Confía en Mi Capítulo VII El Balcón De La Confianza 🎑 ❤️

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Dos noches seguidas esforzándose y durmiendo tarde hizo que una mañana la estudiante se levante con curiosidad horas antes de lo normal, por alguna razón se había desacomodado su horario dejando su cuerpo inquieto y con ganas de actividad. Se vistió con cada prenda escolar perfectamente colocada sobre ella para hacer el mayor tiempo posible y salir a explorar antes del desayuno.

Conocía bien el castillo aunque no tanto las áreas que habían sido recién inauguradas. Si bien era cierto aún tenía prohibido algunos lugares del castillo sin compañía pero no iba a detenerse por las nuevas reglas impuestas en este ya que se sentía con derecho de hacer lo que quisiera porque todos conocían sus razones educativas ¿Dónde estaba el peligro en aprender cosas nuevas?

Esa curiosidad atrevida la llevó a tomar prestado una caja extraña de la sala de menesteres, bueno como un latón, redondeado similar a las que su abuela traía de la tienda llena de galletas.

El objeto no había sido estudiado por completo sin embargo sí tratado con el cuidado pertinente. No lo tocó con sus manos, sólo lo guardó en una bolsa de tela y lo metió dentro de su alforja. Había leído sobre la parte superior: “sellado con artes oscuras, abstenerse a las consecuencias”, advertencia suficiente para no hacer más nada con él que guardarlo y llevárselo al mago para ver si ambos podían abrirlo a la hora de su entrevista. Sin duda el objeto era pesado como un latón que resguardaba algo en su interior.

Ese era el tercer día de la semana que asistía con Snape, un día donde intentaría conseguir algo más de él que un simple hola en el principio o un “hasta mañana” al final. Ese profesor era exageradamente cerrado, estaba cansada, empezaba a tener cara de una caja fuerte negra y enojona.

El primer día de la semana, el día lunes, todo lo que había entre ellos, lo que había conseguido ella con tanto esfuerzo como intercambiar más palabras de lo normal, se había esfumado gracias al domingo. El lunes le dejó ver que el pocionista había vuelto a ese carácter mandón, antipático y hermético, esa forma fácil donde todos decidían odiarlo con el alma antes de hacerle un análisis humano y preciso.

Se esforzaba, la chica quería ser amable, amigable, cercana y él, al recibir de ella otro paquete de galletas ese lunes, sacó su varita y lo convirtió en un manojo de gusanos los cuales se comió de un bocado con sal, ají y polvo de limón, mientras ella escribía a mano los papeles que mandaba el ministerio para su tutoría vocacional.

¿Por qué no le dijo que él era hombre de sal en vez de azúcar? Tan fácil que era decirlo desde la anterior oportunidad.

Y ese día, miércoles exactamente, después de pensar cómo acercarse, quería sorprenderlo con esa caja, darle una impresión de curiosidad y sobre todo importancia a escuchar lo que él tenía que enseñarle acerca de las artes oscuras.

Por eso ingresó dentro del aula, diez minutos antes, sigilosa como antes y autorizada por él a no llamar con tres golpes para anunciarse.

-Buenas noches, señor -su voz le hizo ver al mago que se sentía animada.

-Pase, Miss Granger -con el tono de siempre, claro, consizo, sin desear querer tener amigos.

-Puede decime Hermione -sugirió la chica con una sonrisa mientras se quitaba la alforja que pesaba más que otras días.

-No, prefiero llamarla por su apellido, como siempre -soltó firme y serio.

Le dio una mirada recta y ella alzó los hombros de forma imperceptible junto a una expresión suave de su boca, algo así como un: “Bueno”.

-Claro, como usted diga -no quería sentirse más incómoda, quería estar relajada.

-Hoy sólo debe llenar una ficha de treinta preguntas y después, podrá irse -para él era mejor así, que se vaya rápido para poder dormir. Al no tener nada que hacer en la madrugada, y al no tener que ir a que lo torturen, ahora, prefería dormir.

-De hecho quería solicitar una reunión privada con usted después de la tutoría -dijo segura.

El cuerpo del mago se tensó y lo dejó saber en su tono.

-Se puede saber ¿Para qué? -esa cosa incómoda empezaba a subirle hasta la cabeza, una sensación de vacío, náuseas, ahogo, algo que le quitaba el aliento por verse atacado en su rectitud y preciado tiempo nocturno de sueño. O por último al no poder dormir, de lectura.

Podía negarse no había razón por la cual tenía que aceptar otra vez que la chica lo haga su niñera, ya no había director para dar cuentas, no era su obligación.

Ella se acercó al escritorio y se hizo hacia delante frente a él pero al no poder alcanzarlo porque Snape estaba apoyado hacia atrás en la silla, rodeó el rectángulo y puso el objeto sobre la superficie delante de él.

Habló bajito sin dar otro paso o sobrepasar la distancia que él le permitía. Sí, el mago le había advertido y prohibido esos arranques de invasión en su espacio y oxígeno.

-Este objeto tiene artes oscuras -señaló el objeto con su dedo índice, frente a la inmediata atención que el le entregó.

El profesor pasó rápido su mirada al objeto, no cuestionó si era verdadero.

-¿Dónde lo encontró? -tomó su varita y lo hizo flotar delante de él. A simple vista, para ella era una caja de galletas muggles pero él no lo había visto antes- ¿Ha revisado esa teoría que expone? Aquello donde asegura que tiene artes oscuras.

-La verdad no -la chica observaba el objeto igual que él, con minusiosa atención.

-¿Entonces cómo sabe que…? -fue interrumpido por ella.

-Lo dice en la parte de arriba -señaló ella, era en serio, no era un juego -ahí sobre ese pedazo de cinta de carpintero.

El mago miró cada esquina y lanzó su magia con suavidad, esperaba un brillo violento o peligroso, algo que le dejara comprobar que la teoría de la chica era verdad.

-Ahora mismo no detecto absolutamente nada que contenga magia oscura, sin embargo sí tiene magia ¿A quién pudo haber pertenecido esto?

-No lo sé, señor, hay que averiguarlo. Destápelo -ordenó emocionada y ansiosa.

Esa forma no se sintió bien en el pecho del profesor, no le gustaban las órdenes no en esos tiempos, y menos de una jovencita de Gryffindor.

Le tocó la cabeza a la chica, con un dedo, lanzando un hechizo de corrección de postura el cual hizo que ella se irguiera de inmediato e involuntariamente sobre sus pies, ya no apoyada sobre sus codos sobre el escritorio. No la quería así de insolente por eso debía hacer que respete su espacio y autoridad.

-Ay, ya entendí -se tomó un hombro con dolor.

El mago abrió la tapa con magia una vez que este objeto reposó sobre la superficie y cuando este dejó ver lo que había en él, soltó la varita y tomó el objeto con ambas manos como si nada hubiera pasado.

-¿Qué es esto? -estaba decepcionado.

La chica se hizo hacia atrás con temor aún sintiendo dolor en sus hombros.

-Vaya, parecen ser un par de anteojos de sol -dijo al ver el objeto en manos de su profesor.

-¿Para qué sirve este objeto en el mundo muggle? -Snape se dio cuenta que era un objeto inservible en primera instancia, al menos para él.

-Es para cubrirse del sol cuando sale a caminar en la mañana.

-Mh, interesante, como siempre algo inútil. Si yo quisiera cubrirme del sol entonces mejor salgo cuando este ya no está, ejemplo en la noche -levantó una ceja.

-Qué chiste, así no vale -pero qué podía esperar de Snape-. Tiene razón, usted no sale mucho en el día. Yo diría que debería hacerlo porque está muy pálido.

-Ah, ¿Ahora vamos a hablar del aspecto?

-No, mejor no -la chica no quiso hacerlo enojar así que sonrió y se dio la vuelta caminando por el salón.

El mago tomó el objeto, abrió ambos lados rectos y oscuros, lo puso a la altura de su rostro y deslizó por sus orejas hasta que quedaron sujetos, miró a la lámpara cercana para comprobar que no servía nada.

Cuando iba a apoyar el codo izquierdo sobre la superficie caoba al mismo tiempo que miraba lo que ella hacía, esta vez se fue muy a la orilla por un sobresalto en una repentina distracción.

¡Aquí hay algo… ! Se sobresaltó al notar que la ropa, su ropa empezaba a ponerse ligera, no por el peso sino por la impresión. Se vio así mismo, la levita, la capa, el pecho y luego sus piernas, no la tela sino su piel.

¿Qué sucede?

Los lentes, esos benditos lentes que tenía hacían que la ropa de la persona sean casi transparente, como seda fina, como una funda de obsequios, como un celofán.

¡MERLÍN! gritó Snape en la mente al descubrir de qué se trataba el objeto, justo cuando vio a su alumna de cuerpo entero estirándose para alcanzar algo de su repisa.

El pobre hombre se quedó sin respiración.

Un par de segundos después que el cuarpo le empezó a funcionar al mago, sobre todo sus extremidades ante lo que veía sin mala intensión, se puso de pie y se lanzó a ella con magia sorprendiendo a la chica con toda la tela de su gran capa tapando cada centímetro de su cuerpo, menos sus ojos, nariz y boca. Una acción inútil como luego analizó porque aún era posible ver a través de la tela y no sólo las prendas menores.

¿Por qué había acabado ella en sus brazos vestida como si fuera una mujer de oriente con una niqab color negro?

El mago la alzaba a unos centímetros del suelo, alterado, asombrado y sobre todo avergonzado. Y ella, que se veía en sus ojos extraños a través de los cristales oscuros de esas gafas, empezó a agitar su circulación, Snape la apretaba tanto que casi la dejaba sin respiración.

-Pro… Prof… Fesor -tartamudeó, le hacia falta el aire y lo conseguía como podía-, me gustan los abrazos pero este, me quita el aliento y… Empieza a ponerme nerviosa.

El mago se quitó los lentes con hechizo silencioso y la soltó.

-Lo siento, señorita Granger, es que, acabo de descubrir para qué sirven los lentes.

Ella aún usaba la capa hasta la cabeza, tal y como él le había dejado, viéndolo extraño y además graciosa.

-¿Para qué sirve? – no le importaba nada, ella estaba curiosa e iba a tomar el objeto que flotaba con magia detrás de Snape.

-No, mejor voy a confiscarlo -él lo tomó primero-, este objeto es un escándalo y no le recomiendo que se los ponga -aclaró la garganta-, el efecto es demasiado indiscreto.

-¿Va a decirme de qué se trata? -al fin se quitó la capa, la dobló en varias mitades viendo lo que hacía con detalle y al cabo de unos largos segundos en que el profesor se quedó callado, colocó la pesada prensa sobre el escritorio y lo miró-, ¿Qué es, señor?

-Es una broma de mal gusto, la magia que tiene hace que cuando te lo pones… Puedas ver el interior de la personas que está al frente -hábil dejó salir lo mejor que pudo para no verse como un pervertido.

-¿Cómo los rayos x en un hospital? -eso sí era increíble para ella, de mucha utilidad.

-Mh, algo menos potente -el mago dijo calmado, se acercó al objeto, lo metió en la caja y lo subió a lo más alto de su librero con magia.

La chica frunció el ceño y se imaginó algo que conectó la reacción del mago con la delicadeza de no poder decírselo.

-¡Merlín! ¿Pudo ver mi ropa interior?

-Sí pero no vi nada -justificó en tono serio.

-¡Santo cielo, esto sí es un escándalo! ¿Quién hace algo tan descarado?

-Ah… Lo siento… Yo… -se puso nervioso de nuevo, no supo si cruzar los brazos o decirle a la chica que se marche.

-No, usted no -hice que el mago se calme-, me refiero a los que dejaron eso en la sala de menesteres.

-Señorita Granger -el mago se apoyó en el filo de su escritorio dispuesto a dejar pasar el mal rato-, si algo hay de cierto en todas las cosas escondidas ahí, es que otra persona no quieren que estos artilugios se encuentren. Estoy seguro que este objeto en especial debe haber sido colocado ahí por un maleducado.

-Tiene razón -la chica miró la hoja del ministerio -¿Puedo llevarme eso… para hacerlo en la habitación? -sonó insegura, intentaba disimular lo más que podía, apenas cabía en sí de que el mago había visto su ropa interior color violeta pastel.

El asintió y añadió.

-Mañana tomaremos un descanso, no tiene que venir a las mazmorras.

-¿Por qué no? -ella quería saber si era por ese insidente incómodo, daba lo mismo, para borrar todo visto, él por lo menos debía autobliviarse aunque sea una vez.

-No dije que no tendremos tutoría, lo que dije es que no venga a las mazmorras, la clase será en el cuarto piso, el aula principal de DCao -se irguió sobre sus pies y volvió a su postura de siempre, altivo-, necesito ayuda con unas cosas y como me dijo que sí a ser mi asistente… Entonces quería que usted me…

-Sí claro -lo interrumpió-, estaré ahí, dígame a qué hora.

-Ocho y media de la noche, puntual por favor -su tono serio prácticamente la despidió al mismo tiempo que abrió la puerta del salón.

-Bien, y para que vea que no estoy incómoda… -hizo la voz de cuidado, se acercó y le dio un pequeño abrazo-, hasta mañana, señor.

Él asintió y cerró la puerta deshaciéndose al fin de ella.

¿Por qué esa chica insistía en comunicarse con él?

***

Al siguiente día en la mañana los jóvenes que hacían salían de una reunión privada de capacitación.

Después de ese evento, una castaña, se encontró y saludó a un jovencito de cabello incontrolable, ese que tenía el don de explotar.

-Seamus, qué bueno que no hayas faltado, creo que no llegaron los de Slytherin porque tenían reunión con el jefe de casa.

-Ah, tu guardaespaldas -soltó en broma mientras metía en su boca dos lenguas rosadas de goma de mascar.

-¿El Profesor Snape? -giró la cabeza hacia un lado ¿Por qué el chico dijo eso?

Él intentó disimular.

-Sí, todos los profesores son como si fueran nuestros guardaespaldas, es divertido imaginar que lo son, podemos preguntarle lo que se nos de la gana, podemos salir con ellos a deshoras y sobre todo nos acompañan de noche de regreso a nuestra torre.

-¿Todo eso hace tu tutor? -soltó curiosa de quién.

-Sí, la profesora McGonagall.

-Ah, ella es diferente, no creo que el profesor Snape quisiera perder el tiempo para acompañarme hasta la torre, bastante trabajo le cuesta soportarme dentro de su aula.

-¿Aún es muy mezquino y grosero? -el chico preguntó interesado y curioso.

-No, no tanto…bueno ya me tengo que ir, tengo clase con la profesora Vector.

Se apresuró dejándolo atrás.
El joven actuaba raro.

*

Ese mismo día antes de la cena, la chica hizo una siesta pequeña, algo que nunca se había permitido en todos sus años escolares por el tiempo entre tareas.

Se dejó llevar en la oscuridad al cerrar sus ojos, el silencio la llevó a un misterioso lugar más profundo donde nuevas voces aparecían en cada segundo. Estaba con la profesora minerva y el profesor Snape, algunas estructuras incomprensibles aparecían al rededor sin dejarle saber dónde se caminaba, hasta que otras formas delante de ella se solidificaron en tamaño y color e incluso el olor.

El profesor la cubría una y otra vez mientras ella por alguna razón estaba completamente desnuda. La imagen se mostraba como en retroceso pero luego regresaba a la misma escena donde él cerca a su rostro se disculpaba una y otra vez. Primero se veía como si fuera una cámara y luego ella estaba ahí frente a su pálida cara recibiendo el suspiro de su respiración nerviosa.

Ocurrió tantas veces que el momento se hizo incómodo y lentamente empezó a convertirse en una pesadilla, al final de todo no podía ir a algún lado.

Un ruido la despertó de golpe, la sentó en su cama y sin casi no haber descansado, volvió a ponerse de pie.

Cuarenta minutos había sido el total de ese extraño sueño.

Qué impresión, me afecta tanto tratar con él, no es mala persona pero me pone nerviosa. Se dijo buscando su varita para hacer algo de orden en sus cosas y su persona.

Es mejor que me vaya a comer, luego iré con él, llenaré los papeles y podré descansar.

Entró al comedor, se sentó del lado opuesto al que siempre usaba y con paciencia al separar su grandiosa sopa, cometió el error de girar unos treinta grados a su izquierda para verlo comer ¿Qué daño hacía la curiosidad?

Él estaba como siempre, nada inusual, se veía como años atrás sólo que más concentrado en vivir, posiblemente porque antes siempre andaba preocupado o apurado pero ahora hasta usaba tenedor y cuchillo, incluso una paciencia que transmitía un estado pensativo e intelectual, por alguna extraña razón, un comportamiento interesante de ver.

Ron no comía así, ese chico tenía un problema grave de modales ¡Merlín! ¿Por qué los estoy comparando? Además Snape es un recto profesor, mucho mayor y el otro era un bobo que no sabía ni escribir bien su nombre… ¿Cuánto debe de pasar para que un hombre llegue a ese porte? ¿Unos cuántos años? O quizá eso vino sólo con ese pocionista. Ay, pero es casi insoportable, de mal carácter sería mejor si fuera más accesible.

Bajó la mirada otra vez a su sopa, la cual ya no sabía tan mal desde que le pidió como favor al mago, que los elfos incluyan pollo picado en cubitos.

*

Al acabar fue al baño de chicas, el que siempre estaba solo por razones fantasmales, ese era un buen lugar sobre todo en ese instante que a su mente le había antojado pensar.

-Hola Hermione ¿Otra vez por aquí? Empiezo a pensar que quieres que sea tu amiga.

-Para mí sería un placer ser tu amiga, Myrtle, te lo he dicho desde primero.

-¿Y por qué no vienes más seguido?

-Porque a veces me gusta, realmente me gusta estar sola y tener privacidad -habló como pudo apoyada en la pileta donde se lavaba los dientes.

-¿Cómo está Roro, ya no te da besos a escondidas?

-Ya no somos novios, lo hemos puesto en pausa porque no quiso acabar la escuela. Además viajó a Noruega en un asunto urgente donde le invitó su hermano mayor.

-¿Con quién sales ahora? Me han contado que te han visto con Seamus.

La castaña hizo cara extraña.

-¿Qué, quién te ha dicho esa falsedad? -rodó lo ojos por algo tan absurdo, no porque fuera imposible pero Seamus era aún más inmaduro.

-Pues los fantasmas que recorren los pasillos y algunos cuadros de pintura de la torre sur.

-Se equivocan, si tuvieran que acusarme entonces dirían que salgo con el profesor Snape.

Merlín ¿Por qué dije eso?

-Ah ¿El profesor Snape, ese no estaba muerto?

-No murió y no, no es lo que crees, yo me refería a que si se tratara de emparejarme con alguien sólo porque me vieran caminar junto a él, entonces sería el profesor Snape ya que hago una tutoría vocacional por solicitud de la profesora Minerva.

-¿Entonces serás profesora? -el tono de la fantasma era molesto.

-No lo sé, pero se ve interesante la propuesta -pensó-, Como te decía no salgo con nadie -tomó sus cosas del suelo, lo levantó por encima de su hombro y dio unos pasos a la salida.

-¿No te gusta el profesor Snape? -Myrtle bajó para enfrentarla justo frente sin dejarla pasar y flotando frente a la castaña.

-Nop -negó rotunda ¿Por qué debía de fijarse en él? -atravesó la fantasma y se despidió-, me tengo que ir, cuídate.

Había sido recta años atrás, siempre se tomaba cada pregunta en serio así esta sea superficial o desquiciada.

*

Casi pisaba otra vez el suelo de las mazmorras, hasta que recordó que tenía que subir al cuarto piso con él.

Qué flojera subir otra vez Se dijo en la mente, si no se apuraba llegaría tarde y con ese mago sería un poco incómodo aquella discusión de puntualidad.

Cambió sus pasos hacia arriba y después de seis minutos apresurados llegó delante de él.

-Señor, buenas noches.

Lo vio mirando la luna por el enorme ventanal a su izquierda, uno hechizado y sin cristales, uno que estaba casi frente al pequeño balcón.

-Siéntese -dos teas se prendieron a espaldas de ella, suficiente como para iluminar un escritorio ligero sin cajones y dos sillas negras de aspecto moderno -tengo una gran cantidad de exámenes que resolver los cuales no quisiera terminar con magia -se giró con las manos cruzadas para acercarse hasta ella y acompañarla del otro lado de su ordenado territorio, se sentó con cuidado e hizo aparecer una gran torre de papel-, son exámenes de primer y segundo grado, no creo que le ocasionen problemas.

-Claro, no hay problema ¿tiene pluma? -su tono fue animado, a lo que iba.

-Tome las qué están a su derecha, deme un segundo y le traeré tinta.

El hombre mantenía un estado cerrado y cortante por eso ella ya no quiso decirle nada.

*

Después de una hora sin parar de revisar, todos esos papeles de trabajo entre él y ella habían bajado por lo menos hasta la mitad.

-Señor ¿Tiene amigos afuera del castillo? -la chica pensó que ese era buen momento de charlar o al menos intentarlo.

Con ese hombre siempre era intentarlo.

-¿Usted quiere serlo? -su tono serio, casi aburrido, sin mirarla, dejó ver a ese mago completo, quiso decirle que “no tenía” con esa respuesta porque desde hace tiempo atrás se había acostumbrado a estar solo y no confiar en nadie más.

Además años antes ¿Con qué tiempo o interés podría forjar una amistad?

Sin embargo cuando se trató de sexo, Snape tenía algunos secretos, y para ser exactos, la magia era muy útil en esos asuntos, sólo hasta que Voldemort apareció de nuevo.

Nadie lo sabía pero él sólo tenía altos niveles de ganas sólo cuando una mujer realmente le gustaba, el resto de veces era no quedarse desactualizado, no perder la costumbre.

-Debe ser complicado serlo aunque… Si tengo que confesar algo, no querría… -no terminó de hablar.

-¿Por qué no? Usted es quien hace esas incómodas preguntas personales sin ningún objetivo más que molestar… Vea, ni usted sabe por qué hace eso -lo amargo le brotaba por todos lados sobre todo en esa forma de pronunciar, exagerado y pausado.

-No he terminado de hablar… Es sólo que usted siempre hace sentir menos a los demás, esa forma de caminar importante, a veces galante y disque educado… Una apariencia, todos sus gestos dice que es inalcanzable o al menos eso quiere hacer creer a los demás y cuando habla con otros siempre tiene ese tonito extraño como si quisiera ofender.

Snape acusó con la mirada viendo directo a sus ojos castaños, frunció el ceño más al darse cuenta que no habían mentiras en lo que escuchó.

-No necesito amigos… -no quería explicar.

Los ojos de la chica cayeron al escritorio y luego a su derecha, rendida, no sabía qué decirle a él pero al menos lo intentaría.

-Una relación entre dos no es tan difícil, ni tampoco duele, lo menciono porque es algo a lo que uno le teme… Yo pienso… Quizá… Que a usted le aterra sentir. El amor es importante en la vida, la compañía también, confiar en alguien, que alguien diera su vida por usted. Usted puede debatir diciendo que todos son iguales, unos miserables -hizo un tono similar al de él-, pero, en algún momento hay alguien ahí que quiere ser parte de su vida sin ningún interés. A veces no lo vemos por buscar… Otro tipo de relación.

-El amor es un remedo, un invento para la manipulación -fue duro y sincero.

-No sé cómo será el amor de allá afuera, pero por ejemplo, yo podría ofrecerle algo sincero.

-¿Amor, Granger? ¿Para qué?

La chica resopló rendida.

-Para que alguien se preocupe de lo que necesita. Primero que nada usted debe confiar en alguien además de usted, suponiendo que antes había confiando y de pronto -explicaba con las manos-, por algún motivo oscuro, se esfumó esa confianza -lo miró a los ojos, ahí adentro había un ser humano con necesidades como todos los demás-, Vamos… -hizo la voz suave y cuidadosa-, deme una oportunidad, déjeme mostrarle cómo es.

-No es que no sepa, es que no me interesa -Snape empezaba a alterarse con todas aquellas murallas arriba y en defensa.

-¡Ay por favor! ¿Acaso no necesita algo? ¿Acaso no tiene algún momento donde quisiera que la sombra que hace su cuerpo por culpa de las teas, sea alguien para charlar o por lo menos que lo escuche si se siente solo?

-No me sucede -negó, cruzó los brazos dispuesto a ganar.

-Usted necesita confiar en alguien más -la chica lanzó sin piedad,con más ímpetu.

-No… Yo estoy bien solo, alguien más es un estorbo -tenía que ser claro con ella.

La chica se desesperaba a pasos enormes y aún así su paciencia estaba intacta. Había ejercitado esa área los últimos años.

-Bien, bien… Digamos que usted me dice que sí -caminó de un lado al otro, pensando-, no me refiero a ser amigos porque eso sería raro o tonto, la amistad no es algo que se determina, ni nace de la noche a la mañana. Una relación se basa en la confianza, en conocer.

Era la primera vez que él la veía desesperada. No dijo nada, se quedó callado viendo el andar de ella de aquí para allá en la mitad del aula.

-Todo empieza con la confianza… Por eso le propongo un ejercicio que podemos hacer hoy -miró al mago mientras sostenía su propia barbilla para ver si este le ponía atención-, Suba a esa silla y deme la espalda, cierre los ojos y cuando esté listo déjese caer al piso.

-Qué estúpido -escupió Snape. Negó con la cabeza, rodó los ojos, sin embargo ella había captado su atención.

-¿Tiene miedo? Esto es un ejercicio real de confianza, venga. Todos en esta escuela saben que soy buena alumna, incluso muy dentro de usted también podría dar por confirmada esa razón. Por eso usted tiene que confiar en mí y en la habilidad veloz de usar mi magia para detenerlo antes de que su cuerpo golpee el piso.

-¿Y si me rompo la cabeza qué le hago? -retó a la chica.

-No se la romperá, se lo prometo -puso su mano derecha en su corazón.

-Mh, esa respuesta es un error.

-Confíe… En mi magia, en mi habilidad y velocidad para evitar que se rompa la cabeza -desafió-, ¿Tiene miedo?

-No tengo… Me he roto casi todos los huesos del cuerpo así que la cabeza no sería de gravedad… Así que – suspiró-, sí lo haré, pero será la última vez, Granger ¡La última vez! -le advertió entre dientes-, es la última vez que me pide algo así, no quiero más nada, no necesito nada -se acercaba a la silla para hacer exactamente lo que le dijo la chica.

-El ejercicio real es que lo reciba en mis brazos pero con mi altura y la suya usted me podría aplastarme. Por eso lo haré con mi varita. ¡Vamos, usted puede, confíe en mí!

No fue tan difícil para él. Se puso de espaldas a ella, en el borde y se dejó caer al suelo de piedra.

La chica esperó lo suficiente para lanzar el hechizo y el mago se detuvo dos centímetros antes de tocar el parqué.

-Granger, ha ensuciado mi ropa -dijo enojado incorporándose sobre sus pies.

-Lo siento, debí detenerlo más arriba pero fue a propósito, debemos ser convincentes -Caminó junto a él, ella tenía que demostrar lo mismo también-, ahora me toca a mí.

-Pero no desde la silla, Granger -lo que sucedía era divertido-, hágalo desde el escritorio o desde ese enorme armario del fondo para ser más convincente -señaló el armario que estaba justo al lado del balcón. La chica no iba a confiar en él iba a sentir el mismo temor que se quedó en su pecho.

La chica sabía exactamente lo que iba a hacer.

-Sí, del balcón estará bien, es más alto que la silla -era cierto, al menos era un metro cincuenta de alto y medio centímetro de grosor para no terminar muerta.

-¿Qué tanto confía en mí, Granger?-sacó su varita sin hacer mucho esfuerzo, el momento quedaría grabado. Se imaginaba a la chica huyendo de su salón y cambiando su discurso de confianza-, le prometo que no le ensuciaré la ropa como usted me hizo a mí.

-Ya señor, le lavaré la ropa si quiere -se acomodó frente al lugar.

La chica le entregó una sonrisa astuta, su corazón estaba al tope. Se subió con cuidado, nerviosa, el aire le tocaba los cabellos, su rostro empezaba a enfriarse.

Llegó a ella un sentimiento fuerte y complejo, era duda, eran preguntas y desánimos.

¿Qué tal si se equivoca? ¿Qué tal que me golpeo la cabeza? ¿Qué tanto confías en él?

-Yo… -respiró hondo subiendo casi de un salto al borde del balcón, su voz empezaba a ser exaltada-, Yo confío más en usted, yo puedo hacerlo, puedo hacerlo… -cerró los ojos, dijo eso intentando tranquilizarse mientras el aire por algún motivo se ponía intenso y salía violento por sus fosas nasales.

Entonces,
en vez de dar un paso hasta el filo para lanzarse hacia atrás, de espaldas a él, dio un paso al frente y se lanzó al vacío dejándose caer.

Su grito llegó a todos los rincones en ese camino, un gran acantilado.

-¡Wowwwwww! ¡Siiiiii! -se felicitó.

Cuatro pisos de un castillo, y un barranco debajo de este, las piedras serían u lienzo para la explosión de un color carmín e intenso.

El hombre se quedó paralizado en primera instancia pero luego, veloz corrió hasta el filo, dos metros y de un sólo brinco se dejó caer en picada a toda velocidad para alcanzar su grácil cuerpo, como antes lo había hecho para escapar, al ser mortífago.

Apareció y desapareció en humo negro haciendo que ella suba con él en un remolino lento con el viento.

Después de unos segundos, flotaban despacio frente al balcón.

En otra aparición ella se encontraba dentro del aula y él al lado de su sofá, sosteniendo su corazón para que no se salga como su alma. Ya había sido demasiado de eso por esa noche, no más confianza o saltos de “amor”.

-Eso… Granger… -Aspiró oxígeno como pudo-, No es confianza -intentaba conseguir aire como sea, literal se ahogaba. Se dio la vuelta y miró el escritorio sintiendo que en cualquier momento le daría un ataque al corazón porque ya le había bajado la presión-, ¡Eso que hizo se llama locura, una extrema y peligrosa locura! -se enojó apretando los dientes con cada palabra, pausado-, ¡Juro por mi madre que si vuelve a hacerlo y no se mata, la mataré con mis propias manos y por el cuello! -agitado y con voz gruesa ya no daba tanto miedo.

Mientras tanto la chica caminaba lento hasta el balcón para subirse tranquilamente entre tanto que alcanzaba conseguir aire y apasiguar su respiración.

El mago seguía renegando con sus dos manos apoyadas sobre el escritorio, sin mirarla, agitado, sus cabellos tapando su rostro como en una cortina recta y negra.

Ya casi estaba, ya tenía el tono de siempre en su voz.

-No puedo creer que haya saltado, usted tiene problemas emocionales, de impulsividad, usted no es valiente, usted es una tonta, eso es diferente -jadeó una última vez de forma profunda-, Aún sigo siendo responsable de su vida, soy su profesor, esto es atrevido y no quiero…

Ella volvió a saltar y ahora con los ojos cerrados.

¡MERLÍN NO OTRA VEZ! se dijo en la mente el mago, apresurado.

Apareció y desapareció tomándola otra vez en el aire, todo el camino, abrazado a ella.

La chica ya no gritaba, sólo se dejaba caer, su sonrisa le daba tranquilidad al mago, ella, esa joven desquiciada realmente confiaba en él. Agitada y llena de adrenalina, apretaba sus propios brazos a su cuerpo.

Una vez que sus pies tocaron el suelo lo miró a los ojos con intensidad y soltó en susurro y lento.

-Yo, confío en usted -no había otra forma de convencerlo.

La mirada del mayor se hizo grave. La situación era intensa, una locura, la chica estaba mal de la cabeza.

-¡Por favor, se lo suplico, no vuelva a saltar! -rogó Snape sin aliento -Si le pasa algo me van a mandar a Azkaban, mi cuello Granger… Usted quiere que me corten el cuello -sus brazos rodeaban su juvenil cuerpo, una de sus manos en su espalda y la otra sujetaba completamente la delicada cintura.

Snape se soltó de ella, preocupado, sin dejar de mirarla.

-¡Quédese en el sofá y por favor no vuelva a saltar! Esta vez es una orden directa ¿Me entendió? -ordenó, molesto.

-Lo prometo -ella también estaba alterada aunque repitiéndose en la mente que había ganado.

El mago se quitó la capa creyendo que nada de eso había pasado, algo estaba mal, algo debía estar pagando por ese gran martirio como ella, tan rebelde y osada, una imán de problemas.

Su mirada se hizo al suelo, se sentó al lado de la chica y quiso decir algo pero no supo bien qué.

-No sé, señorita, no sé qué hacer con usted… -por primera vez en la vida se sentía confundido.

-Haga lo mismo que yo, una relación no es fácil casi siempre se improvisa y se hace lo mejor que se puede para cuidar del otro.

-Está bien, pero esto será un secreto entre los dos, me refiero a su salto.

-Así será mejor, ya lo verá, lo importante es que usted confía en mí y yo confío en usted -se acercó para despedirse con un apretón de manos -hasta luego señor.

Dio media vuelta y se retiró.

¡Merlín, qué dolor de pecho!

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En edición.

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