-Sí, así es, el profesor Lupin lo sabe, acabo de salir de su oficina.
-¿Y si lo sabe por qué susurra como si fuera un secreto? -estaba enojado y tenía razón, le había insistido a su puerta toda la mañana aunque mi forma de tocar le debe haber avisado unas dos veces porque todavía me daba miedo que grite o se exalte.
-¡Porque no quiero que los demás sepan! ¡Por favor, tiene que ayudarme! El profesor Lupin me dio autorización pero usted es quien proteje los archivos, además tiene la llave ¡Por favor, por favor! si me dice que sí serán dos minutos, es más sólo serán unos segundos, lo prometo -alcé mi mano derecha y la coloqué sobre mi corazón, estaba apurada y si no conseguía ese acceso y no entregaba ese papel hasta antes de las cuatro me iban a despedir, faltaban veinte minutos para eso.
Él sólo me miraba, seguro con muy buenas ideas y palabras insultantes pero yo rogaba a Morgana que le haga acordar de aquella vez que me quedé hasta las tres de la mañana para ordenar todo lo que había quedado desordenado por los casos recientes de Mortífagos. Aquellos documentos eran la información más importante que existían en el mundo mágico para mandar a Azkaban a varias familias intocables y adineradas. Snape había tenido una reunión de liberación de cargos por culpa de Voldemort, ese mismo día donde acabé haciendo su trabajo.
Sí, yo aún soy practicante, aún aprendía pero ya tenía autorización de empezar a archivar e investigar.
Parra, como siempre, estaba con un humor de perros, si se daba cuenta del desorden, lo despediría.
No estaba segura si él lo sabía o si alguien le había dicho. Tenía que presionarlo porque era mi cuello el que peligraba, apenas mi sexto mes ¡Mi sexto mes, Merlín! no podía durar tan poco en las Oficinas del Ministerio y menos en el departamento de defensa donde pagaban mejor.
-Sabe que es inaudito y que no le daré la llave -Se puso de pie, de mala gana, apretó las palabras entre dientes -, yo iré con usted pero le cobraré caro ¿Me entiende? -apretó las palabras entre dientes, nunca me había entregado tantas sílabas en una sola conversación, no me dirigía la palabra desde la escuela, ni si quiera en la convivencia de cada quincena.
-Gracias, gracias, gracias ¡Sí, lo que quiera! -Le tomé el codo por inercia, mis manos temblaban, quería que sepa que me había salvado el pellejo.
-¡No me toque, Granger! Al menos no cuando tengo la levita puesta.
Me extrañé de eso y caminé detrás de él por el largo pasillo del departamento de defensa, me susurró porque la mayoría nos habíamos acostumbrado a hacerlo, la culpa era del director Parra quien era la pesadilla andante de todos, a quien si se le daba la gana, buscaba cualquier excusa para quitarte la mitad del sueldo del mes y como ahora pagaban bien, todos huían de él.
Me miró porque me quedé en silencio, veía su rostro alto de perfil a mí por mi izquierda. Caminaba apresurada a su lado, a él le gustaba dar grandes y veloces pasos.
-Entonces ¿Puedo tocarlo cuando no tiene la levita? -realmente quise saber qué quiso decir.
Snape rodó los ojos, eso significaba que no le había entendido.
-Esta levita no, es mi favorita, Granger -respondió rápido del ate de mí, antes de empezar a bajar la escalera de caracol al final del pasillo.
Ya frente a la puerta, después de haber bajado hasta el penúltimo y cuadrado escalón, me di cuenta que el acceso era demasiado angosto para dos personas, me refiero al cuadrado de reposo frente a la puerta del archivero.
Me puse nerviosa porque nunca había estado tan cerca él cuando estaba enojado.
-Tome -me mostró la llave al girarse y quedar frente a mí, mis ojos lo veían impacientes.
-Gracias -Alcé mi mano para alcanzar la llave en la mano de él, quien lo sostenía con dos dedos. Pero cuando quise tomarla él la alzó.
-Trescientas monedas de oro ¿Eso o siete mil en los bolsillos de Parra? -soltó rápido.
-Claro -me acercó las llaves y se las quité para abrir.
-Le quedan diez minutos, Granger -me estaba presionando, él tenía que sentir satisfacción su me despedían.
Y yo, una inútil sin poder abrir la puerta, me tardé porque era la primera vez que lo hacía, en las mañanas aquello estaba hechizado, abierto y hechizado, más fácil de acceder para todos. Después de las catorce horas, quien mandaba era ese mago, el pocionista de levita azul oxford oscuro.
-¡Ash, ya deme aquí! -llevaba unos segundos de intentar, es que esa no era una cerradura común. Me quitó las llaves, giró la cerradura y el sonido nos avisó la apertura.
-¿Pero por qué siempre de mal humor, señor? -había logrado que me hable, podía insistir ¿O no?
-No me mortifique -soltó rápido intentando entrar al mismo tiempo que yo, y como el tiempo era sutil conmigo, nos quedamos atorados en la entrada.
Él empujaba mi cuerpo y yo el de él pensando que se haría hacia atrás para dejarme entrar.
Entre tanto forcejeo y empujones, se cayó la llave al suelo y mi instinto me hizo voltear frente a él, bajar de inmediato o por lo menos intentarlo en aquél estrecho lugar.
¡Mala suerte, una pésima idea! Porque el mago al hacer lo mismo que yo recibió mi rodilla en su entrepierna, un golpe seco en un movimiento raro y cruzado.
-¡Ah Merlín! -se quedó sin aliento, le había golpeado sin querer una zona sensible y no sabía qué hacer, quería tocarlo y sobar un poco o lo que sea para que el gesto terrible en su rostro desapareciera -¡Los documentos, Granger, entre, entre ya, antes de que me arrepienta!
Estaba muy avergonzada y el tiempo corría a favor de Parra, quería acercarme y ayudarle, no sabía que podía doler tanto, se quedó ahí sin poder ponerse de pie, una rodilla hacía arriba y una de sus manos sosteniéndose de la pared.
Al entrar miré las filas y filas familiares de archiveros, ¿Dónde estaba mi cabeza, por qué se me había podido pasar la hora de pedirlo para sacar una copia? El título que buscaba por alguna razón no lo encontraba en mis recuerdos.
–Accio, Mellintong -nada se abrió-, Accio Canada Milla…
-¡Granger, cinco minutos! -pronunció eso lento, como de terror.
-¡Ahh ya lo recordé! Es… accio Hermes Toll -tres archiveros se abrieron liberando dos documentos y una hoja, cada objeto frente a su respectivo lugar, flotaban sobre ellos.
-Lo tengo al fin -dije en alto pero él ya se había ido.
Al girar para verlo en la puerta, agradecerle por esa voluntad un poco conveniente de ayudarme, él ya no estaba.
-Yo tenía la llave ¿Por qué se fue? -estaba hablando sola en ese lúgubre lugar.
Me tenía que concentrar primero así que dejé los archivos sobre mi mesa después de correr despavorida por el pasillo y subir a mi pequeño altillo en la oficina, sacar los informes del señor Toll y enviarlo con magia a través de los tubos de mensajería.
Mi respiración estaba agitada, de haber logrado abrir los archivos en menos de dos segundos, prácticamente arrancar las hojas entre tanto pergamino suelto y cuadrado y envolver lo seleccionado con mis sellos de operaciones, todo anexado dentro de las carpetas tipo rollo con una tapa de metal, ahora encaminado a Dirección justo a tiempo.
Me senté, me dejé caer hacia atrás y me di cuenta que aún tenía las llaves en el bolsillo de mi pantalón.
-¡El profesor Snape! sí es cierto -dije al aire.
Pensaba en que iba a estar peor ahora que llegue hasta él y quisiera entregarle las llaves, pero cuando abrí la puerta de su ordenado y negro despacho, no estaba.
-¡Ay qué raro, debe estar en el baño! -susurré para mí y luego subí el tono de mi voz -¡Señor! ¿Está aquí?
Una débil voz me contestó.
-Aquí, aquí en el baño -se escuchaba preocupado.
-¿Señor? -entré y lo vi frente al espejo con una mano apoyada en la pared.
Si unos pasos hacia él, cautelosa, lo que menos quería era molestar.
Estaba claro que el golpe aún le dolía.
-¿Qué quiere, Granger, ha venido a golpearme de nuevo? -su voz era ronca y como si contuviera el aire en sus pulmones.
-No señor, ah sido de casualidad ¡Lo siento!
-¡Ya lo sé, pero esa casualidad me ha dejado sin hijos, seguro que ya no puedo hacer ninguno!
Quería reír, no por mala pero es que me era increíble que en menos de una hora me haya hablado tanto, me haya dicho tantas oraciones, tantas palabras y tantas formas distintas de expresarse, como si tuviéramos confianza, de nuevo.
¿Se podía crear lazos de confianza en un accidente como ese? Quizá sí, valía la pena intentarlo, no quería tenerlo de enemigo.
-Tengo poción para el dolor en mi bolsillo, lo utilizo para mis jaquecas de los lunes -metí mi mano, lo saqué frente a su reflejo en el espejo y se lo ofrecí. Había caminado unos pasos hasta estar a un metro detrás de él.
-Ya me tomé una, sólo estoy esperando que se me pase ¡Esto duele Granger ¿Cree que no?… Hasta me parece haber visto a Voldemort con nariz!
No aguanté y me puse reír, porque no debió de decir eso ¿Cómo va a decir eso y creer que no me iba a reír?
-Jajaja, ¿De verdad duele tanto? -pregunté intentando recuperar seriedad-, ¿Le había pasado antes?
-Nunca había frecuentado alguien tan agresiva como usted -me miró con los ojos entre cerrados, su ceño era resignado-, no Granger, no me había pasado, no es común recibir un golpe en la entrepierna -a veces su voz se apagaba y después de aspirar recobraba gravedad.
Su sarcasmo me alegraba, me decía que a pesar del odio que había desde antes o la confusión de primeras y equivocadas impresiones, él era humano, alguien poco accesible pero al final bajo mucha presión, posible de hallar.
Yo quería que fuera posible aún en mi torpeza de haberlo lastimado tan feo.
-¿Qué hago? ¿Quieres que le ayude en algo, que revise?..
Snape se irguió tomando fuerza de dónde no tenía.
-Ya olvídelo, Ahora serán seiscientas monedas, trescientas por la llave y trecientas más por el permiso de ir a casa sin poder hacer nada.
-¡Merlín, está bien, lo que quiera! ¿Quiere que lo acompañe?
-¿Por qué cree que me haría sentir mejor estar cerca a usted? -Dio dos pasos hacia mí con una cojera notoria.
Mi rostro reflejaba preocupación y no perdí atención de todos sus movimientos.
-¡Ay no, es que no voy a estar tranquila si no me dice que ya está mejor, no sé si tiene una herida o un moretón o si se lastimó algo más!
Snape suspiró.
-Granger ¿Cree que le voy a decir que mire mis gónadas? -alzó una de sus cejas.
Lo pensé como una tonta, él ya me había curado un hombro ¿Por qué no podía hacer lo mismo con él?
-Ahmm… ¿Y por qué no? -sugerí-, No tengo mala intención, imagínese que soy medimaga.
-¡No, deje de bromear con algo así… y ya pague lo que me debe!.. Me quiero largar a casa -dijo en su magnífico tono amargado de siempre.
-Bien, regreso en un instante.
Pensaba que si él me había hablado y además ayudado en lo que insistí, podía recompensarlo invitándolo a cenar. No pensaba en la obvia respuesta negativa, esa sí era certeza para mí.
Mi consciencia me movía a ideas peligrosas y el corazón me decía que debía intentarlo, todo regresaba al mismo instante donde vueltas y vueltas, sentidos e imágenes creaban algunas esperanzas que me movían esta vez y empezaban a romper cada columna de mi gran temor.
Además estaba lejos de casa, en mi apartamento no me esperaba más que mi nuevo gato ¿Tenía algo que perder? El profesor Lupin tenía esposa e inapropiado se debía ver cenar a solas. Mis amigos trabajaban ahí pero siempre salían y se iban hasta por dos semanas a investigar ya que eran parte del cuerpo de aurores y la exigencias de su labor no los sostenía en un sólo lugar.
Subí de nuevo al altillo ya que tenía que buscar mi chequera por unos minutos, no recordaba si lo había dejado en esos cajones pequeños del escritorio o si estaba dentro de mi cartera de hombro, a pesar de la “segura búsqueda” finalmente resultó reposar nada más y nada menos que dentro de mi gran pesada maleta de rueditas.
Escribir sobre las líneas de transacción, seiscientas cincuenta monedas. Bajé y llegué de nuevo frente a su despacho.
-Tome -mi voz fue fuerte, quería sonar segura-, son seiscientas monedas y cincuenta más para que lo use en y tranquila cena.
-¿Cuál cena? -estaba escribiendo sobre su escritorio, no me veía, quizá por hacerse el ocupado e importante, al menos me respondía.
-¿Quiere ir conmigo a cenar? -nada perdía en preguntar, si se negaba tomaría la decisión de comer en un restaurant de pastas y pizzas italianas.
-¿Cree que si como un pedazo de bistec, el daño hecho, desaparecerá? -confirme lo que pensaba, se estaba empezando a portar como un hombre importante.
-¡Vamos, no sea amargado! -mi forma de romper el hielo fue atrevida y ahora seguro, en mi cara me lo diría.
-No quiero que me falte el respeto, Granger… -Habló en advertencia, alargando un poco las sílabas-, ¿Por qué no molesta a Lupin? Él es su amigo, yo no.
-Venga, le estoy invitando a cenar, quiero ir con usted no con el profesor Lupin.
-No pienso aceptar, no quiero que una mujer me invite a cenar, prefiero ser yo quien lo haga, invitarla a usted.
-¿Y me va a invitar? -Me acerqué frente a él, delante de su escritorio, sonreía tímida esperando que me mande a volar.
Snape se paró después de un suspiro, arregló todas las cosas que estaba utilizando, cerró la tapa del tintero y cruzó sus brazos un instante con cara de duda, mientras tanto me veía y movía muy sutilmente la mandíbula.
Hacía frío, era época de frío.
-¿Quiere ir a cenar conmigo, Granger, y fingir que no ha pasado nada cuando en realidad me ha lastimado en gravedad? -fue a la defensiva y me dolió, por un instante pensé que se refería a Hogwarts y lo que había quedado pendiente.
¿Por qué se comportaba así conmigo, de verdad le molestaba verme con el profesor Lupin?
El momento era divertido, se estaba comportando como un odioso, sí me desesperaba su forma de ser pero estaba bien, después de todo se atrevió a pedirme que vaya a cenar con él, un acto fuera de mi fe a la credibilidad de que sea posible.
Tomé el cheque que había dejado sobre su escritorio y se lo di de nuevo pero esta vez frente a sus ojos que me veían como si no me soportara o como si quisiera maldecirme con un rayo verde feroz de su varita de pino negro.
Seguro me insultaba en su mente al darse cuenta que quería reírme.
-Claro que sí, vamos, comer sola es tedioso -no se esperaba esas inteligentes palabras-, vamos, sé que me recordará todo un mes este accidente, porque así es usted.
Él hizo una venia a lo que dije.
-No quiero su dinero, señorita Granger, ya le he dado la llave al señor zopenco de Malfoy, al señor Richard y al mismo Ministro. Al parecer perder copias importantes de casos efectivos es más común en personas presunciosas como usted comprenderá.
-¿Entonces me quedo mi cheque? -claro que sí quería mis seiscientas cincuenta monedas de oro.
-Sí -me alzó una ceja amenazante y diabólica-, me saldrá más cara la cena.
-¡Oh, qué bien! ¿Por qué no le dije para cenar antes?
-Porque justo hoy se levantó con el pie rebelde -caminó un paso frente a mí, amenazante aunque en susurros-, y porque ahora quiere molestarme-llegó al límite de espacio entre ambos y se acercó más-, y porque hoy casi muere en la sociedad mágica y le he salvado la mitad del sueldo. Y además porque antes no existía para usted.
-Yo… -no me dejó hablar.
-¡YA VAYA A SU OFICINA Y NO ME PERTURBE! -me invitó a salir empujándome por la espalda con sutileza, yo me resistía un poco para inquietarlo pero logró sacarme hasta el pasillo -¡Ya váyase, Granger, a trabajar!
-Por las buenas sí, con permiso -sonreía mientras me alejaba ¿Por qué no podía dejar de hacerlo?
***
Al finalizar la jornada cerca de las dieciocho horas exactas, Snape tocó a mi puerta de madera y papel japonés en mi diminuta oficina en lo alto del departamento.
-Ya voy -había pintado mis labios y arreglado un poco mi cabello, Snape siempre vestía elegante y a donde me llevase él se vería bien y yo no quería sentirme como una oficinista.
Abrí la puerta para encontrarme con su alta silueta, estaba nerviosa.
-Usted tenía razón, Parra no le iba a dejar salir temprano.
Él asistió recargado en el barandal de la escalera afirmando esa idea porque después de conocer a nuestro jefe, Snape era un pan de Dios a su lado.
No hablaba mucho mientras caminábamos a la salida así que yo empecé la interacción.
-¿Dónde iremos?
-Estoy pensando qué lugar podría gustarle, Granger… ¿Qué desea comer?
-Lo que sea -dije animada.
-Ah si es lo que sea, entonces… ¿Qué le parece algunos chapulines condimentados en sal pimienta y chile rojo sobre una tortilla circular de maíz y algo de cebollas cortadas en cuadrados?
-¿Es rico? -dije inocente.
-A mí me encanta, Granger.
-¿La pregunta es con truco, cierto? ¿Qué son chapulines?
-Se parecen mucho a los grillos -se escuchaba animado.
Mi boca se arrugó hacia un lado, aquello me causó nervios, no quería comer insectos.
-No, señor, Grillos no…
-Bien déjeme pensar -ya estábamos afuera, casi por cruzar la pista, él tenía las manos metidas dentro de su saco gris oscuro y largo, algo muy similar a una capa de las que solía usar aunque más recta y gruesa.
Yo no sabía si ayudarle porque quería ir a donde él quisiera.
-¿Quiere un lugar muy iluminado como para que no la robe y no escuche sus chismes o quiere un lugar más íntimo donde me dejen escuchar todo lo que su boquita roja y parlanchina, me dirá? -no pudo aguantar su genio desagradable.
-Mh, gracias por el eufemismo -pensé unos segundos-, por su puesto que quiero un lugar donde pueda escucharme por un par de horas.
-Está bien.
Llegamos a un lugar que me sorprendió desde el inicio, era circular como si hubieran arrancado una torre de un castillo y lo hubieran pegado al nivel del suelo.
-Es ahí, señorita, mesa por piso y comida variada.
-Lo veo, es genial -solté mientras me ayudaba a bajar de su auto gris claro, uno sin volante de conductor el cual funcionaba por su puesto con sólo su magia -¿Viene muy seguido aquí, señor? -la curiosidad me volvía loca.
-No.
-¿Y cómo lo conoce?
-Conozco Londres como la Palma de mi mano y siempre había querido venir pero nadie me había aceptado una cita, sólo usted.
-¡Ay por favor, miente! no ha invitado a nadie antes que a mí.
-Tiene razón entonces usted es la primera incauta.
Le sonreí porque no quise decir más.
Atravesamos el portal elegante y él se hizo frente al dependiente del lugar en el alto mostrador.
-Buenas noches, quisiera una mesa para dos, privada y con balcón -lo veía, prestaba atención a la forma en que pronunciaba las palabras frente a ese joven pelirrojo y a la vez veía que con su mano derecha sutilmente se apretaba el vientre bajo, quizá aún le venían atisbos de dolor por ese bochornoso incidente.
-Tenemos tres que serían perfectas para usted -el joven sonrió con satisfacción-, ¿Arriba o abajo, señor?
-Mientras más alto mejor -exigió él con voz autoritaria y seria.
En ese instante mientras le veía no pude evitar imaginarme qué sería si él y yo estuviéramos juntos, otra vez, cerca al otro como esos días, dejar otra vez que me sugiera los mejores horarios en las capacitaciones de nuevas pociones, dejar que él mismo compre mis libros y lo haga con esa actitud que parecía gusto, y todos esos consejos cuando me decía que cierre la boca y escuche.
Era bastante grande, mucho mayor que yo, tan distinto a mí, sin embargo era interesante observarlo y pensar que era un escándalo verlo de otras maneras donde no sólo era esperar las firmas con mis notas sino también que empezara a verme como en este viejo capricho mío, no más ser mi profesor sino un hombre, que se acerque a decirme que además de brillante era hermosa, una locura en sus días, como tantas veces me dijo Ginny imitando su voz.
¿Por qué tenía que detenerme?
Al menos como amigos, no podía ser malo ¿O sí? Antes no había quedado claro.
¿Qué pasaría si quisiera acercarme un poco más?
¡Qué, nervios, Merlín!
Para mi mala suerte se dio cuenta, que mis ojos sobrepasaban la seriedad y mis labios sonreían de lado al imaginar que lo tomaba de la mano y subíamos juntos hasta nuestra mesa.
¿Ahora qué hará si lo toco así? Además había notado el color de mi pintalabios, me había mirado ¿Por qué todos me veían y él no?
Ni y Lupin también tenían una gran diferencia de edad y nadie les había prohibido nada nunca.
Mi vista se hizo hacia otro lado para intentar no meter la pata. Dejé de tocar mi labio inferior sin perder conexión con esos ojos negros atentos y desconcertados pero en mi imaginación.
No esperé más,
me acerqué y lo tomé de la mano como si estuviéramos juntos, pero al intentar jalarlo y empezar a subir las escaleras él se resistió y giró a mí.
Soltó aire sutilmente y con voz baja y grave, se negó.
-No -dijo, me miró distinto, intenso, clavó su atención en mis pupilas, me dejó ver el reflejo de las arañas de luz con terminaciones preciosas de cristal en lo alto de nuestras cabezas -Yo la llevaré a usted.
Sí, me pareció bien dejarlo mandar otra vez.
No me soltó hasta que el mayordomo nos guió y subimos por el ascensor pequeño y mágico de cristal hasta llegar a nuestra mesa.
Al estar solos, no se quedó callado por mucho tiempo.
-Su servidor sólo quiere cenar, señorita -no entendí por completo.
-Y yo, por eso vine ¿No lo recuerda? -quería decirme a mí misma que me quede callada pero mi casa Gry se salía sola a pelear todo el tiempo.
-Ajá… ¿Por eso me mira de esa forma descarada como si fuera algo que morder más tarde? -me acusó y yo me sonrojé viendo a otro lado, me escapé de él y caminé hasta el balcón.
-No lo miro así, y no tengo que decir nada porque seguro usted ya lo sabe.
-Lo que he visto… Oh sí, sé que me ha mentido desde que dijo que no tenía las copias de los archivos que había manipulado la semana anterior -explicó hablándome con cuidado y también apoyado sobre el muro del balcón. No me miraba.
-En realidad no los tenía, pero sí, he de confesar que los destruí para lograr que me hable otra vez el día de hoy. Es porque aún no entiendo esa repentina forma en que se alejó de mí… Sobre todo después de haberle ayudado tanto tiempo luego de salir de San Mungo o después de haber trabajado unas semanas en mi materia vocacional, además como asistente en pociones y Dcao, algo que le agradezco porque así pude aprender lo suficiente como para que me admitan aquí en el departamento de defensa -hice una voz respetuosa para que comprenda lo que decía.
Él guardó silencio y se irguió sobre sus pies.
-El último día, el día que salió de la escuela fue difícil, no quiero revivirlo otra vez ¿Para qué? Un mes después en el verano cundo pensé la vería de nuevo, me bastó ver el rostro de sus padres en la casa de los Wesley, a ellos les desagrado en demasía y entonces dejé de escribir…
-Pero eso porque no sabían todo lo que usted era de verdad o lo que usted significaba para mí. Lo que significa aún.
Se me salió, él era la razón por la cual había terminado con Ron por escrito al repetir el último año en la escuela.
-¿Me dice que el golpe que me dio sólo fue para que vuelva a dirigirle la palabra?
-Claro que no, eso de verdad fue un accidente, un pésimo y vergonzoso accidente, profesor.
Chasqueó la lengua, disgustado.
-No nos hemos tratado como amigos, ¡Nunca Granger! porque si tan sólo quisiera pensarlo, sería un gran engaño -Nos quedamos viendo un instante. ¡Oh no, otra vez iba a sermonearme sin piedad!
Me miró a los ojos y me puse nerviosa porque se acercó tanto que choqué con el muro al dar un paso más atrás.
-Yo nunca he querido ni quiero ser su amigo, esa es mi verdad.
-Yo… Sabe que pienso lo mismo -mis ojos enrojecieron porque vi una buena oportunidad de dejarle mi corazón-, usted es astuto y demasiado inteligente para no notarlo -no tenía que aclarar lo que me sucedía con él, decir más no tenía caso esta vez a menos que él siga.
-Pero usted era mi alumna y yo sigo siendo su profesor, aún no ha terminado las prácticas para su título… -me miró trasmitiendo toda su sinceridad, sabía que le gustaba porque yo moría por él meses atrás sólo que no me atrevía a decírselo. Estaba serio y ese estado en él me daba miedo -por ningún motivo le hace bien acercarse a mí.
Ahora me daba cuenta que era mutuo, apenas ahora, después de tanto tiempo desperdiciado.
-¡El golpe fue un accidente, lo juro por Salazar!.. -toqué su pecho con mi mano derecha, mis dedos se cerraron arrugado un poco su levita, su levita favorita.
Y cerré los ojos, completamente conmovida porque no quería rendirme esa noche y no quería hacerle caso. Me dolía y no sabía por qué, decirlo era difícil muy dolorosamente difícil.
-Me hace sentir… Sentir bien acercarme a ti… ¡Por favor, por favor, Severus!
-Sus padres no lo aceptarán, no lo aceptarán sus amigos o Minerva… Nadie aceptará… -hizo una pausa donde ambos esperamos algo bueno de lo que saldría. Me abrazó, la primera vez que lo hacía por completo, apretujándome a él con ganas y todas sus fuerzas. Se separó para verme y seguir-, Nadie aceptará que me he enamorado de usted -me miró a los ojos en cada palabra lentamente pronunciada.
Mi corazón se aceleró.
Creerlo ¿Cómo creerlo? No habíamos hablado tantos meses y ahora me decía exactamente lo que quise escuchar desde Hogwarts.
-Te diré como tú me has dicho tantas veces, Severus ¿Por qué crees que me importan los demás?
-No lo creo, sé que te importan, Ah, joven mujer… Sé que sientes lo mismo por mí.
-¿Sabes desde cuándo? -Peiné mis cabellos creyendo qué así no se me notaría el temblor en el cuerpo-, Tienes razón, sí te amo, desde hace tanto sin ser un secreto para algunos.
-Por favor déjame hacerlo bien, no nos apresuremos, quiero que sepas quién puedo ser contigo, de verdad, Granger.
-Ya eres suficiente para mí, Severus. No tienes que hacer nada más, por eso me mudé sola aquí, porque quiero estar contigo.
-Y yo quiero eso, jovencita, pero no puede ser ahora, déjame hacerlo bien, te exijo que me dejes -lo dijo casi rozando mis labios, tocando mi barbilla con su suave tacto de recolector mágico.
Aún no lo había besado y ese acercarse así era demasiado para mí.
-No lo hagas más insoportable, por favor -no pude mantener mis nervios escondidos, mi corazón sintió que tenía que ser valiente aunque sea una vez pero él sólo me abrazó.
Quizá aún no podía, quizá todavía creía que muy en el fondo, yo lo detendría raro porque las muestras de cariño de antes fueron claras y seguro lo recordaba, ese mago no podría olvidar nuestras reuniones a escondidas y la promesa de no decirle a nadie, mis obsequios, los suyos.
¡Merlín, qué mago terriblemente equivocado! ¿Por qué no sabía que moría por besarlo? O quizá lo sabía y por eso me detenía.
-Comamos -acarició mi rostro, como lo hizo aquella noche en el aula de Dcao, sin decir nada, sólo la piel de su mano en mi mejilla mientras me miraba a dos centímetros de su cara como si yo fuera algo tan ajeno a él, inalcanzable y lejana, mientras tanto yo lo abrazaba por el cuello sentada en su muslo izquierdo, esos eran todos esos recuerdos de donde se sostenía mi valentía en ese instante.
-Bien -no quería sonar como una tonta, me sentía avergonzada por eso no diría más.
Pensé que él no quería hablar después de confesar que me amaba, sin embargo cuando acomodó mi silla hasta acercarme a la mesa, me sorprendió con una propuesta.
-¿Qué hará la señorita Granger, el viernes?
Respondí con una sutil sonrisa en mis labios.
-Saldré de la oficina a las nueve e iré a casa para leer un libro mientras bebo jugo de calabaza.
Él se sentó de forma modosa como analizando todas las posibilidades y dándose permiso de atreverse.
-¿Puedo acompañarla o desea venir conmigo a cenar afuera?
Las mariposas revolotearon en mi estómago, la idea de que estemos juntos en mi departamento era demasiado fuerte, aquello creaba sensaciones que no podía esconder frente a él, por eso me sonrojé libremente como si fuera una niña de dieciséis, pero respondí como una de veinte.
-Ven conmigo a cenar, te haré algo especial, lo prometo.
Él asintió.
___________________________________________________
Les dejo este Sevmione corto mientras esperan la nueva actualización de “Impulsivo”
¿Te gustó el capítulo?
Tu calificación: