OS por Noche de Brujas y Día de muertos.
Para ustedes; 😉
Cloe
Sensei (Ojalá vengas pronto)
———————
Mañana del día 30 de Octubre, unos meses después.
—Espero aprecie mi agradecimiento por la hermosa noche de Junio.
El hombre se había acercado detrás de la carpeta de ella tan sólo para sorprenderla mientras escribía afanosa el hechizo contra objetos inanimados, un susurro inquietante le atravesó el oído derecho, le causó una raya en su pergamino con tinta y una llenura inexplicable de temor.
Snape jugaba, nadie podía ganarle, no podía pasarle una sola vez, una estudiante de Gryffindor se había escondido por mucho tiempo de él provocando que ocurran cosas en su mente, aún no había perdido paciencia pero sí el tiempo, tiempo que luego aprovechó para hacer un plan malévolo.
***
Momento anterior
—Corre corre, un murciélago a las doce.
Hermione brincó el muro y apresuró el paso, Ginny le advirtió su presencia al día siguiente de su encuentro clandestino.
—¿Viene hacia acá? —preguntó asustada.
—Sí, y viene rápido, te está mirando —Ginny usaba el mismo pequeño espejo que usó cuando se metió a la clase de la joven ojos cafés.
—Corre entonces, corre. Hay Quidditch para nuestro año, habrá que escabullirse ahí —Hermione no sabía lo que decía.
—Pero tú no te has apuntado al Quidditch, estás exonerada porque no te gusta montar escoba —bajó la voz—, además eres muy mala en eso.
—Pues ahora tiene que gustarme.
Sus pasos apresurados se transformaron en trotes y casi por la colina a veinte metros de la puerta principal y al ingreso del campo deportivo, amabas corrían como si las persiguiera un lobo.
El profesor Mott flotaba en el aire esperando la afluencia de jóvenes ansiosos por aprender de la materia pero a cambio tuvo a alumnos nuevos admirados por su magia simple, una joven que sabía usar bien la escoba y una castaña que huía del amor apasionado y negro.
Era el teatro perfecto para molestarla.
—Buenos días, jovencitos, la idea de hoy era hacer rutina física de cinco minutos y luego volar libres como el viento —surcó el aire con su mano para mostrar la manera—, Ustedes no han venido con el atuendo indicado —señaló a Ginny y Hermione.
Ginny tocó su cabeza con la punta de su varita y la ropa de Quidditch apareció sobre ella.
—Tú no tienes ropa de Quidditch, Hermione, así que tendré que improvisar —le tocó la cabeza y le puso la ropa de Harry, la cual sorprendentemente le quedaba casi exacta.
—Gin, no tengo escoba ¿Qué hago? —estaba preocupada, una presión sobre sus hombros y el cuello tenso le advertía que Snape podía estar cerca.
—Déjamelo a mí, tengo la nueva de Harry y una saeta antigua que me compraron mis padres en el Callejón Knockturn.
—¿Qué clase de escoba es? —hizo gesto aterrado.
—Una buena, no tendrás que ordenarle correr, es más rápida que la saeta nueva —susurró ajustando su casco.
Su amiga castaña le arrancó la saeta de la mano.
—Yo volaré esta nueva, no quiero romperme otro hueso.
Ginny se extrañó.
—Nunca te has roto un hueso, Herm.
—Ya voy a romperme uno, si voy más rápido voy a romperme dos.
Ginny se quiso aguantar la risa por los nervios, después tapó su boca para disimular.
—Está ahí, mira, se ve molesto… No, no, mejor no voltees, tiene los brazos cruzados y los ojos fijos en ti.
—Uy, creo que lo hice enojar…
—Por favor basta de charlas —Mott subió la voz interrumpiendo a Hermione—, suban a su escoba, lleven dos quaffle cada uno y den dos vueltas para repetir tiros en movimiento, la clase de hoy empezará con la práctica y terminará con la teoría. Los alumnos que tienen más conocimiento deberán hacerlo primero y los nuevos… —Miró a Hermione—, intenten imitar a los primeros, al finalizar trabajaré con ustedes.
Todos asintieron, menos una Castaña asustada.
Snape por otro lado alzó una ceja y pensó de forma negativa, que esa chica guapa e insolente se iba a sacar el día miércoles en viernes.
—Tranquila, es fácil —Ginny tocó a su amiga para darle confianza.
—Estoy preocupada.
—¿Por qué? —la pelirroja era muy buena volando en escoba.
—Las escobas son idénticas ¿Cómo sabes cuál es cuál?
—Estoy segura que la que tiene la raya negra e indeleble es la de Harry —se subió a su escoba y tocó su cabeza—, ¿O es la que me compraron mis padres?
Hermione llamó la escoba encomendado su vida a Merlín. Temblaba porque no sabía si caería o la escoba tiraría su cuerpo de lo alto mientras su varita se quebraba y no haría nada más que identificar su cuerpo.
Estiró una pierna, acomodó sus manos y esta escoba arrancó dejando su alma atrás, como cuando sueltas un objeto con una catapulta, tan rápido que ni el profesor la vio despegar.
—Bien, ¿Quién será el primero? —Ginny tapó su boca, el profesor estaba perdido en el planeta irresponsable. ¿Cómo no había visto que la joven salió como una bala humana?
—¡Surrexit dampnas! —pronunció el mayor. Snape apareció junto a la pelirroja y le quitó la escoba. Se subió y fue atrás de Granger.
—Profesor, que gus… —el profesor de ojos claros no terminó cuando Snape ya había salido disparado atrás de ella.
Entonces.
Como era de esperarse las cosas no salieron nada bien.
Snape no alcanzó a Hermione hasta que paró bruscamente y empezó a caer al suelo a quinientos metros de alto sobre la parte más grande del castillo. ¿Qué había ocurrido? Pues que, el pequeño pie de la estudiante golpeó un duro merlón destrozando su tobillo y tibia, acto seguido se desmayó, y sin conocimiento se dejó cargar por un tipo de héroe con capa, pero no roja o azul, sino negra y con olor a Lavanda.
***
Un mes después sin yeso, esa misma jovencita accidentada despertó rodeada de compañeros, los cuales habían firmado su protector blanco con colores y tinta.
—Ay, mi tobillo —se quejó con insoportable dolor de sanación final.
Ese día salía de la enfermería y ahora volvería a esconderse en la biblioteca para estudiar en vez de esperar que un compañero le pida libros con su pase de estudiante.
—Perdón, la que te di era la escoba más rápida, gracias al cielo el profesor Snape estuvo ahí para salvarte de morir —Ginny sonrió admitiendo que metió la pata, o mejor dicho, golpeó una contra el castillo, una pata ajena.
———–
30 de octubre
Al salir de la clase de Snape, Hermione tenía sueño por primera vez no porque fuera aburrido lo que dictó el hombre sino por las medicinas que había estado tomando en la enfermería; pesadas, con mal sabor y un efecto secundario al final tan amargo como el hombre que quería molestarla.
Caminaba como si fuera a dormirse en cualquier momento pero unos pasos apresurados adelante de ella la alertaron.
—¿Hermione? Wow, tienes una cara terrible.
—Gracias, ya lo sabía, Neville.
—Pues a ver si te anima el regalo que te llegó a la sala común.
—¿Qué regalo es? —arrastraba las palabras sosteniendo su cabeza.
—Tienes que verlo tú misma.
Hermione pasó saliva, se imaginaba cualquier cosa molesta pero no lo que vió cuando llegó al cuadro de la señora gorda.
Muchos alumnos Gryffindor se reunían afuera o se sentaban en la piedra al lado de la escalera.
Se acercó al portal.
Al decir la palabra clave y entrar vio a muchos atorados en el paso empujando un gran objeto peludo que ocupaba el espacio.
—¿Qué sucede, chicos?
—Para entrar hay que empujar la pata —contestó un niño de doce años.
Hermione se acercó a tocar el objeto el cual parecía una gigantesca almohada peluda color beige.
—¿Qué, esto es una pata? —con ayuda de los jovencitos empujó y empujó hasta que se hundió el gran objeto al interior de la sala común, pasar era urgente, quería enterarse qué sucedía, la gran cosa peluda volvió a tomar la forma como si estuviera viva, les devolvió su energía por el relleno esponjoso.
Miró hacia arriba y quiso gritar.
—Es un bonito regalo, Granger —Chicos pequeños y grandes estaban trepados en él observando con detalle cada rincón del objeto gigantesco, el cual casi no entraba en la sala común y obligaba a los hombres a saltar desde el balcón a la barriga esponjosa o patas, todos intentaban salir o entrar a sus habitaciones.
—¡Demonios, está horrible! —quiso decir algo agradable pero le ganó la impulsividad adelante de Ginny.
—Tiene botón de sonido, se le prenden los ojos, parecen faros rojos—una niña del tamaño del botón empujó lo que parecía el ombligo y los ojos se prendieron de forma intensa llenos de sangre.
—I love youuu —soltó el parlante escondido en el pecho del peluche con una voz terriblemente distorsionada, era como si se hubiera salido de una historia de terror, los adornos eran feos y su aspecto era como muerto, un oso muerto y ensangrentado.
Del lado del cuello, a la mano derecha tenía un gran moño rojo y una nota pegada del tamaño de un papelógrafo.
La nota decía con tinta negra y su letra:
Gracias por la excelente noche
Pdta: Me vuelves loco.
La última parte era la burda imitación de su excelente caligrafía.
Al leer en baja voz mientras que otros estaban detrás de ella ayudando a sostener el tremendo pedazo de pergamino, se sonrojó y avergonzó a más no poder.
El color rojo en su cara era poco, se sintió indispuesta de pronto junto al sonido de sus amigos y compañeros llenando el salón con un:
—Uuuuuy lo tienes loco, Hermione —Ginny tapó su boca —¿Quién es ese amiguito?
—Bien hecho —las jovencita se avergonzaron con ella, aplaudían la hazaña y se imaginaban cosas bonitas e íntimas.
—Bravo, Granger —Seamus soltó divertido.
Ella no creía capaz al hombre, era una broma de Slytherin o de verdad ese pocionista le había declarado la guerra.
Tocó el oso para aparecer y desparecer con él afuera del castillo en el patio del primer piso, lo dejó sentado en un rincón y este se levantó como pudo para seguirla y dar enormes y pesados pasos atrás de ella.
—Deja de moverte, me das miedo.
—I looooove youuuu —el osito estiró sus brazotes para intentar sujetarla y lo consiguió atrapándola como una bebé. La acurrucó y acunó en su pecho.
—Oso, déjame un momento, tengo que conseguir matar una serpiente.
—I looove youuuu…
—Habla bajito te oirán los profesores.
—I love youuu —susurró.
—Gracias, eres un niño obediente —lo abrazó y desapareció con él en la colina detrás de la casa de Hagrid—, espérame aquí unos días, vendré a verte mañana ¿No necesitas comer o sí?
El oso negó y ella sonrió, no era posible que le obligue a tener un oso animado, el cual vagaría el resto de sus días malignos, por el bosque prohibido.
Al darle la espalda frunció el ceño y apretó los labios enojada.
No le quedaría alma a ese brujo desgraciado cuando terminara con él.
***
Tres golpecitos anunciaron su llegada al despacho del hombre en las Mazmorras, la puerta se abrió delante de ella y una moneda flotó hasta estar frente a sus ojos café.
—Esa moneda le pertenece, señorita Granger —no le dio tiempo a la bruja para reprocharle tremendo papelón que le hizo pasar en su torre.
—Es tuya —Hermione no sabía qué hacer.
—Bien, me la quedo —al guardar la moneda en su bolsillo añadió —¿Le gustó mi obsequio? Es maravill… oso.
—Mh, sí claro, tierno igual que tú… —se mordió la lengua para no gritar, no quería perder los estribos —¿Puedo decir otra cosa? No se hace lo que hiciste, no hay derecho para exponer mi vida privada a compañeros de la escuela —respiró hondo y bajó el coraje con explicación, un tono razonable—, niños menores que me tienen como ejemplo de buena estudiante ahora pueden ir con la directora. No se hace eso, Severus, me delataste como alguien irresponsable y con problemas conductuales e inapropiados, me ha avergonzado y eso no se hace, no te lo voy a permitir otra vez.
—¿Quiere discutir de lo que se debe y no se debe hacer, señorita? ¿Quieres discutir de decencia? Porque si no puedes con el oso entonces quémalo —no sólo se refería al oso.
—Al oso lo dejé libre en el bosque prohibido, ahí estará feliz con algunos otros objetos hechizado por ti —Los recuerdos chocaban contra ella—, Ya saldré de tu vista, pero tienes que estar atento porque mi entusiasmo es más grande que el tuyo.
—Sabe cuál es mi apartado postal, esperaré con paciencia —volvió a tratarla con respeto.
—Bien, lo voy a complacer, profesor.
***
Hermione podía mandarle serpientes en una caja pero era más grandiosa que eso.
La puerta de la clase de DCao para cuarto año se abrió de golpe dejando ver a una joven hermosa con muñecas de porcelana en sus brazos, tenían vestidos rosas y mandiles de pociones, además algunos juguetes de madera del mismo color.
—Señor, he terminado al fin de restaurar su colección de muñecas japonesas, han quedado como si estuvieran nuevas.
Un color repentino y azul tiñó el borde de los ojos del brujo, sus venas y mejillas se expusieron calientes.
Había interrumpido una clase suya, le había faltado respeto a su autoridad y fue amenazado finalmente delante de otros, con una mentira.
No estaba enojado, estaba peor que eso
No quiso discutir delante de los jóvenes, ella no le dio tiempo de despellejarla.
—Estas muñecas están hechizadas — amenazó a todos —quien las mire más de un minuto perderá los ojos.
Los alumnos quisieron reír después de ver cómo las muñecas reposaban en el oscuro escritorio dando una impresión ridícula al salón y por su puesto, a la clase de miedo del mago.
***
Hermione pudo dormir esa noche pero a la mañana siguiente las cosas no estuvieron tan bien.
En el correo del desayuno volvió a tener una exposición personal de su un fan enamorado, con palabras cariñosas copiadas de un libro de poesía en latín.
Chocolates hechizado en forma de rana, cajas en forma de corazón con galletas, globos y cosas muggles que daban pistas silenciosas y obvias.
***
Aquél era día para celebrar, Ginny le dio una idea después de discutir ciertos temas. Ambas descubrieron que la venganza era movida por sentimientos reales, esos sentimientos que aprecian los regalos a pesar de los significados en doble sentido. Así que le daría a Snape algo para que la recuerde un buen tiempo, algo sutil, suave y bullicioso, estaba segura que no tendría corazón para eliminarlo.
Una caja, una pequeña caja de sesenta por sesenta, con seis gatitos bonitos.
***
No se iba a esconder, no había necesidad de perseguirlo o pedir explicaciones, ya había metido la pata creyendo que podía ganarle.
La fiesta de Halloween no se haría hasta la noche, por eso se quedó en la biblioteca a estudiar para los éxtasis.
Fueron unos cuarenta minutos leyendo acerca de las especies animal en el bosque prohibido, al revisar su tercer libro empezó el mareo, el peso en la nuca y se quedó dormida.
Los efectos de esas pociones distintas y aprobadas por el ministerio aún corrían por sus venas. Era irresponsable y se le había exigido al pocionista que no se fijara. Estaba prohibido de surtir a la enfermería o meterse a corregir alguna por los eventos recientes que exponían desconfianza total hacia sus acciones, aún así, se le había permitido enseñar o como decía Minerva: “Se le necesitaba con urgencia como profesor.”
Al parecer el viejo Horacio ya no era el mismo de antes.
—Hermioooone, Hermioooone —un susurro suave la despertó.
Ella estaba segura que la voz en sus oídos, lejana como dentro de una cueva, era de su madre.
Se irguió viendo el final del pasillo, no había otra persona cerca.
Tomó su libro y salió hasta la entrada de la zona prohibida de libros enormes.
—Hermioooone, Hermiooooone
—¿Ma? ¿Por qué? Pero si no estás muerta.
Vio atrás y delante de sus pasos, desesperada, era imposible algo así, tenía que ser una broma.
Escuchó pasos y giró veloz hacia delante.
—Hermione
La mujer apareció delante de ella flotando en el aire, no tenía una pierna.
—Noo —susurró débil— ¿Por qué? ¿Qué haces aquí, qué pasó?
—Hija, fue el mago de Slytherin, ese, el que parece demonio.
—¿Quién? —sus pies intentaban sostenerla, sus fuerzas se iban debilitando por las palabras que recibía de su progenitora.
—Fue Snape.
Las palabras le golpearon el rostro y se encontró de repente en la mesita donde leía y se había quedado dormida.
Se levantó apresurada y corrió a su torre, el lugar estaba completamente vacío, y en los lugares comunes le fue casi imposible encontrar a Harry o Ron.
El castillo estero parecía vacío.
Salió corriendo del castillo, escuchó los estruendos y la guerra, la cual estaba en pleno comienzo.
—Qué sucede, pero si esto ya pasó —se habló así misma reafirmando que no era un sueño.
Se tocó el pecho sintiendo el giratiempo, pensó que en la biblioteca, un accidente con el objeto pudo retrocederla a esos eventos.
Caminó con cuidado en la oscuridad, intentando no ser detectada, recordó las escenas, dónde estaba, a Snape en la casa de los gritos.
Fue a ver su reacción de la otra Hermione, al enterarse que estaba muerto.
No había expresiones en su rostro sino confusión, las cosas pasaban diferentes, no podía ser ese el mismo pasado que había dejado atrás.
Iba a usar el giratiempo pero intentó averiguar ¿Por qué su madre estaba muerta?
Se apareció en Londres y tomó un tren, debía regresar a casa para revisar que sus padres estuvieran bien.
Al llegar a su casa no podía creer lo que veía, estaba impresionada, la sala y el comedor estaban arruinados, eran escombros y la ceniza y carbón al rojo vivo, por la madera que se había reducido, aún olían a sangre seca, sangre derramada de sus progenitores muertos juntos sobre la mesa de centro.
Salió corriendo al jardín y empezó a buscar como loca, desesperada, la fecha del día de su muerte.
Al ver que no podía ser, despertó de nuevo en el mismo lugar de la biblioteca.
—¡No, por favor, despierta! —se habló así misma en baja voz, viendo al rededor preocupada entre tantos libros y repisas.
Levantó todo despacio, tenía que estar en el día correcto, los libros los dejó en el mostrador repitiendo constantemente en su cabeza que era treinta y uno de octubre de mil novecientos noventa y ocho.
Tenía miedo de qué podía ver al salir al pasillo y sí, otra vez se asustó.
—Señorita Granger.
—Ayy —estaba mortificada, demasiado nerviosa para evitar temblar —¿Dígame profesor, qué día es hoy?
La estudió con cuidado, su forma de verlo, la confianza, la falta de cuidado.
—Es momento de regresar a las mazmorras — su rostro se distorsionó en una mueca de malo que no había visto antes.
Al dejarse arrastrar por el mayor llegó con él al aula de pociones, pensó que estaría sola discutiendo con el pocionista acerca de las reglas de la escuela pero dentro del ambiente, el cual estaba iluminado por una carga espesa de luz ambar, se vio cara a cara con el mismísimo Voldemort respaldado además por un ejército de mortífagos enmascarados.
No podía creerlo, no supo cómo defenderse.
—Mi señor, es la única que he encontrado en el castillo —Snape habló serio sin ser tan manso.
La estudiante no pudo creer lo que escuchó así que decidió intentar sacar lo mucho de Gryffindor que a veces no quería usar.
—No, Severus, no eres capaz de tratarme así.
—¿De qué habla jovencita insolente?
—Harry lo vio, Harry vio por qué ayudaste a Dumbledore, era por la madre, por tu amistad y lealtad, tú proteges a Harry ¡Tú proteges Hogwarts!
Todos se burlaron en su cara con grandes y sonoras carcajadas.
—Harry Potter está muerto y fue mi querido Snape quien lo mató, odiosa niña —Voldemort le hizo saber qué había pasado.
Hermione cayó al suelo debilitada por la noticia.
—Esto es una pesadilla ¡Para, Severus, por favor, yo juro que te amo!
El hombre frunció el ceño confundido y todos guardaron silencio.
—¿Qué dijiste? —la miró con asco.
—¡Despierta, despierta por favor! —gritó con todas sus fuerzas.
Tapó sus ojos intentando regresar.
Unos segundos después se hallaba nuevamente en la biblioteca pero ya no era de noche sino como las cinco de la tarde.
Su respiración estaba agitada, su pulso acelerado porque ahora quería ir a ver si sus padres vivían.
—Hermione, Hermione —otra voz conocida chocó con sus oídos.
—¿Harry?
No no mo, no puede estar pasando de nuevo, Harry no está en la escuela.
Caminó con cautela por los pasillos hasta llegar al vitral alto de lado de los libros herbolarios.
—Hermioneeee por favor, ven.
—¿Quién eres? —Temblaba porque no soportaría otra pesadilla más, los nervios la querían tirar al suelo.
Caminó unos pasos hacia la esquina sur de la biblioteca y vio a Harry arrodillado intentando recoger el cuerpo de Ginny ensangrentado e inerte.
Harry era un alma en pena, por eso lloraba al no poder sujetar la cabeza de su novia. Deseaba sostenerla y ponerla en su regazo.
—Hermione por favor, por favor, retrocede el tiempo y llévate a Ginny al mundo muggle, no tiene por qué morir, nadie tiene que morir por culpa mía.
Hermione retrocedió y corrió despavorida.
La joven mujer de cabellos castaños empezó a llorar desconsolada ¿Por qué estaban muertos? ¿Por qué?
Se levantó y salió corriendo como pudo, tenía que pedir ayuda lo antes posible.
Al llegar al pasillo del segundo piso, corrió hacia las escaleras que llevaban a las mazmorras. Esta vez se arriesgaría, si le hacía entender al hombre que lo comprendía, que comprendía su forma de actuar entonces cabía la posibilidad de tener una especie de aliado, aunque sea una mentira que le dé tiempo de saber.
Lo que sea, quería saber.
Pero,
El castillo estaba destruído y el patio al igual que el exterior sólo sostenían cadáveres regados y descuartizado por doquier.
Levantó la varita e hizo un patronus de cuerpo completo.
El mensaje salió nadando veloz hasta el mago de serpiente en el antebrazo, el único Slytherin en el que podía confiar.
No pasó ni cinco minutos cuando Snape apareció delante de ella pero, no solo, estaba malignamente acompañado de una flota de mortífagos.
—¿Dónde está Voldemort? —reclamó la chica.
—Voldemort ha muerto, señorita Granger.
Varios hombres enmascarados la atraparon por la espalda y la llevaron delante de un director con barba larga y blanca.
—Gracias, Severus, muchacho, sabía que podía confiar en ti.
“No, ¿Qué sucede? ¡Maldita sea!” era una locura, lo que pasaba por su cabeza, el efecto de lo que había tomado le revelaba muchas situaciones que ni si quiera era capaz de imaginar.
—¡No, señor, usted no puede ser un traidor, usted no! —Negó retrocediendo a la salida—, ¡Usted no, por favor!
Al cerrar los ojos sintió un golpe seco contra el suelo. ¿Qué había pasado?
Había sido un libro, un libro que había caído al suelo por culpa de su codo.
—Hermione —le tocaron el hombro y ella brincó.
Un grito aterrador salió de su boca impulsado por todo el aire de sus pulmones.
—Ay no, noooo —se quitó y retrocedió hasta chocar con el librero.
—¿Qué sucede? —el hombre no entendía su desesperación y temor.
—Profesor, se lo ruego ¡Dígame que no es junio!
Pasos se escucharon cerca a ellos.
El hombre disimuló y respondió con respeto.
—Es el día treinta y uno de octubre y se va a perder una reunión amena con razón al feliz día de Brujas, también, hay invitados extranjeros trayendo tradiciones y culturas antiguas desde el continente americano.
Hermione tocaba su pecho y secaba sus lágrimas como podía, había sido la pesadilla más fuerte que había experimentado. Muchas pesadillas con significados y símbolos que no entendía.
Snape no dijo más, sólo la veía llorar y tocar su corazón y cabeza, peinando sus cabellos rizos con nerviosismo.
—Algo no está bien en esas pociones que bebió —Snape veía sus ojos rojos, su estado confundido.
—Lo lamento, lo lamento, perdóneme, no quiero seguir con esto, no quiero jugar más a esto. Hagamos como dijo, volvamos al principio, cuando no sabía quién era, cuando sólo era una atrevida sabelotodo que interrumpía su clase. Una… —suspiró—, una joven que usa el tiempo para buenas obras intelectuales.
—Está bien, bien, si eso es lo que quiere, está bien.
—No, espera —se acercó a él aún temblando—, perdóname por dejar la moneda, de verdad, juro que ni es mía, la tomé de tu escritorio, de la caja de monedas que tienes en el escritorio —arregló su ropa y apretó sus labios entre sí, debía verse espantosa para que él la mira con extrema extrañeza—. Intentaba comportarme como tú fuiste conmigo pero, ahora, asumo toda la responsabilidad y acepto incluso los insultos que dices que soy, una joven fácil, terca y nada inteligente.
El mayor la miró a los ojos, su ceño cambió de inmediato.
—No, no voy a aceptar una disculpa, Granger. No voy a permitir que digas esas cosas terribles de tu persona.
La joven empezó a llorar.
—No sé en qué pensabas cuando me escupiste esas palabras —reprochó con dolor. No era tiempo pero estaba amargada y necesitaba cortar esas raíces de tajo.
—Lo lamento profundamente… —su mente escogía mejores palabras—, Hermione —le habló interrumpiendo sus pensamientos.
—Espero sea algo que me haga sentir mejor —estaba harta de todo.
Snape se la llevó del lugar, al baño de hombres del segundo piso.
—Eres una buena joven, una excelente estudiante en Hogwarts y eres alguien que no juega con lo que siente. Sé que estás realmente enamorada de mí porque se lo dijiste a Lucius al rechazarlo una noche afuera del castillo.
—¿Cómo sabes? —secó sus lágrimas, sorprendida.
—Porque era yo… —pasó saliva al enfrentar lo que podía venir, arriesgando lo último de confianza que ella tenía en él—, no creía que una joven como tú podía poner sus ojos en mí, y me refiero a en serio soñar con una posibilidad de que alguien quería invertir sentimientos absolutamente desinteresados, pensé que me era curiosidad o un plan de Dumbledore por descubrirme, para atarme más a él con amenazas. Yo… Me hice pasar por Lucius Malfoy y aquella noche en el bosque, fui yo quien te besó.
Hermione se quebró nuevamente recordando las palabras exactas que dijo al hombre de cabellos lisos.
—Esa noche le confesé a Malfoy que estaba enamorada de ti ¿Cómo es posible? ¿Cómo? Por qué aún… Y aún ¿Tú decidiste tratarme así?
La joven lo dejó solo y salió del baño.
Podía quedarse, pelear o discutir sin embargo no tenía ganas.
—¡No te vayas, no te vayas, por favor! ¡Por favor, Hermione!
La abrazó, la abrazó unos segundos.
—Tú no amas a nadie —acusó enojada empujando al pocionista desde el pecho.
—Alguien viene —alcanzó a decir eso, alerta, la movió a un almacén del mismo pasillo. El ambiente era amplio, un lugar para poder aclarar las cosas.
Sus respiraciones eran agitadas, intentaba explicar pero ella parecía tener los oídos tapados.
—Quiero que pienses en una sola cosa, por favor —la voz y actitud del hombre no era rendida ni débil, sólo quieto, intentando expresar más por la forma de verla, el ceño fruncido y la preocupación. No era un experto reflejando sus emociones, quería llegar a ella con el tono grueso de su voz, la lógica —¿Por qué fui esa noche de navidad, contigo? Dime ¿Por qué fui?
Hermione dejó de taparse el rostro, un instante. No pensó que una pregunta tan simple empezara por distraerla.
—Quiero estar segura ¿Por qué viniste? ¿Fue porque te llamé?
—Fue porque creí que estabas en peligro y después fue porque esos pequeños instantes en la escuela, al descubrir que una joven, en especial una que llamaba mi atención, por su soberbia, inteligencia, esa ridícula compasión, desde tiempo atrás, se había interesado en rescatarme… A mí, llevarme un instante a su mundo, el mundo que se había creado; fácil, ajeno a lo que estaba pasando, distraído del peligro y de la muerte, con coraje, con un propósito, me llevaste a que piense un momento en lo justo, ganar para vivir.
Un pequeño, maravilloso, color café brillante y claro de sus ojos, al mirarme, al intentar reírse conmigo, me trajo aquí. Una habitación donde existían dos personas similares y a la vez distintas que deseaban oportunidad para servir en la noche. Tus ojos jóvenes me estaban coqueteando, tu forma de ser al exagerar el respeto delante de mí, la risa que soltaba el ruido de tus labios camines, la suavidad con que estos me llamaban… ¡Soy un hombre sin temor a la verdad, era un reto, era un querer despertado en segundos, era un fascinante regalo no merecido —se quedó en silencio unos segundos —Joven mujer, dime que lo supiste desde la primera reunión que solicitaste frente a mí, que funcionaría tu manera de tratarme aunque no lo merecía. Funcionaría ese sacar de mí algo que no quería mostrar. Te gustaba, y tú a mí, te gustaba por la forma en que odiabas que te ignore.
Hermione tembló por primera vez en la noche de una manera incontrolable.
Retrocedió un paso.
—Yo… Sí… Tienes razón… Es cierto me gustabas pero no sabía que te lo había dicho.
—También con esa voz suave al besarnos, la siguiente madrugada, esa aventurada y cuidadosa forma de intentar tocarme —se acercó a ella y le susurró en el oído izquierdo frotando el largo de sus brazos juveniles sobre la ropa del uniforme. Cerró los ojos con rendido deseo respirando más profundo —¿Por qué duele que te toquen con caricias, por qué causa placer el olor en la ropa, por qué lo causa la voz?
Hermione tembló, recordó sus movimientos, la conversación absurda de la primera vez y el primer encuentro íntimo con él.
—¡Merlín! —intentó controlarse pero cerró los ojos—, Me gustó tan sólo verte, lo dijimos… No me arrepiento —suspiró —, decirte que sabía lo que hacías… Yo… Había desviado mi atención, a ti, porque quería, te quería conocer.
Snape asintió.
—Fue notorio, gracioso y molesto, tu lado protector es marcado por la curiosidad cuando decides cumplir tu cometido. Esa noche no fue un accidente, tu mente gritaba lo que quería conmigo desde la primera vez que vi tus ojos.
—Presumido —golpeó el pecho del hombre con el puño cerrado, un golpe leve. Snape no la soltó, aquello provocó que se miren a los ojos. —Yo sólo quería darte un beso.
Snape la había llevado a ese punto, ese instante donde eran dos y no había más, trayendo consigo, con esa voz gruesa y grave, el recuerdo fresco de los sentidos, los sentimientos apresurados en la cabeza, un maratón emocional y lógico, un bombardeo de conexiones.
—No, tú me querías, completo — su mirada altiva le caía mal a la chica, y su seguridad era para odiarlo una vida entera—, ¿Me pediste sólo un beso, Mh? te di lo que quisiste, te di mi ser completo esa noche y al final estaba asustado porque no quería arruinarte.
Hermione empezó a llorar.
—No molestes, brujo… —limpió sus lágrimas y luego sonrió.
—¿Qué no puedes creer, que no era capaz de sentir? —bufó—, soy tan humano como aparento en secreto. De verdad te amo, hoy —soltó lento y al final susurró —de verdad amé tus caricias en mi cuerpo pero amé más que lo imagines antes de que suceda.
—Tenías que decirlo —ella descubrió que fue eso, el deseo sexual, la conexión más fuerte pero estaba equivocada —suéltame.
—No —dijo rotundo —antes de tocarme, cuando me mirabas.
La abrazó, rápido, quiso decir más antes pero el aire en vez de salir le llenó el pecho, Hermione le dio un golpe en el hombro con una sonrisa pequeñita, era un desperdicio de fuerzas intentar soltarse.
—Eres un tramposo —acusó.
—Soy un mortífago y he ganado esta guerra.
—Jajaja, también eres gracioso y ocurrente —se envolvió en él metiendo sus manos al rededor del levita negro—, la profesora Minerva debe estar enterada de lo que hiciste.
—Se lo dije, antes de obsequiarte un estúpido oso de felpa, le dije que quiero cambiar de asistente para conquistarte.
—Jajaja —secó esas pequeñas lágrimas que salían, no podía parar de reír —, Terrorífico oso de felpa— puntualizó.
El hombre la apretujó, fuerte entre sus brazos.
—¿Quieres quedarte conmigo, joven y hermosa, Gryffindor?
—Sí —no lo pensó.
—¿Y volver locos a tus amigos cuando se enteren?
—Se van a morir —le susurró pegada a su pecho—, Querrán matarte unos días pero estarás bien, tú les das miedo.
—Encantado de que eso siga así.
La tomó del rostro para acercarla al suyo, para darle un beso suave en los labios pero su ímpetu transformó la ternura y la delicadeza se convirtió en deseo.
—Ah, te amo, Hermione.
La joven sacó una moneda y la puso delante de su rostro serio y adoroso.
—Hoy tendrás, sólo una moneda porque sigo molesta.
Snape gruñó, ella había deshecho sus planes.
—Es justo. Te buscaré mañana.
—¿Vas a bailar conmigo esta noche?
—No, hoy te dejaré bailar con tu novio Ravenclaw.
—Error, has fallado, hoy quiero estar contigo.
—¿En el baile?
—Sí, no necesariamente bailando —quería ponerlo incómodo.
—Qué bueno porque no bailo nada —el mago explicó con exagerada forma de mover sus labios, la pausa perfecta de las sílabas y el enojo camuflado.
***
Esa misma noche.
El profesor de pociones bebía una copa de vino junto a la mesa de cócteles al lado del nuevo profesor de vuelo.
No hablaban porque el otro le tenía miedo.
En un instante su vista y atención fue jalada por una joven mujer de cabellos castaños, en un vestido color rojo vino intenso, su cabello estaba adornado y sujeto como una princesa y pequeños puntitos escarchados a su alrededor deslumbraban su vestido.
—¿Quién es esa jovencita? —preguntó Mott.
—Hermione Granger —Snape empinó su copa —ella es una joven agradable y me gusta.
—Soy casado, también con una joven guapa que estudia aquí.
—Mh, ¿Ruby Rose?
—Así es. ¿Cómo lo supiste?
—Oh, lo sabía. No para de hablar de ti.
La estudiante se acercó de lado del pocionista y saludó.
—Profesores cómo están ¿Disfrutan la velada?
Ambos hicieron una venia de saludo.
—No, el profesor Mott es muy aburrido.
Mott volteó a verlo y quiso reír, unos segundos después se fue al ver a su esposa aparecer en el centro del salón.
—¿Quieres bailar? —preguntó ella divertida.
—No —alargó la “o”. Después acercó de nuevo su copa de vino para sorber el líquido rojo como si la joven no le hubiera dicho nada.
—Bien, pero si un chico me saca a bailar, iré.
—Está bien —frunció el ceño y entre cerró los ojos—, ve, te doy permiso.
No pasó mucho tiempo hasta que ella fue invitada y él sonreía al verla bailar.
Giró para tomar más vino y entonces se encontró con la directora Minerva, la bruja lo acusaba con la mirada.
—¿Con un oso zombie la conquistaste?
—No, ella me conquistó a mí —hizo una mueca de lado similar a una sonrisa.
—Te vigilaré, y no quiero más juguetes con artes oscuras en el castillo.
El hombre puso su mano en el pecho en símbolo de que era una promesa.
***
Al término de la noche, Snape estaba ligeramente tomado, tanto como no había estado nunca.
—Las gardenias son azules pero si las siembras junto a las diagramontianas toman un color rojo en sus hojas y éstas pueden curar algunos tipos de cáncer muggle.
Hermione lo sostenía de la cintura en el invernadero, parecía que el equilibrio del mago estaba en jaque.
—Sé de técnicas para mezclar especies cuando las acercas, sin embargo tiene que ver con la polinización antes que la mezcla de sus raíces en la tierra.
—Jovencita, es fascinante el mundo de las plantas curativas muggle, acabo de comprar dos libros enormes. ¿Deseas que te preste uno?
—Sí, señor. ¡Qué atractivo te vez, ebrio!
—Hum —se quejó el hombre— no me había dado cuenta.
—Severus, tenemos que regresar ¿Por qué has bebido tanto?
—Ah pues… —a pesar de la borrachera sus palabras no tropezaban porque él lo evitaba con las pausas —porque una estudiante de Gryffindor ha aceptado por segunda vez, ser mi novia.
—¡Merlín! ¿Soy tu novia? Jajaja ¿Qué tenía ese vino?
—Mh hm.
Sus mejillas se sonrojaron, la frente de la chica ardía.
—Bueno, que sea así, entonces.
—Creo que estoy olvidando algo importante que este alcohol recorriendo mi sangre no me permite tener presente —se tocó las cejas con la mano derecha.
—¿Qué es?
—Será mejor que piense, no recuerdo qué.
—Vamos a las mazmorras.
—Te llevaré a tu torre —mando enérgico.
—No puedes llegar así.
—¿Por qué no, te da vergüenza este viejo imprudente?
—Para nada, yo siento orgullo de ti.
—Ah, eres muy buena. Está bien, me iré a las mazmorras así que tú ve directo a tu habitación.
Hermione asintió, lo abrazó y lo dejó solo viéndola a ella irse poco a poco con los tacones que la mataban.
Al llegar al nivel de la escalera hacia la entrada a su casa, una multitud se reunía al rededor de la señora gorda.
—¿Qué sucede, Seamus?
—Creo que tu fan enamorado te trajo maroches vestidos de calavera.
—¿Maroches?
—Sí, esos hombrecitos pequeños que tocan música. Algo similar a los que cancelaron en la ceremonia con los extranjeros.
Hermione no quería saber de quién era obra, sólo entrar y ver qué pasaba.
Y al estar en la gran sala común vio un grupito de lo que parecían seis duendes pintados como calaveras, vestidos de tela negra y adornos plateados, sombreros de ala larga con flores cocidas, tocando diminutos instrumentos, canciones de dolor y amor entre vivos y muertos.
Hermione tocó su cabeza rendida, el hombre tenía que encontrar algo tan romántico como eso para cerrar el día.
Al finalizar unas tres canciones, los muñequitos catrinos caminaron con los sombreros en sus manos, se formaron en fila e hicieron una venia profunda para recibir reconocimiento.
—Meaww —soltaron en grupo.
Y todos sus compañeros aplaudieron con energía.
—Ay no, los gatitos, Severus…— susurró— los has hechizado —se tapó la cara con ambas manos y pensó.
Ahora entiendo por qué dijiste que habías ganado.
vio su reloj y luego vio a los gatitos catrinas.
Feliz Halloween y, feliz día de los muertos.
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