—Qué tal Minerva… —El mago estaba tenso, sabía el sermón que le iba a tocar, por eso evadió a la mujer cuarenta y ocho horas seguidas, lamentablemente lo encontró de camino al invernadero.
—Supe que hubo otra movida antes de ayer en la torre de Gryffindor ¿Me estás desobedeciendo de forma directa, a mí y a las reglas de esta escuela? ¿Qué ejemplo quieres dar?
—Minerva, por favor, los jóvenes no saben que he sido yo.
—¡Basta con que lo sepa yo, esas actitudes son inaceptables! —El sentimiento de indignación era poco para ella en el tono de esas palabras.
Snape lo dejaba de mirarla a los ojos.
—Juro que no pasará nuevamente, te doy mi entera palabra de maestro.
—No permitiré que vuelva a pasar, Severus. Tienes una sanción del cincuenta por ciento menos para el fin de mes.
—¿Cincuenta? —El mago ya no tenía cara de sorpresa sino de molestia—, el cincuenta por ciento de mi sueldo es mucho dinero.
—Por dos meses y es mi última palabra, no quiero quejas.
—No, McGonnagall, es demasiado por dos meses —intentó ser suave pero el tono alterado tuvo un rastro al final.
La bruja lo miró y se fue dándole la espalda.
Cuando ella estaba lo suficientemente lejos, el brujo apretó los puños y soltó entre dientes.
—Espero que lo valga ¡Maldita sea!
***
Al atardecer Hermione seguía con sueño pero menos que antes, le había ayudado descansar un día entero y perderse entre las sábanas de su cama.
Pensaba en la situación extraña que había entre ella y el hombre, ese tipo alto y amargo con el que parecía llevarse muy bien en algunos aspectos, y en los aspectos que deseaba que funcione, volvía a hacer incierto como antes, confuso ¿Por qué Snape no era directo? Le había dicho que estaban juntos con unas copas demás sobre él.
“Juntos, él y yo, juntos ¿En qué, para qué?
Sí, el mago le había dicho que le había aceptado estar con él, el estómago le dolía, no podía creerlo ¡Qué tontería!
No sabía cómo portarse con él.
En el desayuno intentó tener una actitud normal pero no pudo con las miradas sobre ella, tuvo que ponerse la capucha de la capa para comer tranquila unos huevos revueltos más un omelette de verduras, por suerte hacía frío. Después de la proteína unos cubos de melón acompañados de un vaso de casi un litro de jugo de pomelo. Era simplemente el desayuno perfecto.
—Hola ¿Eres Hermione Granger?— la voz era suave y sexy.
Una tímida Gryffindor giró a su derecha para mirar a la joven que le hablaba y responder con amabilidad.
—Hola ¿Cómo estás? Soy Hermione Granger ¿Y tú?
—Soy Ruby Rose, el profesor Severus me dijo que tu cambio de asistente será desde el día de mañana, al parecer yo iré ahora con la profesora Minerva.
Hermione abrió la boca.
—¿Yo asistiré al profesor Severus?
—Así es, bonita, no llegues tarde si no quieres que te cocine en un caldero, el viejo es un hueso duro de roer, no lo hagas enojar… Suerte —le tocó el hombro en señal de simpatía.
Sé que es así desde que tenía once años, niña cara de revista.
Hermione no podía creerlo, no tenía ni idea de cómo había convencido a Minerva de dejarla ir después de tanta explotación de su persona como asistente en transformaciones.
Terminó su omellete, bebió rápido hasta la mitad de su vaso o un poco más y salió disparada al aula de transformaciones, antes pasó al baño de chicas del segundo piso para lavarse los dientes con su fórmula nueva mejorada por Snape.
—Profesora, una alumna me dijo que ha cambiado mi asistencia a la…
La directora la interrumpió.
—Estará con el profesor Severus, es un excelente maestro.
Hermione frunció el ceño, la profesora nunca había hablado así del profesor, nunca.
Aquí hay gato encerrado, y no me refiero a la profesora.
Cruzó los brazos y volvió a caminar apresurada pero esta vez fue a las afueras, a la casa de Hagrid para ser más específicos.
Al estar frente a su puerta, tocó dos veces y esperó que la atiendan.
—Hagrid, soy yo, Hermione.
No obtuvo respuesta alguna.
—Hagrid, quería saber cómo está el oso, me olvidé de él.
El hombre salió muy resfriado con una manta sobre su cabeza que llegaba hasta sus rodillas.
—Hoda Hermidione ed fío ha estado fuedte.
—Huy, pero estás muy constipado.
—Un poco sí.
—Regresó mañana, no, mejor vengo el siguiente miércoles, quería que me acompañes a buscar al oso.
—Bien, nos vemos —se metió rápido porque estaba temblando.
—Le diré a la enfermera que venga a revisarte ¡Por favor cuídate! —elevó la voz para que lo escuche antes de alejarse lo suficiente dentro de su cabaña.
Tomó sus cosas y fue de regreso al castillo.
Tenía que enfrentar al hombre aunque no quisiera y decirle que en el baile estaba suficientemente ebrio a nivel de Snape, para darse cuenta de que le había dicho que ambos estaban juntos.
Las cosas no salieron como esperaba, al buscarlo en las mazmorras no lo encontró, tampoco en la biblioteca así que sólo le quedó una alternativa.
El bosque prohibido.
***
Después de caminar unos diez minutos internándose en el bosque, escuchó una tos terriblemente potente y unas palabras que decían “I looove you”
¡Ay no! Se ha resfriado.
No era el oso quien estornudaba sino un par de centauros cerca del amigo de felpa que parecía un monstruo gigante frente a ellos.
—¿Cómo están, señores, han visto al profesor Severus?
—Buenos días, señorita estudiante de Hogwarts, el profesor está ahí en la cabeza del amigo oso.
Ella no lo había visto, los centauros tenían razón, el mago estaba ahí sobre la cabeza del oso, viéndola atenta después de haber interrumpido su conversación con los conocidos centauros.
—¿Al fin me ha encontrado, Granger?
—No tardé mucho, comencé hace unos minutos, señor.
Snape hizo mueca de molestia y se lanzó a una de las patas del oso que tenía los ojos cerrados cayendo con perfecta precisión en un gesto elegante de su capa atrás de él. Se acomodó el levita jalando hacia abajo desde su vientre, la miró serio, casi molesto y escuchó intentando ser lo más atento que quería.
—Lamento haber interrumpido, creí escuchar la voz de mi amigo —Hermione se refería al oso al cual no era que quería pero le pertenecía.
—Lo siento, ese fui yo —dijo el centauro más joven, hizo mueca de no haber querido hacerlo y añadió— en el pecho decía “apriete aquí” por eso lo golpeé y habló, pero ya estaba dormido ¡Lo juro!
—¿Cómo está? —miró ella en media vuelta, veloz, el oso seguro estaba desmayado porque los centauros tienen mucha fuerza.
El centauro ya no habló, en vez de una voz ronca se escuchó una grave y autoritaria.
—Muy bien, señorita, el animal se ha acostumbrado a vivir en el bosque aunque la mayoría del tiempo convive con Hagrid, por eso el semigigante se ha constipado, es una reacción alérgica muy fuerte que no quiere que se le medique con poción, le di el antídoto pero él me rechazó así que ahora está bebiendo hojas de limón.
—Hagrid aún no confía en usted, quizá por eso no ha bebido la poción.
—He intentado ayudar, no puedo hacer más —hizo un gesto desinteresado con ambos brazos y volvió el rostro a los semihombres, Snape parecía delante de los ojos de la estudiante, ser el mismo enojón y amargado jefe Sly— ella es Hermione Granger, prefecta de Gryffindor, asistente de pociones que se graduará con honores este año.
—Es admirable —dijo el mayor de los centauros, amigo del profesor.
—Lo es, es una joven a la cual pretendo y en la cual he depositado toda mi confianza, quisiera que ustedes le brinden su amistad, protección y lealtad como conmigo porque ella me ayudará a investigar los últimos acontecimientos del centro del bosque y las criaturas que se esconden en las cuevas verdes.
Ambos centauros la miraron fijamente de pies a cabeza.
—Es un espécimen único y valioso… Estoy dispuesto a protegerla a cambio de lo que nos debes, Severus —el príncipe centauro la vio unos segundos, sin embargo el joven se quedó viendo a la estudiante de pies a cabeza, de verdad era una joven muy bonita y sobre todo recatada en sus formas de ser con el profesor.
Snape hizo una media sonrisa importante.
—Las deudas son las deudas, les daré la docena de pociones, más seis revitalizantes.
El centauro se irguió.
—Bien, ella será bienvenida a nuestra comunidad.
Snape hizo una venia delante del príncipe de centauros, el mayor de los que estaban ahí.
—Les agradezco, nos estamos viendo muy pronto —la voz fue gruesa y alegre por la propuesta del mago.
Los centauros se pusieron en dos patas y dieron la vuelta para correr y perderse entre las profundidades del bosque cabalgando con elegancia y exactitud.
***
—Pensé que serían más difíciles de convencer, profesor.
—He negociado con ellos toda mi vida, su abuela era humana así que las pociones tienen casi el mismo efecto en ellos. Y, te había dicho que no me digas “profesor”.
—¿A qué se refieren con eso de las criaturas de las cuevas verdes?
—Aún no lo sabemos, los centauros han tenido un par de encuentros con una especie de criaturas que caminan en dos piernas, semejantes a humanos según lo que comentan los soldados del príncipe. Y eso vamos a averiguar; Quiénes son, qué hacen ahí, y por qué aparecen en estas épocas de paz.
Ella asintió y le hizo una pregunta con relación a lo que escuchó que expuso de ella delante de los semihombres.
—Tú ¿Me pretendes?
—No —caminaba deprisa delante de ella.
—¿Entonces, eres mi novio? —insistió con menos pena.
—No vuelvas a decir eso a menos que quieras que vomite —silabeó lento las últimas dos palabras.
—¿Si no somos novios entonces qué somos?
—Dejémoslo como: “Estamos juntos” —miraba a todos lados mientras le hablaba sin voltear a verla.
Hermione perseguía al hombre que no se detenía.
—¿Por qué seré tu asistente en pociones o DCao y ya no de transformaciones?
—Minerva se tomó una poción mía después de meterse conmigo.
—Ahh ¿Qué le has hecho, Severus?
—Nada, ella quería quitarme la mitad de mi suelto durante dos meses, si le dejaba hacer eso no podría cumplir algunos asuntos personales, incluyendo quizá… Salir una noche un fin de semana, contigo.
—Tranquilo, yo tengo dinero.
—También tengo dinero ahorrado pero mi sueldo es mi sueldo y está destinado a la casa que acabo de adquirir, una bonita, pequeña y acojedora casa en las afueras de Devon. Un lugar donde por su puesto estás invitada a vivir al acabar la escuela. Míralo ahí —señaló la tierra lanzando un hechizo rápido de impresión— Tengo que remodelar pero estará bien para comenzar —la imagen duró unos segundos y luego desapareció.
La joven estaba que no cabía en sí mismo por lo que escuchó.
Pobre jovencita, se sintió extraña, feliz pero también comprometida, abrió la boca impresionada intentando decir algo que no sonará estúpido.
—¿Crees que sea buena idea que vivamos juntos?
—No sé si es buena o mala idea, es, sé que no tienes dónde ir al finalizar tus estudios y no quisiera que termines como arrimada en cada de tu amigo Wesley, después de eso el castillo sería una buena opción pero sé que te aburrirá después del primer mes de regreso a realizar las prácticas como profesora ya sea de Dcao o pociones. Un lugar para ti sola lejos de Hogwarts te agradará, lo digo por experiencia.
—Ellos estarían encantados que viviera con ellos.
El hombre hizo más lentos sus pasos.
—Si vas con ellos entonces no tienes que molestarte en pensar que vendrás conmigo.
—No, no, yo… A mí, me encantaría vivir contigo…
—¿Pero? —se paró en seco y cruzó los brazos para verla a los ojos.
Hermione se temió una bomba cercana color negro.
—Pero… —se puso roja, sus mejillas se encendieron como bombillos a la brasa— me gustaría que antes salgamos los fines de semana hasta que termine la escuela.
—Eso puedo arreglarlo aunque no prometo nada.
—¿Qué pasó con la hilandera y tus cosas?
—En la casa.
—Esto es extraño, Severus —no perdió el rubor de sus mejillas, ni alzó la mirada después de bajarla unos instantes, unos segundos de silencio hizo un momento pesado e incómodo, perdió también la fuerza de su voz, a continuación tomó fuerza de su pecho y dijo:— Te amo —después de decir eso salió corriendo en dirección al castillo hasta llegar a un punto y desaparecer, una acción que podían hacer sólo estudiantes con cargo de prefectos, desaparecer.
Snape se quedó solo viendo el camino que ella había tomado, después de unos segundos siguió y sonrió, ella no había dicho que no, si era así podía imaginarse como él, quizá una relación más larga que esconderse para besarse o hacer el amor en su habitación de las mazmorras.
***
Hermione no tenía aliento, no podía creer que Snape le había pedido que vaya a vivir con él, aún faltaba muchos meses para el verano pero tener la idea ahí, fresca, le hacía doler el estómago, nerviosa.
—Snape me ha pedido ir a vivir con él —caminaba de aquí y allá frente al sofá donde Ginny se sentaba, veía a su amiga casi hacer un hoyo en la alfombra.
—¡Tranquila, para, vas a conseguir que me maree! —la jaló del brazo y la sentó a su lado— te dije que este verano te esperábamos en la madriguera, ahora está más grande para que no sientas incomodidad.
—No puedo ir ahí, no quiero ver a tu hermano, no nos fue muy bien después de que decidió no seguir la escuela igual que Harry, ya no somos amigos.
—Hermione, entiendo, si estás segura de ir con Snape está bien, sin embargo quiero darte una opción de tranquilidad por si las cosas no salen tan bien, si alguna noche discuten y casi se matan a maldiciones, no dudes en venir a casa con nosotros ¿Está bien?
—Lo he considerado, no dudes eso —abrazó a su amiga Ginny— gracias.
—De nada, ahora preocúpate por el día de mañana, empiezas la asistencia con el profesor, no con tu novio sino con el duro y pesado profesor de pociones.
Hermione se puso nerviosa, no sabía por qué pero algo le decía que aquello era mala idea, muy mala.
Fue a su cama y se metió entre las frazadas, intentó cerrar los ojos pero no pudo, tenía ganas de ir a ver al hombre.
Desapareció aún con la pijama y apareció frente a la puerta del despacho de Snape.
Se acercó para tocar pero antes de hacerlo se abrió la puerta.
Ruby Rose estaba saliendo por donde no tenía que salir a esas horas, segundos después mientras sentía que el corazón se le rompía, el profesor Mott salió atrás de ella y habló.
—Mi amor —no se percató de la Gryffindor por lo que una revelación de algo privado se expuso en un instante.
—¿Mi amor? —Hermione miró a la estudiante.
—Ah, hola señorita Granger -—Mott estaba nervioso, quiso disimular pero no lo logró al ser interrumpido por Ruby.
—Sí, Granger, es mi esposo y nadie lo sabe así que te agradecería un poco de silencio.
—No tienes que pedirle eso, Hermione y yo estamos juntos. Ella sabe cuál será la situación desde hoy —la voz de Snape se dejó sentir apareciendo en el portal— Buenas noches, profesor, buenas noches, señora Mott.
La pareja se perdió por la oscuridad y frío del pasillo.
—Hola
Snape le dió la espalda y entró dejándola sola en la puerta.
—Cierra la puerta, por favor.
Hermione cerró la puerta con cuidado.
—¿Vienes porque has cambiado de parecer respecto a lo que te dije?
—No, vine porque quería ver tus manos.
Snape frunció el ceño, la chica le estaba tomando el pelo.
—Ben, entra a la habitación y acuéstate en la cama, voy a enseñarte mis manos y mi espalda y por ahí aprovecharé a que pongas un poco de crema de aloe con gengibre y corteza de sangre de grado sobre mis bellas cicatrices.
—Bien, suena divertido, te costará dos monedas.
—Viste las monedas de oro en el cajón del escritorio, hay mucho ahí y en el banco, la llave está en el librero, toma todo lo que quieras.
—Ey, es broma.
—Yo no bromeo, toma de verdad, el dinero que quieras.
—Mh, no, no necesito nada por ahora, cuando quiera algo te lo pediré porque ya vimos que si te dejo arreglar una sorpresa, me terminas dando zombies peludos y con cara de muertos.
—Te arranqué el corazón con ese oso, los detalles te vuelven loca—no perdió seriedad al decir eso y ella miró el techo para aguantar decir algo.
Hermione se acostó en la cama mientras él terminaba de ordenar en su despacho.
“ti arrinquí i quiricín quin isi isi, pff, ¿Qué me espera contigo?”
—Ya voy, busco el ungüento. Y no pienses porque te escucho hasta aquí —el hombre no respetaba su privacidad.
—No me leas, no es justo.
—Hazlo también, entonces.
—No, yo sí te respeto, brujo.
Severus entró a la habitación y cruzó los brazos delante de ella.
—Te respeto… —se fue con ella a la cama no sin antes quitarse el levita y la camisa, dejó el ungüento en la única mesita de noche de su lado derecho mientras escondía algo con el puño cerrado de su mano izquierda— siento que es culpa mía que esas criaturas hayas aparecido, usé tu giratiempo en época de guerra y creo que eso provocó un portal.
—Cuánto tiempo retrocediste —tocó su pecho sin darse cuenta que había perdido el aparato al principio de la guerra— ahora entiendo por qué no pude encontrarlo.
—Fui casi un año atrás y casi me quedo atrapado.
—Uy, bueno, no tengo que explicar cómo funciona.
—Intentaba algo, en lo que por su puesto tuve éxito, por eso estoy delante de usted ahora mismo— abrió la palma y mostró lo que tenía.
—¿Regresó por una varita de juguete? —la joven miró curiosa en la gran palma del hombre.
—No, esta varita acabo de comprarla, no es un juguete, puedo lanzarle un crucio con esto.
—Vaya, estoy muy extrañada, no pensé que fueras afin a los objetos diminutos.
—Voy a lanzarte cuatro crucio con esto.
Hermione se preocupó.
—¿Por qué cuatro?
—Es lo que conté o por lo menos eso recuerda mi vieja mente.
Sus jóvenes ojos entristecieron recordando el momento, descubrió por qué decía aquello, el mago.
—Lo lamento, estaba muy enojada y admito que quise matarte.
—Mh, ojalá me hubieras matado, no había sentido tanto dolor, nunca, y ahora es mi oportunidad de vengarme si tú me lo permites.
El hombre movió la diminuta varita y le apuntó el estómago a la joven.
Con precisión pronunció el hechizo una vez, el objeto lanzó de inmediato un hilo de luz verde y roja.
Hermione esperando lo peor se tensó sin embargo al sentir un cosquilleo continuo subiendo y bajando su vientre se sonrojó y quiso gritar de la risa.
—¡Eyy no, no, no se vale! ¡Auxilio!
—Vas a pagar, Granger. ¡Crucio, cruccio! Grita todo lo que quieras.
El color del rostro y cuello de la joven se hizo rojo intenso, empezó a aguantarse la risa hasta que no pudo más, sus venas estaban a punto de explotar.
—¡No, no, Merlín! Ja, ja, ja ¡Basta! ¡Ay no, voy a tener un accidente si no paras, por favor!
El hombre sonrió.
—Listo, venganza saldada —colocó la varita en la mesita de noche a su derecha.
Hermione se tocó el vientre aún sintiendo corriente eléctrica que subía y bajaba hasta su pelvis.
—Soy muy cosquilluda, no juegues así otra vez. ¡Ay, ja, ja, ja!
Snape se perdió en sus ojos color caramelo.
Le habló bajando el tono de su voz a uno grave y diferente.
—Solías ser una mocosa insoportable ¿Cuándo sucedió esto que veo delante de mí? ¿Dónde está la niña?
Sus ojos cambiaron a una mirada fija, él se refería a que era hermosa, una mujer, sus facciones eran suaves pero ahora contenían señas maduras.
—Ya no soy una niña, puedo demostrarlo.
—Me interesa saber cómo vas a convencerme.
Hermione tomó el ungüento y se acercó a la boca del hombre para besarlo, Snape se acostaba de lado en la cama admirando a la estudiante, le recibió el beso casto.
—Voy a poner esto en tus cicatrices y después iré a mi habitación para descansar porque mañana tengo un día difícil con el curso de pociones.
—Mh, muy mal eh, pensé que venías a quedarte.
—Venía porque quería dormir contigo, pero tú no quieres dormir, brujo —su tono lo acusó como el ser más bandido que existía en el planeta.
—Intentaré quedarme tranquilo —el torso delgado y marcado del mayor se veía con la luz cálida de los candelabros, su piel era blanca y aparentemente suave— duerme conmigo —susurró acercándose a su boca para besarla.
Ella correspondió y se quedaron unos segundos disfrutando del otro el inicio de algo escondido.
Pasaba al fin.
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No existe mejor momento que los segundos en que descubro tu mirada — Violeta Gam
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