Del Enojo al Castigo Capítulo 2 Largo Silencio

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—Seamus, deja de voltear, me estás poniendo nerviosa.

—Hermione, sé que sabes que el profesor te está observando —su voz fue lo más baja que pudo— quizá aún está enojado por lo de hace unos meses.

—No, te observa a ti porque me hablas —Hermione se refería a un tema directo con celos pero supuso que el joven Gryffindor entendería que el profesor lo miraba a él porque no debía de hablar en clases de pociones.

—Es último día de clases con él, no me dirá nada.

—Ya deja de voltear a verme, el profesor te mira a ti.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque puedo leer su mente —Hermione vio el reloj dibujado en el papel de su examen, la arena estaba a diez minutos de terminar. Se puso sobre sus pies de forma elegante al mismo tiempo que se colgó la alforja en su hombro izquierdo, caminó hasta la sombra oscura del aula y le entregó el pergamino a su profesor en las manos, no en su escritorio como solían hacer todos.

Lo miró unos segundos a los ojos, él a ella, sin decir absolutamente nada, lo único que se atrevió a hacer la chica, fue sonreír con dulzura, girar sobre sus tobillos e irse.

Era extraño que no se dijeran nada, aunque no tan extraño al estar delante de tantos alumnos.

Hermione sonreía, no sólo al salir del aula o caminar por el terrorífico pasillo de las mazmorras, sonreía aún al dirigirse a su torre para ver el periódico mural de sus notas, sonreía porque no podía evitarlo, era una fuente que la inundaba casi imposible de parar.

El año había acabado al fin, una graduación la siguiente semana, tenía unos días para acercarse y disculparse con Snape por lo que sucedió en la silla del aula de pociones, porque si no era una disculpa entonces sería una oportunidad de hablar con él de cosas, quizá más personales.

Llegó hasta los primeros escalones de su torre, subió con lentitud tocando el borde de la piedra por curiosidad, dejó sus libros de pociones en la mesita de noche a su derecha, cuadernos de apuntes en la repisa superior y soltó la alforja dentro de su baúl, tenía tiempo de sobra para ir a la biblioteca, hallar suerte.

La biblioteca,
el lugar donde se había atrevido a besarlo otra vez.

Creía sentir los residuos de la amortentia en ella. Completamente equivocada.

¿Por qué eso se sentía bien? ¿Por qué recordarlo le creaba un hoyo muy incómodo en el estómago? Algo así como un grupo de gusanillo inquietos en el intento de escaparse de sus entrañas.

Aquello estaba en sus pensamientos, había besado al profesor y él no había hecho alguna objeción.

Quizá si lo encontraba de nuevo, se preguntaba, porque el murciélago siempre estaba ahí en los pasillos del segundo piso.

***

Minutos después, ella esperaba, ansiosa, con un libro en las manos y apoyada de sus codos sobre su mesa, en el último pasillo del lado oeste de la biblioteca.

El tiempo parecía correr, desde ese día, desde ese accidente, parecía que pasaba muy rápido delante de sus ojos sin darle tiempo a pensar qué hacer.

Se puso de pie al sentir que alguien estaba por allí, sus piernas la traicionaron con pequeños temblores, dio la espalda al pasillo, su hombro izquierdo pegado al librero alto contra la pared, sostenía el libro con su mano derecha y con su mano izquierda tocaba la parte superior de su silla. Intentaba quedarse quieta.

Snape llegó hasta ahí, no dijo nada, detrás de ella, viéndola de cuerpo entero sin ser malicioso más bien cuidadoso, se acercó de lado derecho de ella sin intención de tocarla o hablar, tan sólo estirar su mano y poner sobre la superficie de la mesa, un pedazo de pergamino color ocre, con tres número.

Hermione notó su mano con el rabillo del ojo derecho, la manda de su levita, su larga pálida mano y el pequeño pedazo de pergamino al final de sus puntiagudos dedos.

No se movió.

El mayor siguió de frente por ese pasillo, mientras ella seguía en el papel intentando leer la nota del examen final con su caligrafía.

📜 10.0
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Sonrió, el mayor nunca hubiera hecho eso a menos que quisiera estar cerca de ella.

La jovencita dejó su libro sobre la mesa, un instante, retrocedió dos metros para bordear el librero de su derecha a lo largo del pasillo paralelo, un camino de al menos diez metros, así con paso ligero llegar hasta el final y darse la vuelta a la izquierda para encontrárselo cara a cara.

Lo hizo.

Pero al voltear a la izquierda e ir incluso de nuevo hasta su mesa, él ya no estaba.

Cansada, con una sonrisa interminable en los labios, se colocó la mano en el pecho y giró de nuevo a su derecha. El mayor apareció delante de ella, como en un pequeño hechizo de visibilidad.

¿Estaban jugando a las escondidas?

—Ah, Merlín, qué susto —susurró ella.

Snape no dijo nada, desde su altura y esa parada soberbia que siempre tenía, sólo miró sus ojos café unos segundos como preguntando ¿Por qué me perseguías?

—Yo… Gracias… No sé si se ha dado cuenta, pero, es la primera vez que me pone diez en un examen —lo miró directo a los ojos con temor, el hombre parecía haber perdido la lengua—, tiene razón, siempre me pone un nueve punto noventa y nueve o un nueve punto noventa y ocho.

Snape no dijo nada, serio, callado como una tumba.

Hermione empezaba a ponerse intensamente nerviosa.

—Vale, sé que hablo demasiado, lamento molestarlo, sólo es que nunca había venido a darme el resultado de mi examen, siempre me entero cuando entrega a todos, así como hacen los demás profesores —explicó y él no se movió.

Snape no paraba de observarla y ella casi no subía la mirada.

—Y bueno, quizá es porque ya acabó todo para nosotros, pronto nos iremos del castillo. El fin de semana que viene es la graduación y la fiesta de despedida.

Snape cruzó los brazos delante de ella.
Quería reír, porque esa chica no paraba de hablar y suponer cosas.

—Eh… ¿Ya he hablado mucho? —Hermione buscaba interacción.

Snape desencajó la mandíbula en un gesto aún más serio, sin perder postura.

—¿No dirá nada? Entonces… Si yo me acerco a usted —su voz se hizo interesante y traviesa— y lo empujó nuevamente contra los libros para besarlo ¿Dejará que eso pase?

Snape parpadeó lentamente y luego puso atención en los labios de ella, por unos segundos, después volvió a mirarla a los ojos sin moverse, sin dejar de cruzar sus brazos frente a su pecho.

Hermione sonrió, se acercó y puso sus manos suavemente sobre los codos del mayor para empujarlo, los cuales estaban apretados por el cruce sobre su torso.

Lo empujó con cuidado, un poco más e hizo que la espalda de él choque al librero, era el librero que estaba pegado a la pared.

Tomó la silla más cercana, la colocó frente a él y se subió, sin perder esa sonrisa traviesa de una adolescente adulta. Colocó ambas manos en el rostro del mayor sin que este deje de mirarla a los ojos y en un instante, la estudiante casi se queda sin aliento, por el rápido movimiento de dos largos brazos.

Snape dejó de cruzar sus extremidades superiores sobre su pecho y con magia pegó la silla donde ella estaba, contra el estante del frente, y se acercó acorralando el cuerpo de su alumna con ambos brazos, los cuales tocaron libros al rededor de ella con las palmas abiertas.

Entre cerró los ojos como en advertencia, subió su varita e hizo un hechizo silencioso, el cual le dejó patear la silla que sostenía el cuerpo de la alumna, medio metro, volver a ella, pero aún más cerca. La subió hasta tenerla a la altura de su rostro, suspendida en el aire con su magia de levitación.

Ella sólo podía aumentar su sorpresa.

—Eres tan alto y hábil, me duele el estómago —susurró eso como una especie de confesión, una salida sincera por si lo había hecho enojar, añadió— y de cerca su cabello negro le hace ver, lindo —se arrepintió de eso último— quise decir, que de cerca se le ve apuesto.

Snape no dijo nada, era como hablar con la pared, alzó la ceja y no perdió de vista esos ojos café, tan similares al cielo al ser de noche, afuera del castillo, no por el color sino por el brillo, los puntitos blancos al rededor de sus iris tan redondos como la luna, un instante, unos segundos, con ese leve brillo emocionado o nervioso.

Ella volvió a poner sus manos en el rostro del mayor, cada una tocando sus mejillas pálidas. El profesor cerró los ojos cuando ella con las dos manos lo acarició, despacio, hizo sus cabellos atrás de sus inéditas orejas pocionistas, regulares y bonitas. Enterró sus largos dedos femeninos por sus cabellos lisos, detrás su cabeza y nuca. La acción fue voluntaria y hermosa, hizo que se sintieran engreídos.

La caricia no se quedó ahí, la estudiante se aventuró a apoyar su mejilla izquierda en la de él para sentir la tibieza de su piel, un contacto más cercano, Snape dejó de apoyarse contra los libros con ambas manos para bajar ambos brazos y llevar sus manos al rededor de la cintura de Hermione, terminó por abrazarla y acercarla a su cuerpo.

La joven no pudo evitar, suspirar. No quiso arruinar el momento al decir algo así que se quedó en silencio, lo abrazó completamente sobre su cuello, él la atrajo para apretujar más su cintura. Su barbilla juvenil ahora descansaba en el cuello y alto hombro del Sly.
Una sensación gigantesca, parecida a una tela delgada y suave como la seda, los cubrió de cabeza a pies y los abrió por la mitad, tranquilizando sus corazones y respiraciones en la parte superior de sus pechos.

Ella aspiraba el olor del pocionista y él grababa de nuevo su aroma de frambuesas suaves y dulces, el terciopelo de su piel, lo caliente de su mejilla, su frágil y esbelto cuerpo debajo de sus manos.

No fueron las pociones, pensó la joven.

Snape entre abrió los ojos, estaciado en las sensaciones, acercó su rostro a ella y la besó, ella respiró agitada imaginando una ave blanca volando hacia arriba por el cielo azul, esta ave subía muy alto y al llegar lo más lejos caía en picada para sentir el aire golpear constante en cada una de sus alas, despacio, intenso, un beso que la atrapó y debilitó, un vértigo intenso y tibio, mientras ella aún seguía suspendida con la magia del mayor.

Sus bocas cada vez más cerca, sin muros, labios, piel interna y natural, humedad deliciosa, sabores con manzana, menta y frutos azules.

Los ojos de ambos estaban cerrados, sus manos, con timidez, también se movían. Las manos del mayor se paseaban en toda la cintura de ella sin dejar de apretarla a él o pasarse de atrevido, y ella le acarició el pecho el cuello, los hombros y terminó por intensificar el beso más abrazada por su cuello.

—Profesor Snape —un alumno de Gryffindor los miraba anonadados— ¿Otra vez te tomaste una poción multijugos, Ron? —era Seamus de metiche.

Snape se separó de golpe y asintió. No perdió el tiempo, se dio la vuelta y se fue.

Hermione empezó a caer lento hasta el piso, como unos treinta cinco centímetros.

—¿Por qué le pides a Ron que se vea como Snape? Eso sí es retorcido, Mione.

Hermione empezó a reír bajito, negó alterada, recogió sus cosas y alcanzó al mago en el portal, al final del pasillo, justo para bajar a las mazmorras.

—Severus, espera.

El mayor volteó a mirarla y se encontró con que ella había saltado sobre él, lo hizo caer violentamente al suelo, obligándolo a hacer lo posible por cuidar que ella no se lastime las rodillas.

Estaba agitado, alterado, ella lo había tirado, era una joven mujer atrevida.

—Perdón —le dio un suave beso en los labios pálidos, luego sonrió— ¿Podemos salir más tarde, fuera del castillo? —le dijo con la voz más coqueta y cuidadosa que tenía, la frente de ambos casi se tocaron otra vez, Hermione lo provocaba, le rozaba los labios no sólo con pasión sino también con dulzura.

El mayor estaba completamente sentado en el suelo con el peso de Hermione sobre él, sus manos, una sobre el suelo de piedra y la otra en la cintura de ella, veía sus ojos café claro, brillar con esas lejanas luces de los pequeños ventanales arriba, sobre sus cabezas.

Snape asintió seguro en respuesta a esa propuesta atípica. La razón era que ella como muchos alumnos ya no estaban obligados a permanecer dentro de castillo desde ese día.

—Lo buscaré en un rato, tengo que hacer algo urgente.

El mago se puso de pie para dejarla suave, en el suelo. La alumna le estaba coqueteando, no era cosa de pociones derramadas o hechizos mal hechos, era que había pasado de verdad aún después de ese accidente tan lejano como para tener residuos o efectos secundarios.

Sacudió sus ropas negras y bajó por las escaleras sin despedirse.

**

Había una razón importante para ella, de estar delante de Ron y decirle que lo suyo no iba a funcionar, que había encontrado sin querer, alguien que la hacía sentir bien, sobre todo distinto, el profesor le hacía sentir intensamente, corrientes del cielo o terrestres atarla y desatarla como un lazo sobre un regalo delicado y valioso.

—Ron —soltó suave mientras él le sujetaba de la mano con distracción.

—¿Qué sucede? —respondió el muchacho.

—No puedo seguir, no puedo ser más, esto, no funciona —ella quería ser lo más directa que podía.

—¿Por qué, qué tratas de decir?

—Esto, mira —hizo que mire sus manos y preguntó— ¿Qué sientes cuando tomo tu mano?

—¿Siento que tienes las manos calientes? —Ron presentía algo malo y aún así era sincero, no evadía, realmente no le entendía.

—No, no eso… ¿No sientes que quieres cerrar los ojos y dejarte llevar?

—Hoy dormí bien, Hermione, no quiero cerrar los ojos.

La Joven se rindió y le soltó las manos, terminó con los brazos cruzados así como Snape lo hacía seguido al observar a todos en cualquier circunstancia.

—Lo siento Ron, esto se acabó.

—Pe… Pero ¿Qué hice?

—Eso es el problema, no te preocupes de qué hiciste, no pasó nada. No pasó nada, no es confusión sino una decisión, no puedo seguir contigo, no sucede nada cuando te tomo de las manos y tú estás siempre perdido en tus pensamientos cuando quiero explicarlo.

—¿Me estás terminando porque no quiero dormir?

—No, te termino porque no funciona así, no podemos seguir, no hay nada mágico entre los dos.

El pelirrojo, confundido parpadeó muchas veces, se dio la vuelta y fue de prisa a buscar a su hermana.

***

Un pocionista al llegar a sus aposentos, se dejó caer en su cama hacia atrás, suspiró despacio sin detenerse, soltando todo el aire que se había contenido en su pecho, como si por largos minutos hubiera aguantado el dejar salir el aire de sus pulmones para no perder ese intenso aroma de frambuesas.

***

Hermione regresó a la escuela una hora después, había dejado un pendiente importante ahí que debía resolver con el profesor Snape.

Fue a las mazmorras, sin pensar mucho tocó la puerta, vestía su capa negra y el uniforme gris de la escuela, su uniforme de promoción, más oscuro y rojo que el usual le hacía ver ordenada, seria y elegante.

Nadie respondió a su llamado de tres golpecitos en la madera.

Confundida llegó hasta la sala de Slytherin, a la puerta y Draco la recibió, él estaba junto a dos compañeros igual de parlanchines y presumidos.

—¿Granger? A qué se debe tu visita —su tono tenía sorna y ligereza.

—Hola Malfoy ¿Has visto al profesor?

—¿Te envía la directora por él? Está allá adentro, en la sala común, regaña a un manojo de chistosos que reventaron una bomba fétida en las habitaciones de las chicas —sonreía al recordar lo que eso había sido, la culpa no había sido de los chicos.

—Mh, ¿Puedes decirle que venga al invernadero? Dile que lo espero ahí —la chica al escuchar ese tono burlón, y sospechar de él, prefirió quedarse en lo suyo y no decir nada más.

—¿Tienen castigo juntos? —Malfoy quería enterarse, era un chismoso de primera.

La chica asintió veloz.

—Ah, si es eso, ahora le digo, suerte con el castigo porque estará de mal humor —el Sly se burló en las últimas palabras y ella se fue.
.
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————

Este Cap se añade al anterior completando un total de 6000 palabras aprox.

Faltaría uno y nada más.

Saludos, espero les guste.

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