Ella no tenía otra intención que dormir con él así que lo hizo, después de untar con cuidado en las cicatrices de toda su pálida piel, se quedó dormida en el borde de la cama mientras él se daba un baño.
Al entrar él por la puerta, la joven sonrió adormilada.
—Acuéstate y descansa —aquello pareció una orden del brujo.
Snape la miró dormirse lentamente del lado derecho de la cama, su hermoso cuerpo relajarse. Veía el pasado, hacia atrás, veía el cuidado que tenía con otros, el valor que le daba a las personas pero sobre todo el amor que compartían, complicado, claramente increíble, con él.
Él también durmió.
De todas formas ambos estaban muy cansados para desvelarse.
***
Bosque prohibido.
—Esta vez me toca Hermione —dijo el centauro joven.
—No, Gabriel, no llevarás a Hermione, es petición directa del señor Snape.
—Quirón, el mago teme que le quite a su novia —sonrió pícaro, con ganas de crear batallas de la nada, y ganarlas.
—Es un hombre respetuoso, debe ser por un motivo más importante. No se detendrá de matarte si así lo necesitara, aleja tu mirada de ella, es una orden.
—No hagas ningún comentario referente a que soy irresponsable la chica también te gusta, mi padre se enterará y tendrás problemas al final de la semana.
—Soy tu hermano mayor, mi padre me creerá a mí, Gabriel. Snape es amigo de la familia, no provoques una guerra.
El grupo de semihombres caminaba por el borde del límite, Hermione había ido una tarde anterior con el profesor para investigar acerca de las criaturas humanoïdes en la parte espesa del bosque.
Habían sido unos minutos pequeños después del almuerzo, unos minutos extraordinarios donde se le permitió a Hermione montar un centauro al igual que Snape.
Por la tarde, en una clase de pociones, ella escuchaba y apuntaba el tema al mismo tiempo que asistía. La culpa era de Severus, él había hechizado a Minerva para que la deje ser su aprendiz en asistencia del curso, intercambiando su puesto con Ruby Rose.
Había observado de forma detenida cómo el mayor ordenaba las cosas de la clase antes de empezar, durante y casi hasta terminar.
—Está distraída, señorita Granger —susurró el mayor al fondo del ambiente, detrás de ella.
Hermione se estremeció, estaba detrás de una mesa alta, sobre un banco también alto, intentando no perderse nada, está demás decir que lo que estaba en su mente antes que todo era poder tener los detalles de su propia clase sino le iría mal en el examen.
—Lo siento, no me había fijado que todo pasa muy rápido en el extremo del profesor. Se hace un tanto complicado.
—Es cuestión de administrar bien los tiempos —alzó una ceja cuando ella lo miró, sonrojada y avergonzada por haber insinuado que le parecía fácil pero en realidad era complicado.
—También experiencia, profesor, la mecánica. Usted ya es un experto.
—Vamos, la cabeza en la pizarra que borraré de todos modos.
El hombre era cruel con ganas. Hermione agradecía que no le haya reventado un libro en la cabeza como hizo con un alumno de Gryffindor.
Ella tenía ganas de pedirle por favor que lo hiciera más despacio. Los dictados eran salvajes, todos los alumnos apenas y tenían tiempo para remojar la punta de la pluma en tinta negra.
“¡Merlín, más despacio!” se dijo más seguido en secreto.
Le urgía decirle, no era humano ser tan malo.
Al final lo hizo porque ese hombre alto estaba ocupado, se esperó hasta que cada uno de sus compañeros, saliera del salón.
—Quisiera hacer una petición, profesor.
Snape terminó de acomodar unas botellas de cristal llenas de cardamomo en polvo, las cuales se habían utilizado para la poción que elimina las hemorroides.
—Ven aquí, no escuché bien —su voz era grave y autoritaria, pues siempre era así.
Hermione se subió al banco alto cercano al escritorio del mago, con extremo respeto llamó la atención del mayor, aclaró la garganta con delicadeza para que voltease a verla y soltó:
—Quisiera decirte algo, una petición, si no te molesta.
—Ya te escucho hablar, ¿Qué es? —no la miró, y no lo haría hasta meter la última botella en el estante, la que tenía en la mano izquierda.
Ella alzó el rostro intentando mostrar seguridad.
—Quisiera tener las clases que llevemos, antes de que las dictes. Por favor, Severus, de verdad es muy complicado atender tus palabras mientras anoto el resto de cosas que tengo que realizar.
Snape la miró unos segundos, analizando su manera y sus sílabas.
—Por su puesto, llevo todas las clases escritas desde una semana antes, así que tendrás una copia cada noche que termine de escribirlas.
—Gracias —sonrió tímida.
El mayor asintió viéndola intensamente, movió la varita para cerrar la puerta del salón con seguro sin que ella lo note.
Se acercó sigiloso hasta ella haciendo que la estudiante retroceda unos centímetros por inercia, eso hizo que el aire se le corte de golpe a la jovencita, que sus piernas tiemblen.
Nervios de su nuca y estómago se removieron al sentir la vibra fuerte, decidida y sibarítica del pocionista.
Jadeó al instante que él colocó sus manos a cada lado de sus piernas, rozando su pálida piel tibia.
Hermione pasó saliva y separó los labios, como en espera de lo que seguía.
El mayor acercó su rostro aún más acorralando a la joven en el filo de la mesa y tocó aquellos hermosos camines, suaves y dulces como en su memoria permanecían. Ella recibió el beso dudosa, dejando fluir un poco de magia sin querer, en la madera, esa magia que a veces no podía contener.
El mayor deslizó sus manos por su cintura con cuidado, apretó su cuerpo delgado y perfecto contra su torso y suspiró en silencio al encontrar el momento perfecto para mover su piel en ella y profundizar el contacto. Era intenso, incrementaba seguro y pasional.
Ella no podía resistir hacer notar el efecto que tenía el mago en su cuerpo.
—Ah —salió el suspiro cuando tenía los ojos cerrados, ese aviso del cuerpo al agitarse sin control, que sabe a dónde va si sigue en esa situación—, La profesora Minerva podría descubrirnos —susurró lento, disfrutando del calor, aliento y perfume en el cuerpo del mago.
—Tengo una varita de pino negro con núcleo de nervio de corazón de dragón, la cual no voy a frenarme a usar —ella se sonrojó, al pensar en doble sentido, él también habló en susurro pero su tono aún se sentía grave, serio, conquistador— En esas épocas donde sólo era un crío sosteniendo libros por los pasillos, no encontré razón para frenarme ¿Por qué habría razón para dejar de usar la magia, ahora que soy profesor en la misma escuela?
—Ah, yo…
—¿Por qué parece que huyes de mí, Granger? ¿No recuerdas mis caricias, mi llenarte el cuerpo entero mientras te besaba?
Ella volvió a jadear, era claro que estaba muerta por ese hombre ¿Qué demonios le había hecho el mago?
—Fueron en… En… Un momento distinto a hoy, ahora sé que me amas.
Él asintió seguro.
—Sí, es diferente, quizá ahora podría gustarte más, Granger.
—Y… Tú ¿Te gustaría más?
Hermione lo oyó suspirar profundamente cuando la abrazó.
—Me gustará más, lo juro por Salazar Slytherin, jovencita —el pocionista se detuvo, no iba a poseerla ahí en su respetable aula de pociones, todavía no, sería más divertido una noche clandestina.
—Tengo que irme, tengo otra clase.
—Espera —ya la había soltado despacio, forzado así mismo a no ser tan impetuoso o triturarla entre sus brazos porque así era él, a veces no media sus fuerzas hasta imaginar que lo que estaba en sus manos era como una ramita tierna de vid. Exclusivamente esa planta.
Ella sonrió otra vez porque así era ella, pasaba de la seriedad a la alegría en dos segundos, y de la alegría al sonrojo en media milésima.
—¿Es sobre nuestra cita de la noche con los Centauros?
El mayor asintió.
—Gabriel nos esperará puntual hasta las nueve de la noche, son criaturas muy delicadas con el tiempo, no debo tener una charla contigo acerca de la puntualidad. Mi inquietud es acerca de que si vendrás sola al bosque o si vas a preferir que vaya a tu torre.
—Am… Yo… Es que ya sabes —se puso nerviosa— Mis compañeros aún me molestan con el Slytherin y si vienes a mi torre, sus dudas quedarán claras.
—¿Deseas entonces, que nos encontremos en otro lugar?
—¿Qué tal el patio cerca del invernadero?
—Sí, está bien, nos vemos después —ella se fue después de abrir la puerta con cuidado.
El mayor se quedó unos segundos solo, mientras terminaba de limpiar su escritorio, había apartado dos botellas de vainilla para otras clases. Le daba la espalda a la puerta hasta que se giró y salió unos instantes al pasillo para ir al baño de hombres.
Sonrió al recordar el beso con ella, su sonrisa era amplia, le gustaba esa joven y no poco.
Su emoción ultraescondida se desvaneció al escuchar pasos cerca de él.
—Profesor, me olvidaba —un rostro sonriente y sonrojado le habló.
Sí, tenía que ser ella.
—¿Qué sucede, alumna?
La chica se lanzó a su cuello para jalarlo y besarlo otra vez, el acto fue tan precipitado que le hizo tirar las dos botella que sostenía con una mano.
—Ahora sí nos vemos más tarde, lindo —Hermione volvió a irse rápido.
Mientras se alejaba con pasos ligeros lo oyó renegar antes de voltear por la esquina.
—¡Maldita sea, Granger! —se escuchó a lo lejos.
Ella cubrió su boca en síntoma de asombro y quiso reír pero se aguantó.
***
Hermione no podía hacerlo esperar así que llevó su bolso cerca de las ocho y media con dos de los libros que necesitaba leer.
Al estar en el medio del patio, una voz grave y gruesa como de monstruo de mazmorras, le habló.
—Me debe dos botellas de cristal japonés y dos esencias de vainilla —la pronunciación del hombre como siempre fue exagerada y pausada.
—Jijiji, lo siento, te lo recompensaré mañana.
Entre cerró los ojos, molesto.
Dos segundos después alzó la mirada para ver a otra alumna en la ventana alta de la torre de astronomía, una alumna curiosa y de cabellos dorados.
Snape la ignoró y besó a Hermione en la boca con locura.
—Usted siga, profesor, yo aquí tomaba un poco de aire… Por cierto, felicidades, hacen una bonita pareja.
Snape jaló de la mano a Hermione para llevársela de ahí antes de que hubieran más espectadores.
Hermione alzó la mano y saludó alegre a su amiga mientras él la arrastraba afuera del cuadro.
—Lovegood es una alumna entrometida en todo.
—Es una bruja astuta, fue ella quien me convenció de que te miraba en las clases de Dacao.
—Entonces ¿Es la culpable de esto? —su voz fue enérgica, su varita negra señaló sus cuerpos.
Hermione vio el rostro del mago, su enojo o amargura o lo que sea que llevara puesto en ese instante.
—Jajaja te adoro, brujo —dijo para ver la reacción del mayor.
Y como lo esperaba, él se quejó en un rugido amargo.
Se introdujeron al bosque, a los primeros doscientos metros donde los Centauros estarían esperando y los vieron.
—Llegan temprano, profesor —el animal orgulloso se irguió e hizo algunos pasos hacia delante. Elegante como suelen ser los Centauros de la realeza —Hemos tenido mayor actividad cerca al atardecer, son criaturas nocturnas.
Snape alzó una ceja y respondió ansioso.
—¿Qué esperamos, entonces? Quiero verles la cara.
Severus tomó a la estudiante para alzarla con un hechizo sobre el lomo de Gabriel, el centauro hijo mayor del príncipe. Él se subió sobre el lomo de otro soldado con rango alto.
Los llevaron con un ritmo suave, escondidos en una niebla espesa que salía de la punta del mago de Slytherin, el camino era accidentado, a veces peligroso por los grandes hoyos que producían el movimiento lento en el crecimiento de las enormes raíces de los árboles.
Hermione estaba alerta, sostenía su varita mientras se sostenía con la mano izquierda en la espalda baja de Gabriel.
—¡Sh! —susurró alerta el primer soldado del frente y todos se detuvieron.
—Me acercaré con ella, ustedes retroceda unos metros —ordenó el mago.
¿Te gustó el capítulo?
Tu calificación: