Beso Francés Capítulo XI La Asistente De Snape 🐍 🕯 🕯

—Quiero relajarme un poco, Ginny, este día ha sido una locura, la profesora Minerva me tiene atada de pies y manos.

—Te ves cansada, Herm, merece la pena, además que hace mucho tiempo no veníamos a los baños del tercer piso.

—El jacuzzi es magnífico sólo que ya sabes, a algunos todavía les da miedo los fantasmas.

Estaban muy distraídas, tanto que al hacer magia para quitarse la ropa en tres segundos, no se dieron cuenta de la ropa doblada con orden, escondida con afán en el primer lavabo.

Tenían las batas blancas y debajo de éstas, ropa de baño de dos piezas.

Las prendas que ahora descansaban atrás de ellas eran; una camisa blanca, una corbata con rayas verdes, una falda escolar gris y una capa con fondo también verde pero oscuro. La persona que estaba ahí tenía que ser Slytherin.

—El profesor Mott es muy guapo —Ginny quería distraer más a su mejor amiga.

—Es un hombre físicamente atractivo, así es.

—Ajá, lo sabía, sé que lo has estado viendo en la mesa de profesores.

Hermione negó metiendo su pie en el jacuzzi el cual extrañamente estaba activado y con agua caliente.

—No, no es lo que parece, no lo veo a él ni a nadie.

—Ah —Ginny hizo una mueca de lado —Entonces a quien miras es un pocionista amargadito y resucitado ¿Es él?

—No, no miro a nadie, sólo me gusta observar al rededor, para eso están los ojos.

—Apuesto un brazo a que aún te gusta.

Hermione la vio directo a los ojos, ya había metido ambos pies en el jacuzzi, el lugar estaba impecable, limpio y olía bien.

Esa mirada le dijo a Ginny que sí, que había una posibilidad de que ella aún viera al hombre, que Snape le pareciera interesante.

—Basta de interrogatorios, ahora lo importante es sobrevivir después de McGonagall, nunca había hecho algo tan laborioso, la profesora me da demasiado y parece que anhela darme más cada vez.

—Te hubiera ido mejor como asistente de la clase de pociones.

—Ese puesto está ocupado —dijo una voz grave y dulce sorprendiéndolas.

Tanto así fue el susto que Ginny se resbaló y golpeó sus glúteos contra el mármol y Hermione se aferró a su pie para cubrirse.

Vieron esos ojos azules, unos labios carnosos carmesí, un corte de cabello moderno, una mirada tan profundamente intensa y parte del cuello con líneas negras, parecían tatuajes. Era una joven, una joven jodidamente sexy.

Ambas tenían las mandíbulas caídas y las bocas bien abiertas mientras los labios estirados y dientes perfectos de esa joven le sonreían con diversión.

Para acabar de ser brutal y sorpresivo, esta mujercita de piel blanca salió del agua completamente desnuda, exponía un esbelto y trabajado cuerpo de gimnasio repleto de tatuajes en puntos específicos que por su puesto no era lo más llamativo.

—¡Merlín! —Hermione dijo al tapar su boca, el sonido que emitió no iba de salida sino de entrada, casi se ahoga.

—¡Diablos! ¿Tú quién eres? —Ginny estaba escandalizada.

—Soy Rose, mucho gusto, estuve un año afuera, las razones son bastante obvias —sonrió tomando la toalla de Ginny de sus manos para taparse con ella—, deberían intentar disimular que les gusta… Lo que ven —movió su varita después de secarse muy rápido y en menos de dos segundos ya tenía el uniforme puesto.

Una Slytherin sin duda.

—Un gusto, Rose —dijo Ginny con mucha amabilidad, vio que la joven Sly se iba dejándolas solas con las preguntas.

—Muchas chicas se fueron el año anterior porque Hogwarts ya no era seguro, es posible que haya regresado para acabar, quizá tomó curso en otra escuela. Intento pero no recuerdo muy bien su rostro y menos sus tatuajes —Hermione volvió rápido a su estado analítico.

—Herm, ni tú ni yo hablamos con gente de Slytherin, por eso no te acuerdas ni te acordarás de su cara.

—Cierto, Gin, pues en Francia no estuvo porque creo que son más estrictos que aquí, sus brazos y manos están completamente tatuados.

—Ya sé, parece que adora las manchas negra. Pero no está prohibido si es costumbre, incluso aquí.

—Cada quien con su cuerpo, yo tengo una en mi muñeca.

—¡PM! ¿Un tatuaje? ¿Dónde fuiste que no me dijiste?

—Tattutrix… El título: “Sangre sucia” —soltó relajada y divertida.

—¡No seas payasa! Por un instante pensé que te habías hecho uno.

—Na, no quiero por ahora — se perdió en el jacuzzi, moría por meterse ahí y quitarse todas las tensiones—, ¿Crees que debamos de cambiar el agua? —Hermione miraba el jacuzzi, no dudaba de la chica y su limpieza sino que le daba nervio.

—Mh, yo creo que sí, porciacasito lo limpiamos —Ginny alzó su varita y hechizó el ambiente.

***

Snape salió del comedor cargado de ideas para las clases de pociones y DCao, Minerva le había otorgado el puesto que él quiso y como lamentablemente nadie le aceptó a ella, ser profesor de pociones, el brujo tuvo que aceptar un plus de carga sobre sus hombro.

No se había olvidado de su gran metida de pata, estaba animado, la joven ya no lo odiaba.

Intentaría algo, algo que a podría darle un poquito de convivencia con la señorita de promedios altos.

La clave era McGonagall, si él lograba que ella se lo pidiera, la joven Granger no iba a negarse.

¿Le diría a Minerva que Hermione le pida ser su novio?

No, se abriría paso empezando por donde tenía que terminar, confesando a alguien con autoridad sobre su cabeza que esa jovencita de cabellos castaños no lo dejaba tener un poco de paz al dormir.

—¿Has esperado mucho, Severus?

—No, Minerva, Gracias por atender mi solicitud de reunión.

—El misterio de tu carta no es lo que me trajo aquí sino que hayas pedido por primera vez en tu vida resolver un tema personal ¿Es un consejo lo que buscas?

Snape negó con cabeza.

—No, no es un consejo. Por favor, quisiera que nos sentemos un instante.

“Es algo importante, acaba pedirme con buenos modales” Minerva no se creía que era el pocionista.

Por otro lado Snape estaba alterado, no sabía por dónde empezar, no sabía qué palabras decir pero lo intentó, sin irse por las ramas.

—Es… Es sobre una joven estudiante.

—Ah, es sobre tu asistente ¿Qué tal, te ha servido de ayuda?

—No quiero hablar de esa joven malcriada, quiero hablar de otro tema que… Que también es acerca de otra estudiante —su postura se irguió poniendo cara al asunto, los titubeos no iban con su forma de ser.

—¿Quién? —Minerva fue directa.

—Hermione Granger —contestó el brujo.

—¿Qué pasa con ella?

—Es una joven ejemplar, una excelente estudiante que quisiera esté conmigo… En mi curso, la quiero a ella como mi asistente, no a Rose Ruby.

—¿Qué tiene de malo Rose Ruby?

—Es terca y muy insolente —Intentó explicar —Sé que Granger puede ser así pero es más respetuosa y además estos últimos siete meses se estuvo entrenando con Horacio Flaccus Slughorn, sé que es más hábil y además le encanta el tema.

—¿Cómo supiste eso? Era un secreto entre Hermione, Slughorn y yo.

Snape alzó una ceja.

—Mh, ese Horacio no se calla nada… —Minerva cruzó los brazos.

—Pero tengo que confesar algo más. No sólo quiero que ella se acerque para ser mi asistente sino que si ella está cerca a mí yo podré…

—¿Qué? ¿Podrás tener más tiempo para otros asuntos, cierto? ¿Es eso? Ya lo hemos hablado Severus, tienes que ayudarme a cubrir las clases de primero a cuarto en cuanto a pociones.

—No es eso.

—¿Entonces? —la mujer delante de él lo ponía nervioso, pero de ese nervio que aumentaba su enojo.

—No, no me refiero a eso, creo que sí ella trabaja conmigo, podré tener la posibilidad de acercarme de forma romántica.

Minerva vio ambos ojos negros con escrutinio.

—Já, es increíble que hayas hecho una broma así —Soltó después de unos segundos.

—No es una broma, la joven me agrada también como mujer.

—¡No! Y este “No” que acabas de escuchar es, rotundo. No te creo y no es suficiente para ella que la veas como una “Mujer agradable” La señorita Granger es única y no es para ti.

—¿No es para mí? —Retó con la mirada— ¿Por qué no? ¿No nos entenderíamos al visitar una biblioteca juntos o al escribir un ensayo?

—No, es simplemente una buena chica y tú… —Minerva se detuvo.

—Quieres decir que soy malo… —acusó a la mujer con sombrero de bruja elegante.

—No es suficiente que te agrade por eso será un “No” rotundo y me mantendré en ello hasta…

Snape la interrumpió al tirar todas las cosas del escritorio de un sólo jalón para el suelo, soltó con firmeza y desesperación.

—¡Estoy enamorado de ella! ¿Es suficiente para ti?

Minerva separó los labios impresionada.

—¿Tanto así?

El hombre se enderezó y le dio la espalda, ya no había vuelta atrás, la única persona con quien se había soltado, estaba muerto, ya no tenía a nadie en quién confiar sus planes o sus secretos. Casi tenía treinta y nueve años viviendo de esperar que las situaciones cambien a su favor.

Sus manos estaban en su espalda, le costaba diez veces más que una persona normal la exposición de sus sentimientos.

—Sí, quiero intentar protegerla. Es una adulto ahora, una excelente mujer que quiero de buena manera.

—Es absurdo, a tu lado es una niña.

—No, ya no es una niña.

Minerva guardó silencio, unos segundos.

—Deja que lo piense y veremos qué puedo hacer respecto a tu asistencia porque Granger me está ayudando mucho en Transformaciones, dártela no me parece justo y me refiero a —hizo un ademán con las manos—, temas enteramente escolares.

Snape hizo una reverencia y salió de dirección.

Lo que sucedía era extremo, nunca se había imaginado en una situación tan incómoda y patética pero tener nuevamente a la joven lo valía.

¿Qué quería de ella? Él lo sabía bien pero los demás no y menos la estudiante que ahora estaba un año más grande.

***

Hermione en su torre no podía evitar recordar las palabras del hombre, eran fuertes, eran terriblemente hirientes, y esas noches donde esa grave y gruesa voz sonaba en su cabeza, quería ir a vengarse de alguna manera. Al volver a la realidad y ver que hasta el final sus formas duras y misteriosas de Slytherin, le hicieron bien a Hogwarts, era entonces que se le pasaba, se le pasaba la amargura, se le pasaba el enojo y quería verlo, hablar con él como en un principio de su equivocado acercamiento.

Ginny llevaba días atrás de ella, unos seis o siete desde que entraron a la escuela, le preguntaba de Snape a cada instante y eso la tenía Harta, no quería pensar en él, no quería escuchar su nombre porque ya no le importaba sin embargo su amiga no la dejaba descansar con la idea de que él la miraba y que posiblemente estaba celoso porque ella veía al nuevo profesor de vuelo.

Hermione sabía todo, no era tonta, sabía que el hombre era casado y aunque lo viera unos instantes para intentar provocar a un brujo, no era de verdad, no gustaba del profesor Mott. No tenía interés en nadie.

—¿Piensas en el país de Severuslandia?

—No pienso en nadie, sólo pienso en salir de la escuela como se debe.

—Herm, hay una vida después de la escuela ¿Por qué no puedes imaginarte algo bonito?

—Porque eso sería estúpido, ya te lo he dicho, si tuviera que estar con él nuevamente sería sólo para pasar el rato pero no para algo serio.

—Vaya, el hombre sí que te ha afectado.

Hermione se imaginaba retarlo con la mirada, provocarlo de alguna manera para intentar averiguar algo.

Y justo cuando estaba en el momento y lugar preciso lo veía caminar al lado de la guapa compañera Slytherin.

Al verlos se escondió y no era que lo estaba buscando sino que las casualidades eran odiosas, a veces, cuando pensaba en alguien, este tenía que aparecer delante para confirmar su buena y especial suerte.

Casi no podía escuchar lo que hablaban, desapareció y apareció sobre el borde del balcón, tan sólo para escuchar lo que esos dos conversaban.

—El día martes estaría bien, señor, me encantará conocer el lugar que dice.

—No llegue tarde, señorita, no me agrada esperar.

—Intentaré llegar a tiempo porque aún me pierdo en este gigantesco lugar.

—Entonces compre un mapa, señorita Rose.

—Ay ¡Gracias, usted siempre tan adorable! —su voz delicada salió al máximo de sarcasmo.

Hermione desapareció y apareció en la biblioteca.

—Bien, tiene una amiga, eso es bueno —se habló en susurro a ella misma sin notar que verlo acompañado de una hermosa chica le preocupó. Esta era oscura, astuta y con ese aire de superioridad como suelen tener los Slytherin. Seguro le gustaba al hombre, ese tipo debía ser su favorito, no como ella, blanda, orgullosa de estudiar y al final una tonta que perdonaba todo.

No pasaba nada, el primer día de la semana que siguió se mantuvo en rutina, iba a los mismos lugares con sus libros para estudiar y cuando Ginny le avisaba que el hombre estaba cerca, no volteaba a comprobarlo, pero un día, al final de este, en la cena, ese sentimiento de que la veía fue personal.

Se sintió escondida, observada, algo fuerte de soportar.

Reía con un compañero alto frente a ella cuando giró para ver la mesa de profesores.

Esa mirada negra y oscura que conocía, se chocó con ella, no pensó en huir sino en desafiarlo de forma alegre.

Ninguno se apartó del contacto.

—Hola —susurró ella con suavidad, gesticulando un poquito más de lo normal y luego volvió a su conversación alegre.

Snape deseó en esos segundos que sus gestos le dijeran más, era algo, ella no le negaba la mirada y al contrario de lo que él creía, se veía amable.

Se levantó de la mesa y salió a la puerta izquierda del comedor para esperar, sí, esperaría a la joven para acercarse e intentar hablar.

Estaba impaciente, no perdía seriedad pero sí la tranquilidad en su interior.

Con las manos en su espalda, vigilaba el orden pero también pensaba que en cualquier momento el caminar delicado de la estudiante iba a atravesar el portal acompañado de otros pasos. Tendría unos segundos antes de que esté lo suficientemente lejos para ser ocasional, su petición de charlar tenía que convencerla.

La vio levantarse de su mesa acompañada de un grupo de tres personas en los que estaba su mejor amiga Wesley, un joven alto de cabellos rizos café y un Neville Longbottom maduro y callado.

La vio salir del portal, estaba distraída, sonrió por algo que dijo su compañero, magnífica, su voz y forma de ser era magnífica.
El mago se perdió en observarla, se perdió en recordar lo que había hecho, fatal. Su valor retrocedió, quería estar más seguro de hacer, ahora su idea era seguirlos y ver que la dejaran sola.

Con suerte eso sucedió, ella se desvió de forma ilícita hacia afuera del castillo cuando todos se separaron para subir a la torre de Gryffindor.

Snape tenía una oportunidad, una que no podía desperdiciar.

—¿A dónde va, Señorita Granger? —si le preguntaba algo así en ronda de vigilancia, la estudiante no pensaría que era forzado.

—Hola, profesor ¿Cómo está? —soltó de lo más normal —voy al invernadero para recoger un encargo de la directora.

—Mh, lamento haber pensado mal de usted.

—¿Usted piensa mal de mí? Hasta lo que recuerdo sí, desde que tengo once años —su hablar no perdía valentía o seriedad.

—No exagere —es lo único que supo decir el mago —usted es una buena alumna.

—Gracias, me halaga saberlo ¿Me acompaña? —pidió ella con sutileza y sin poner mucha importancia a lo que escuchó.

Él asintió como respuesta de ser guardaespaldas.

Hermione caminó a su lado perdida en sus pensamientos sin presentar nerviosismo o emociones notorias, sostenía una pequeña alforja que agrandó con magia, seguro era el lugar donde pondría los objetos, fue lo que pensó el hombre.

La chica se metió por el rincón del lugar del lado derecho, el cual estaba bastante oscuro a esas horas, porque en el verano cuando el sol se tardaba en caer, aún era claro para jalar algunas hojas. Apreciar eso era de paciencia, faltaba  poco para el calor.

Por otro lado Snape aprovecharía el momento, no pudo evitar imaginarse que era oportuno coquetear.

La estudiante puso los objetos dentro de su bolsa, se irguió para continuar su paso y él se cruzó en su camino cuando ella intentó salir por donde había ingresado.

Hermione bajó la mirada algo molesta por adivinar sus intenciones, se apartó hacia sí derecha para ir por el otro lado.

—Espera, no es lo que piensas, sólo quiero arreglar las cosas.

—No hay nada que arreglar, profesor, estamos bien —no tenía ganas de hablar.

—Sé que es su manera de ser con todos, señorita, pero no me refiero a eso.

—¿Entonces a qué? —cruzó los brazos intentando tener la respuesta muy rápido.

Snape se adelantó a ella y le tendió la mano.

La Gryffindor miró sus pálidos dedos y su rostro serio, pensó por unos segundos que se iba a arrepentir pero después de verse sola y acorralada, finalmente aceptó el gesto, además, también lo que venía después del toque.

El mayor la sujetó con más firmeza, lentamente, la atrajo para rodearla en un abrazo como un saludo que se debían.

La bruja siguió el gesto.

Se abrazaron, Hermione estaba un poco tensa, confundida Con el pasar de los segundos se dejó llevar cual cometa en el aire para terminar al final rendida en la situación.

Ambos eran cálidos, el abrazo los confortó como una manta suave de lana en el invierno o como el aroma de un dulce frío en el verano, perfecto, perfecto para cubrir las necesidades emocionales de ambos, para curar heridas, para mostrar humanidad. En sus labios estaban las palabras: “maravilloso, cómodo y natural”

—Tengo que ir donde la profesora Minerva —iba soltando al hombre lentamente, su voz fue suave, comprensible.

Para Snape no fue suficiente haberla tocado.
Puso sus manos en la cabeza de la joven, la miró, acercó su rostro lentamente con cuidado y la besó.

Ella no se quitó, sus labios se apretaron entre sí por casi un minuto, pasaron de estar estáticos a hacer ligeros movimientos tímidos que sustituyeron la humedad que no se alcanzó y cuando se separaron, la estudiante retrocedió un paso y caminó veloz para alejarse, dejarlo solo, deseoso de más.

Sus estómagos estaban a punto de salirse de sus cuerpos, el hombre se quedó ahí, como si sus pies estuvieran clavados al suelo.

***

—¿Quién te dio esa caja diminuta? —Ginny estaba curioso de enterarse.

—No lo sé pero puedo sospechar quién —La llamó con la mano al sacar de esa cajita de dos por dos centímetros, unos cuatro objetos pequeñitos y pesados.

—Ay qué curioso ¿Qué es eso? —Ginny veía con atención los movimientos de su amiga.

—Míralo con la lupa y verás, son pociones.

—¡Qué detalle y pequeñez! —abrió el ojo delante de la lupa —Lo de pequeñez es alusivo al tamaño, casi me rompo el ojo al intentar leer las etiquetas.

Hermione quería reír, no sabía lo que significaba esas cuatro pociones avanzadas, ella conocía bien su forma de prepararlas. Sabía bien para qué se usaban pero él tamaño ¿Qué podía significar el tamaño? Era lo que se preguntaba.

—Puedes perforar las tapas y colgarlas en la medalla de oro que te obsequió tu madre.

—No son juguetes, son pociones reales, aunque una de ellas es la que me intriga.

—Pero casi puedo tomar todas con dos de mis dedos, deben ser juguetes ¿Cuánto miden, un centímetro cada botellita?

—No lo son, una de las pociones es “Solución para encoger”, debe haberla utilizado en las botellas de cristal para que tengan el tamaño que ahora vemos.

—Qué tierno embotellar dos venenos, una poción para limpiar heridas y un fluido para encoger —enumeró animada—, significa que está enamorado de ti.

Ginny era muy entusiasta.

—No, significa que quiere que lo bese de nuevo —suspiró sin descartar la idea—, Y ¿Sabes qué? no es mala idea.

—¿Vas a besar al profesor Mott? ¿Lo has besado?

—¿Crees que fue él quien envió esto? Ay Ginny, tu sexto sentido ha perdido un poco de su toque —la estudiante de rizos castaños guardó la cajita en su bolsillo, pensó que ahora le venía bien llevarlo a todos lados, por si acaso.

—¿Quién hace un detalle tan tierno, entonces?

—Para mí es extraño, no tierno.

Ginny frunció el ceño confundida y levemente enojada porque la estaba evadiendo.

Y vio cómo la joven salió de la sala común, desconcertada y apresurada.

Cuando pudo estar frente a él, intentó reclamarle después de buscarlo por media hora, le mostró la caja para esperar una clara explicación, Snape no dijo nada.

El objeto pequeño de madera fue a parar nuevamente a su bolsillo.

Eran cerca de las nueve pasado meridiano.

—¿Para qué son las pociones, señor?

—Antes entraba a mi almacén sin permiso para robar ingredientes y ahora que le obsequio unas cuantas pociones, está confundida —ordenaba el fondo del almacén, tenía que restituir y surtir como cada semana.

—Quisiera saber para qué me las dio.

—Ya me escuchó, es un obsequio.

—¿Por qué me dio un obsequio? ¿Fue acaso porque me dejé besar?

—No, sólo es un obsequio —respondió entre dientes y caminó hacia ella con altivez —si no quiere las pociones, puede devolverme la caja. Estiró su mano frente a ella con seriedad.

—Está bien, no se enoje, pensé que iba a tener un trasfondo más importante como: “Le servirán para defenderse en su próxima clase” o un “Niña tonta, tome el veneno cuando vengan ex mortífagos a vengarse” y “La solución le viene bien para encogerse y perderse por el bosque prohibido para llegar al país de las maravillas” —imitó la voz del hombre todo el tiempo, sus gestos, su grave, la forma en que se pausaba cada dos palabras —usted me dice “Es un obsequio” y luego se calla.

Snape quiso reír porque le causaba ternura aunque no sabía por qué con exactitud.

—¡Ajá! Ese último trasfondo sonó interesante.

—¿Sí, dirá algo más?

—Sí diré algo más… — se acercó más a ella confiado de que no sería rechazado, tomó sus delicadas manos con cuidado y las alzó por encima de su cuello. La miró unos segundos de forma intensa y confesó. Calmó su respiración todo lo que pudo, debía intentarlo aunque uno de lóbulos se llenara de sangre por la presión en su corriente de glóbulos rojos —, Lo siento, no quise decir eso, no podía pedirle que esté bajo mi cuidado porque tenía miedo, y verá que cuando tengo miedo suelo reaccionar con enojo, me desespero, no era mi intención decir lo que dije, Granger.

Hermione sintió que el hombre deslizó sus manos y brazos a los lados de su cintura para sujetarla, apretarla más a él.

—Le dije que ya lo había disculpado.

—No me trate así, me hace sentir lejos de usted.

—¿A qué se refiere?

—A que la extraño —soltó valiente.

Hermione podía apostar que se trataba de lo sexual, no iba a caer más en eso, ni con él ni con nadie a menos que sea por una razón inventada en su cabeza, un motivo coherente.

Esa calma en sus palabras astutas y venenosas no le daban confianza, sin embargo sonaron tan diferentes a sus recuerdos.

—Ya deje de meterse en mi mente, se está aprovechando.

—No, no, no es de esa manera que la extraño.

Hermione se soltó de él.

No había otra manera, él realmente la utilizó sólo para aplacar sus deseos carnales, no hubo una relación, nunca la tuvieron, ni si quiera una convivencia amistosa.

—¿De qué otra manera? recuerdo que lo dejó bien claro desde principio, profesor.

La atrajo de nuevo a ella, la sujetó exactamente igual que antes, no quería que se le escape.

—Extraño levantarme a su lado, extraño… No cenar por discutir quién fue el traidor en el torneo del cáliz de fuego, cuando me decía que iba a inventar formas nuevas de encapsular ingredientes para una poción, extraño su forma de sonreír para hacerme enojar, las curiosidades inútiles de sus anécdotas muggles.

Estaban susurrando, era como si el tiempo no hubiera transcurrido, estar a solas con él era peligroso, así se sentía, vulnerable porque era débil con él, sí, había descubierto que no se había olvidado de sus toques, que seguía en ese estremecer de sus piernas cuando sus estómagos se tocaban.

Sonrió, bajó la cabeza al escucharlo, cerró los ojos.

—Hace un año y medio atrás era una mujer diferente, joven, e inmadura. No crea que podrá hacer lo mismo otra vez —usó la voz más suave y sutil que tenía—, Admito que yo tenía buenas intenciones y razones por las cuales me acerqué a conocerlo pero ahora, después de Voldemort y algunas cosas que debe recordar bien, ya no me causa misterio su persona. Lamento haber dicho que había muerto para mí aunque por un tiempo era excelente la idea.

—Admirable confesión ¿Cómo ha olvidado, qué método efectivo usó? Porque yo no puedo arrancarme su voz de la cabeza.

Hermione lo miró con acusación.

“Está jugando con tu mente, quiere llegar a lo mismo que acaba de negar hace unos minutos atrás” tenía que advertirse sola, sus pensamientos se resistían pero a la vez no veía que al final del camino hubiera problemas al conseguir engañarlo ¿Por qué no ser como él?

“Y si…” su razonamiento soltó por última vez.

—No sirve nada hablar ahora, ¿Para qué traer recuerdos que ya no pesan ni un gramo? —quería confundirlo, llenarlo de aire espeso y poco claro.

—¡Intento decirte que te quiero! —se enojó. Empezaba a desesperarse, ella estaba como cerrada, como una piedra dura de romper —¿Eso no pesa?

Hermione bajó su mano izquierda del pecho del mayor y le tocó la mano, sus manos lo detenían por el torso para que no la acorrale más con el rostro, tocó la suave y gruesa mano derecha de pocionista y lo sujetó a la vez que lo invitó con la mirada.

También podía jugar, Hermione sabía cómo, tuvo buen maestro.

—Pues debiste haber comenzado con eso —Hermione habló tan diferente al pasado, en un tono sensual, cargado de claras intensiones para ella.

Snape estaba confundido ¿Decir eso había sido suficiente, de verdad podía tenerla?

Volvió a rodearlo del cuello, se acercó para atraparle los labios con los suyos mientras él se hacía más hacia delante para alcanzar a estar cómodo.

Snape cerró la puerta con un hechizo silencioso, se dejó abrir botón a botón el levita, la camisa. Lo que más deseaba desde hace mucho eran aquellas manos y dedos puntiagudos rozarle la piel y vellos de su vientre a punto de soltar su correa, desabrochar el botón de su pantalón y bajarle el cierre.

Fue una sensación que pasaba primero en su cabeza, todos los movimientos de ella se adelantaban por sus recuerdos, las sensaciones e incluso su forma de respirar.

Soltó aire exaltado no iba a aguantar tanta paciencia sin embargo por ella, lo hizo, fue lento, fue lento y suave como la primera vez que la tuvo.

Mientras la besaba y acariciaba le quitó el suéter gris y la camisa escolar, le soltó el broche de la falda.

Le habló al oído para pedir permiso.

Quería llevarla a su habitación, estaba más que ansioso por hacerlo, que el resto de su aroma dulce en su piel impregne su aposento sagrado y que el silencio muera con gemidos acompasados por las conexiones profundas.

La acostó en la cama dejándose caer sobre ella, se besaron intensamente sintiendo que en sus cuellos, por la nuca, se les cortaba con un cuchillo afilado y que en sus piernas se derramaba agua caliente que no caía sino que subía por dos cuerpos desnudos.

La delicadeza se fue después de unos minutos, ahora ambos deseaban más mientras el tiempo y el oxígeno se iba con el frío.

Snape le estaba comiendo la boca, sus lenguas se enredaban como la hiedra trepadora al rededor de un rosal.

—Ah —ella suspiró al sentir la intromisión del hombre.

El pocionista rugió.
Su conexión era perfecta, un terciopelo de sensaciones recónditas con palabras exactas al salir, las sensaciones eran simplemente deliciosas pero lo era más porque el sentimiento lo acompañaba, no había temor ni espera del ocupado mañana.

No podía creerlo, la necesitaba.

Se movían consiguiendo tirar las frazadas al suelo, arrancar las sábanas  con sus manos.

Oh los besos finales, el suspiro bullicioso como un lamento no los dejó abrir los ojos hasta terminar cansados.

Snape la había complacido, su habilidad expuesta y satisfactoria en la boca de ella era para perder la cabeza, ambos, ambos se dijeron lo que querían.

Pero

Lo que el hombre deseaba más no lo tuvo, después del enloquecer encuentro. Al despertar después del agotador y relajante encuentro buscó con su brazo izquierdo, el cuerpo desnudo de ella, su descansar silencioso pero en vez de eso no tuvo más que una nota.

Se sintió solo.

Gracias por la excelente noche.

Se dejó caer hacia atrás, boca arriba, colocando su brazo derecha debajo de su cabeza, estaba rendido y repitiendo esas palabras en su cabeza.

—¿Gracias por la excelente noche? ¿Por qué, gracias?

Al inclinarse un poco hacia delante para ver el pedazo de pergamino reposar sobre sus sábanas blancas, distinguió un objeto dorado debajo de este.

Frunció el ceño rápido, alterado.

Su brazo izquierdo levantó el papel semi doblado, tocó el objeto y lo llevó delante de sus ojos.

Una de sus cejas se alzó sintiéndose completamente usado aunque no lo tuvo claro.

—¿Un galeón de oro, eh? —colocó la moneda sobre su pecho y alzó más la sábana para cubrirse —Vamos a ver qué respuesta obtengo de esto.

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