Beso Francés Capítulo XV Sh 🤫, Centauros 🐎 – Part 2

 

Hermione vio el rostro del hijo mayor del Rey, el que le había escrito una carta anónima confesando que quería “aparearse” con ella. Era fácil descubrir que había sido un centauro, el autor de tremenda petición lo tenía claro, de sospechar que era un humano no hubiera leído esa palabra tan “directa”.

No se lo había dicho a Snape, era peligroso, el centauro era amigo del pocionista desde que ambos tenían diecisiete años.

***

Unos minutos viéndose la cara y escuchando pasos sobre las raíces del bosque, les dejaron retroceder con cuidado a los centauros, ellos, los seres de cuatro patas, tenían que tener más cuidado, no podían llevar a otros seres a sus aposentos del bosque.

—Podemos desaparecer si nos atacan —susurró Hermione y el mago la miró frunciendo el ceño.

Era necesario el silencio, la precisión.

—Silencio —susurró lo más bajo que pudo. Snape la calló, no podían fallar en aquella investigación.

—Sh — Soltó el príncipe —te espero en el refugio —le dijo al mago de Sly a sus espaldas y se fue.

Hermione estaba pálida, no era sólo un paso sino varios, podía jurar que sus oídos le revelaban al menos cuatro o cinco hombres.

Severus, ¿Quiénes son?

Hermine, no me distraigas. Le respondió el mayor con la mente.

La tocó rápido para desaparecer, ambos se trasladaron a la rama gruesa y segura de un árbol , a la mitad de altura exacta que naturalmente tenía el gigante con ramas. Acercó sus labios al oído de la estudiante y la atrajo a él por la cintura para avisar.

—Hemos venido a observar, guarda silencio, intenta ver con atención hasta que te de otra tarea, luego te llevaré con los centauros —susurró muy bajo —iré al árbol del frente —indicó con el dedo largo y puntiagudo.

Hermione asintió insegura, no quería que la deje sola, a pesar de su valentía no había enfrentado una criatura extraña, sola ¿Qué tal si tenían magia?

Las ramas al nivel del suelo anunciaron un acercamiento apresurado.

Crac

Crac crac

Crac

Crac crac

Hermione sintió que su magia la atrapaba en una especie de domo, los nervios y circulación dentro de su cuerpo se violentó, estaba segura que el funcionamiento orgánico de sus sistemas iban a delatarla, escuchaba sus latidos en su pecho tan duro y claro que se apretó preocupada.

Y entonces, en ese momento en que empiezas a creer que verás algo pronto, cuando se agachó a observar con detenimiento esforzando la vista en esa noche a todo lo que podía, su respiración dejó de estar agitada.

En un instante, dos segundos después como si se hubiera rendido a la primera instancia imposible de escapar, se giró y vio dos siluetas de al menos dos metros, brillar como fantasmas, blancos, que la observaban de forma intensa con sus ojos azules marino, sin escleróticas blancas, todo, todo el fondo de sus ojos era como la noche.

Los individuos la atraparon sin decir nada y ella, antes de sentir cuatro manos, su primera revelación fue que caía.

Un remolino de confusión la llevó a mil escenas de su propia vida, de un lugar escondido debajo de la tierra en algún lugar lejano, vio a sus padres, a sus amigos y entre tantas imágenes que golpeaban su mente vio a una niña, una joven niña de al menos ocho o nueve años de edad, que sonreía sin saber que el que hablaba con ella no era humano.

Su cuerpo descansó un instante, su mente se puso en blanco, una manta de luz la atrapó como si se hubiera quedado adherida en una tela de araña, tan suave y cálida como un hogar, como el abrazo de un padre.

—¡Granger! —la voz sonó suave.

—Granger, despierta —insistió.

Un pitido agudo subía de nota cada vez más fuerte en los oídos juveniles hasta que la joven abrió los ojos parpadeando lento, aturdida.

—¿Hermione? —el hombre volvió a sacudirla con cuidado —¿Qué te pasa?

Ella estaba sentada en la rama, con la cabeza caída para un costado como si se hubiera desmayado.

La joven reconoció el rostro del mago y volvió a sentir que se caía al estar conciente. Frunció el ceño, sacudió sus manos preocupada, sobresaltando su cuerpo con susto, se abalanzó al mayor aferrándose de su levita como si el alma le hubiera regresado al cuerpo de golpe y él fuera su seguridad de no perderla de nuevo.

No podía respirar, nunca había sentido tanto miedo como en ese instante.

—¡No puedo respirar! —soltó en un hilo de aire.

—Estás temblando, tranquila, estoy aquí.

Hermione no exageraba, su cuerpo lo exponía con claridad, estaba asustada, apretaba los dientes con ese rostro de pánico que él nunca había visto, ni si quiera esas veces que siguió a los jóvenes sin que estos se dieran cuenta.

—¡He muerto!

Snape veía el rostro de la joven, no podía tranquilizarse, hiperventilaba y cada vez se ponía más débil.

—¡Vamos! —dijo con energía al mismo tiempo que desaparecía con ella y aparecían en el cuadro al frente de la torre de astronomía.

Envió un patronus a Quirón, el hijo mayor del rey de los centauros con el siguiente mensaje:

Ocurrió algo inesperado, regresen al refugio, los veré muy pronto”

Cargó a la joven en sus brazos en el mismo instante que la vio sufrir un ataque de pánico.

En algunas partes del castillo no podía aparecer así que recorrió a pie todo el camino hasta la enfermería.

***

Pomfrey arreglaba algunas toallas limpias sobre los estantes cuando él entró por el portal cargando a la joven que reconoció en algunos segundos.

—¡Merlín, profesor, es la señorita Granger! ¿Qué sucedió? —caminó apresurada a ellos.

—No tengo calmantes, use una poción para los nervios, por favor —Snape perdía la paciencia rápido, hablar era una estupidez en esa situación. La colocó en la camilla al igual que esa noche cuando su ese cuerpo frágil que temblaba, el cuerpo de una mujer, años atrás era una niña pequeña petrificada gracias a una enorme serpiente de ojos rojos.

La enfermera sacó de sus bolsillos una botellita con gotero, le apretó los labios que se ponían azules por la falta de aire que ella misma se provocaba al estar tan agitada, le abrió la boca a la fuerza mientras el pocionista le estiraba los brazos. Dejó caer lentamente cuatro gotas de esa poción y en menos de cinco segundos, su cuerpo empezó a calmarse.

Snape sintió que la fuerza que ella usaba para intentar atraerlo, se suavizó con el pasar del tiempo hasta que unos diez segundos después sus ojos se cerraron de nuevo.

—¡No te dije que la duermas! —gritó el mago.

—Profesor Severus ¿Por qué está tan nervioso?

—Fuimos a una misión, la directora no está enterada así que le agradecería que guarde silencio.

—Mi deber es informar quién viene a la enfermería y por qué.

—La joven no estaba en peligro, sólo necesitaba un calmante.

—Estaba asustada ¿Qué ha sucedido?

Snape rugió, intentó contener su rabia para poder decir más sin tanto veneno.

—Por eso le pedí un calmante, no una poción para dormir.

Pomfrey entre cerró los ojos.

—¿Me dirá qué sucede?

—No tengo ni idea, yo la encontré así —Snape seguía nervioso aunque su tono se hizo amargo y sarcástico— por eso quería que se calme, ahora será demasiado conversadora para mi gusto y no me dirá nada.

—No sé qué traman pero le pido por favor se la lleve de aquí si no quiere que le de aviso a la directora —suspiró al imaginar lo que sucedía—, la próxima que castigue a una alumna no la lleve al borde de un ataque al corazón.

Snape la ignoró.

La cargó y la llevó a su torre.

***

Al aparecer en la torre de las jóvenes Gryffindor, Ginny despertó de golpe con un sonido que conocía bien.

—Profesor —susurró Ginny, somnolienta, despacio, al reconocer la silueta del hombre de las mazmorras en la oscuridad.

Snape hizo un gesto serio, erguido en sus pies después de colocar el cuerpo de Granger en su cama y arroparla, se llevó la mano derecha al rostro indicándole que guardase silencio, y luego que tomara las cosas con calma al abrir y cerrar ambas palmas, dos veces.

Ginny se sentó en la cama como pudo, con pesadez y lo invitó a que se siente a su lado con una palmaditas sobre la sábana blanca.

Era de esperar que el mago se enoje pero se rindió al ver el rostro de la pelirroja, insistir.

Tenía que colocar un hechizo silenciador antes que las palabras de la joven Wesley despertara a alguien más, Snape levantó la varita e hizo uno silencioso, acompañado de su respectiva figura. Él no creía que  fuera buena idea charlar a esas horas pero tenía que hacer algo, callarla, y si se daba la ocasión, aplastar sus huesos.

Se acercó lo suficiente a aquella muchacha curiosa que mantenía un rostro de sueño y sonrisa, cómplice, en un gesto de acusación.

—¿No tiene algo mejor que hacer, además de molestar? —soltó en susurro, serio, incómodo. Terminó sentado al lado de los muslos de la niña, viéndola sonreír más mientras esos ojos claros se morían de sueño.

—Sí, profesor, Hermione ha sido cubierta dos noches en su ausencia pero no puedo cubrirla otra más —sonrió como si todo fuera un sueño.

—Ha logrado hacacerlo hasta hoy, bravo, debería seguir intentando.

—¿Profesor Snape? —susurró observando su silueta frente a ella, ahora distinguía sus facciones, su cabello.

—Está hablando conmigo desde hace como una hora ¿Acaso cree que soy un duende con levita?

La estudiante estiró su mano adelantando un poco su cuerpo, al verse cerca a Snape, tanto que podía tocarlo, miró con atención su recta nariz y sus manos pálidas. Después de unos segundos sin perder esa sonrisa de sueño y normalidad, tocó el pecho del mayor y luego se pasó a tocarle un brazo, lo apretaba con amabas manos.

Snape se indignó retrocediendo un poco por instinto sin mover sus caderas de donde se sentaba.

—¿Por qué me manosea? —añadió el mago viendo las frágiles manos de la niña en su levita, tocando como si fuera irreal, como si comprobara alguna especie de musculatura, algo que la niña encontró mejor definido en el brazo izquierdo del pocionista.

—¿Estoy teniendo un sueño erótico con usted, nuevamente? —la joven estaba mal de la cabeza, Snape se escandalizó al escucharla.

—¿Qué sucedió en el anterior? —preguntó curioso, pensando lo siguiente que se disponía a hacer.

Mientras tanto dejó que la estudiante le suelte los botones del levita y luego la camisa hasta el ombligo.

—Tuvimos una noche de sexo desenfrenado, usted me decía “Esta es la clase de conexión mágica que se le exige, señorita Wesley”

Snape pudo haber salido corriendo en ese instante, si no fuera porque su cerebro no paraba de curiosear y armar planes futuros a su favor, ahora, todo lo que esa chiquilla demente le dijera, lo usaría en su contra, así, con chantajes, controlarla a su antojo y tener consigo alguien que pudiera cubrir lo que tenía con Hermione.

Él podía sospechar que lo sabía, que esa cara pecosa y blanca era cómplice de Granger, pero le divertía imaginar que podría manejarla de otras maneras.

—¿Y qué tal estuve, jovencita? Me refiero a la anterior oportunidad… —su voz era escasa de sensualidad, curiosa.

—Me hizo recitar una poción en su oído mientras me chocaba la coronila en la cabecera una y otra vez, fue realmente… Excitante.

El mayor le alzó una ceja, apretó los labios analizando la escena porque la leía de esa roja cabeza.

—¡Santo Merlín, jovencita! Parece que fue entretenido —le siguió el juego aunque la verdad, quería abofetearla.

—¿Cómo lo haremos hoy? —preguntó muerta de sueño, luchando para no dormirse en ese instante.

—Mh, hoy tiene que colocarse boca abajo para darle unas buenas nalgadas, extienda su cuerpo a lo largo de la cama.

Ginny obedeció usando las pocas fuerzas que tenía por el cansancio, se colocó sobre sus rodillas viendo la cabecera de la cama y dándole la espalda al mayor que la observaba con atención al igual que esa pijama con estampados de oso, agachó la cabeza y vio al mayor por debajo con un movimiento contorsionista.

—¿Está bien así? —preguntó ella, feliz.

Snape se lamentó de haber llevado a su maravillosa novia a esa torre.

—Baje sus caderas —ordenó—, estire su cuerpo a lo largo de la cama.

—Uh, ¿Seguro? —su voz fue más pesada, cargada del sueño que él inducia con un efectivo hechizo de lentitud además de unas dos notas de estímulo.

—Siempre, completamente seguro —aprovechó el movimiento de la estudiante para observar por unos segundos cómo ella se rendía al cansancio, se desvanecía sobre la extensión de sus sábanas blancas—, mocosa, ya duérmase —cubrió su cuerpo hasta tapar su nuca con los edredones de invierno que ella usaba en ese instante. Después de contar veinte segundos, la respiración del frágil cuerpo delante de él, se calmó.

—Por fin —miró a Hermione en su cama pensando en dejarla o llevarla con él a las mazmorras.

Peinó sus cabellos.

Se levantó de la cama de Wesley y cinco segundos después se fue por la puerta con cuidado. Pensaba que Minerva debía regresarle ese permiso para aparecer y desaparecer dentro de las instalaciones del castillo, en algunas sólo podía aparecer, aquello era desesperante.

***

Comedor, siete y media de la mañana del día siguiente.

Una estudiante se caía de sueño, había despertado con dolor de cabeza y los ojos hinchados por tanto llorar, lo que veía en su mente una y otra vez no le agradaba a pesar que no era tan claro.

—¿Te pasa algo, Mione?

Ella negó y siguió cortando con su cuchara, huevo cocido en su plato tendido

—Vamos Herm, arriba esos ánimos —su compañero Gry veía la tristeza en su rostro.

Ahora la estudiante, asintió.

Thomas la dejó en paz regresando a su lugar.

Snape la observaba desde su lugar, esa mirada perdida y confusa de Hermione, no entendía el trauma que estaba pasando.

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