La besaba de forma apasionada y con el pasar de los segundos ella empezó a hacerlo más lento.
Una enorme mano tomó al pocionista del hombro y lo obligó a retroceder bruscamente un metro y medio delante de Hermione, la criatura estaba frente a él, erguido.
—Vicky es mía —exigió.
Snape lo miró confundido, veía que tenía agarrada a la joven desde la solapa como un objeto inerte. Hermione estaba desmayada.
Sacó la varita segundos después, enojado.
—¿De qué hablas, fea criatura? ¡Ella es Hermione Granger, alumna de esta escuela de magia! —apretó las palabras entre dientes,— ¿Por que no nos dejas en paz? ¿Por qué nos sigues?
La criatura miró a la joven desmayada que sostenía desde la ropa, vio su rostro, vio sus labios, el mago tenía razón, ella no era Vicky.
Snape reaccionó y lo tocó un par de segundos, aquél fue un grave error.
Sintió que por un par de minutos, se perdía en sus pensamientos.
***Snape no recordaba haber despertado tantas veces en un lugar acogedor como aquél, la habitación en esa vieja casa que había comprado.
Él había hecho bastantes cambios, usado su magia para limpiar, pero aunque se esforzaba no sabía por qué razón esta no debaja de oler a alcohol etílico, desinfectante, pociones que él no hacía, él no utilizaba aquella casa para eso.
¿Acaso recordaba cómo la había adquirido?
Sí, una noche, en un mural en el callejón Diagon donde habían números, letras varias, escritos y ofertas que vendían propiedades viejas, algunas abandonadas muchos años, por muggles.
Sí, se sentía con suerte, porque la vida que ahora vivía era cómoda, lo dejaba descansar, no lo creía en todo momento, parecía como si estuviera acostado tantas horas como nunca antes, como si todo el tiempo estuviera descansado.
Se preocupaba por las clases en Hogwarts, en esa guapa y joven mujer y, nada más le preocupaba.
Hasta que apareció esa fea criatura.***
Gracias a Merlín pudo regresar con la idea de llevarse a Hermione lejos de ahí.
Snape lanzó un hechizo que hizo flotar a la joven metros arriba sobre sus cabezas y se alejó lo más que pudo sin dejar de observar con detenimiento a la criatura, este parecía estar confundido.
Y entonces ahí, en ese ambiente cargado de una sensación desagradable, Snape lo vio desaparecer, sin saber que se había transportado a otro lugar o simplemente, camuflado, no sé escuchó nada, se alejó con pasos lentos para salir e ir hacia el bosque prohibido.
El mayor miró el cuerpo de Hermione, lo bajó con cuidado y lo levantó entre brazos para llevársela a la enfermería de Hogwarts, se sentía bien cuando podía tenerla cerca.
Aparecieron juntos frente a Pomfrey, se miró con la enfermera por unos segundos y luego la posó sobre la primera camilla que encontró.
—¿Ella está bien? —la bruja tomó su varita, apresurada, hizo un lumus y llevó la punta de esta a los ojos de la joven mientras que con su otra mano le separó los párpados— Profesor, últimamente se siente cómodo al venir aquí ¿Me va a decir qué pasó o se va a quedar callado? —dijo después de dos minutos que esperó que él diga algo.
—Una criatura la asustó, no creo que tenga algo grave, sin embargo la sostuvo con mucha brusquedad desde el pecho —no quería dar tantas explicaciones. Ponfrey no tenía la culpa es cierto, sin embargo le molestaba en demasía que la gente se detenga a preguntar en vez de accionar en un momento así.
La enfermera dirigió sus manos a la blusa de Hermione para abrir botón a botón con dirección a sus pechos y parte superior de su estómago.
El brasier de ella, color rosa fuerte relució también frente a los ojos de Snape, el profesor se veía nervioso y preocupado, eso era tan extraño, un evento expuesto por el pocionista de Slytherin, nunca jamás visto.
La enfermera lo había olvidado, esa joven ya no era una niña de catorce sino físicamente una mujer, se arrepintió rápido por exponerla delante de los ojos de un varón.
—Lo lamento, profesor, tiene que salir, le notificaré cuando ella despierte.
La joven se removió debajo de sus manos, estaba despertando.
Pomfrey se apresuró a cubrirla con una sábana, una que descansaba sobre lo largo de otra camilla. Mientras hacía, le vio el rostro al mago, su ceño, y cómo este cambió el semblante al darse cuenta que la prefecta de Gryffindor salía del desmayo.
Snape se acercó presuroso a hablarle, tomándola por los hombros, con cuidado, sus grandes manos la tocaron con delicadeza en el rostro y mentón.
—¡Despierta —susurró suave, grave—, jovencita guapa, abre tus ojos, estoy aquí!
Un par de ojos impresionados saltaron de sus órbitas, las manos de la enfermera fueron a parar a su boca, asustada.
¡Snape le acababa de decir “guapa” a una alumna, más específicamente a Hermione Granger!
¿Era acaso que había escuchado mal?
—Sev… Severus —la voz débil, de aquellos labios suaves y carmines, revelaron lo primero que estaba en la cabeza de la menor. El nombre de su profesor, era un atrevimiento de confianza, para la bruja medigama.
—Mi amor —soltó Snape a propósito, después de escuchar que estaba mejor, le importaba un pie de mandrágora lo demás. Miró de reojo a la enfermera para tener dentro de él una fiesta divertida al sorprenderla más, ellos eran amantes en el silencio y a escondidas, nadie podía si quiera imaginar que estuvieran juntos. ¿Cómo podría ser posible que él, un hombre tan cerrado y frío como un hielo pudiera tener algo íntimo con una alumna tan tierna, buena e inteligente?
—¿Ustedes dos son algo, familia o parientes? —la enfermera ya estaba temblando, no podía creer otra cosa.
Snape negó y alzó una ceja en acusación.
—¿Cree que tengo cara de ser su padre o un pariente? —el hombre no iba a cambiar, era muy rudo para hablar —Ser pariente de ella sería lo único que podría detenerme de quererla —al mayor no le importaba encender más el fuego de la chismosidad.
La mujer negó nerviosa, aún con la mano derecha tapando su boca y la izquierda tocando su clavícula.
—No ¿Por qué le dice “mi amor” a usted, es porque alguien le dio de beber poción?
Snape suspiró como en un ensueño interno, aquello le ocasionó leve culpa. Segundos después, burlándose de la cordura de la enfermera pensó en lo mal que se pondría al enterase aquel asunto donde un profesor de casi cuarenta años de edad, salía con una estudiante de casi veinte. Tomó aire y le dijo:
—Tenemos una relación amorosa, íntima y pasional —exageró en la pronunciación, por dentro se moría de la risa—, ¿Me va a decir que no lo sabía?
—Por su puesto que no lo sabía, profesor ¿Cómo saberlo? Esto es… Esto es… Es imposible, inaudito, una broma de mal gusto.
—Mh, me sorprende que Minerva no haya abierto la boca para divulgar esa broma.
—¿Por qué la directora contaría algo así? Y además usted es un miembro muy recto de la docencia en Hogwarts ¿Cómo saber, que le agrada romper reglas?
Mientras tanto Hermione despertaba y se hallaba lentamente en el ambiente.
Snape hizo una mueca dándole la razón al apretar sus labios e inclinar muy sutilmente la cabeza, hacia un lado.
—No rompemos reglas, al menos no ahora —acomodó a Hermione sobre sus brazos para llevársela a otro lado—, Ella es mayor de edad, muy inteligente y yo soy un solitario Slytherin en busca de compañía y atención mientras me dedico a investigar, todas las personas tienen oportunidades, también merezco que un par de manos delicadas, me acaricien, y que una suave voz me arrulle después del cansancio —su voz dramática aún se burlaba de la bruja pero ella sí creía eso, que él era un hombre necesitado de atenciones, no en relación específica con la sexualidad.
—No sé qué decir —al fin bajó sus manos—. Yo, no tengo nada más que preguntar… Si ella se pone mal o tiene alguna reacción grave, la trae aquí, profesor.
—No dudaré en traerla, señora.
Snape ya no tenía ni idea de dónde llevarla así que la llevó a su torre, a la cama que tenía junto a la alumna Wesley.
Habían dudas en la cabeza del hombre ¿Por qué, ella parecía que tenía razón, cuando dijo que él últimamente quería estar en la enfermería?
Severus se preguntaba ¿Acaso no soy capaz de curarla?
—Profesor…
Una voz susurró a sus espaldas cuando él colocaba a Hermione en su cama.
—Señorita Wesley, ya déjeme en paz.
—Pero ¿Qué le sucede a Hermione?
—Sufrió un desmayo, y si la deja descansar se sentirá mejor, muy pronto.
—¿Ya todos saben que ustedes dos están juntos, cierto?
—No, no sé ni me interesa si otros se están enterados.
Snape miró directo a los ojos de la pelirroja, quería que se callara.
—Uy, profesor, no se enoje conmigo y bueno… Tiene razón Hermione, usted tiene una mirada muy intimidante, me ha dicho también algunas otras cosas… Como que usted es fuerte, le gusta luchar, besa bien. Y si su relación se complica, yo le animo a que siga, haga las cosas a su antojo, luche hasta el final. ¡Levántese contra todo!
El hombre estaba confundido ¿Por qué la pelirroja Wesley hablaba así? Él pensó, equivocado, que ella volvía a coquetear, quizá hablar en doble sentido o algo que provocara una situación de juego y morbo.
—No deseo tener otra vez, la misma conversación con usted, sí he leído sus cartas anónimas preguntándome si soy buen amante en la intimidad. Preguntando si leo a los muggles y sus revistas de sexualidad. Soy alguien que le gusta hacer las cosas bien, eso ya se lo debe haber contado la señorita Granger y lamentablemente usted no puede ni podrá comprobarlo, así que no insista y aléjese de mí.
—¿Por qué no? —Estaba nerviosa, pero esos sueños pasionales con el profesor la tenían muy inquieta. Si él trajo eso a conversación, entonces tenía oportunidad en ese instante. Ella no sólo quería darle ánimos.
—Soy el novio de su amiga y usted sueña conmigo casi todas las noches, aquello no es correcto u honorable, no es decente y no pasa por mi cabeza como una posibilidad. Sólo hay una cosa que puedo hacer por usted —la barrió de pies a cabeza y cruzó sus brazos después de ponerse de pie.
—¿Qué hará?
—Voy a borrarle la memoria.
—Está bien, si eso nos ayuda a ambos, está bien.
Snape sacó su varita y pronunció despacio y lento, apuntando en esa cabeza rojiza.
—Obliviate… somnum penitus —las últimas palabras las dijo para dormirla profundamente.
Oh Merlín, voy a tener que llevármela a otro lado, la torre de Gryffindor es una pesadilla. Tomó a su alumna de rizos castaños, de nuevo en brazos, y la hizo desaparecer con él.
Al aparecer estaban en un lugar oscuro, cerrado y frío, si Hermione hubiera estado despierta lo hubiera podido identificar rápido.
Sí, estaban en la casa de Snape, otra vez, un escondite en el lugar, un sótano que había sido modificado con mucho tino como prevención.
Severus se acostó a su lado en esa enorme cama de más de dos plazas, le quitó la ropa de la escuela y la dejó en interiores. Él se quitó el levita, la camisa y el pantalón, se tapó con la misma sábana y cerró los ojos para obligarse a dormir.
Mientras el silencio y la oscuridad los envolvía a ambos, un ruido lejano lo despertó, fue como si se hubieran caído mucho implementos de metal, y el olor de un perfume se hubiera derramado en el ambiente, era el perfume de ella, ese aroma incrementó muy fuerte, era suave, era embriagante.
Sólo así abrió los ojos viendo a su lado, su gran pálida mano, la cual descansaba en la cintura de ella, horas antes, ahora estaba sobre la cama.
Ella no se había ido sino que estaba a menos de un metro, al filo de la cama.
Suspiró al haber sentido temor unos instantes, se maravilló al verla boca abajo, descansando como una inocente hoja de menta en la noche, la cuál se encoje para protegerse del frío.
—Estás tan hermosa… —susurró, adoroso porque ella tenga sueños con él. Extendió su mano para tocarle la cintura y así conseguir que vuelva a estar junto a su alto cuerpo.
—¿Cómo llegué a tu cama, brujo? —su voz se escuchaba suave, somnolienta, cariñosa.
Snape bufó como si quisiera empezar a renegar, porque pensaba que estaba dormida. Ella se giró completamente para verlo, este ya estaba semi sentado viéndola de forma intensa con esa cara donde debía adivinar lo que pasaba por su mente.
—Te traje yo, la pregunta es tonta —suspiró—, ¿Tienes frío?
—Te escuché molestando a la enfermera, te vas a condenar por ser tan malo. Y no, no tengo frío.
—Todas las brujas y brujos del castillo me valen menos que un bezoar.
—Parece que siempre estás molesto ¿Te haría sentir mejor si te digo que esa forma tuya me gusta en vez de causar en mí algo negativo? Sé que cuando te hable con amor vas a venir a mí sin pensarlo dos veces.
Snape bufó. La seguridad de ella le hacía sentir en un reto constante.
—¿Tienes ganas de molestar?
—No, señor. Tengo ganas de otra cosa —se arrodilló en la cama y se acercó a él quien se quedó viéndole los labios, la cintura y esas piernas visualmente suaves.
Snape separó los labios para recibirla y aquella hermosa mujer lo besó despacio, tan suave que después de casi un minuto le arrancó un quejido.
Sí, le arrancó un quejido a él.
—Estamos solos, hagamos lo que tengamos que hacer y digamos lo que tengamos que decir.
Snape la abordó hasta estar sobre ella, con el rostro cerca y sus cabellos lisos tocándole el rostro.
—¿Voy a empezar yo?
—No, tú guarda silencio —ordenó—, Vámonos lejos, de Hogwarts y de esos locos monstruos de casi dos metros y medio. Déjame estar tranquilo una sola vez en la vida, quiero disfrutar, jovencita, quiero tenerte para mí solo.
Ya no quiero verle la cara a Minerva y menos a esos Gryffindor que me van a desquiciar.
—Sí, está bien, podremos hacer todo eso…
—Hay otra manera de titularse, sin ir a la universidad, yo voy a ayudarte y seré tu maestro en la materia que tú desees.
—¿Mi profesor? Pero eso es, ¿Hablas en serio?
—Por su puesto que sí.
Hermione se abalanzó a abrazarlo y lo estrujó como pudo.
Snape cerró los ojos y se hizo hacia atrás sosteniendo el delicado cuerpo de ella sobre él, muy pegado a su vientre bajo.
—Te amo, Severus Snape.
El mayor se debilitó al escucharla, sentir su cuerpo, lo tibio, esa cosa, ese sentimiento que le trasmitía escucharla decir aquello, lo hacía tan frágil.
Su voz se apagó en un susurro, ella tenía razón, no podía resistir ir tras ella porque la quería, la necesitaba.
Intentó dejar libres sus emociones y sentir mientras decía.
—Sí, así voy a abrazarte, en este abrazo total, cerca tan cerca, para decirte al oído que te amo y que mi corazón es tan tuyo, Hermione.
Snape la besó en el cuello, le besó el rostro y luego los labios, se unió a ella en esa caricia húmeda, la piel de ambos en sus bocas sentían roces, apretones, como si se juntaran dos piezas blandas que encajaban perfecto. Luego también estaban sus lenguas, la libertad del movimiento y la constante pelea interna que luego se convertía en una danza, abrazos, intimidad, lento.
Le gustaba cómo ella le respondía, era un gusto tan fuerte abarcar todo ello en el pecho porque la mujer que tenía en brazos le daba lo mismo o más que él, se entregaba con unas ganas de hacerlo sentir completo, jadear por falta de aire, al separarse y detenerse.
Y eso, ese olor tan fuerte y a veces suave, de aquél perfume floral.
—Me gustas tanto, Severus —le habló despacio, como en una confesión. Aquella voz dulce y sensual le quería arrancar el cerebro.
—Y tú me vuelves loco, Granger, Mh, estar contigo en la cama es un premio que no podía ni imaginar.
Hermione alzó las manos sobre su cabeza porque él se las sostuvo, le quitó el brazier y dejó que sus pechos fueran libres delante de su vista negra y atenta.
Ella incrustó sus dedos en sus cabellos negros para besarlo en la boca mientras lo atraía hacia ella.
Él después de unos segundos ya había atrapado uno de sus senos para acariciar y amasar, un toque para esa locura y delicada piel rosada, porque se esforzaba para que fuera así, nada brusco, nada impetuoso, sino dejarse llevar en algo lo más duradero posible. Le agradaba que ella sintiera placer, que ella diga lo que sentía al estar así, abrazados, le gustaba arrancarle suspiros y celos fruncidos, profundas y notorias notas de placer de sus labios. La veía subir el rostro, la sentía, y después de haber metido aquella piel en su boca, su espalda se quebró hacia atrás.
Ella era la imagen más erótica que nunca hubiera podido soñar.
—Mh, ah…
—¿Vamos a disfrutarlo, siempre?.. —el mayor tentaba esa delicada piel con su lengua y luego volvía a meterlo en su boca al succionar despacio. Tenía los ojos cerrados y su rostro el cual siempre estaba pálido ahora se veía sonrojado y sus venas sostenían una violenta forma de latir en su corazón.
La iluminación eran dos teas en lo alto, un par que él había encendido con su varita cercano a ellos para intentar proporcionarlos de calor porque el lugar no tenía chimenea.
El mayor fue hasta su otro pecho y se deleitó en uno y en otro repetidas veces, disfrutaba mientras el estómago aún le hacía sentir culpable.
—¿Por qué me dejas, por qué me amas?.. —soltó despacio mientras bajaba por la mitad del pecho de ella.
No entendía cómo era que la tenía con él, cómo era que ella gustaba tanto de sus caricias, le gustaba cuando la besaba en cada centímetro de suavidad, en cada milímetro de esa aterciopelada delicadeza. Su piel era hermosa, su sabor era como la vainilla y ahí en lo más exclusivo para él, tomar de ella era un privilegio de la realeza.
Se puso de rodillas en la cama, su rostro mostraba complicidad, quizá también sus ganas de ella, las ganas de tomar ese tren sin rumbo e ir con ella a donde sólo podían llegar solos, sin que nadie lo sepa, sin que nadie los señale.
La hizo caer hacia atrás, suave, como si ella pudiera lastimarse si usaba leve intensidad.
Se hizo hacia ese bello cuerpo tendido, la miró un instante a los ojos como en aviso de lo siguiente que haría. Sujetó con sus labios, esa ternura y femenina figura, al bajar y llegar frente a su pelvis, en su cabeza al mismo tiempo, veía ese día cuando la tuvo por primera vez, aquél descubrir qué caricias le gustaban en esa hermosa y pequeña llave de placer. Mientras su lengua la acariciaba y probaba en una fantástica oportunidad de notas dulces, esa joven mujer de rizos castaños, se retorcía debajo de sus manos, su rostro y sus párpados apretados le encantaban cuando se mostraba en gusto por sus movimientos y su voz, la voz de ella le taladraba los oídos con placer.
Usó su mano derecha para aumentar el contacto y las caricias que empezó a sentir ella, sensaciones de posesión, apretadas, desde el principio de sus falanges al entrar y salir de su precioso cuerpo.
Hermione no se detuvo de expresarse y adorarlo con su voz, decirle si era intenso, más rápido o lento,
le gustaba que le diga, ella era su compañera y era suya en ese instante así como él de ella.
Estaba tentado a dejarla acabar así pero un capricho repentino le provocó.
Quiso proponer un contacto natural, lento y mortal.
—Pienso en que… Te gustaría acabar una vez, primero…
La voz del hombre fue apretada entre sus dientes, acercó su rostro mientras seguía afanoso y ella, desesperada no iba a poder más.
El mayor la hizo sacudir una vez, agitada, con un mano en sus rizos y la otra en su pecho, apretándose y arqueando la espalda atrás por el placer. Con un hermoso ruido desesperado en sus labios.
Y cuando ella paró, él no lo hizo. Siguió y siguió hasta que ella le rogó parar un instante porque quemaba el contacto y luego se hacía frío.
—Vamos, puedes hacerlo de nuevo, mi amor, hazlo… —sus palabras salieron en un tono desconocido, a ella le pareció tan exitante además de que ya moría por sentirlo.
Hermione subía de nuevo, mordía sus labios, lo que él hacía tenía que ser lo más excesivamente estimulante que había sentido alguna vez, y aunque ahora era más lento como una tortura, aquellos labios delgados y pálidos, junto a esa lengua áspera y húmeda, la hacían ver estrellas en un cielo claro y resplandeciente por el sol.
—Ah, te necesito, Sev… Erus, por favor, ven conmigo.
Él estaba listo desde el principio.
No se tardó en quitarse la ropa interior y en menos de unos diez segundos halló la manera de unirse a ella con todo el control que se dio ánimo a conseguir en la entrega y apretada forma de ser recibido.
Estar con ella era así, intenso, desesperante, hermoso. Ella jadeaba y luego él la acompañaba, las caderas de él se acercaban y alejaban mientras sus brazos se sostenían a ambos lados de los hombros de ella, a veces dejaba un poco el peso de su barbilla puntiaguda en la frente de ella cuando hacía la cabeza atrás y otras buscaba la mejilla derecha, el cuello de ella para acariciar.
La cama sentía los cambios sutiles de peso, en un instante él ya había encontrado la forma de acomodarse frente a ella, acostados de lado, en una unión que llegó sin ser forzada, perfecta, bonita, enloquecedora. Le gustaba verle el rostro, su boca roja por culpa de él, su ceño fruncido al inclinar el rostro a ella para besarla despacio, tocarle los labios mientras se unían una y otra vez con lenta sensualidad, cada estocada ver cómo ella se apretaba más, se sentía más húmeda, se dejaba llevar, sus párpados se cerraban con ardor y sus cejas hacían gesto de perfección.
—Ah primor sí, me encantas —jadeó muy fuerte en tono alto, con tono desperado y apretado entre dientes—, Ah primero, necesito más de ti, disfrutemos esta maravilla, Mh sí, eres mi maravilla. ¡Ah Merlín, cuánto me gustas!
La besó más y más.
—Sí, yo quiero Mh ¡Sintamos esto, juntos! —el tono de ella se apagaba, también subía alto y agudo, se entre cortaba y más porque él había aumentado la agilidad.
—¡Hazlo, oh sí! —soltó exitado.
Se subió sobre ella al ver que quería tocarse para sentir más, entonces él lo hizo, la tocó mientras siguió y siguió y siguió hasta que su cuerpo delgado volvió a sacudirse pero esta vez sosteniendo su firmeza dentro de ella, cada que llegaba a lo más profundo de su espacio.
Snape encontró el ritmo perfecto cuando su hermosa Hermione encontró el principio de su orgasmo. No era un experto en su cuerpo, aún no, pero ya la había visto subir en esa fase final, sabía cómo comenzaba y aquello le llenó el pecho de satisfacción, lo haría encontrar el éxtasis, rápido.
Aguantó el aire todo lo que pudo y al escucharla en todo sentido, se dejó ir, para así crear un momento perfecto, juntos y cansados.
—¡Merlín Merlín, ah cariño! —vio el techo, la oscuridad.
La Joven lo acarició, sostuvo su vientre con su mano derecha mientras fluía constantemente.
***
Agotados, tan débiles por el amor, se acomodaron en la cama debajo de las sábanas, respiraron primero con dificultad, exaltados, para luego terminar lento, calmo, pacífico.
El mayor, tomó la mano de ella y le beso muchas veces la frente.
—Me gusta cómo hueles.
—Seguro te embriaga como a mí me pasa contigo. ¡Estar contigo es embriagador!
***
Snape sintió dolor, al quedarse dormido profundamente, sintió dolor, dolor y vacío. Se habló así mismo en la oscuridad y el silencio.
—¿Dónde estoy? ¿Por qué parece un sueño, otra vez? ¿Dónde está ella?
—¡Profesor, cálmese, cálmese! —Ginny sujetaba su cabeza con una toalla húmeda. El hombre tenía fiebre otra vez. Aunque está vez era diferente, se movía, estaba conciente.
—¿Dónde diablos estoy? —tenía dolor mucho dolor en el pecho.
—Calma, calma por favor.
—¿Qué me hizo esa criatura? ¿Me la ha quitado? —quería salir de ahí y buscarla.
Ginny lo miró con tristeza.
—¿Quién, señor, de quién me está hablando?
—Quiero verla, necesito verla.
Ginny se apartó, tapó su boca y retrocedió hasta donde estaba su hermano. En el ambiente también estaba una joven de Slytherin, el doctor que corrió rápido a la habitación y una enfermera.
—Ah despertado al fin, doctor —dijo Harry quien estaba al fondo de la habitación.
—¿Dónde está ella? —el hombre intentaba sentarse pero muchos cables estaban incrustados en su carne —¿Qué sucede, por qué me torturan?
—Señor —Harry se acercó, el pocionista apenas abría los ojos—, señor estamos en una clínica privada, en una clínica Muggle cerca de Londres.
Snape empezaba a hiperventilar y al mismo tiempo trataba de controlarse porque le dolía el pecho, le dolía mucho.
Al cerrar los ojos la veía a ella, a ella, quería verla, quería saber que estaba bien.
Su mente se desconectó un instante mientras se escuchaban los ecos de las otras voces llenar la habitación.
La respiración que salía por sus fosas nasales, había empezado a sonar muy duro en sus oídos junto a los latidos de su corazón. Y entonces, ahí en la confusión pronunció algunas palabras, palabras y hechizos que sólo él sabía para poder olvidarse de todo a su alrededor y ordenarle a su corazón que se detuviera de estar tan agitado y preocupado.
Miró a su derecha y con otro hechizo más se hizo de su varita.
—Se empieza a estabilizar —Ginny estaba ahí como otras veces le había tocado, vigilar al mayor y mantenerlo en secreto, leyéndole libros de árboles, libros de pociones e incluso sus propias revistas muggles cuando se aburría.
El pecho de Snape empezaba a crecer y bajar más despacio, se mareaba pero también empezaba a calmarse.
—Que alguien me diga ¿Qué ha sucedido? ¿Dónde está Minerva McGonagall? ¿Dónde está la prefecta Granger?
Harry vio las lágrimas de dolor que él derramaba por las mejillas.
—Señor, la directora está en Hogwarts, mis compañeras Hermione Granger, Parvati y Lovegood, están en esta clínica, están en cuidados intensivos. Lo lamento, señor, muchos han muerto.
—Pero ¿Por qué? Dime ¿Qué sucedió con la prefecta Granger? Se supone que usted debía de protegerla, niño tonto.
—Ella fue quien lo trajo aquí, a usted y a mis compañeras. Ellas fueron heridas después de que Voldemort murió. San Mungo ya no era seguro y por petición de la directora este lugar se implementó para atendernos a todos, a todos los que salieron de Hogwarts. Usted llegó primero a San Mungo y cuando tratamos de ayudarle, el salón que lo dejaba recuperarse fue atacado con una explosión provocada por Mortífagos, los últimos que quedaban. En esa explosión mis compañeras fueron lastimadas.
—¡Merlín, tengo que poder!.. —Se arrancó las intravenosas con la mano izquierda— ¡Quiero ver cómo está ella! ¡Alguien tiene que decirme algo! ¿Dónde está? —Gritó.
—Señor no, por favor.
—Dime Potter, o juro que voy a cruciarte —Soltó débil viéndolo fijamente con cabeza, levemente hacia abajo, lo amenazaba con la mirada.
Harry decidió decirle porque pensaba que así iba a estar tranquilo, si veía a la persona que lo había salvado. Eso estaba en la cabeza del joven, que el mago quería ser agradecido.
—Tres habitaciones, vaya por el pasillo ¡Por favor prometa que regresará, si no se conecta, es peligroso, puede morir.
Harry acusó a Ginny con la mirada por haber dejado la varita del mago cerca de él, dentro del cajón en el mueble a su derecha, el pocionista no perdió el tiempo ya que el objeto era lo primero que buscaba al despertar.
Antes de sentarse, ya había hecho el hechizo silencioso de Accio
Snape estaba molesto, su mente trabajaba con velocidad diciéndose la verdad, con preguntas duras y decepcionantes ¿Qué tanto había pasado entre ellos?
La adrenalina que tenía recorriendo su cuerpo, esa aura decidida y negra, hizo retroceder a todos y en tres pasos seguros llegó al marco de la puerta donde se sostuvo para tomar fuerzas y caminar, su cuerpo se sentía pesado. Los piquetes de las agujas donde estaban las intravenosas le estaban sangrando gota a gota, lento.
¿Qué sucedió, Hermione? ¿Por qué viniste a mí? ¿Por qué me buscaste? ¿Acaso todo fue creado por mi cabeza? Es imposible, todo ha sido tan real, puedo contarte los detalles, día con día, no puedes estar mal, no puedes estar así.
El pocionista veía en su mente cada momento donde estuvo con ella, su comportamiento, Lucius, la forma en que ella le hablaba de estupideces y él escuchaba, atento. Los besos, las caricias estaban ahí en su cuerpo, como si hubieran pasado horas atrás.
Salió por el pasillo con la bata amarrada por detrás y así abrió dos puertas antes de llegar con ella. Sí estaba débil, pero necesitaba llegar con ella cuanto antes y hacer lo que sea para que lo mire así como solía mirarlo, que le hable como ella solía hacerlo.
En el lugar estaba la madre de Wesley, quien volteó exaltada al verlo entrar, los ojos negros del pocionista vieron su cuerpo tendido, su ceño relajado, y ese cabello rizo amarrado en una coleta quizá por las enfermeras.
La señora Molly sólo atinó a decir:
—Está durmiendo, salió de cuidados intensivos hace nueve horas pero le dio fiebre nuevamente y por eso la trajeron aquí, usted también tuvo fiebre pero creo que es imposible recordar ya que ha estado inconsciente. Agradezco a Merlín por eso.
El mago sólo la miró con rostro recto, el cual empezaba a estar triste.
—Ya no hay que preocuparse, está respondiendo a las pociones así que despertará cuando haya descansado lo suficiente —la señora Molly empezó a llorar, recordando todo lo que Harry le había dicho de él—, Le debo la vida de mis hijos, profesor, muchas gracias.
Él ignoró aquello.
—¿Cuánto tiempo lleva aquí? —el hombre se sentía cada vez más débil.
—Menos de un mes, desde el uno de junio.
—¿Y yo cuánto tiempo, será acaso que desde mayo?
—Sí, desde el seis de mayo —dijo lento, sin dejar de tener esa cara de tristeza y preocupación al ver al hombre así —Estuvo unos días en San Mungo.
Molly sentía tenía temor porque no lo había tratado o conversado con él antes, tanto tiempo, tan cerca, con su mirada puesta sobre sus ojos de madre.
Snape se dio la vuelta, caminó lento por el pasillo esforzándose por erguirse y no verse tan débil de lo que ya se sentía. Regresó hasta su cama, se sentó y tocó su cabeza con ambas manos porque lo que Molly Wesley le había dicho, había sido la noticia más triste que podía recibir ese día.
—Señorita Wesley —se estaba aguantando de llorar —Dígale a todos que salgan de aquí, necesito preguntar algo, a usted —bajó su cabeza y se dejó conectar de nuevo, tenía que estar bien, tenía que estar bien y ver despertar a Hermione.
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—Salgan por favor —la estudiante dijo a todos los que estaban a la expectativa e impaciencia, curiosos de saber qué iba a pasar con ese hombre. Su voz fue suave, cuidadosa de alterar al pocionista.
Los presentes se movieron, no podían evitar ver al paciente, cómo este se tocaba las sienes y luego las cejas, su rostro denotaba dolor, desesperación.
Cada quien tomó sus pertenencias, bolsos o mochilas, incluyendo ese doctor de cabellos negros y largos, con una placa en la solapa enseñando ese nombre “Mottosky”, el hombre de bata larga salió por la puerta.
Ginny se acercaró con temor a la cama con la cabeza viendo al suelo.
Las enfermeras lo dejaron después de que habían terminado de colocar otra vez, las intravenosas de poción en ambos brazos.
—Señorita Wesley, necesito saber qué sabe de mí y de Hermione Granger —sus palabras fueron cuidadosas, lentas, como él solía hablar.
La alumna subió el rostro y lo miró directo a los ojos.
—Sé que usted fue atacado gravemente por Nagini, la serpiente de Voldemort, sé que mi compañera le dio algunas pociones después de que habló usted con Harry, intentó hacer lo posible para salvarlo por eso estuvo con usted los primeros días en el hospital junto a Luna. No sé más.
—¿Hoy he despertado por primera vez?
—Sí, señor, empezó a mejorar desde hace una semana atrás —su voz no era segura, temía de que él le hiciera algo o se enojara.
—¿Cuándo fue el ataque a San Mungo?
—Ocho de mayo.
—Otra pregunta más, la última —¿La prefecta Granger estuvo en tu casa la navidad del año pasado?
—Sí —dijo segura —ella vino con nosotros el día veinticinco desde muy temprano.
Snape asintió e hizo un gesto con la mano para que se fuera.
Al dejarlo solo se habló, el mayor se habló en la mente.
¡Merlín! ¿Quiénes eran esas criaturas? Tengo que saber más, tengo que hablarle y estar seguro de que esto no lo han provocado, ellos. ¿Dónde está mi respuesta? ¿Acaso era así? ¿Por eso parecía que no podía tenerla?
Si pude llegar a ella y crear todas estas posibilidades en mi estúpida cabeza, entonces puedo hacer lo que sea para volver a tenerla.
***
Al siguiente día, cerca de las siete de la mañana, una estudiante de Gryffindor, con un peso de cincuenta kilogramos y un pronóstico de alta a fracturas en su muslo derecho, un tobillo y un brazo, además de quemaduras de tercer grado, despertó como estaba previsto, sin debilidad y con la voz clara, sus primeras palabras pronunciadas, fueron un nombre.
—Severus… —su voz somnolienta regresó con seguridad cuando la madre de Ronald Wesley la había dejado para ir a ver a Luna.
La enfermera medigama tomó sus lecturas y le preguntó porqué estaba ahí con ella.
—¿Por qué llamas a ese paciente?
—Merlín, yo, creo que… —cerró los ojos de nuevo, confundida—, Creo que he soñado con él.
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Snape no es raro
“Todas la cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo”
—André Gide.
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