similares en esos aspectos íntimos, les gustaba aquello de entregarse y recibir lo mismo, por eso les enloquecía y querían más, seguir en otras cosa más cercanas y de calores sofocantes.

Estaban agitados después de casi quince minutos sin parar, diez minutos más donde ella se deslizaba lentamente para acabar completamente sobre su pelvis, con ambas piernas al rededor de la parte baja de su levita negro. Hermione le decía al profesor con su boca y cuerpo, tantas cosas.

Snape estaba perdido en los sensuales y naturales movimientos de ella, quería señalarse así mismo como débil a algo que antes no le pintaba ni una raya negra a su cebra de cordura.

Ella se portaba tan poco insufrible y se exponía como una mujer lejos, tan lejos de esa imagen que guardaba en él como una estudiante ¡Santo Merlín, tantos años viéndola crecer! Pensó.

¿Dónde estaba esa niña odiosa?

Que bueno que ya no existe. Se dijo en la mente mientras sentía cómo ella le mordía los labios unos segundos.

¿Por qué con ella era distinto?

Respiraba agitado, quería verla todo el tiempo, su boca hinchada color carmín, su rostro sonrojado de mujer y sus ojos brillar en las luces pequeñas y frías, que se salían de las terminaciones de las flores en el macetero más grande dentro del invernadero.

Hizo como pudo para bajarse el cierre del pantalón, jalar desesperado la tela de su bóxer blanco, metió las manos debajo del suéter gris oscuro de ella para desfajarle la blusa mientras ella le comía la boca y usaba su lengua para desquiciarlo, la cargó un instante para encontrar la forma más corta de arrimar su ropa interior a un lado y fundirse en ella exageradamente listo para todo.

—Ah —ambos dejaron salir aire de sus bocas en la suave, húmeda y continua intromisión.

—Mh —ella podría derretirse en sus grandes manos pocionistas.

Hermione empezó a moverse sobre él, Snape no se esperaba ese ceder veloz, sin objeciones, se sentía listo y dispuesto a más porque ella le gritaba con los ojos que quería con él, lo que sea.

Con aquella delicadeza, un lugar tan cómodo, apretado, caliente, que parecía tan de ellos, ese precioso lugar de complicidad y confianza que te infla el pecho de suspiros, ninguno, ni ella ni el pocionista sabían detenerse, tan deseosos por el otro que podían sentir uno y más huracanes violentos, acercarse a sus costas. Sobre todo para ella, que no tenía ni idea por qué tener sexo con él sin concentrarse en que era eso, le hacía subir tan rápido a la cima.

Su cerebro iba a explotar, al menos su sangre le apretaba el pecho.

El profesor no sabía si intentar durar un poco más y dejar que ella acabe otra vez o abatirla incansable y enérgico hasta derramarse de energía incontenible, de sus órganos masculinos internos al exterior.

—Ah —suspiró desesperado por aguantar todo lo que podía, ella era tan para él que le antojaba verla otra vez, sobre todo escucharla cómo decía tan bonito y sensual, esos lamentosos “Ah sí, así” y ese precioso “Oh Severus” apretado entre sus dientes.

Una locura.

Cuando ella paraba un milisegundo de besarlo, sin dejar de moverse en su pelvis con energía y perfección, él le atrapaba los labios con los suyos y con sus dientes le daba pequeños mordiscos. Hermione entre cerraba los ojos, perdida, sin perder de vista sus pozos negros y párpados entre cerrados, aquellos gestos, su cara pálida llena de arterias a punto de explotar. Se daba cuenta que de verdad le gustaba su joven energía, a él.

—¡Mh Merlín, no podré aguantar! —rugió eso en confesión ¿Qué le faltaba al hombre, nada. Snape pasaba por un momento increíble.

—Sí puede profesor —alentó rodeándolo por el cuello con los brazos y con la boca cerca a la de él— Ah, voy a acabar, ya casi me vengo… Ah sí Severus… —ella apagó su voz en alto y suave agudo.

Snape guardó silencio y frunció el ceño, grave por verlo, por sentirlo, por sentir cómo ella lo apretaba cada vez más y lo arrastraba al abismo. Sus ojos café llenándose de lágrimas sin caer, por el placer, su rostro lleno de sangre, su boca que se abría y sus dientes mordiéndose esos colores carmines, sus gemidos de gusto por él.

¡Merlín, por mí, por mí! Perdía las fuerzas.

—Ah, preciosa —el hombre tenía la voz entre cortada, no aguantó más segundos.
El
En los gemidos de ella, sin hechizos de silencio al rededor, altos sonidos de dulce placer, la acompañó. Se aferró a ella, la alzó un poco, con ambos brazos apretados en su cintura para subir, subir y subir las caderas de ella y su pelvis hasta completar lo que no quería acabar, un movimiento perfecto donde sus cuerpos iban contra el otro.

¿Cuándo, Merlín? ¿Cuándo Merlín había hecho el amor… Así?

Más lentos, sus roces, sus cuerpos intentaban recuperarse en las últimas corrientes continuas que recorrían el interior de sus seres.

Ella se salió de encima, miró preocupada el desorden que habían echo sobre la tela oscura del pantalón del mago y dijo tímida:

—Lo siento —intentó peinar sus cabellos y tomar su suéter porque hacía frío.

—No lo sientas, Granger —Se puso de pie y la besó por casi un minuto, metió su mano en el bolsillo de su levita, sacó un pañuelo y se arrodilló frente a ella, para hacer algo que la joven no se esperaba— vayamos a las mazmorras —la limpiaba con cuidado— tengo pociones en mi habitación —tomó su varita y desaparecieron, su voz levemente agitada era una invitación de crear aún más secretos.

Al aparecer en una habitación oscura, larga, con una diminuta chimenea que se veía pequeña por estar oscura, el mayor lanzó un hechizo que prendió de inmediato el fuego para calentar el ambiente. No dejó de soltar a la estudiante hasta que ella se sentó a los pies de la cama sobre un dobles perfecto de las cubrecamas del mago.

—Dame un instante —le susurro a ella, de pie frente a sus ojos y levemente inclinado a ella.

—Está bien —Hermione susurró con un poco de pudor.

Completamente desnudo, salió del ambiente por unos segundos como había dicho, le mostraba a ella una silueta delgada, esbelta y alta. Regresó con una botellita larga y lo extendió a ella para que lo tome.

—Bebe directamente y con eso bastará como barrera.

—¿Has usado mucho esta poción? —preguntó curiosa y en susurro, con doble intención.

—No, yo no lo he usado —respondió agachado con una rodilla frente a ella.

—¡Qué gracioso! Me refiero a que si con otras mujeres. Tampoco me gusta compartir, profesor.

—No me digas profesor me hace sentir más grande y peor de lo que ya me siento —Se acercó con cuidado a ella viendo su precioso cuerpo en la luz cálida del fuego de la chimenea, le bajó la falda la cual le había colocado rápido con magia junto a otras prendas para no trasladarla desnuda y él, así mismo se quitó todo— No, Granger, no le doy ni le he dado de beber poción anticonceptiva a nadie más.

—Eso está bien —acercó su mano a él para acariciar su mandíbula y preguntó con cuidado— ¿Por qué te sientes mal? Espero no sea por esto.

El hombre no pensó mucho.

—Porque eres Hermione Granger, una estudiante que hace dos años atrás era una niña a la que cuidaba y una de las mejores alumnas de Hogwarts, no puedo creer lo que ha sucedido, el sábado te estarás graduando con honores mientras hoy has dicho suave y agudo, mi nombre sin parar y sin ninguna preocupación. Has crecido y no puedo creer que seas esa joven que pensaba conocía.

—Sigo siendo la mejor alumna en Hogwarts y sé cómo te sientes. Hasta hace dos semanas probaba en mi mente todas las posibilidades de que hayas golpeado una poción que activó todo lo que sucedió en la silla de tu salón de clases. No me has dicho nada acerca de eso, dime ¿Qué sucedió? —abrió la botella y bebió hasta el fondo lo que él le había entregado.

—Sólo recogí lo del suelo, bruja, pero no he revisado sobre la mesa, debe existir una poción por ahí, la cual se volteó y vació por el accidente. No he sido suficientemente valiente para buscar esa posibilidad porque quiero pensar que…— el mago se detuvo por el exceso de confianza que no quería exponer.

—Querías pensar que no fue provocado por nada, eso no está mal, yo también lo he pensado, de hecho lo sigo pensando. Debes saber desde ahora, que no me arrepiento de nada aún si todo fue por una poción —volvió a acariciar el rostro del mayor— toma —le entregó la botella al mago.

—¿Por qué eres así conmigo, por qué eres tan suave y me das… Esto? —se refería a las caricias.

—¿No te gusta? Pensé que sí.

—Es raro y agradable —se puso de pie frente a ella, la tomó de ambos brazos e hizo que lo rodee por el cuello, se agachó un poco y la tomó de ambos muslos para alzarla y acomodarla lentamente en el respaldar de la cama— no estoy acostumbrado.

—Tú eres más humano de lo que pensé, pensé que sólo eras una serpiente de sangre fría, tosco y sin corazón.

Snape sonrió por primera vez delante de ella, maravillado.

Una y otra vez era arrinconado por ella con esas cosas que le decía.

—Agrandada, tengo la culpa, lo siento. Merezco que me odien porque no soy un buen hombre, y menos para ti —usó sarcasmo, era el real segundo nombre de Snape.

—¿Acaso decides tú? Todas las personas tienen lados malos sólo que  algunos se sienten orgullosos de eso.

—No, tú no me conoces, Granger, soy malo de verdad.

—¿Qué tan cierto es? ¿Qué pasa si te muestro fallas en tu papel de malo? —ella no dejaba de presionarlo, era incómodo.

—Las personas sanas son como los demás son con ellas, señorita —la besó sorpresivamente— Yo aún debo recuperarme y… —se acercó frente a los ojos de la estudiante, su boca a unos centímetros de su boca —a mí me gusta cómo eres conmigo, Granger y yo soy suficientemente capaz de darte lo mismo —susurró en sus labios.

La estudiante sintió todo el peso del mago sobre él, su cuerpo desnudo y caliente, lo aceptaba y lo recibía con gusto y algo más que no sabía qué era.

—Quiero quedarme aquí un momento más —soltó la joven, entre los besos de Snape.

—Quédate entonces —dijo él, relajado.

Hermione se adormeció rápido y él se quedó despierto sin perder de vista el fuego de su madero, el cual crispaba más mientras el rojo se hacía intenso y luego el blanco se volvía negro.

Pensó.

Ella no tiene que preocuparse por venir aquí, ni yo por verla, es injusto, soy demasiado grande para esta mujer, tengo que decirle. ¿Cómo le digo sin que se sienta mal?

Dio algunas vueltas con su ropa interior blanca dentro de su habitación mientras ella dormía, estaba preocupado por su joven amante, no sabía qué hacer ni qué pensar ¿Acaso había una respuesta clara o una solución rápida? No había manera de que sostuviera algo, estuvo mal que terminara con Wesley por él, porque él no servía para sostener relaciones interpersonales, la razón era que no le gustaba deberle nada a nadie, no le gustaban los favores recibidos, y esa cosa parecida a la lástima donde te dicen: “Estuve pensando en ti”, aquello le ocasionaba dolor estomacal, se movía bien solo, hacía todo mejor solo, incluso vivir solo en una casa que había pertenecido a sus padres, la  joven no lo soportaría en modo cotidiano, era imposible.

Eso de abrazar, seducir y acostarse con alguien, disfrutar de un buen grupo de caricias íntimas era natural y fácil, lo difícil era caerle bien a alguien como ella porque se consideraba aburrido, sin nada interesante qué ofrecer, sólo libros, sólo estudios en bibliotecas hasta altas horas de la noche e investigaciones serias cada fin de semana, apestar a remedios caseros para San mungo, perfumes para sus contactos caros, los únicos detalles mínimos que tenía de pequeños a grandes eran para sus calderos y plantas, y su atractivo oscuro e introvertido no podía ser presumido.

¿En qué pensaba esa joven al ir y buscarlo otra vez? ¿Acaso no veía que era pésimo para ver a la cara y conversar?

Ella le dijo que era apuesto ¿Por qué le dijo eso?

Estaba ahí, frunciendo el ceño al recordar sus diálogos y sonar torpe todas las veces con tantas palabras y explicaciones ¿Por qué hablaba con ella? ¿Por qué le dijo que no le gustaba compartir? ¿Estaba dispuesto a comprometerse en una relación con una mujer?

Volteó a verla, ahora se sentaba a los pies de la cama, vio todo su cuerpo debajo de las sábanas y sintió que quería cortarse la cabeza y dejar latir su corazón con posibilidades porque ella era hermosa y nunca más tendría sí quiera un diez por ciento de lo que ella quería darle, en otra mujer, una de su edad, formada por la amargura y la falta de positivismo.

Atención, verdadera atención quería darle y sentía que no podía.

Ella durmió durante dos horas y él esperó que abra los ojos para decirle cosas importantes.

—Hola ¿No has descansado? —preguntó somnolienta.

—No he podido, la cama es muy pequeña —soltó serio.

—¿Sí sabes que tenemos magia, verdad? —la estudiante le habló como él.

—No quise incomodar, Granger.

—Por favor… —suspiró la estudiante y luego se sentó en la cama— puedes leer mi mente, sabes que no me incomoda. Lo que sucede es que no quieres saber.

—Granger, se te ha olvidado que soy profesor de Hogwarts… ¡No me cambies por Wesley! ¡Me equivoqué, no podemos seguir en esto!

—No… —alargó el “no”— Sé quién eres, sé que eras un odioso hombre, reservado y malo con sus alumnos de Gryffindor por cosas personales y del pasado, sé que un amor no fue correspondido, sé que diste tu vida por Harry y por mí y por toda la escuela, sé que has vuelto a la vida gracias a todo ese conocimiento magnífico que sabes y sé tu nombre completo, te llamas “Severus Snape Prince” un mestizo de madre bruja y padre muggle que gracias a Merlín está muerto. Y sé que no te he cambiado, no ha sido una elección sino un capricho pero no mío —Lo tomó de la mano mientras miraba el rostro enojado del mayor— ¿No quieres saber qué sucederá después? Porque yo, señor mago, no te estoy pidiendo que cambies o te comportes diferente de quién eres.

—No quiero saber. No quiero saber qué sucederá después, no quiero tomarlo en serio.

Ella se dio cuenta que temía perder el tiempo o temía otra cosa.

—Entonces vivamos un día cada vez. ¿Qué te parece comenzar con el baile del viernes? Sé mi pareja del baile.

—Acepto, tan sólo porque no quiero que me lo pidas de nuevo con ese rostro patético, además quiero verle la cara a tus amigos —su tono grave y malicioso le robó una sonrisa a su estudiante.

—Qué novio tan complicado eres.

Snape abrió los ojos y alzó las cejas y antes de que suelte alguna agria opinión, Hermione lo llenó de abrazos y besos.

❤️

Epílogo – FIESTA Y UPTONMONY

Hermione se alistó desde temprano porque le había rogado a su profesor durante tres días que fuera por ella a la casa de los Wesley, ella tuvo que explicarle que ir ahí no era para ver a Ron ya que este estaba en Rumania, sino para encontrarse con Harry y su mejor amiga Ginny.

La tarde parecía perfecta hasta las tres y media, luego se agruparon en los cielos grandes nubes negras y espesas de lluvia las cuales empezaban sus conciertos de rayos y truenos y segundos después, la fuerte y grandiosa lluvia.

Otro reto odioso para el mago fue intentar quedar impecable, no mojarse el cabello o las botas, con un hechizo de paraguas llamó a la puerta con dos golpes (inusual como siempre porque otros hubieran llamado con tres) y casi se espanta con el escandaloso color naranja del cabello de Artur Wesley.

Cinco y media de la tarde exactos como a lo acordado. El cielo ya se le caía encima.

—¿Profesor Snape, qué hace aquí? Dijo sosprendido mientras comía un pedazo de pan dulce.

Snape hizo cara de desagrado y habló casi como si hubiera vomitado las palabras.

—Vengo por Hermione Granger, ella será mi pareja en el baile ¿Está aquí?

—Sí, pasa, pasa, ella bajará pronto. ¡Vaya, sí que te ves elegante!

El mayor esperó en la cocina observando todo a su alrededor, todas esas cosas muggles funcionando con magia como si un par de fantasmas hicieras el quehacer del hogar, planchar, cocinar y lavar trastes sucios con avena y caramelo.

El señor Artur apareció de nuevo delante de él al pasar un par de minutos.

—Ella está lista.

Detrás de Wesley apareció ella, en un vestido azul claro ajustado a su cuerpo hasta la cintura y un poco de volumen desde sus caderas hasta llegar a sus rodillas, aquél lugar debajo de su cuello con esos dos único tirantes transparentes le dejaba observar sus clavículas delicadas donde tantas veces había depositado besos y ese muy sutil asomar de la marca de su pecho el camino vertical incitante y cálido que le saludaba con un tierno y redondo lunar de dos milímetros. Al mirar abajo, comprobó que se veía impresionante, sus zapatillas combinaban perfecto con el color de su piel.
En la muñeca y en su cuello adornos similares de plata, diamantes y en sus orejas los mismos elementos, colgantes pequeños con forma de corazón.

Artur alzó ambas cejas con una amplia sonrisa en el rostro al ver que Snape poco le faltaba para empezar a babear.

—Tome profesor, para que no sea tan notorio —le entregó un pañuelo para molestarlo y el mago de Slytherin reaccionó.

Contempló el rostro sonrojado de ella, su tímida sonrisa y al señor Wesley imaginarse cosas, no quería soportar más.

—Se ve muy bien, señorita Granger —intentó ponerse serio y atento—, es hora de irnos.

Ella asintió.

Snape había llegado en carrosa, con magia y de la misma manera hizo que ella lo acompañe rumbo al portal de aparición en el bosque prohibido, un camino directo a la entrada principal del castillo.

—Te ves realmente apuesto en ese atuendo ¿Dónde has dejado tu levita? —Hermione apreciaba que el hombre se haya comprado un traje para la ocasión, la carroza iba ágil en un camino semi accidentado.

—En mi armario junto a los otros de color negro —el sarcasmo era su mejor presentación personal— Este traje me lo regaló Albus para el torneo de los tres magos hace unos años atrás, no me lo puse, no me parecía apropiado y… —bajó la voz— No tenía una Granger que intentar igualar.

Hermione sonrió y él añadió:

—Vas a causar envidias a los profesores, los de la escuela y a los invitados por Minerva McGonagall.

—¿Tú crees?

Hermione vio por la ventana que la carroza había llegado a la puerta de Hogwarts, mordía sus labios por el cumplido.

—Estoy seguro —insistió él.

—Y todos se sorprenderán cuando me acerque a besarte, Severus  —lo miró a los ojos, desafiante.

Snape negó muchas veces.

—No te atrevas —exigió.

La fiesta de Graduación tuvo algunos problemas, los alumnos de verde no tenían pareja porque las estudiantes de último año de la casa de Slytherin habían puesto los ojos en los profesores franceses, suecos y chinos, un locura como había mencionado varias veces, Draco Malfoy a Pansy Parkinson, su novia.

Hagrid, Vector y Harry, escandalizados por haber visto a Hermione Granger besando a su profesor detrás de los altos arreglos de flores al lado derecho de la mesa de cócteles.

Y en Luna llena dos alumnos de intercambio de ese mismo año de estudios, convertidos en hombres lobo persiguiendo a Seamos y a Longbottom.

Una velada casi perfecta,
hasta que acabó todo como a las dos de la mañana y el Whisky de fuego en la sangre de Severus le obligó a decirle a la chica que era imposible verse de nuevo, que ella tenía que seguir su camino a donde fuera, que intente olvidar cualquier cosa que hubiera pasado entre los dos, ya que el destino siempre era cruel con él y lo más probable es que no se encontraran de nuevo.

No, no es lo que parece, ambos se habían mirado con tristeza en los ojos, sin saber si otra vez tendrían oportunidad de estar juntos, un mes después, donde ella empezaba los estudios.

En la mañana que siguió cada uno en su rincón, devastados, necesitando del otro, él deprimido sin salir todo el día y ella recogiendo sus cosas para tomar el tren de las seis de la mañana.


—Señorita Granger ¿Ha pensado dónde va a seguir con sus estudios superiores? —La directora había ido a despedirla a su torre.

—Am, no, bueno sí, creo que iré a Uptonmony al sur de Escocia.

—Oh, eso es cerca de aquí, podrá venir a visitarnos —alegre por la posibilidad, la bruja de transformaciones recordó algo rápido y pensó en decirlo, pero primero expuso su deseo de verla otra vez— Sería maravilloso que te dieras unas vueltas de vez en cuando —sonrió maternalmente.

Hermione se alegró exagerando un poco al final, ya no quería irse de Hogwarts por culpa del recuerdo de ese estado semi ebrio de Snape al inicio de la madrugada, la tristeza en su pálido rostro recto, el cual aparentó con odio y rechazo.

Para ella Snape no le quiso decir “Hasta nunca” sino que gritaba que quería probar con ella pero al mismo tiempo no quería herirla.

Cómo cambian las cosas por un Slytherin Se dijo.

—Intentaré venir a visitarlos, por su puesto que haré todo lo posible —Los ojos de Hermione se llenaron de lágrimas y la directora quiso hacer que se sienta bien asustándola un poquito.

—La van a extrañarla todos, menos el Profesor Snape —Minerva soltó eso sin aún enterarse que ese par se había estado besando en lo oscurito de la reciente fiesta.

Hermione casi se atora con el agua de su botella.

—Y ¿Por qué me dice eso, directora? —Quería saber la castaña.

Ella creía que la bruja sabía algo o quería sonsacar, pero no, la bruja de sombrero puntiagudo no estaba enterada aún.

—El profesor ha pedido cambio para el siguiente ciclo escolar, se irá pronto, esta misma semana.

Hermione abrió los ojos y se dijo “Por eso es que no quiso que venga aquí al castillo, es porque no estará aquí”

—¿Cuándo, cuándo lo pidió? —Hermione disimuló interés repentino.

—Desde hace como un año atrás, me dijo que este sería el último año que dictara clases en Hogwarts  —Minerva muy relajada le contó a su mejor estudiante sin saber que aquello hizo poner más triste a la joven.

—¿Puedo saber a dónde irá? —Hermione se sentó esperando una bomba de dolor, se imaginaba que se iría muy lejos.

—Enseñará DCAO en UPT… TON… MONY… por eso dije que extrañará a todos menos a él —Rió con sarcasmo. La directora lo dijo bien, rápido, o mejor dicho normal pero para Granger sonó terriblemente lento.

¡Santo Merlín, me lo voy a encontrar ahí de nuevo. Esto es cosa de brujería! Se dijo en la mente.

—Por favor, Directora, no vaya a mencionarle al profesor que seré su alumna.

—¿Por qué no, Hermione? —acomodó sus manos sobre sus muslos, tranquila.

—Porque pensará que soy su castigo —su rostro era de lamento.

Minerva McGonagall empezó a reír.

Y Hermione lo hizo también pero con nervios.

Se enterará cuando me vea ahí y le diré que este es el plan de Merlín

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Fin

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Ahora sí debo continuar con mis otros sevmiones e historias antes de que me golpeen con antorchas jejeje

Espero les haya gustado.

Saludos Jóvenes y Jóvenas jejeje <3 <3

#quevivaelsevmione bueno, hasta que dure. 

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