Confía en Mi Capítulo VIII Es Con Cariño 🦁❤️

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-Me contaron que Harry y Ginny se comprometieron -soltó mientras respondía los cuestionarios de siempre.

-¡Ah estoy tan feliz por ellos, Granger! -el mago fingió emoción y ella rió.

-¿No le importa, cierto? -preguntó al detenerse un segundo y esperar otra reacción clara y directa.

-Como usted suele decir “La verdad es que no” -miró a los ojos a su alumna y añadió-, no me interesa en absoluto.

-Ah -se tapó la boca, no por asombro ya que a esa altura de convivencia ya nada le sorprendía.

*

Después de unos días de poca pero suficiente interacción, el mago ya no se enojaba en responderle, hasta parecía que empezaba a hacerlo con tal de que ella no lo moleste.

Cada que ella iba por la mitad de la última hoja que llenaba, se le ocurría una pregunta o contar algo y él ponía algo de atención.

Ese día se atrevió a hacer dos.

Se puso a lado del mayor, a su derecha, cruzó sus brazos por el frente mientras él ordenaba exámenes de pie, con sus manos apoyadas sobre el escritorio.

-Y ahora que soy su amiga ¿Le interesaría saber si yo me comprometo?

-Si es con el señor Wesley sí, eso sería tan increíble como ver casarse un delfín con un erizo de mar.

-Ah… qué malvado -le pegó en el brazo divertida y él no giró pero sí fingió que la chica lo tocó con excesiva brusquedad a pesar que apenas lo había rosado -¡Merlín, qué exagerado!

El mago siguió en lo suyo, evitó no decir más sin embargo no resistió.

-Me da curiosidad -fue inseguro.

-¿Qué le da curiosidad, señor?

-¿Sí se casará con el señor Wesley? -soltó como si fuera cualquier cosa.

-No, me casaré con usted primero -soltó rápido. Snape solía bromear de la misma manera para decirle “Tú no te metas” o un rotundo “No me moleste”

-Ay sí, qué graciosa jó, jó, jó -Snape seguía en lo suyo.

-No lo haré, eso se acabó. Mi relación con él se acabó, yo me casaré cuando realmente crea en el amor.

Snape la miró.

-No me diga esas cosas -negó-, aunque si tuviera que meterme en lo suyo le haría prometer que no se case con él… Jamás, a menos que quiera arrepentirse un mes después.

La chica se perdió en sus pensamientos, no sabía nada del chico por lo menos en un mes. A pesar que habían puesto las cosas en “pausa” sentía que ya no le interesaba.

-Prometo que no me casaré con él, antes me convierto en delfín -soltó tocando el brazo del mayor y él volvió a fingir que lo agredió.

-¡Ay ya basta! Es un exagerado.

-Ensucia mi ropa, señorita… ¿Ya terminó? -su tono era serio y aburrido, el mago se refería a los cuestionarios del ministerio.

-Sí, listo… ¿Necesita ayuda? -vio la mesa y los exámenes.

Snape asintió.

-Claro, pero con una condición -la chica sonó animada.

Snape rodó los ojos.

-A ver dígame cuál -rodó los ojos, porque se suponía que una relación debía ser desinteresada.

-Que mañana vayamos a Hogsmeade, juntos -intentó verlo fijamente a los ojos a pesar de ser difícil.

-No a la misma hora que todos. Iremos pero, cerca de las cinco y media de la tarde y sólo por un camino que usted no conocen.

-Bien, no hay problema, de todos modos sé que me llevará por el camino que lleva a la casa de los gritos -sonrió-, le doy la razón, está bien que no nos vean.

***

Otros tres días después la chica había buscado al mayor por todos lados, no lo había encontrado en el desayuno, tampoco en el almuerzo así que en la tarde bajó hasta las mazmorras e ingresó al despacho el cual parecía una caverna oscura.

Habló bajo y con miedo.

-¿Señor? -preguntó con cuidado, se sentía nerviosa por la total falta de luz.

Le decía “señor” porque Snape le había dejado claro que para ella siempre sería así.

-¿Qué quiere, Granger? -no se escuchaba tan serio como siempre, esta vez era como lento o decaído.

-¿Por qué no ha dado clase en la mañana? ¿Se siente bien?-susurró despacio.

-Porque tengo licencia, unos alumnos de primero me han pegado la molesta gripe. Una poción me ha quitado los mocos pero aún no se va la fiebre. Ahora tengo el lujo de enfermarme ¿No lo sabía? -el sarcasmo del mago era el de siempre.

-Esto es intensamente deprimente, profesor -opinó ella aún en susurro.

-Pues entonces váyase y no me moleste -él pensaba que lo decía por él.

-No, no, no me refiero a usted sino a la oscuridad. El ambiente no creo que ayude a mejorar, además es terrorífico por el olor a… Huele a humedad.

-Son las mazmorras, es húmedo señorita inteligente. Debe estar fresco para bajar la fiebre, la poción puede tardar unas horas.

-No… Espere quizá yo pueda hacer algo… No puedo ver dónde está.

-Use su varita, alumna, tiene magia no lo olvide -el mago seguía escuchándose lento.

-Qué gracioso -ella dijo con un gesto en el rostro que por obvias razones no se notó.

Hizo un pequeño lumus y lo vio en su sofá recostado hacia atrás, no se veía tan mal, bueno la verdad es que sí se veía decaído.
Se le ocurrió ayudarle a bajar la fiebre, y pensó en usar una técnica milenaria que había pasado en los muggles de generación en generación, se trataba de un paño estéril con agua fría en la frente y una alegre canción.

Aunque también la risa era buena para bajar la fiebre.

-Antes no tenía el lujo de enfermarme pero ahora es momento de hacerme el casi muerto como sus demás profesores -Snape se quejaba como una viejita.

La chica se divertía y mientras tanto lo veía, observaba el color de la piel de su rostro, sus labios resecos, los ojos del mayor cuando los abría, de color rojo.

-Yo le ayudaré.

-¿Cómo? -preguntó débil sin saber que daba esa impresión, tantas veces había salido afuera del castillo con fiebre. No se daba cuenta que una de esas cosas de tener a alguien preocupado era sentirse cuidado, inconscientemente.

-Necesito un paño estéril, agua… Por ahora eso estará bien -se puso de pie y fue a buscar en la oscuridad por un par de minutos intentando no chocar con nada –Lumus máxima.

-Si hace que me duela más la cabeza, me las pagará -sonó enojado.

-No, no sea amargado, le prometo que le gustará y se sentirá mucho mejor.

Una vez encontradas las cosas se acercó a su costado para tocarlo, cuando hizo eso se dio cuenta que realmente estaba enfermo, el mago ardía en fiebre ¿Cómo hacía para soportar? Se quemó la mano al sentirlo.

-Está muy caliente ¿Por qué el efecto es tardío en usted?

-Por el abuso de la poción contra la fiebre. No importa, estoy acostumbrado.

Hermione hundió el paño de tela doblado en rectángulos, dentro de un pequeño caldero con agua, lo sacó y apretó para retirar el exceso, luego lo acercó a su pálido rostro y lo colocó en su frente con mucho cuidado.

-Con eso bajará la fiebre en poco tiempo.

Se sentó a su lado derecho y empezó a cantar.

El profesor llega y azota la puerta
Convierte al alumno en una moneda
Los demás aterrados corren a almorzar
Un poco de helado con crema de afeitar…

Snape frunce el ceño, asustado.

-¿Qué es eso, Granger? ¡Qué terrible!

-Una canción donde usted le hace bromas a los chicos.

-¿Por qué canta? -sonó más débil.

-Para que sienta mejor -soltó amable. Hermione estaba preocupada.

-Le dije que no provoque que me duela más la cabeza -el mago hablaba en serio.

-Entonces cante usted.

-Eso nunca.

-Bueno, entonces voy a tararear una melodía.

Hermione tarareó una melodía clásica, el otoño de Vivaldi aunque lento y por eso el adulto se durmió.

Pasadas dos horas, ella leía en el otro ambiente hasta que regresó porque escuchó su nombre en los labios del profesor, parecía sufrir una pesadilla.

Hizo un hechizo para comprobar la temperatura, tocó su cuello, mejillas y frente, se puso de pie y se marchó.

La fiebre al fin había desaparecido.

***

-Cuénteme más ¿Nunca se escapó de clase? -al dirigirse a él siempre lo hacía con sumo cuidado y respeto.

Ambos estaban en la casa de los gritos, aún en el primer piso. Severus se adelantaba unos pasos por ser el guía.

Hermione empezaba a recordar ese día cuando Harry lo estrelló al fondo del segundo piso, quería preguntar de aquella vez pero pensó que sería imprudente y más porque al ver esas imágenes una y otra vez, quería reír.

-No, si tenía que salir del castillo lo hacía en la madrugada o los fines de semana. Albus siempre me vigilaba, yo era una especie de peón -siempre traía esa voz falta de emoción, no triste sino aburrida y además seria-. Yo no creo que usted se haya escapado de alguna clase ¿O sí? -quería atraparla.

-Pues sí, falté a todas las clases de adivinación aunque pude arreglarlo con la profesora Minerva una semana después.

Snape bufó.

-Minerva y Albus siempre defendían la indisciplina.

Ella quiso atacar.

-Yo sé -se acercó a él sin verle el rostro- que usted también fue indisciplinado.

Snape buscó la mirada de la chica e hizo un gesto evasivo, girando sobre sus tobillos mientras sostenía sus manos detrás de su espalda.

-Mh… sí y no… Cualquier cosa que hacía lo hice solo y por mí, no por otros -el mago se refería a ella y a sus amigos.

La chica le sonrió y acusó.

-Mh hum, quiere mentir, lo huelo desde aquí -acusó.

-¿A qué huelo? -fue evasivo, otra vez.

Ella le siguió el juego.

-Huele a pastel de lindo -ella quería ganar, en él, una sonrisa seria increíble de alcanzar.

-¡No sea payasa!

-Huele a… -la chica se acercó y lo tomó de los hombros para obligarlo a sentarse sobre la silla frente a un piano viejo. Se acercó y lo olisqueó -huele a hierba buena, madera húmeda, dulce, y a lavanda seca.

Snape abrió los ojos después de dejar que la chica se acercara mucho a su rostro.

-Tiene razón, a eso huelo… -se puso de pie y se acercó a ella, a su cuello- usted huele a vainilla, flores rojas y granadilla, demasiado dulce a mi gusto -lo último salió despacio.

La chica no pudo evitar cerrar los ojos al sentir el aliento del mago aspirar unas tres veces mientras adivinaba.

-Muy bien -disimuló- usted es excelente.

-Gracias -hizo un movimiento creído. Snape presumía con ella porque le molestaba a la alumna.

-Cuénteme algo que sólo le contaría a una persona de confianza -pidió animada.

Snape cuestionó, no estaba listo ni tenía ganas para eso, sin embargo si él decía ella también lo haría.

-Aquí, en este mismo ambiente donde estamos, me he embriagado unas dos veces solo en la época de la escuela, tanto que he despertado en la madrugada y he tenido que regresar como sea al castillo.

-¿Nadie logró descubrirlo?

-Sí, la enfermera Ponfrey una de esas veces. Pensó que me había intoxicado con alguna poción, muchos sabían que como pasatiempo probaba pociones en mi persona.

-Vaya, no lo habría pensado de usted, señor.

-No es algo para sentirme orgulloso -Se sentó de nuevo en el banquillo frente al piano -Ahora usted cuénteme algo.

La chica de perdió en sus pensamientos unos segundos.

-Mi secreto es que me hubiera gustado hacer algo como eso, las únicas locuras fueron siempre con relación a proteger el castillo o a Harry -Se escuchó decepcionada.

-Debe saber que en estas épocas los jóvenes también se embriagan a escondidas en el castillo, creo que de todas las casas quien más lo hace es Slytherin -contó a la chica.

-No me divierte emborracharme pero sí me gusta hablar con usted y que nadie lo sepa, eso sí se siente prohibido.

-No tiene nada de extraordinario, Granger, a excepción de platicar conmigo, no todos tienen ese privilegio -su gesto serio no cambiaba y eso le ocasionaba risa a la chica.

*

Una hora después Hermione sacaba un thermo de té y dos tazas, hacía un poco de frío cuando las diecinueve llegaba.

-¿Recuerda el día que vimos a Sirius, señor? Ese día nos sorprendió verlo ingresar por la puerta, aunque en segunda instancia fue un alivio, pensábamos que Black mataría a Harry.

-También pensaba eso. Albus siempre me pidió que siguiera sus pasos -señaló recordando-, ese día no iba a enterarme pero la vi por la ventana del segundo piso, volaba colgada en una rama del Sauce boxeador.

-Aquello fue terrorífico. Y ahora usted va a decir que lastimé al pobre árbol.

-Parece que sabe leer la mente -acusó interesado.

-Si me pregunta si soy legerement, sí lo soy y de igual manera soy oclumante desde quinto grado pero le juro que no lo he usado en usted, yo dije lo del árbol porque Harry y Ron me contaron lo que pasó en segundo año.

Se hizo silencio por unos segundos, ella ya le había ofrecido una taza con té, ambos bebían aunque ella ya había acabado.

-Usted es extraña -Snape soltó porque la impresión permanecía en él desde la primera vez que ella le habló- ¿Por qué pasa tanto tiempo conmigo? -la curiosidad era superada por esas locas ganas de saber la respuesta.

-Porque usted es bueno, me refiero a una buen persona y además es inteligente. Cuando iba a la escuela tenía un profesor que siempre nos decía: Siempre caminen con personas más inteligentes que ustedes.

-Usted no se traga esa tontería, dígame la razón, la verdadera razón -por un instante él quiso que sea algo más porque de verdad veía que esa chica se sentía bien de estar con él ¿O acaso era su impresión?

-La razón es esa, siento que somos… -dudaba-, en algún punto… Parecidos -vio los ojos del mago-, usted es ese que cuando se trata de conocimiento o compartir algo donde usted es un experto, lo hace a escondidas, lo mismo cuando se trata de cuidar a otro -la chica bajó la voz y añadió-, eso me gusta de usted, además que he hablado con otros y no son tan accesibles -sonrió por la broma que hizo.

Snape le quitó la vista de los ojos y bebió un sorbo de té.

-No, usted y yo somos diferentes -suspiró-, usted es… -no quiso verla a los ojos-, nunca había hablado con alguien como usted, tan persuasiva y Slytherin -terminó su taza de té.

-Soy Gryffindor, profesor.

Media hora después, la chica recordaba el momento en que tenía que obliviar a sus padres.

Delante de él no pudo evitar dejar caer algunas lágrimas aunque con bastante valentía las limpiaba y su voz en vez de sonar débil, se sentía con una fuerte consistencia y coraje.

Todo eso había sido superado la paciencia y creer que el futuro mejoraría había sido su mejor ayuda. Muchas personas a su alrededor habían ayudado, incluso Snape quien siempre le recordaba que estuvo cerca sólo por seguir órdenes de Albus Dumbledore.

Snape guardaba silencio, porque al principio se sentía fuera de lugar, incómodo, había visto llorar a muchos estudiantes pero no de forma personal no en una conversación donde estuviera con esa persona contándole sus intimidades. Sabía cómo actuar como profesor, incentivar la disciplina, la fuerza, incentivar su éxito académico pero ¿Cómo decirle a una joven que debía superar sus heridas del pasado si él mismo aún no lo hacía?

Estaba sorprendido, de haber terminado con ella a solas hablando de cosas familiares, sentimientos de dolor, algo que no podría haber si quiera imaginado dentro de un profundo sueño, era como si se le escapara de las manos, arena blanca para mover a otra playa a puñados. Escuchaba atento veía cómo ella luchaba para que su garganta no terminara por estropear su discurso cada que esta se cerraba con un terrible hacinamiento de miedos y dolor.

-Si le ayuda a sentirse mejor, entonces sólo obedezca esto que le pediré -Snape estaba a punto de decírselo también así mismo-, No retroceda más en el tiempo, fíjese dónde están sus pies ahora y vea hacia delante. Y si alguna vez se encuentra otra vez en el pasado, que le sirva para aprender y ser más fuerte. Empiece de nuevo hoy, busque a sus padres, conoce el hechizo -la vio a los ojos-, enfrente cualquier cosa que pueda pasar.

La chica se rompió en llanto tapando su rostro para evitar verse patética, ya no pudo más.

Él bajó la cabeza y escuchó en silencio sus sollozos hasta que ella se atrevió a acercarse y abrazarlo por el frente. El instinto humano del mayor sólo correspondió, no con deseo de hacerlo sino de forma mecánica y ella se aferró.

Casi fueron unos largos diez minutos en que sólo la abrazó hasta que ella se calmó.

-Siento vergüenza de que me vea así -soltó ella.

Snape alzó una ceja.

-No lo sienta -explicó-, la he visto en otras etapas de verdad patética -ella frunció el ceño y rápidamente recordó un día en sus recuerdos, un día en especial en la enfermería-, por ejemplo ese día en que enfrentó a Lavender Brawn…

-Ash ¡Sabía que me sacaría eso, lo odio! -Hermione interrumpió.

-Muy bien, así se hace… Cambió su tristeza por odio de una forma Slytherin, eso es de aplaudir -sonrió de lado pero no pudo verlo porque se secaba las lágrimas con un pañuelo.

La chica rodó los ojos y lejos del mago quiso retroceder y darle un manotazo en el codo o el hombro.

El Snape con quien hablaba en ese instante era más humano que otros días, esperaba que fuera así, siempre.

***

-Este sábado me invitaron a la casa de los Wesley, este fin de semana -respondió rápido cuando había sido la primera vez que él sugirió que sería buen idea reunirse otra vez en la casa de los gritos.

Snape se enojó porque le había costado hacer una proposición personal donde expresaba su querer compartir.

Ella no se negó, sólo le estaba comentando.

-Espere, no le dije que dejaría de ir con usted sino que… En realidad quería pedirle que venga conmigo.

-Sabe que no lo haré -hizo un gesto con los brazos.

Ella sonrió, sin darse por vencida.

-No hay problema, entonces nos reunimos en la tarde y me acompaña hasta la casa de la familia por la noche ¿Qué dice?

-¿Sólo hasta la puerta? -él no quería que la vean con ella.

-Así es, señor.

Snape le tenía una sorpresa, una que se le había ocurrido gracias a que sin querer compartió lo que vivía con esa chica durante varios días, al profesor Filius. Asintió sintiendo que no era descabellada llevarla hasta la casa de los Wesley.

Al pasar otros días, se había hecho costumbre usar unos minutos para charlar después de que ella llenaba cuestionarios o leía documentos que le sugerían en el ministerio. Snape respondía una y otra vez las preguntas de su estudiante, la mayoría de veces con temas dirigidos a ser maestro o ser profesional.

*

Aquél sábado esperó a la chica con impaciencia en la torre norte, no sabía por qué aún ella tardaba, no sabía por qué la esperaba, se sentía extraño, empezaba a preguntarse por qué seguía en ese juego tonto, tantas pérdidas de tiempo.

Desde esa torre desaparecían y aparecían cuando ella le tocaba el hombro o el brazo.

Hasta que ella lo interrumpió con su voz, llegó frente a él y entonces todas esas cuestiones desaparecieron.

-Profesor, disculpe, tuve que hace algo de último momento con la profesora Sprout -su voz era inquieta y agitada.

-Para eso sirven las lechuzas -fruncía el ceño enojado.

La chica quiso reír, a veces él le sorprendía con algo como eso además que ver al mago esperando por verla era aún más ¿Cómo decirlo? Le pedía mucho a Snape y él no parecía morir de impaciencia. Su actitud había cambiado.

-Fue algo de última hora. ¿Ya nos vamos? -cuando Snape le dio la espalda para que ella lo toque, esa impulsiva estudiante corrió y se colgó de su espalda provocando que el hombre se caiga sobre la madera vieja arrodillado a unos metros de ingresar a la casa de los gritos por el mismo pasaje secreto.

El susto había provocado que él reaccione haciendo el hechizo más rápido.

-¿Qué hace, qué tiene en la cabeza? -la chica lo ayudaba a levantarse aguantando la risa, estaba roja y él obviamente enojado.

-Pensé que podía llevarme en la espalda.

-Si me salta de esa manera puedo lastimarla -sacudía su ropa-, Todo lo que haga desde ahora por favor tiene que advertir o no lo sé, comienzo a pensar que está loca -estaba enojado-, mire cómo está mi ropa -se enojó más por eso.

-Lo siento, lo siento, por favor… -se acercó a la mejilla del mago, para eso se trepó a un lugar alto cerca de donde él se había erguido, y lo atrapó para besarlo-, ¿Me perdona? -lo besaba más en la mejilla sin llenarlo de baba.

Él asintió sólo para que lo suelte.

Hermione lo siguió nuevamente, lo veía andar delante de sus pasos y esa actividad le hizo recordar cuando seguía a Harry años atrás, raro porque no había punto de comparación entre esos dos.

Se sentía mejor, esa estudiante que desde dos semanas antes se ponía pensativa en todo tiempo, cuando estaba con él era como si de verdad descansara de todo lo demás, la escuela, su familia, incluso de ella misma.

Snape la guió hasta las escaleras de la casa y la invitó a subir antes que él.

La chica, distraída, subió sin esperar ningún cambio, ida en sus pensamientos de que faltaba poco para ver el final de su época escolar, estaba preocupada de eso.

-Creo que sí haré la prueba para ser profesora de DCao, no pociones, pero primero voy a trabajar como auror -se quitó la alforja, vestía un suéter delgado color perla y unos pantalones de mezclilla azul claro.

-Puedo presumir que lo haría, me imaginaba que escogería DCao, desde hace una semana después de leer sus respuestas de vocación -su voz estaba relajada, diferente a cuando estaba en la escuela ya que ahí debían cuidarse de que los vieran. El profesor contemplaba el rostro de la chica tan perdida en sus pensamientos que no se había dado cuenta de los cambios al rededor.

-Tome, son cincuenta hechizos útiles que no encontrará en los libros de la biblioteca, se los regalo -se lo estiró frente a la mirada atenta e incrédula de ella.

-¡Merlín! ¿Es un regalo? -se acercó y lo tomó -Por Morgana yo no le he traído nada -no dejaba de ver el objeto.

-Es útil y sé que lo usará, le he visto leyendo excesivamente los nuevos libros de DCao -miró hacia el techo fingiendo distracción-, si me va a dar algo a cambio, por favor quo no sea azúcar y harina con fresas secas incrustadas. Conserve ese libro cerca a usted.

La chica sonrió y luego su rostro se hizo rojo por alguna extraña razón.

-Es cierto, estuve practicando los hechizos de aceleramiento y he tenido éxito, ha sido fácil. Y en cuanto a darle algo, buscaré qué, prometo que será una sorpresa.

Snape asintió, casi siempre respondía así, en silencio, rápido, en un intento de interactuar lo menos que podía.

Hermione se cambió de lugar, de estar sentada frente al piano del segundo piso pasó a sentarse en un sofá oscuro que él había comprado en una tienda de antigüedades y al fondo había colocado un pequeño estante de libros, delgado y suficiente para algunos títulos, Se sentó al lado derecho de ella, en completo silencio, esperaba que la estudiante se diera cuenta pero no, estaba perdida en sus admiración.

-Falta poco para que se vaya por eso pensé en darle el libro.

-¡Oh no, no debe recordarme eso! Pensar en ellos me entristece… Mejor cambiemos de tema… ¿Qué hechizo puede mostrarme ahora, señor?

-Mire la página cinco, hay seis hechizos de escape. Puede empezar con eso.

-Interesante y apuesto que todos los ha creado usted -siempre intentaba que él se sienta bien.

-Así es -él miró hacia el estante y ella al fin detectó algo diferente en esa tenue luz que siempre tenían.

-Tengo la sensación de que este lugar está más limpio ¿Ha sido usted?

-Nadie más viene aparte de usted y yo y si no fue usted entonces…

-¡Merlín, este sofá no estaba y tampoco ese estante, me encantan! ¿Por qué los ha comprado?

Snape la vio a los ojos.

-Cómo agradecimiento por la otra noche -soltó serio.

Ella sabía que hablaba de cuando había estado enfermo, ya había pasado bastante de eso.

La chica se acercó a él y lo abrazó, por primera vez Snape no se sintió incómodo o privado de espacio. Sintió como si hubiera ganado la muestra de afecto por eso le causó satisfacción, un pensamiento bastante orgulloso de su parte.

Sí, al fin me gané algo. Se dijo en la mente.

Y por alguna extraña razón ella no se separó sino que se acomodó en su pecho y de espaldas con el libro, por el lado izquierdo.

-De verdad le agradezco, es uno de los regalos más valiosos que he recibido. Usted sabe que pocos tienen este gesto y detalle, que te regalen un libro es creo yo, lo mejor que uno puede recibir.

-¿Usted me dará uno? -preguntó relajado, dejándose llevar por la circunstancia de descanso. Le daba paz tener esos tiempos con ella aunque en la mente se acusaba con algo constante.

Eres prohibida, Hermione Granger, una de las mejores estudiantes. Nunca podría decírselo con la voz.

Su contacto cada vez era mayor, tocarla le hacía sentir mal pero ella parecía quererlo, querer sus manos grandes y fuertes tocarle el hombro, entrelazarse a sus tiernos dedos siempre por iniciativa de ella, acariciar sus cabellos castaños cuando su brazo estaba en el respaldar del sofá. Empezaba a disfrutar escucharla respirar.

Así, casi todos los días charlaban de alguna cosa escolar y los sábados la esperaba puntual para su reunión de confianza, algún tipo extraño de charla con preguntas y respuestas que se hacían más personales. Hasta que ella empezó a notar que él se acercaba más, sin incomodidad. La chica se sentía fascinada.

-¿Cómo le fue en los exámenes de defensa? -estaba curioso.

-Sí es cierto, usted no evaluó esta vez sino el otro profesor, el que tiene nombre raro.

-Es tan raro que creo que ni el profesor puede pronunciarlo -soltó relajado.

Cuando el mago se hacía cerca de ella mientras conversaban, ella lo tocaba, ya sea del codo o del brazo, tomarlo de la mano y si más se acercaba ella lo abrazaba.

Él se rendía y se dejaba.

Pero un día sucedió que cuando ella se acercó a su lado en el sofá, él giró a su derecha y hundió su rostro en su cabello. Cerró los ojos extasiado de su perfume inocente y a la vez rebelde.

-Quiere reír por lo que dije -soltó él.

-Es porque tiene razón -la chica terminó por ofrecer su cuello y él la besó delicado y cuidadoso, luego se extendió en el sofá colocando sus pies sobre el brazo posterior y ella se arrimó para sostenerle la cabeza.

Aquello le encantó a la chica, él empezaba a dejarse llevar por las circunstancias.

-Tengo sueño, no pude dormir, Filius me pidió ayuda esta madrugada.

-Entonces cierre sus ojos, duerma, yo lo cuidaré -la chica estaba convencida, sentía algo por él.

*

Un sábado en la tarde sucedió algo impensado, y eso fue que al aparecer en la buhardilla de la casa de los gritos, al ver a través de la ventana que daba hacia un valle lejano, la chica se acercó a esta y él detrás de su espalda la tomó de los hombros y después la abrazó, se sentían cómodos los dos.

Ahora empezaban a hablar de lo que sea pero sobre todo la chica empezaba a preguntar de su experiencia en la escuela a pesar que al pasar el tiempo con él se quedaban en silencio y luego sólo se tocaban.

La respiración de ambos era profunda cuando se tocaban. Ella le dejaba por eso él lo intentaba otra vez, tocarse por lo que sea le hacia sentir intensamente en el pecho a ese pocionista, pero cuando quería interpretarlo se acusaba de malo.

Ahora Granger le parecía atractiva, intensa y locamente atractiva, era casi imposible negarlo.

Cada sábado por algún motivo de él o de ella terminaban juntos, tan pegados como si eso fuera su recarga de energía y al finalizar el tiempo regresaban separados sintiendo un hoyo en la barriga. El cual se hacía más grande cuando dormían cada quien por su lado, las veces que podían porque otras se quedaban pensando en los ojos del otro.

Llegar ante él cada día por dos semanas más ya se había hecho natural, saludarse de forma apropiada, tomar dictados y consejos por escrito acerca de lo que debía hacer en el aula de clases y cómo ser un excelente docente, era magnífico.

Caminar por un pasaje secreto, recibir la mano de él en ayuda como si fuera de verdad un caballero, todos y más extraños movimientos los había acercado. Y Snape en vez de decirle algo prefería callar y con otro confesarlo.

-¿Qué sucede, Severus? -la relación entre los dos magos también había avanzado. A veces el pocionista contestaba pero otras se lo guardaba.

-Ya casi se van de la escuela, sólo un mes más. Los cuestionarios terminaron las semana pasada, ya no sé qué más inventar para tener como excusa que venga conmigo al despacho -fue lo más fuerte que podía confesar.

-Te has encariñado, igual me ha pasado con el señor Thomas. Los Gryffindor me han sorprendido, no los había tratado mucho y son excelentes personas, pero ya sabes cómo funciona esto Severus, los chicos llegan y luego se van -explicó como si antes a Snape le hubiera importado otro alumno.

-Sí, nos hemos acercado, la joven confía en mí, cree en mí, me ha enseñado a mirar de otra manera. Siento que ya no reniego tanto de lo que está a mi alrededor y su silencio va a… Creo que me… Me dolerá cuando se vaya.

-Es que eres tan cerrado, no compartes con nadie. Hablar con ella te ha hecho descubrir cómo es tener un joven amigo, además conoces la chica desde antes, es muy conversadora.

-No -Snape negó porque Filius no sabía el sentido en que lo decía, estaba calmado, o al menos intentaba proyectar eso al semiduende para que comprendiera. Con Albus no había sido tan difícil-, no lo sabes, creo que ella me empieza a… Yo la veo de una manera… Sé que es menor, que es errado pero… -en su mente estaba la palabra mujer, atractiva, llamativa, que le encantaba -, espero estar equivocado con esto que tengo en la cabeza.

El profesor Filius abrió los ojos asombrado.

-¿La ves de otra manera? -Filius aún no entendía -¿Te ve como un padre?

-Es que aún no sé cómo interpretar el que ella quiera estar cerca a mí, su forma de hablarme es… Ambos… Su forma de reír al estar conmigo… Me siento cautivado. He sentido algo dentro de mí que me advierte cuando ella aparece y no sé qué hacer porque yo quiero seguir.

-Entiendo que no en el sentido paternal -había captado- ¿La has besado? -el semiduende no sólo era curioso sino que para algunas cosas, en secreto, era despierto y ahora que había entendido con más razón.

-No y no creo que lo haga aunque ambos estuviéramos listos para eso. Me respeta y me ve como su profesor.

-Dentro de poco ya no será tu alumna, deberías decirle antes que salga el tren.

-No, no está bien -se levantó de su lugar, le dio la espalda a su colega y se fue.

Esa noche en su despacho recordaba todas esas veces que ella se había acercado, lo había tocado. Y luego pensaba en qué sería si ya no volviera a ver

¿Dónde la encontraría, qué excusa tendría para hablarle si la viera otra vez?

Presentía que ella también tenía ese dilema.

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En edición.

Siguiente capítulo: “No es una despedida”

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