Confía en Mi Capítulo IV Relación Oculta – Remus Y Padres De Granger Part 2

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No recuerdo el momento en que me quedé dormida.

Me sentía nerviosa, con un calor agradable en mi espalda, sentía que mis piernas reposaban sobre un blando y tibio lugar, apenas percibía la textura de la tela sobre mí, ¡Qué sensación tan agradable, Merlín!

Mis labios tenían algunas palabras que se repetían una y otra vez en consecuencia de un bello sueño donde había besado a mi profesor. No quería encontrar un completo descanso placentero sólo vivir algo nuevo y que con todas mis fuerzas pienso que merecía.

Tocaba la cama, despejando lentamente las nubes al despertar, palpar una superficie cómoda y familiar. Mi cama, era mi cama, no había duda, pero esa noche era más agradable que otro día, opuesto a la soledad.

La cama era eso, lo mejor que podía tener después de mucho trabajo, de leer tantas horas seguidas, de pensar qué me ponía de buen humor o recordaba sobre ella.

Repasaba largas listas pendientes del subconsciente, el check principal como vivir plenamente, sin culpas o temor, sí, algo más sucedía y lo supe al sentir una larga y pesada extremidad sobre mi cintura.

Algunos grillos allá afuera, detenían sus cantos interesantes, quizá en aviso de que estaban a punto de morir las primeras horas de la madrugada. Estos animalitos no necesitaban relojes físicos, la naturaleza les enseña desde que nacen cuándo callar y dejarse llevar al mundo tranquilo del silencio cerca de las cinco de la mañana.

-Hola -su voz salió grave, llena de curiosidad, mi hermoso pocionista despertó cuando me moví para comprobar que no estaba en una de esas pesadillas donde la cama me atrae al centro y no me deja gritar.

Esta noche era distinta, la extremidad que me sujetaba era enorme, larga, pálida, con algunas cicatrices por el antebrazo y una ligera cuenta de vellosidad masculina.

-Hola… -respondí en un parpadeo lento, tenía muchísimo sueño pero esa valentía mía que a veces no quiere medir las consecuencias, hizo que añada más letras al saludo, estaba detrás de mí, nuestros temperaturas se mezclaban-, ¿Cómo estás?

-Compruebo que esto no sea un engaño -habló lento, sin esconder que apenas había despertado.

-¿Un engaño? -pregunté suave y giré hacia mi derecha para chocar con su largo rostro. Sus labios estaban a unos centímetros de los míos ¿Engaño a quién?

-Un engaño de mi mente. Al principio creí que dormía pero ha sucedido, sucede, te siento y eres tú, mi piel y la tuya se han conocido -lo dijo ronco, como supuse que él sería de madrugada.

-Tienes razón, ha sucedido y fue hermoso, Severus. No sólo un saludo casual, no sólo la excusa de regresar a ver al otro dentro del aula de un castillo, no castigos sin razón o vigilias en pasillos cercanos a la biblioteca en las madrugada, no sólo regalar café caliente en invierno -susurré frente a su rostro, con esas palabras que sabía bien, me entendía.

-No más de eso, te he dado todo lo que conozco físicamente de mí y ahora también quiero darte eso que no conozco y no se puede ver con estos ojos, Hermione… -me dio una caricia sorpresiva en el rostro-, todo lo que quieras y puedas sentir. Quiero darte todo lo que me pidas…

-¿Se suele decir eso después del sexo, profesor?

-No sé si se suele decir, esto te lo digo yo.

-¿Vas a darme todo lo que pida?

-Sí por su puesto.

-Entonces quiero la cabeza de Draco Malfoy.

Él alzó una ceja en acusación.

-No es broma, si quieres la cabeza del rubio, te la daré.

-Bueno… Por ahora quiero una taza de té negro, unas galletas de vainilla con chocolate y una ensalada de frutas grandes.

-Está bien -dijo serio.

No pude creerlo, ni bien me escucho iba a sentarse para ir y lo detuve.

-No ahora señor profesor, puede ser dentro de unos minutos -sonreí con dulzura-, ambos podemos hacerlo.

-Es una idea viable -apretó las palabras con lentitud, colocando mi persona en el pasado, que vea en mi mente a ese profesor estricto exponer su clase con seriedad, demostrando que lo que sale de él realmente es lo más importante en su vida. Su corazón era tan puro y tímido, nervioso, nunca lo había visto así-, hagámoslo.

-Yo me refiero al desayuno -dije sin perder de vista su mirada intensa.

-Ah… -quiso hacer una broma aunque su seriedad lo arruinaba constantemente pero sí lograba que ría, no sé cómo, su seriedad me causaba risa-, ¿En qué piensas, Granger?

-Pues ahora haces que sienta un hoyo enorme en mi estómago y vea que eres distinto al que pensé serías conmigo, creí e imaginé mal muchas veces, que podías ser distante en estos asuntos -sonreí y besé su barbilla.

Él me levantó una ceja y colocó la mitad de su cuerpo sobre mí.

-Me has entregado tu confianza cuerpo y un conjunto precioso de caricias ¿Cómo podría ser distante? es ilógico, más bien tendría que complacerte ahora los conflictos me atacan con ¿Tendría que pedir o dar más? Ahora escojo lo segundo, quiero darte para que tú me des más.

-Ah… Ahora entiendo ¿Era una estrategia de mago astuto?

-Algo en lo que creo, muy bien escrito por cierto.

-Sí sí, sabía que lo había leído ¿Quién es? -pregunté curiosa.

-Shakespeare.

-Brillante, Severus jajaja.

-No, no es así -dijo con una sonrisa frente a la atenta atención de mis ojos cafés, me dejó sorprendida.

Y después de unos pequeños segundos abrazado a mí dejó huellas húmedas en mi cuello, se acomodó en la mitad de mi cuerpo, sigiloso. Bajó su mano hasta alcanzarse y luego entrar nuevamente en mí, sin aviso, únicamente en una introspección sorpresiva que acompañó con nuevos besos.

-Ah, Sev…

-Me encantas, Granger.

Despiadado, delicado, enérgico y locamente placentero. Sí era fácil para él hacerlo así porque cuando estaba cerca a mí, yo me derretía como gelatina de fresa sobre acera caliente en verano.

***

Severus Snape
Lunes cerca de las tres de la tarde

Parecía que esta joven me presionaba en este instante, tenía que comportarme. Soy honesto y si lo hago es porque debía hacerme una idea, aquello constaba en que vería a su padre no sólo en este cumpleaños sino posiblemente cada fin de mes.

Me preguntaba ¿Por qué tenía que alejarla de ellos, podía hacerlo? No tenía motivos razonables, Granger no debía convivir con algún familiar mío no iba a padecer por eso ya que ninguno existe al día de hoy.

Es válido aclarar que he sabido abordar ese tema ni si quiera en ensayos de soledad.

¿Cómo le digo que no me agrada convivir con nadie más que ella?

Mi joven compañera ha sido sincera conmigo y en todos los recuerdos de sus tratos de respeto y admiración su honra había prevalecido, a pesar de mi mal humor y todas esas veces que mi carácter la había asustado, ella volvía a mí con respeto y obediencia por ser su profesor aunque en sus ojos veía las ganas de mandarme a freír espárragos y responderme con el mismo contenido que yo le daba.

Me daba cuenta ahora que tantas veces se aguantó de dejar en libertad su real genio.

Yo había provocado esta salida, no tenía por qué quejarme.

¡Qué molesto, Merlín, qué molesto!

*

Al fin frente a la puerta, Hermione se adelantó dos pasos frente a mí para tocar, yo apretaba mis manos detrás de la espalda ¿Qué se supone tenía que decir?

Pasaron como unos segundos donde contemplé el cabello castaño de su padre y esa curiosa sonrisa con la que nos recibió, acompañado de gran emoción por verla, su ella, mí ella.

-Buenas tardes, chicos, pasen -sonó alegre. El padre de Hermione se veía entusiasmado eso me quitó buen peso de encima. Junto a nosotros estaba una joven secretaria, amiga Muggle de su familia, la cual con suerte nos había visto antes de llegar a la esquina de la calle.

-Buenas tardes -le hablé serio, en el tono correcto que solía utilizar con mis colegas. Hermione me había dicho que su madre gustaba de leer así que me pareció buena idea traer una pequeña colección de cuentos muggle de pasta gruesa y bordes dorados, los mejores libros del mercado.

Ella estaba ahí, su joven y sorpresivamente hermosa madre estaba ahí. ¡Merlín, los nervios me carcomían!

Ahora entendía por qué Granger era así. No había hablado ni dos segundos, lo podía ver en sus ojos, el respeto, aquella transparente y cómoda bondad.

-Feliz un año más de vida -dije seguro entregando el obsequio, no quería verme ridículo e inapropiado, después opté por quedarme en silencio.

Ella, la madre de la joven que acompañaba, me vio directo a los ojos y sonrió con dulzura.

-Oh muchas gracias, Profesor Snape ¿Qué es, un libro?

-Son unos dos -agregué y ella me sorprendió con otra sonrisa que parecía cariñosa, la cual debía ser por el obsequio, por supuesto.

-Muchas gracias -recibió en sus manos-, Gracias otra vez, pasen por favor, a la sala.

El ambiente era agradable y toda sensación bajo mis pies, incluso el hombre que antes había visto juzgando mi silencio, ahora parecía estar relajado y dispuesto a ser diplomático conmigo y el resto de magos presentes, los cuales eran unos tres.

Los jóvenes de siempre no estaba ahí, no la joven Wesley o su inteligente hermano o el peculiar y valiente señor Potter.

Las horas se fueron volando, cerca de tres horas pasaron tan rápido delante de nosotros, horas comprobadas que seguí con la luz angular del sol que se movía sobre el piso de la sala al entrar por el gran ventanal junto a la salida del jardín frontal.

Quería intentar hacer conversación pero el profesor Remus lobito se la pasaba hablando de pañales, juguetes color pastel y su grandioso volver de la muerte en San Mungo.

Aburrido, todo eso era aburrido.

Al final el único tema en que ella me invitó a participar tenía que hablar de pociones.

-El profesor Snape siempre ha ayudado al profesor Remus con su poción anti licantropía. Se puede considerar como una poción que detiene la transformación involuntaria en temporada de luna llena, es un mal que le aqueja por muchos años, el cual se puede controlar hoy en día, gracias a Merlín -dijo ella intentando introducirme sutilmente en la conversación, otra vez.

-¿Una poción alivia los síntomas como dolor o sólo evita la transformación por cierto tiempo? Lo ideal sería curar esa afección, como cuando arrancas una muela del juicio desde la raíz -la hermosa señora me miró y a la vez miró a Hermione. Su lógica era correcta, de nada sirve aliviar los síntomas sino, más bien una cura.

-No se puede curar la licantropía -Remus soltó con pesar aunque intentando mantener una sonrisa en el rostro.

Este era mi momento, si debía presumir tenía que ser ahora.

-De hecho nunca se ha sometido a alguien con esa afección a intentar quitar por completo lo que le aqueja. Y bueno… Estuve haciendo algunas investigaciones personales para tratar de hacerlo pero cuando había acabado, teníamos sobre nosotros una difícil situación -me refería a la guerra-, Entonces, desde hace dos años y medio atrás, tengo en mi poder una poción de dos fases que no he podido probar aún, sin embargo siento que tiene un noventa y cinco por ciento de efectividad en el peor de los casos -No presumía, estaba seguro que la poción sería exitosa-, Lo primero que se necesita es un voluntario.

La señora Granger abrió la boca, sorprendida, creo que había ganado su atención.

-¡Por Merlín, Severus! ¿Y todo este tiempo te lo has callado? -Lupin me reclamaba a mí como si yo hubiera estado jugando a recoger margaritas en el bosque prohibido, este hombre es un payaso.

-No es así, de hecho había olvidado completamente que tengo ahí en Hogwarts una buena reserva de cosas útiles, Remus… Incluso… -miré al señor Granger-, una poción simple que mejora los daños en dientes, bueno, esto es para centauros pero podemos hacer algunas modificaciones y definitivamente serviría en humanos.

Y lo hice, llamé la atención del padre también, sin querer.

¡Por Merlín, no recordaba que tenía todo eso!

-Eso suena interesante -me habló, el señor Granger me habló con energía y su gruesa voz, una voz incluso más grave que la mía.

-Si desea podemos revisarlo juntos, cuando quiera -al decirle eso al padre de Hermione, Remus hizo un sonido molesto, como si aguantara una pequeña risa mientras bebía de su taza de té.

Y entonces lo leí.

Severus, parece que quieres ganarte a su padre, entonces vas en serio con Hermione.

No respondí, era un descarado metiche.

-Eso sería fantástico, si tuviéramos una poción que se pueda replicar, y que aunque sea tenga una mejora en los daños de esmalte y coronas, sería un avance científico y de salud bucal muy grande. Me interesaría comprarle la poción que tiene, profesor Snape -me dijo el varón de cabellos castaños, con ojos entusiasmados.

Respondí sólo por saber de lo que hablaba no para seguir llamando su atención.

-Es sencillo, yo le enseño a hacer una versión nueva, completamente efectiva a cambio de que usted me enseñe a mí algo que yo no sepa, por ejemplo… -miré sobre el alto mueble junto a la chimenea-, Eso -señalé-, ¿Para qué sirve ese aparato extraño con una sierra rodante de mango para sujetar con firmeza? Parece cosa de artes oscuras.

Hermione me miró y sonrió, se puso muy roja.

-Si se refiere a esos que están ahí, uno de ellos es un instrumento para extraer las pulpas dentarias, por eso el afilado extremo, y lo que está a lado, que creo es lo que más ha llamado su atención, es un cortador de pizza familiar.

-¿Pizza? -pregunté con curiosidad. No sabía lo que era.

Remus sí empezó a reír.

-Es un pan circular sin mucha levadura, con salsa encima, queso y embutido ¿No has comido pizza, Severus? -Tenía ganas de matar a Lupin. Era obvio que no, que quizá había visto esos alimentos pero nunca los había ingerido por tener una alta concentración de grasas saturadas. Aquello en el cuerpo no era bueno para las apariciones.

-Pues es obvio que no… Yo hubiera usado ese instrumento para cortar la lengua de algunas tentáculas silvestres, las más grandes que miden cerca de dos metros, sus lenguas largas son escurridizas y pegajosas pero con ayuda de la varita y ese instrumentos, sería más fácil.

-Le regalo el cortador, Señor Snape, pero aún así deseo que usted me diga cuánto costaría la poción para curar los males dentales.

Pensé en darle un monto, pero no sabía si las monedas de oro serían muy caras para él. ¿Le digo o no le digo, me arriesgo o no me arriesgo a confesar lo que tengo con su hija? ¿Era el momento? No lo creo.

Miré a Lupin y este me invitaba a atreverme pero sé que lo hacía mal intencionado.

-Está bien, señor Granger, le cobraré por ello, lo justo. Pero debo explicarle. La receta no tiene valor, nunca cuesta, de hecho soy un investigador que patenta cada cosa que hace. Entonces, si usted quiere que yo le venda la receta no tendrá los derechos, debo decirle que no puedo dárselo, de esa manera trabajo. Lo que haré es dejar que la use y obviamente usted deberá pagar la cantidad que desee realizar, los ingredientes, las botellas de cristal y todo lo que conlleve venderlo o usarlo en sus pacientes.

-Claro, eso es obvio, jovencito. ¿Entonces qué debo darle a cambio? -me preguntó curioso y realmente interesado.

-Nada ahora, otra vez le digo que yo le enseñaré a hacerlo y le entregaré la receta original una sóla vez… -Me giré más para estar frente a él, mostrarme dispuesto a negociar-,
Le explicaré mejor.
Si usted quiere que yo haga esas pociones pues voy a tener que negarme, porque lamentablemente no tengo tiempo. Acaban de darme una noticia en el Ministerio de Magia, el lugar donde trabajo. Yo era vigía y encargado del archivo de investigación para el departamento de defensa y ahora gracias a una cuestión de racha de éxitos en esta semana, me han invitado a ser jefe general de todo el departamento de defensa -Intenté mostrar mi alegría y presumir delante de Remus para que se le quite las ganas de molestar ya que él quería ese puesto-, Sin embargo su hija es una excelente profesional pocionista la que creo no va a negarse a trabajar con usted. Entonces no quiero que me pague nada ahora, si usted llega a hacer algo de dinero con la receta, yo le pediré un ocho por ciento de cada venta. Y le pido que por favor sea accesible y pueda utilizarse en la mayoría de personas que lleguen a sus servicios, no podría permitir que eso se convierta en algo exclusivo sino más bien que sea efectivo y lo usen la mayoría de muggles.

-¿Muggles? -preguntó la madre de Hermione.

-Personas sin magia -le susurré porque ahí estaba una amiga de ellos, una mujer muggle que ya estaba hechizada por mí, sin embargo debíamos ser precavidos en todo tiempo.

-¡Excelente, Severus! -se emocionó falsamente el lobito Lupin-, ¡Felicidades por tu ascenso y por ser tan humanitario!

-Hijo -me dijo el padre de Hermione, estaba a punto de ser sarcástico con Remus pero me contuve-, Es la primera vez que escucho a alguien hablar de esa manera, que no le importa ganar poco en un negocio con tal de que su investigación ayude a muchas personas. Yo te doy mi palabra que será accesible y que no te daré sólo el ocho por ciento sino la mitad de las ventas. Es tu invento.

-No por favor, yo de verdad no quiero nada. Por otro lado debe considerar que la receta que le de no podrá aliviar por completo afecciones dentales o al menos no podrá hacer cambios tan radicales, sin embargo estas pociones que podrá usar con gotero, serán veinte veces mejor de aquellas que ya existe en estas épocas, le aseguro que se curarán muchos en corto tiempo…

-Entiendo, entiendo… -me interrumpió.

-Lo digo porque usted se quedaría sin trabajo… sin embargo podrá competir como la primera persona en Reino Unido que realmente ayude a otros en el sistema de salud dental. No quiero el cincuenta por ciento, sólo quiero el ocho, y es mi última palabra.

El hombre alzó más cejas, parpadeó lento y me vio directo a los ojos con una gran sonrisa.

-Usted es una persona honorable.

-No lo soy -él apretó mi mano y yo le respondí.

¡Merlín, darle una buena impresión fue fácil! Sobre todo después de leer su mente y enterarme de aquella emoción interesante.

Mi hija debería quedarse con alguien como él.

-Además -añadí para alimentar sus pensamientos impulsivos y emocionales-, tengo un motivo personal por el cual siento que debo dar más a su familia. Hermione ha sido una excelente estudiante este último año año y medio, y yo que he sido su mentor quedé impresionado porque fue ella quien me enseñó a mí muchas cosas y entre todas esas cosas. Me enseñó a pensar de esa manera, lo que usted acaba de señalar -miré a mi hermosa joven, quien me veía atenta y con admiración-, Mi persona era egoísta y ella desinteresada, solidaria, amorosa. Es una excelente bruja y no me refiero sólo a la magia sino a todos esos valores que refleja con detalle y delicadeza, valores que estoy seguro los debe haber aprendido de ustedes dos -miré a los ojos a ambos padres-, Me han dado más a través de ella, de lo que cualquier persona me ha dado.

La joven madre hizo los ojos rojos y la mente de Lupin me atacó con burla.

¡Eres astuto, Snape, bravo!

-Gracias por eso que dijo. Usted me ha conmovido -el padre se retiró los lentes y apretó sus lagrimales -es momento del pastel, por favor pasen a la mesa.

Los muggles cumplían un ritual marcado en cada celebración;
+Preguntarte quién eres y qué haces
+Contar sus problemas
+Tener un fondo musical agradable mientras se sirve el té y se habla de los adornos de cumpleaños.
+Fotografías
+Pastel
+Cena y despedida.

Estaba listo para irme, me sentía muy agotado además de que quería llegar a la agradable habitación y cama de Hermione. Pero el señor Granger se acercó a mí cuando salía del sanitario de lavarme las manos, me tocó el hombro y me preguntó algunas cosas en secreto, cosas que por su puesto me dejaron boquiabierto.

-Usted está interesado en mi hija ¿Cierto?

Quise morir al instante porque no era posible que el hombre me haya leído la mente y además se atreva a preguntarme.

-Sí pero la respeto antes que eso.

-No se si ella tenga interés en usted, conozco a mi hija, ella es muy quisquillosa, de buen corazón pero con un carácter muy sensible. No le ayudaré a conquistarla sin embargo le doy visto bueno para que la pretenda.

-Señor mío, usted no sabe lo que dice -debía aclararlo ahora, era el momento oportuno-, Señor Granger, Yo… Yo soy el novio de su hija, ahora.

-¡Dios mío, lo sabía! Tenía temor de que se haya enamorado de un hombre casado, del profesor Lupin… ¿Usted no es casado, cierto?

-No, no… No lo soy y tampoco tengo hijos -me puse nervioso sobre todo porque la situación me hacía sentir incómodo y porque el padre parecía estar interesado en mí más que Hermione-, Señor, no deberíamos estar hablando a escondidas, si Hermione se entera de lo que me ha dicho saldrá con el sermón de que no tiene que perdirle permiso a nadie y bueno, creo que en parte tiene razón ya que es un adulto.

Él me sonrió.

-No piense mal, profesor, yo amo a mi hija… Tengo que pedirle disculpas porque si lo que usted ha expresado hoy es sincero, entonces me dice que estaba muy equivocado al pensar que era una traidor.

-No pasa nada, señor Granger, muchos lo han pensado, no me disgusta eso -expliqué-, ¿Entonces no le molesta que salga con ella?

-No, estoy convencido que estará seguro con usted y que se esforzará para cuidarla ya que si no lo hace va a tener que vérselas conmigo con magia o sin magia -el hombre cambió el tono en las últimas palabras me hizo pasar saliva, nervioso.

-Prometo que la cuidaré con mi vida -hice una venia profunda y aún así no me dejó ir.

-Espere… Profesor… Tiene que venir a cenar con nosotros para conocerle de forma personal en otros asuntos que no son la escuela -no parecía una invitación amistosa y muggle, sino una orden.

-Vendré las veces que usted me invite.

-Gracias, respondió él.

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Siguiente capítulo “Un año y medio antes, ¿Cómo empezó?”

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