Beso Francés Capítulo XVI Juguemos En El Bosque… 🏕

 

—Se ve cansada —Minerva habló cerca del mago de Slytherin.

El hombre la ignoró.

Snape estaba preocupado, había sido buen tiempo en que no le quitaba la mirada, en intento de descifrar el problema de sus párpados hinchados, su leve ceño fruncido el cual parecía impreso entre sus cejas con crueldad.

Su semblante era algo inédito, no había visto ese rostro tan triste en ella, ni si quiera cuando se había portado como un patán.

Después de que él había acudido a esa joven para recuperar algo inexistente, sintió la necesidad de descubrir lo que pensaba en los silencios, en la calma y en esa mirada clara, dulce y castaña, perdida como un pequeño gato en un enorme bosque.

Se sentía así, con necesidad de saber, no por inseguridad ya que ella le había confesado primero que estaba enamorada, era esa necesidad extraña de cercanía, una que no había sentido nunca. No creía que podía existir tal conexión con ella, no creía que podía existir un “nosotros”, esa situación no la había tenido con nadie más y ahora sabía la razón, aunque fuera algo imposible.

Esas mujeres con las que había estado, nunca se entregaron realmente a él como ella desde el inicio. Su inocente curiosidad, su forma de verlo, sus juegos y ocurrencias que le gritaban que la joven podía enloquecerlo, lograr que pierda la paciencia rendido.

Y ante el interés de ella, ante sus atenciones sólo cedió, porque era una persona respetable, inteligente y responsable, no una caprichosa, una niña aventurera sino una mujer con una razón realmente importante.

Hermione lo había traspasado esa noche, aún recordaba sus palabras y aquello donde decía que no le importaba no ser correspondida por él.

Y en el principio, cuando se enojaba por la pérdida de tiempo con él y su resistencia de tenerla cerca, sí le había contestado un sin fin de veces pero nunca le hubiera faltado el respeto.

Merecía su admiración aquel entonces, admiraciónes y pensamientos, un cuestionamiento serio en la cabeza de un hombre de treinta y siete años de edad.

¡Merlín es una locura tener su atención y respeto! Pensaba mientras no quería distracciones.

¿Cómo podía creer que con cada encuentro ella se dejaba conocer, cómo saber que con cada disposición en la curiosidad, en la intimidad, él quería igualarla, cómo saber lo que pasaba en la cabeza de una joven. entregarse era así, con justicia, disfrutar de cada tacto y derramar esas canciones y emociones sin interesarle perder el pudor en los oídos de un hombre al que antes, llamaba profesor?

Odio era lo que esperaba, como sintió después de aquellos encuentros con algunas extrañas, sus caras comprometidas a mentirle, pero no ella, ella era diferente, ella y su delicada naturaleza de mujer, su desnudez de sólo un maravilloso sueño, aquella estudiante, una prefecta interesante, tenía que ser exaltada tan sólo por esa inexplicable forma de sonreírle y esa forma en que pronunciaba su nombre en su adulto oído, en la intimidad, sí, cuando lo más alto eran sus respiraciones y latidos, además también cuando el silencio lo confundía.

¡Merlín, me ama! Se dijo en la mente ¡Merlín, cómo lo hice! Se animó a perder miedo de acercarse a preguntar lo que pasaba, si es que de verdad tenía que escuchar.

Lo sabía, lo intuía.

—Se ve cansada —Minerva habló cerca del mago otra vez, con más energía.

El mayor soltó un bufido con ganas de lanzarle un lobo encima para que la desaparezca de en bocado.

—Minerva… ¿Puedo saber por qué crees que puedo adivinar el tema de conversación que quieres conmigo? —soltó molesto, sabía a lo que se refería la directora pero era incómodo, no cabía duda que en el puesto de directora ejercía con excelencia aunque como compañera no era agradable.

Si lo fuera se hubiera aprendido su rutina diaria en la mañana o su adorable y anhelado silencio mientras empuñaba el asa de una taza de té.

—Hablo de la señorita Granger, Severus, parece que te has olvidado lo que con cuidado me confiaste hace unos días.

—No olvido nada y menos si tiene que ver con ella —si tono se hizo neutro, intentaba ignorarla, lo único que importaba era ella, Granger.

—Mi deseo y petición es que no la presiones en el trabajo —dijo despacio, intentando no alterar el poco e inestable humor del mago—, su rostro refleja mucho cansancio, bastante tiene con sus clases.

—Quedé con ella a darle las clases por escrito antes de que las tome conmigo, así podrá asistir al curso sin preocuparse en sus responsabilidades de estudiante.

—¿Le dijiste lo mismo que a mí? — no quiso ponerle tanta importancia porque sabía que se metía en temas personales—, eso de que estás interesado en ella más que como un mentor para el curso de pociones y Dcao.

Snape desencajó la mandíbula, pensó en responder esa pregunta con cuidado.

Su vibra era taimada, cuidadosa, no quería perder los estribos.

—Mortal curiosidad, quieres saber si quiero llevármela a la cama lo antes posible. Si es eso te diré que sí pero no es lo único ni lo primero para mí. La prioridad para un hombre como yo no es únicamente el tacto, la estimulación física… Ella me interesa también de una forma que no puedo explicar y que si lo supiera no perdería el tiempo contigo confiándotelo.

La líder de Gryffindor se ofendió pero la culpa era suya por chismosa.

—¿Entonces qué es? —contestó indignada.

—Que ese presentimiento, el cual grita a todo pulmón y revela que ella y yo seríamos más compatibles de otras maneras, está claro, además no es un secreto para esa joven inteligente —señaló con ambas manos en un gesto explicativo, junto a una pronunciación exagerada y pausada—. La señorita Granger ha tenido algunos roces conmigo, sabe lo que siento, no soy un niño indeciso pensando en las musarañas  temiendo estúpidas formas de ser rechazado, sé que no seré rechazado por ella y si fuera así, si sucediera… Intentaría otra vez hasta ver que realmente no soy importante, sólo ahí me rendiré ¿Te sorprende, Minerva? Eso es porque eres una bruja que se detiene a los necesarios placeres de la vida. Yo me detuve hace tiempo pero hoy… Es otra época y no lo voy a desperdiciar.

—No hablaba de la intimidad sino de la confianza.

—No pienso estropear la poca confianza que he conseguido, directora. A veces pienso que es distinta a mí, sí, siento que debo comprobar… Y otras espero no ver aparecer algo pequeño para desistir… Tengo cuidado, no soy un mocoso.

Snape quería confundir a la bruja, él estaba seguro de lo que sentía por esa valiente alumna, por Merlín haría todo lo posible en estar bien con ella.

—No tienes que comprobar mucho, te lo digo desde ya, ustedes tienen mucho en común, sin embargo ella es blanco y tú negro, eres un pocionista testarudo y ella… Una alumna obediente, leal y cuidadosa.

—Una mezcla perfecta, señora —se puso de pie, silabeó lento—, con su permiso, llevaré a la criatura inocente a responde un interrogatorio —el veneno se desvanecía lentamente en el ambiente por el tono semi cortante y alto que había usado al deshacerse de la mujer de sombrero puntiagudo.

Minerva hizo gesto molesto.

Y Snape quería ser sutil, se esforzaba, por más que lo hacía no le salía. Esa bruja lo arrinconaba hasta estar al borde del precipicio. No dejaría que Minerva se meta en sus asuntos, tenía mala experiencia con Albus, prefería estar solo, lo otro no le convenía.

***

—Hermione —dejó salir con cuidado, estaba a unos pasos delante de ella a su derecha en el primer cruce del corredor junto al gran comedor, su voz era ronca, gruesa, como sólo él era.

Hizo gala de una aparición sorpresiva, se anunció porque no quería que ella brinque más alto que un saltamontes.

—Profesor, hola —dijo calmada, casi arrastrando las palabras como él solía hacerlo.

—Te observé hace una hora, en el gran salón —su gruesa voz que se forzaba a sonar amable y cuidadosa chocó contra ella.

Hermione sonrió porque sabía que él quería ser más frío aún. Pudo haberle dicho que la vio mal sin embargo le dijo puntualmente “te observé hace una hora, en el gran salón” aquello implicaba que ese observar fue a detalle, vio en ese estudio único y completo de su persona juvenil, que no la estaba pasando nada bien.

—Eres tan lindo —volvió a decir tranquila.

El brujo hizo gesto raro al escuchar esa palabra, un gesto con su boca porque no le agradaba ese cariño.

—Iremos hoy con los centauros si no te causa conflictos la idea —cambió de tema con violencia.

Ella se tensó, no quería volver a entrar al bosque prohibido ¿Para qué?

—No, no puedo, tengo que estudiar.

Snape entre cerró los ojos.

—No me obligues a entrar a tu mente, dime qué sucede y deja ya de decirme “profesor”.

—Tengo miedo —bajó la cabeza avergonzada.

—¿Una Gryffindor con miedo? Eso es nuevo —el tono serio no desaparecería en ese momento, sobre todo porque sería útil provocar enojo.

—No, no es que tenga, Mh… mucho miedo, sino que no quiero volver a pasar por lo mismo de dormirme en una rama…

—Muéstrame qué pasó —exigió el mayor.

—¿Si me niego no vas a parar hasta verlo, cierto?

—No pararé, quiero saber si viste, si viste a esas criaturas del bosque.

—Los vi —quebró su voz —y no es algo que haya sentido o visto antes, son más fuertes que tú y yo, que cualquier criatura del mundo mágico… Ahí en ese oscuro lugar… casi muero —señaló el sueño para afirmar dónde acabaría si regresaba al mismo lugar, literal, bajo tierra.

Snape creyó que exageraba.

—No dejaré que te pase de nuevo, después de saber cómo son. Estaremos preparados.

—Míralo si quieres pero no te lo mostraré despierta, debes quitarlo de mi mente, los recuerdos, sólo así te lo mostraré.

***

Al ser cerca de las cuatro de la mañana, Snape fue hasta ella quien descansaba sobre el sofá oscuro de su despacho, hizo el hechizo que le enseñó el director y retiró tres recuerdos con la punta de su varita. Los estiró como si fueran un hilo blanco y elástico hasta que, al tenerlos, los hundió en el pensadero antes que su cabeza.

Después de desvanecerse la niebla gris, una especie de tienta azul cayó al rededor de su vista como quien entra a un cuento de hadas.

En ese recuerdo no estaba en el bosque sino en una casa, junto a un niño de cabellos negros, al principio, el mayor pensó que era Harry sin embargo era imposible, su estudiante no había conocido a Harry hasta cumplir casi los doce años de edad.

El niño jugaba cerca de ella hasta que un día en el jardín, el cuerpo del menor estaba tendido, débil y ella tenía un mal presentimiento.

El segundo recuerdo lo llevó hasta un bosque pero no era aquél, no era el que conocía como la palma de su mano, este otro era extraño ¿Cómo podía tener esa joven, recuerdos de una niña de al menos dieciséis, corriendo por un bosque, desesperada por huir? ¿Habrá sido en época de guerra?

El Slytherin sabía que no era ella, no eran sus recuerdos.

El tercer recuerdo era suyo, el tercero podía mostrar por fin lo que sucedió, entonces, entre tantas confusas imágenes vio el momento exacto en que esperaba ver a las criaturas atrás de ese tronco enorme, sobre la rama, el momento preciso en que se giró, sintió temor, el mismo que la había recorrido, ese desesperante y a la vez rendida forma de dejarse llevar por no poder hacer más nada que quedarse estático.

Vio los ojos de las criaturas, sobre todo el que estaba cerca a ella, quien la tocó, vio su piel apenas clara entre ese brillo blanco que se confundía con el follaje. Entendió que los recuerdos no eran de ella sino que ese ser enorme se los había dado sin querer y aún más sorprendente era que los acontecimientos, la niña y esas imágenes ajenas, no habían pasado aún. Esos ojos azules se lo decían, un acontecimiento que no parecía ser posible a menos que el hombre sea mago y usara en ese instante el mismo hechizo de un legerement, inventando a su antojo imágenes, olores y sonidos.

Se agitó, dentro de él un témpano enorme de hielo explotó enfriando su cuerpo en un segundo, esos sentimientos fuertes, esa angustia de ver perder a un hermano, esa forma de escapar frenética y desesperada sin mirar atrás hasta que uno de sus pies se atacaba en una rama y se partía con dolor.

El recuerdo de esa mirada era, algo que no había experimentado nunca.

Al final, sólo al final supo cómo se llamaba él, sí, aquél que la había atrapado con dos de sus brazos estudiando con minuciosidad las intenciones de su alumna, ese instante en que descubrió que sus motivos no eran malos. ¿Por qué también podía sentir el toque de él en el brazo de Granger? ¿Por qué sentía la necesidad de volver delante de este ser a pesar del miedo? ¿Por qué quería que ahora lo toque a él para enfrentarlo, listo, empuñando su varita?

Tenía razón, Hermione, la criatura la había afectado, le había dejado algo de él, le había hecho quedarse sin aire, un desmayo, irse a un utópico lugar.

“¡Por Merlín!” susurró al salir del recuerdo, empapado de sudor.

***
Unos minutos después aún estaba agitado, con un pequeño y leve dolor en el pecho, como si por un instante se hubiera olvidado de respirar.

Era eso, era ese el motivo por el cuál su alumna no podía ponerse en pie y necesitó su atención rápida.

Él lo sentía, no como ella, para la joven debió haber sido espeluznante.

Snape la rondó cerca de una hora en el recibidor de su despacho, se acercaba y luego se alejaba de su estudiante dudando de lo que haría hasta que con habilidad pronunció despacio el hechizo obliviate.

Lo lanzó y con eso quiso pensar que tenía el problema solucionado. Y al final no fue así.

Cuando esa joven mujer despertó, le dijo:

—Quiero ir al bosque.

—¿Por qué, quieres?

—Esa voz me llama al bosque.

—¿Quién, Hermione? —Snape quería comprobar el hechizo que acababa de usar en ella, en esa hermosa cabeza, pero se distrajo con aquellos rizos castaños y olor a madera y cítricos suaves.

—No lo sé —Hermione subió los hombros, su semblante había regresado, ese curioso e interesado. No estaba mal, estaba relajada, era la Hermione normal.

—Bien, esta noche que viene nos veremos en las puertas del castillo a las nueve en punto —pronunció lento para quitar hierro al asunto.

Ella asintió y luego corrió a comer algo, se moría de hambre.

***

Snape terminó de describir con precisión, a esa criatura humanoide, extraña y alta de ojos azules marino, los centauros escuchaban atentos y mientras tanto creaban estrategias de captura.

Sus compañeros galopadores esperaron en el borde del bosque mientras Snape estaba sobre el límite atento al aparecer de ella frente a todos esos ojos que observaban hacia el castillo.

La hora llegó, era extraño, ella no aparecía.

—¡Corre Snape! —Gritó Quirón, aquello provocó que todos al unísono volteasen a ver hacia el norte—, ¡A las tres desde donde estás, Snape! —Volvió a decir, Quirón, dispuesto a llegar frente a ella primero para evitar que se fuera sola. El Bosque prohibido era peligroso a esas horas.

Snape frunció el ceño confundido como si hubiera despertado de golpe.

¿Por qué se atrevería a ir sola?

Quirón fue veloz mientas ella saltaba las enormes ramas al introducirse en el espeso bosque, los árboles eran cada vez más altos, la tenue niebla traía el olor de una espesa humedad, hojas mojadas y mentol por la plantación cercana al centro de los terrenos pertenecientes al castillo.

—¡Gabriel, ayúdame! —Gritó el hombre que corría con todas sus fuerzas, su capa ondea atrás de él mientras saltaba como podía las enormes ramas, el camino ya no era tan definido, Severus tenía que alcanzarla.

¿Qué estaba pasando?

La persecución duró por unos diez minutos hasta que ella se detuvo de golpe al ver que Quirón la atraparía.

El centauro la acorraló y la alzó por la cintura para subirla a su lomo.

Ella empezó a reír con alegría.

—Bájame, jajaja, cuánta adrenalina se siente de ser perseguida por unos centauros.

—Para ya, Snape no será tan gracioso contigo, jovencita —el centauro escuchaba el respirar agitado de ella que ahora se apoyaba en la parte de su espalda, intentaba sujetarse como podía mientras él bajaba la velocidad.

—No, no frenes, por favor, corre hacia allá, perdámonos un instante para que ellos puedan buscarnos.

—Algo extraño pasa contigo, no, no puedo hacer algo que haga enojar al profesor, es mi amigo.

—No tengas miedo, Quirón, es un buen hombre.

—Por eso nuestra amistad de años, basta de juegos.

Snape llegó unos segundos después, esos pasos de caballo invadieron el lugar al rededor de ellos.

—¿Qué sucede, Granger, por qué corriste? —Snape tenía un rostro furioso.

—Porque estaban muy tensos, serios, debía ocurrir algo interesante, ¡Vamos, no seas tan amargado y juguemos en el bosque! —explicó como si dijera algo coherente.

Aquél confundido profesor recordó el cuento infantil con velocidad, en menos de un segundo. No juzgó sus palabras, y tampoco su forma de actuar, excitada, desconocida, podía leerla, ver sus ojos y pupilas, había bebido una poción después de la cena.

Al final quizá esa joven había regresado no sólo a circunstancias anteriores en su mente, porque después de todo en ese obliviate sólo se había perdido el acontecimiento con los Centauros, lo demás estaba intacto.

—En privado hablaremos de esas ganas de morir tan joven.

Hermione sonrió y luego puso rostro inocente.

Quirón la bajó de su lomo.

—Amigo, es una hora después de aquella noche, tendremos cuidado.

—Esperen, la entrada a su guarida no está en la tierra a simple vista sino que usan el interior de un gran árbol como entrada, no pude imaginar de inmediato cómo llegaron tan rápido hasta ella, pensé “a menos que hayan aprendido a saltar alto o trepar como arañas”. La única opción es que están acostumbrados a andar por las copas. Ellos saltan y corren rápido —su rostro se endureció en coraje— Gabriel, esta vez estarás cerca a ella, quietos.

El centauro asintió.

—Mi padre sólo quiere saber si son amenaza en nuestro territorio, si podemos tener una buena explicación de su presencia sin que nos invadan, entonces los dejaremos en paz y la fiesta será sólo tuya, Severus —Quirón no bromeaba, después de la guerra con hombres lobos el año anterior, habían tenido suficiente.

Hermione miró el rostro del mayor, él asintió, estaba ansioso por verlos.

Hermione acompañó a Gabriel hasta donde Snape los dejó y ahí, se sentó en una enorme raíz intentando recolectar una pequeña piedra redonda en el suelo mixto.

—Gabriel, ¿El suelo del bosque prohibido sólo es fértil para estos viejos árboles?

—Aquí exactamente, me temo que sí, la sombra no permite que otras plantas crezcas a menos que sean las que no necesitan rayos de sol —Gabriel sonrió con timidez.

—Tienes razón —bajó la cabeza un instante—, ahora que lo pienso bien, en la parte sureste los árboles son menos altos y la luz traspasa en el día, es increíble que tengan especies de plantas pertenecientes al invernadero —su hablar de detuvo esperando un comentario pero no obtuvo respuesta—. ¿Quirón?

El centauro estaba arrodillado y dormido.

¿Cómo podría haber pasado eso?

—¿Quirón? ¿Por qué duermes? —le tocó el hombro y cayó por completo de lado.

Hermione se quedó impactada, no sabía que hacer.

—Hola —alguien le habló con suavidad por la espalda, parecía u a voz familiar, una tranquila y pacífica.

—Eh… Ho… Hola ¿Quién está ahí? —Preguntó intentando ver en la oscuridad.

—Soy un individuo que explora en el bosque, no te haré daño —La voz se escuchó más cerca, tan cerca que ella creyó sentir un aliento fresco en los cabellos de su oreja izquierda.

—No puedo ver dónde estás. ¿Eres un fantasma, eres malo?

—No y no.

Como si se hubiera quitado una manta de encima, un brillo que cubría una silueta de dejó caer de un alto cuerpo.

Ella retrocedió al ver su imagen, cuando el brillo se fue pudo ver el color de su piel, era cambiante como la de un camaleón, se veía suave, húmeda, quizá levemente viscosa.

Hermione emitió un sonido de sorpresa que en vez de salir por sus labios, se metió en su garganta.

—Espera, no te asustes, espera… —el hombre de al menos dos metros y más se sentó en el suelo y se cubrió el rostro —listo, ahora ya no doy tanto miedo— de inmediato una luz blanca lo rodeó como si esa fuera su piel natural, una vibra diferente, un manto de transparencia —Soy Virlux, descendiente de Sakarim, Noliel y Desmirin en ese orden, el último mencionado es el ancestro más lejano, un Nefilim directo.

—¡Por Merlín, ¿Eres un ángel? —retrocedió más.

—No, antes de Desmirin hubiera sido un ángel pero después de Noliel soy sólo un… Virlux.

—Ah, estoy muy confundida… —Tenía la boca abierta—. ¿Crees que pueda ver tu espalda?

—No te acerques tanto, no puedes tocarme o viseversa, es peligroso. De todas formas no encontrarás alas, mis ancestros las perdieron y cuando se separaron las familias, aún más atrás en el tiempo, ellos decidieron formar un nuevo grupo y de ahí es que existo yo.

—Mh, entonces no eres un ángel y tampoco eres un Nefilim.

—Exacto —la voz del hombre era gruesa pero suave al final, le daba una sensación de confort que no había sentido antes con nadie.

—¿Por qué dormiste al centauro, quieres algo de mí, Virlux? ¿Cuántos años tienes, te ves grande pero tu voz es como la de un joven o no?

—No, el centauro se durmió solo, son criaturas diurnas, como tú y como yo —sonrió—. Y soy al menos cien años mayor que tú.

—Vaya, tu rostro es espeluznante, lo siento —Se disculpó.

—Es el precio del exilio pero no se ve así todo el tiempo, sólo en la noche.

—¿Por qué me hablas a mí? —preguntó con suavidad.

—Te vi antes de ayer, aquí mismo. Y he regresado para ver si podía encontrarte nuevamente.

—No recuerdo haber venido, no me hubiera olvidado si te hubiera visto. ¿Y tú tienes magia?

—No —negó también con rostro y manos, lo dijo incómodo, como si eso fuera insoportable.

—¿Necesitas que te ayude? —dijo como su quisiera entregar complicidad al individuo.

—No, sólo te observo —era sincero, no tenía nada qué esconder con ella.

Hermione sonrió.

—Pues qué pena que no pueda tocarte, te hubiera dado un apretón de manos… —Suspiró rendida —. Bueno, en conclusión no tienes magia pero puedes desaparecer al cambiar el color de tu piel, no quieres nada de mí pero vienes a observar y a decir que me has visto.

—Vine por encargo de mi familia, no queremos problemas, sólo contruiremos caminos, no tocaremos más que los árboles altos, unos cuantos.

—Yo no vivo aquí así que supongo podrán hacer lo que sea necesario.

—Gracias, Hermosa criatura humana —hizo una venia frente a ella—, quiero añadir algo más —Se acercó a la joven bruja, puesto de pie—, te pareces mucho a una niña de mis sueños… —sonrió sin intenciones de nada.

Fue más como un susurro cerca a su rostro y la joven volvió a retroceder hasta que se distrajo para ver hacia atrás.

—¡Hermione! —era la voz del brujo amargado, la llamaba desesperado ¿Por qué, acaso se había perdido?

—Lo siento tengo que… —al volver frente al hombre que no era hombre y que no sabía qué era para ser más específicos, para hablarle, este ya no estaba—. Irme… —susurró eso al completar su disculpa.

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