Beso Francés Capítulo XXI Beso Francés 4 – FINAL Parte 1 🏰

 

Cómo saber si los sueños son realidad, si lo que tocamos existe o si lo que sentimos en el corazón tiene esquinas, profundas pendientes y puentes altos, donde transitan las oportunidades, los sabores dulces en el paladar, los olores fuertes de plantas en la noche y los susurros sutiles al dormitar.

Los sueños son reales un instante, son como la corriente eléctrica, te mueven, te indican una meta o te advierten de cometer graves equivocaciones, a mí los sueños me han presentado personas curiosas que pensaba conocía, me han hecho saltar abismos, tocar las profundidades, planear y volar en contra del viento, para subir muy alto y ahí, entre las nubes, cuando el aire parecía no entrar al cuerpo, caer en picada sobre el mar, un mar tibio y calmo, tan fuerte como rocas y tan suave y confortable como un abrazo.

Abrazos que ahogan por el silencio, tacto que te mata tan lento y te abre como un cuchillo al destripar un pez, amor, algo tan dulce y a la vez doloroso, uno que rompe furioso, uno que grita en las noches, solo, el nombre del otro que quieres mirar.

¿Por qué sucede conmigo, por qué ahora?

El mago escribía sobre una libreta de tapa gris.

Aquél objeto como una agenda le dejaba impregnar su forma de apreciar el tiempo, incluso recordar eventos, uno de esos por ejemplo; Recordar el día en que llevó a Hermione a casa de los Wesley, aquél día donde Lucius lo vigilaba y se interesó en ella, aquél cuando fingió ser alguien que no era, tan tosco, superficial, un pervertidos sin corazón, uno que podría ser despedido en su personificación de malo, porque la joven delante de sus ojos era frágil, sentía ganas de cuidarla, quería acercarla a él y el tonto de Malfoy lo había llegó para arruinarlo.

–Flash back–

—No confundas mis palabras, yo daré la vida por Lord Voldemort cuando me lo pida.

—¿Y tú crees que me conviene perder? Sabes que lo que me interesa es acabar con la escoria del mundo mágico y además que todo esto termine para mi familia, sino fuera por el señor oscuro ahora mismo estuviera viviendo en Francia.

—No entiendo por qué últimamente ese país es lo que todos quieren mencionar —Snape estaba confundido, primero ella y luego el adulto.

—No comprendo ¿De qué estás hablando? —Malfoy estaba confundido.

—Olvídalo, tienes hasta la siguiente semana para conseguir un beso de la joven, si lo consigues, te la regalo.

–fin flash back–

Ese día, ese bendito día se encontraba en un problema, una pregunta para ser exactos: ¿Cómo portarse con ella si ya se había entregado, qué más podía darle a alguien, que su decir que gustaba de su bella persona, que su decir que le encantaba, qué más podía darle que su dejarse llevar, su franqueza de hombre débil, sus caricias antes reservadas, qué más le daría a ella? ¿Por qué había soñado aquello, de verdad habría sido capaz, de verdad había sido tierna y pasionalmente correspondido?

Hermione, Hermione, Hermione ¿Por qué esa joven mujer?


***

Días después.

Ginny, Parvati, Seamus y Hermione se encontraban en el patio cuadrado afuera de las puertas del vestíbulo del castillo, estaban debajo del camino derecho, el que lleva a la salida frontal hacia la casa de Hagrid, el campo y el bosque.

En las horas libres, era común ver a los estudiantes conversando en grupos, apoyados en el muro no muy alto, en las bancas de piedra o sentados en el suelo, como en ese instante, que aquél grupo de Gryffindors, aprovechaba para charlar de sus asuntos personales.

-Ron construirá su casa en el terreno de mis padres, al sur, casi al otro extremo de donde vivimos.

Seamus escuchaba atento.

-Quiere estar cerca de tus padres porque es un miedoso y aniñado -el joven era bueno para criticar a otros y no ver la astilla en su propio ojo. Era muy malo para algunos hechizos, aún algo le hacía terminar con la cara negra y oliendo a quemado.

-No hables así de mi hermano -acusó Ginny.

-Tú lo conoces mejor que yo. Además Hermione se casará con él y no tendrán que estar ahí… —cruzó los brazos, muy seguro de lo que decía.

Hermione interrumpió atragantándose con el agua que bebía de una pequeña botella de madera.

Le sorprendió que ese joven le mencione aquella tontería.

-No voy a casarme con Ron, él y yo ya no somos ni amigos, mi novio me espera afuera de Hogwarts, y es todo lo que diré.

Ginny y Parvati se quedaron en shock.

-¿No quieres decirnos quién es? Qué mala amiga eres ¿Qué sucede?

-No les diré más porque apenas hemos formalizado nuestra relación y queremos que -explicó lenta y prudentemente con las manos-, pase un tiempo para estar seguros.

-Ah, no hagas caso, Parvati -Ginny hizo gesto de desinterés junto a un gesto con su mano-, debe ser un novio por correo, lo he visto mucho en el mundo muggle.

-¿Un novio por correo? -Parvati estaba confundida.

-Sí, es común -hizo comillas con sus dedos-, una relación a distancia.

Hermione negaba con los ojos entre cerrados, en acusación, sin poder dejar de aguantarse la risa por no entender tampoco a lo que se refería su amiga pelirroja.

-No diré nada, se los dije, no van a convencerme de eso, niñas. Por ahora se quedará en lo más privado de mi ser.

-Sh, Sh, ahí vienen los de último año de Slytherin, comandados por el general Severus Snape Prince, más conocido como el murciélago héroe de las mazmorras —Seamos y sus payasadas.

Hermione se enojó pero luego sintió escalofríos dos segundos después y giró para ver que de verdad venía un grupo de alumnos élite de Slytherin con Snape delante de ellos. Se dirigían hacia ellos, para salir a las afuera del castilllo. Los pasos del grupito Gry se hicieron a un lado para dar permiso de que estos avancen.

Hermione se había quedado al final de todos, para observar.

Snape, erguido y soberbio, pasó al lado de los estudiantes con su grupo, sin mirarlos, pero al llegar hasta Hermione, asintió con la cabeza, viéndola a los ojos, en modo de saludo.

Y aquello, tan formal, fue suficiente para causar colores rojos y naranjas en su rostro, tan intensos que sus compañeros lo notaron.

-¿Qué sucede, por qué te sonrojas? -Seamus quería molestar.

Hermione bajó la mirada por el calor que sentía en el cuello y la espalda.

-Déjala en paz, bastante tiene con lidiar con él en el aula de pociones, como aprendiz. Ahora tiene que saludarlo, no puede ser grosera con él y él no puede ser grosero con ella -La noble de ese grupo como siempre era Parvati. Por lo menos ese año— Es una obligación, es su asistente.

-Tienes razón, pero es que sí sorprende que Snape ahora salude a un Gryffindor, es más, que mire a los ojos a una estudiante.

Hermione recordó que un día anterior, el pocionista y ella, esa tela del levita que olía fuertemente a él y que se había impregnado en su suéter de escuela, estuvo tan cerca a su cuerpo, que las conversaciones en susurro confirmaban un haber de confianza, confesiones, deseos,  tiempo de calidad y admiración amorosa.
No podía creerlo, un día se besaban con timidez con suaves toques castos, tibios, intensos, en abrazos tímidos, en descanso, en silencio, y al otro día, él parecía ser tan recto como siempre.

-Yo, tengo que irme, no me siento bien -Hermione dio pasos hacia atrás, lentos, aún con la cabeza abajo y luego se abrió paso para ir con dirección al vestíbulo.

Todos los jóvenes se quedaron pasmados.

-Esto es culpa tuya, Ginny, simplemente ya no la hagas sentir presionada.

Hermione no se sentía presionada es que aún había algo ahí, algo pequeño que la confundía.

***

Snape era de una forma silenciosa, la mayoría de veces no se dirigían la palabra a la primera sino que para él era suficiente, verla, tocarle las manos, abrazarla y darle besos en las mejillas y frente.
Extraño, muy extraño, se preguntaba por qué era tan deshinibido, antes, y por qué ahora le costaba tanto expresarse.

Y entonces hizo algo al fin, la citó para verla y charlar. Ya se había Co fesado con ella ¿Le serviría detenerse?

En el segundo día, la comunicación, algo no muy acostumbrado por él, debía ser primero que tenerla en los brazos y respirar profundamente para recordar el acto muchas horas durante sus actividades. No, sólo abrazarla y guardar silencio no sería suficiente.

***

Los susurro de ambos eran por cuidado, la segunda reunión en acuerdo que él había sugerido, para verse en el invernadero a solas, detrás de los maceteros al final de las mesas, en la esquina izquierda que daba la espalda al pasillo externo del castillo.

Él había sido el primero en entrar, esperaba paciente que ella acuda a su última clase y después a ese lugar más oscuro junto a una de las ventanas abiertas.

Ese espacio ya los había dejado acercarse para intentar llenar la necesidad que tenían del otro.

-¿Por qué no salimos del castillo, por qué no me llevas a casa? -preguntó ella, como si fuera un reclamo. Usaba un tono de voz cuidadoso y dulce.

El mayor había acomodado las bolsas de tela con hojas de pasto seco y fino, cerca de la pared, para intentar crear un lugar que los oculte más y pueda recibirlos en descanso. Estaba sentado ahí y ella a su lado derecho, así el hombro izquierdo de él tocaba la pared y el hombro derecho de ella tocaba una de las patas de la mesa. Si alguien se escabullía ahí, él podría detenerlo antes de que los descubriera.

Snape tenía muchos hechizos que no se detendría de usar para cuidar de ella.

Veinte minutos habían estado ahí, sin querer, en silencio.

-Hermione, dime ¿Por qué no terminas de estudiar, primero? -aquello fue lo único que pudo responder, como siempre, con una pregunta.

-Porque quiero salir de aquí, es hermoso el lugar, sí, tengo muchos buenos y malos recuerdos pero ya me cansé, me siento un poco atrapada aquí ¿No te da curiosidad? ¿No quieres viajar por el mundo, tener un hogar, otras metas, hijos? -lo último sorprendió a Snape como nunca antes algo entre palabras. Le sorprendía ver que una jovencita de dieciocho años y medio de edad, le hablara de una descendencia.

-¿Tú quieres eso? -Snape no había pensado en eso y tal cual lo soltó, sincero-, no he pensado en ello, no he pensado en que tú querrías intentar hacer un niño conmigo, es tonto pensar en eso, ahora -guardó silencio unos segundos para decir-: Es un escándalo -susurró y se hizo de lado para verla a los ojos, estirar su mano y acariciar la mandíbula de ella, rápido, con sus largos dedos puntiagudos y tibios.

-No será mañana, no tengas miedo -la Gry le hacía sentir como si ella tuviera el control, lo besó en el rostro con los ojos cerrados y él se dejó-, aún necesitamos disfrutar un poco, llévame a todos los lugares que conozcas, quiero aprender cualquier cosa que quieras enseñarme, cuéntame dónde estabas cuando estabas en las sombras, y yo, te llevaré a todos los lugares que conozco y te diré en qué cosas he estado metida -pensó-, pienso en volver con mis padres, les diré que estoy contigo y ellos estarán felices por los dos, tendremos una familia un poco loca pero al fin y al cabo una familia donde celebrar cumpleaños y fiestas de navidad.

Snape la miró y le alzó una ceja, la joven sonreía porque lo último sí lo dijo en modo exagerado.

-Sí, es descabellado, y por favor, señorita, no debes de tratarme como si tuviera miedo. Granger, no me molesta hablar de esto, es sólo que no quiero que te arrepientas de haber dejado todo, deseo que termines de estudiar -silabeó lo último -¿Ya no vas a estudiar más?

-Sí, sí voy a estudiar, en Croacia, un año y luego podemos viajar. ¿Tienes dinero? Yo tengo unos ahorros, un dinero que mis padres me dejaron para la universidad si es que decidía vivir en el mundo muggle o si me casaba con alguien, son como cuarenta mil libras esterlinas.

-Esa moneda no vale nada, y sí, tengo dinero. No es para vivir por siempre de ello, sin embargo Albus me dejó una de sus bóvedas en GG y yo he ahorrado desde que comencé a enseñar en Hogwarts.

-Somos magos, profesor, eres muy hábil, vayamos a conocer el mundo.

-¿Tienes ganas de conocer el mundo, eh? —Snape se sentía presionado, no quería sentirse así, pero sostener una relación a escondidas con una Hermione, era cansado.

-Sí -dijo entusiasmada.

Snape la miró intensamente a los ojos, volteó a un lado, miró las enredaderas en la esquina y dijo:

—En este par de días, de hablar, apenas conozco quién eres, Granger, me siento orgulloso de ti, eres tan esforzada, aquello es lo primero que pienso, pero después sales con cosas que no podría haber imaginado que estaban ahí en tu mente extrovertida.

Hermione se acercó y le besó, él se quedó congelado.

Segundo después, Snape sintió escalofrío y un tirón en el vientre, muy fuerte, que lo tensó hasta el extremo de su hormonada anatomía.

Tomó confianza cuando ella salió de su lugar y se arrodilló frente a él, Snape le atrapó del rostro e intensificó el beso separando los labios para sentir más, no sólo piel tibia y seca.

Ella había empezado a desabotonar su levita pero él se frenó y volvió a ponérselo como debía estar, cerrado.

Los hechizos silenciosos eran útiles ante esa hermosa mujer.

-No, aquí no, nos conocemos físicamente, pero debes reconocer que sí hubo algo de exagerada y fantasiosa situación deshinibida en nuestra sexualidad pasada, la que recordamos. No voy a negar que quiero hacerte el amor, Preciosa Hermione -susurró grave, alentó la voz con ganas de continuar y llegar a eso, pero no quería hacerlo en el invernadero como un chiquillo malcriado. Quería llevarla a cenar, luego un hotel en los lugares alejados de Escocia, desnudarla por completo, quería tener las luces apagadas y las ventanas abiertas dejando que la luna se presente con sus diagonales brillos sobre objetos dorados en las superficies de las mesitas de noche, no quería aguantar la respiración al entrar en ella, no quería olvidarlo, quería verle a los ojos y fundirse en intensos secretos de cuartos escondidos, con fuegos artificiales de pasión, combinados con sudor y agitadas y enloquecedoras ganas de aguantar lo más que podía, sin rugir un enorme orgasmo en ella, en su joven oído -¿También tienes el recuerdo de nuestras pieles? Juro que yo las tengo, mi amor —su voz sonó grave e intensa después de haberse perdido unos segundos en el recuerdo.

-Sí los tengo, muy presentes ¿Cómo olvidar aquello? -ella agravó su voz, le gustaba, quería que pase-, por eso quiero salir de aquí, para no escondernos, señor recto.

-No es rectitud, sino responsabilidad, no podemos salir y ya, desaparecer y ya, como lo hemos visto en nuestras cabezas —habló como el típico profesor mandón, de antaño e hizo pausa—, pero podemos informar que saldremos, quizá este sábado, otra vez, a Hogsmeade.

-Ya no quiero esconderme, digámosle a la directora, Severus.

-No, no me presiones, Granger, ella pondrá límites y lo sabes.

-Dime: Mi amor, no me digas “Granger”

-No me molestes, niña —exigió poco convincente.

Él se dejó caer sobre los costales, en el suelo, lo hizo para recibir las caricias y atenciones de ella, era hermoso dejar que suceda, sentir la piel tibia de sus inocentes labios, que le entregase sentimientos pequeños y sinceros con su provocador tacto suave y carmín.

El mago no sabía por qué, a veces, se sentía como si fuera de nuevo un estudiante y se decía al volver a su mente de adulto “Le hubiera pedido que sea mi novia sin pensarlo, aunque en las sombras me persiguieran las cosas malas, para atraparme, ella me hubiera hecho un mejor hombre ahora para ella, ahora” seguía en su mente mientras recibía sus caricias “ahora es como si estuviera roto ¿Podrá descubrir eso?”


-La realidad es que no eres tan amargado —soltó ella leyendo su mente a detalle.

-Es terrible… -Snape quería decir pero se detuvo. No quiso decir que estaba mal no ser amargado o que estaba mal que lo leyera así de rápido y fácil. Él se refería a otra cosa que pasaba en su cabeza, un pensamiento de acusación.

-¿Qué es terrible, profesor? -preguntó curiosa con dulce voz.

-Enamorar a una estudiante… Es bajo, es vil, es un escándalo. También que te metas a mi mente.

-Tú no me enamoraste, mago amargado, nos enamoramos gracias a una fórmula para crema blanqueadora, no lo olvides -sonrió con timidez por aquella ocurrencia.

-Casi no recordaba ese evento, no recordaba haber arreglado mis dientes, esa podría ser otra prueba de que sí pasó lo que vimos en el profundo sueño de la inconsciencia. Ahora mírame, tengo una sonrisa seria y limpia.

-Ja, ja, ja, tienes una sonrisa preciosa… Si sabes bien que no te ríes. Y el té como a todos, nos oscureció el color natural del esmalte dentro de nuestras bocas, pero en el hospital, según lo que leí, nos dieron un tratamiento para hacer curaciones en los dientes así que todo también ha podido ser un sueño.

-¿Por qué hablamos de dientes, señorita castora?

-Ya no me molesta, mis dientes cambiaron y la sensación de dolor aún me eriza el cuello y los brazos, dolió mucho aquél hechizo.

-Sé que dolió, yo también sentí.

—Tú eres fuerte y valiente, querido Profesor Snape.

—Já, tan sólo no olvides que un corazón me late en el cuerpo.

Ambos hablaban del tema como si estuvieran convencidos que todo lo pasado y visto en sus cabezas, era real porque se sentía así.

-Severus… -La joven dijo despacio mientras se acercó a besarle la nariz.

-¿Qué, niña… ?

-¿Y si vamos a tu habitación?

-¿No te molesta un lugar sombrío, oscuro, terrorífico y lleno de olor a lavanda y almizcle blanco? -Se puso sobre sus manos, frente a ella, coqueteando dura y directamente sin temor a decir con la forma en que el aire y las palabras, al salir, hacían formas provocativas con sus pálidos y delgados labios.

-No, no, no me molesta, Severus, se hace tarde.

Fueron segundos donde se besaron aún con más confianza, como reconociendo al otro, sus movimientos y pensamientos, los cuales ya conocían a la perfección, él era tan adicto a su cuerpo, a sentirla en la intimidad, y ella quería, anhelaba esas peleas, esas conexiones profundas, esos desesperados y cansados encuentros, concretos, sentidos y completos.

Snape la había hecho sentir así, completa y quería volver a sentirlo.

Suspiraron, sonrieron con picardía y complicidad y cuando sus cuerpos estaban preparados para lo que sigue, salir de ahí, caminar tomados de la mano con la capa cubriendo sus muñecas, con empujones violentos de anhelos y deseos directo a quitarse las prendas de la escuela, justo en ese instante, un ruido los alertó.

Eran dos alumnos y pasos que se acercaban veloces a ellos.

Snape hizo el hechizo de legeremet y se metió a la cabeza de la joven.

Guarda silencio, deben ser unos infractores.

Hermione se defendió porque era hábil, el mago casi grita del susto por eso. La mujer prácticamente le respondió con la misma precisión e intensidad, otra vez le hizo sentir el estómago en la garganta, la joven era fuerte, lo intimidaba con habilidad, era nada más y nada menos que un hechizo de legeramancia, bien realizado, como sólo una bruja excepcional podía hacerlo.

No les hagas nada, desaparezcamos y listo.

Son faltas hacia la escuela, debo de trabajar, aún no hemos renunciado. Soltó el mago.

Está bien, te dejo trabajar, nos vemos mañana. Se despidió la bruja con un besito y apareció en el corredor que la llevaba a su casa.

No estaba enojada, era acostarse con él o dormir, así que se fue a su habitación.

***

Los sábados eran buenos para los estudiantes porque podían salir y para Snape y Hermione era un hermosa e íntima oportunidad de recordarse con la piel.

Agitados, después de besarse en el aula de pociones, Snape la llevó al borde de su cama para seguir.

Cerró la puerta atrás de ellos.

Le encantaba estrujarla al tomarla por la cintura, que ella metiera sus manos por su espalda por encima del levita y debajo de su capa, inclinarse a ella para alcanzar bien su hermosa boca, la cual se veía roja e hinchada por culpa de él. Tenía esa sensación en el cuello, indescriptible porque le apetecía más, y esa electricidad en vientre bajo que incrementaba el calor en su nuca y caía hasta sus muslos y piernas. Su esbelto, delgado y frágil cuerpo de mujer le enloquecía, era una debilidad que tenía que reconocer, su olor a gotas de vainilla en un caldero con flores hirviendo, estaban en su cabeza tan cerca, que creía comerla en cada inhalación.

—Mi amor —le dijo, sus ojos negros estaban cerrados, sus párpados apretados y su boca en el cuello de ella mientras sus brazos bajaron por esa hermosa cintura y espalda. Le arrugó la ropa de la escuela porque quería arrancársela, aunque se daba aliento a ser sutil e intenso. Sus manos recorrieron su cuerpo de nuevo, subieron a sus hombros y luego una de sus manos terminó debajo de su barbilla. Le acarició uno de sus pechos por encima de la ropa mientras su magia se deshacía de los botones blancos en su blusa abajo de su suéter gris rojo.

Alzó con sus manos la tela de la prenda, llevó sus manos a su espalda y en un movimiento rápido, cuando su brasier  rosa oscuro se deslizó hasta el suelo, le atrapó su desnuda delicadeza como un niño hambriento.

—Ah —ella jadeó enloquecida. Las piernas de la joven tocaban el borde de la cama, sentía que en cualquier momento, por la fuerza de él, caería de espaldas a la cama.

Snape movió su mano derecha y sus prendas cayeron al suelo con magia, como si fuera plástico unido por piezas pequeñas.

Fascinante, su forma de liberarse de las prendas fue fascinante.

—Aquella navidad, aquella navidad, jovencita… Mh —saboreaba su acceso.

La empujó sobre la cama, desnudo sobre ella.
Le quitó la falda escolar como si tomará un pañuelo y luego sólo hizo su ropa interior hacia un lado para entrar desesperado, en ella.

No había que seguir en otros asuntos porque ambos lo deseaban, tenían tantas ganas del otro que la joven al sentirlo lo ahogó en una marea tibia y suave.

—Ah, Severus, no puedo resistir más.

—Sólo un poco más, preciosa.

Él estaba igual.

Tenía tantas ganas de ella que era imposible, sobre humano, resistir el gozo lento de un creciente y dormido volcán.

Erguido, en su apretado interior, la cuál lo abrazó intensa y deliciosamente, empezó un vaivén que en pocos segundos se hizo desesperado y creciente en velocidad.

Ella cerca a la cabecera y él entre sus piernas, acariciando su pecho, acercándose a su rostro y cuello, besándola en los labios, enloquecido por la unión, por la intensidad, por el amor de ella en sus ojos al mirarle y luego cerrarlos con placer.

Se acomodaron en la cama, mejor, la estaba torturando con delicadeza porque sabía que si seguía constante ella terminaría en cualquier momento  y él moriría.

Con un pase rápido salió y la hizo girar boca abajo, le alzó las caderas y se acercó de nuevo a ella, llevó su mano debajo de su vientre y entró nuevamente.

Hacían el amor otra vez, dos semanas después del invernadero, ya no llevaban la cuenta, primero había sido en la torre de Gryffindor excitados por ser descubiertos en cualquier momento, con la puerta abierta de la habitación. Luego debajo de las escaleras del campo deportivo, como si dieran dos chiquillos irresponsables y hormonados.

—Ah -Hermione conocía la sutileza del hombre en la intimidad, le encantaba lo intuitivo que era para hacerla frenar y luego crecer tan rápido como un tornado sobre el mar.

Snape le besaba la espalda, intentaba no verle o tocarla más porque era demasiado difícil resistir en las sensaciones frente a esa increíble vista de él y ella unidos como dos imperdonables enemigos, dos rayos sujetos en la mitad de dos, matarse segundos después sin esquivar los rayos letales.

¡Santo Merlín, su cuerpo!
Casi había olvidado que era tan hermosa y perfecta.

Hermione quebró su voz, en agudo sonido exaltado, perdió fuerza de sus brazos y se aplastó a la cama sin poder más, a Snape llegó la explicación más bonita y tierna de un orgasmo juvenil, debajo de sus manos.

Cuando ella temblaba debajo de sus manos él se irguió en sus rodillas, apretó sus glúteos con sus largos dedos, y la atrajo a su pelvis con ágil y desenfrenado deseo.

—Preciosa… —su ronca voz apretada se perdió en un rugido fuerte y respiraciones alteradas.

Un par de minutos más, habiendo bajado la velocidad, la aplastó en la cama con su cuerpo y se acomodó mejor para abrazarla, acunarla en su pecho porque ella estaba de espaldas a él.

—Te amo, te amo —su voz salió en susurro, lenta y cansada.

—Y yo te amo, Severus —la joven casi no podía hablar.

Sus piernas se enredaban al pie de la cama.

Agotados, respiraban casi al mismo tiempo para tranquilizarse.

—Quédate conmigo, Severus… Vayamos a casa, te presentaré a mis padres.

—Está bien, vayamos a casa, preséntame a tus padres y que me odien, vigilaré y miraré, lo prometo, renunciaré mañana. Buscaré la manera de que salgas de la escuela.

—Ya no es necesario —la joven se giró y le dio un beso tierno en los labios- escribí una solicitud y un aviso a la profesora Minerva…

Snape se sintió preocupado.

—¿Qué has hecho, niña?

—Se lo dije, le dije que estaba enamorada de ti y que parecía que querías corresponder, le dije que no quería estar más en Hogwarts para poder conquistarte, se rió pero luego me creyó.

—Sí, debe de pensar que estás muy mal de la cabeza, Granger.

—No, parece que ya lo sabía —susurró y lo besó de nuevo en los labios, con ternura.

—¡Santo Slytherin!

***

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A continuación “Final parte 2”

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