Beso Francés Capítulo X Golpe En La Cara 🌩

A tres días antes de la muerte de Dumbledore

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Hermione se sentía mejor, descansaba en el sofá del despacho de Snape, el mayor se mantenía en silencio al otro lado del espacio.

Pensaba, el mago estaba callado y pensaba en cómo resistirse a decir cosas que no debía.

—Siento molestarlo.

—Déjate de tonterías, no me trates como tu profesor.
No me molesta saber que sientes por mí —hizo un gesto desinteresado con la mano izquierda—, me molesta que no puedo hacer nada para que todo pare de tajo.

—Yo no quiero que pare —su voz débil era señal de profunda tristeza— ¿Y tú, no sientes nada? —No era reclamo sino curiosidad.

—¿Sirve que te diga? Yo siento que no sirve, es odioso, terriblemente molesto.

—Sí sirve, vamos, sí sirve, al menos no te veré morir pensando que me utilizaste —quería aguantar no quebrar la voz pero ese nudo incómodo de angustia estaba en su garganta.

Snape se mantenía sobrio ni si quiera estaba preocupado.

—Moriré —lo dijo como si fuera cualquier cosa—, pero no tendrás eso dentro de ti, no te he utilizado ¿Cómo podría utilizar a una joven de casi dieciocho años con un promedio escolar alto? ¿Para qué? ¿La inteligencia tuya era sólo presunción?

—Soy lo que ves, no aparento algo que no soy. Responde… ¿Me utilizaste?

A ella aún se le hacía difícil hablarle de esa manera, a él.

—Sólo sé que estabas apunto de acostarte con ese joven olvidando que hay cosas realmente importantes en qué concentrarse.

—¿Qué si ya no quiero ser parte de la orden? ¿Qué si no sólo quiero pensar en luchar?

—Es muy tarde, eres la mejor amiga de Harry Potter —escupió el apellido, lo aborrecía con todas sus fuerzas, su mandíbula se tensó y maldijo en su interior.

Snape le dio el perfil a la joven, no quería mirarla, sentía que si lo hacía podía caer en vergüenza o peor en ceder a sus reclamos.

—¿Por qué no me miras a los ojos? —ella quería algo, lo que sea.

—No, no quiero más conexiones contigo, joven mujer.

Hermione apretó los párpados resignada repitiéndose que no se debía hacer las cosas así, sentía que le rogaba, que le insistía al hombre sin embargo tomó aire, se acercó a él para que la vea de frente y le buscó la atención, tenía que chocar y ver dentro de sus ojos negros los cuales últimamente estaban tan enojados.

Él no quería tenerla cerca porque sabía lo que podía suceder, se moría por besarla porque le gustaba, esa joven le era atractiva no sólo físicamente y para la intimidad, le gustaba que fuera fuerte, que lleve un carácter arrebatado, determinación, éxito en cada maldita cosa que se proponía y al final no perdía la paciencia o el respeto que él no se merecía.

Esa era la actitud que lo desquiciaba, no quería más respeto de ella, quería lo contrario, deseaba insultos, necesitaba que ella lo aparte y así tener la fuerzas de alejarla, de dar la vuelta y seguir.

La estudiante estiró su mano para tocar el codo del mayor y él se la quitó de forma brusca.

—¿Por qué…? —reclamó ella.

Snape tuvo un arrebato otra vez, le robó un beso, un beso apretado, intenso, un beso que decía con fuerza que ella era suya y a la vez él era de ella, su mano derecha grande y pálida le sujetaba el cráneo, sus dedos se hundían en forma de garra atrayéndola a él con brusquedad.

—No, no, ¿Por qué haces esto? —se alejó pero el brujo la jaló a él de nuevo sin cuidado, ya no era bonito, ya no sentía esa magia conectada, el suave aroma rosa y negro combinado entre sus cuerpos, el aroma de vainilla y lavada seca a la luz del sol —dijiste que no querías más conexiones ¡Suéltame por favor, me lastimas!

—No quiero más de ti, Hermione —Snape estaba enojado.

—Bastaba con que me lo digas ¿Qué sucedió entonces? ¿Por qué me tratas así? ¿Qué te he hecho, por qué has cambiado tanto?

Snape se estaba poniendo rojo, esa piel pálida de sus mejillas, su cuello y frente expusieron sus arterias a punto de explotar, se dio cuenta que le enojaba ser rechazado.

—¡A las mujeres fáciles se les debe tratar como lo que son! —su tono fue alto y en burla.

Ella sintió claramente que en su pecho algo se quebró, no tuvo fuerzas para emitir un tono, sólo un simple mover de los labios.

—¿Qué?

—¡Lo que oíste, niña tonta! Volviste a mi cama una y otra vez y todas las veces que quise, no sirves para nada cuando tu bobo corazón se ilusiona, cuando tus ojos deciden cerrarse y reemplazan la belleza con un hombre como yo. Mi autoestima es más alta que la tuya y sí… ¡Fue fácil porque tú lo hiciste fácil! ¡Se acabó, ya me aburrí de verte, de sentirte y olerte!

Hermione creía que iba a desmayar en cualquier momento, se cerró su garganta con un enorme nudo, un golpe duro en su espalda la atacó, quiso subir la mano que sostenía su varita pero las fuerzas se fueron a sus piernas para poder largarse lo más rápido de ahí.

No podía respirar, tenía que decir algo al final, caminó dos pasos hacia la derecha y se agarró como pudo disimulando fortaleza, disimulando decepción.

La venganza corría por sus venas pero hasta el final no sería como él, prefería decir, ser calmada y educada como su madre tanto tiempo le enseñó.

—No sólo eres malo —Hermione tocó su pecho con su mano izquierda, un aire delgado quería entrar con desesperación a sus pulmones, quería aspirar un poco de oxígeno, al no poder hacerlo con normalidad se esforzó por hacer más hondo la toma.
Lo que él le dijo fue duro, fue una bomba, fue malvado, fueron las ruinas de su persona destrozada por alguien que ama con un golpe en la cara. Aspiró como pudo ahogada en una especie de amargura, estaba renunciando a él de inmediato, algo casi imposible de hacer. Su voz iba a salir e hizo otro esfuerzo para que esta sonara clara, poquito lenta pero clara—, eres un maldito hombre solitario, que no merece que lo amen, que no merece una esposa, no merece hijos o buena compañía, no mereces amor, no mereces amistad, no mereces compasión, no mereces misericordia, ni admiración de nadie, sólo mereces morir y ojalá que mueras dentro de poco porque si no lo haces —se enderezó y alzó la cabeza hacia la puerta—, juro que hoy para mí has muerto y no quiero saber más nada de ti ¡Te odio con el alma, ruego a Merlín tuviera más dentro mí para no cansarme de leerlo en mis recuerdos! ¡Estás muerto!

Al decir eso último, todas las pequeñas luces de vela y teas en el despacho del mayor se apagaron de golpe, el piso se estremeció en una ráfaga de hielo y humedad acompañada de una niebla espesa y blanca.

La joven se fue, desapareció y apareció afuera del castillo, corría por el puente para ir a Hogsmeade y hospedarse en la primera posada que encontrara vacía.

Por otro lado Snape se quedó en la penumbra, en un silencio profundamente doloroso, veía las imágenes de ella buscando hasta el final llegar a él, tocarlo, platicar, su forma de saludar en la escuela, sus palabras prudentes incluso hasta en el patio después de que había sido cruel ignorandola.

Intentó creer lo que ella dijo, triste, herida, y ahí por primera vez después de muchos años algo se rasgó, fresco como una llaga abierta dentro de su ser, le ardía con colores cabellos de colores rojizos y adolescentes haciéndole la vida imposible.

Se dejó caer en el sofá donde ella había estado sentada pero al rebotar volvió a ponerse de pie.

—Yo… También te amo… Pequeña, joven testaruda, hermosa… Mi amor, ¡No te vayas por favor! —el susurro en confesión le trituró el corazón a la mitad, el nudo que sintió ella ahora lo aplastaba mientras los segundos lo dejaban atrás, en un pasado fresco y viscoso carmesí con oloe a hierro.

Estaba sangrando, sus manos sangraba por culpa de ella.

No pensó que había sido un hechizo o algo, alguna forma de venganza, estaba seguro que había sido ella.

El hombre desapareció y apareció en dos pasillos en menos de cuatro segundos, no podía quedarse tranquilo, ella no tenía por qué recibir toda la mierda de vida que él mismo se esforzó por cosechar años atrás.

Desapareció y apareció cinco veces más en distintas partes y no conseguía encontrarla, su última alternativa le hizo ir al puente afuera del patio trasero.

Ahí estaba ella, la veía correr desconsolada como podía, tocaba la madera de los últimos metros antes del cerco de altos árboles.

—¡Granger, Granger, para!

—Aléjate de mí —Gritó y lanzó un rayo color verde claro, era un hechizo para golpearlo. Si paraba de correr caería de nuevo y no podía ser, no más niña buena, no más respeto ni sutilezas.

—¡Granger, te ordenó que te pares! ¡Juro que no quise decir eso que escuchaste!

—¡Crucio!

El rayo casi tocó el hombro del mago pero este la esquivó con la mano.

Snape ya estaba cansado de correr tras ella así que desapareció y apareció unos metros más adelante que ella.

Hermione estaba alerta, puso un campo de fuerza violeta a su alrededor imaginando que pronto la tomaría de la mano o intentaría aplacarla con maña.

—¡Granger, baja la guardia, no quiero lastimarte! No puedo dejarte salir del castillo porque es inseguro.

¿No quería lastimarla? Vaya, qué forma de ver los detalles y meter la pata.

Se le atravesó en el camino, la precaución le dio tiempo para ponerse en defensa, mientras ella sostenía el domo rojo entero sobre su cabeza.

—¡Es la última vez, aléjate de mí! —advirtió colérica, su posesión más despiadada y fuera de cordura era ese mismo instante, si él insistía podía matarlo si quería.

Snape rompió el campo de fuerza y se puso en ataque.

—Granger, escucha ¡Por favor! Juro que no quise decir eso, no quise ¡Por Salazar Slytherin, escúchame!

Hermione cerró los ojos e hizo como si guardara su varita pero la escondió en la manda de su brazo izquierdo.

—Bien, sí, baja la guardia… Tienes que escucharme —dio unos pasos y la joven abrió los ojos lentamente, su rostro era inexpresivo, amargo y salvaje, sus ojos estaban llenos de lágrimas pero su ceño era desconocido, él no la había visto así.

Nadie la había visto así.

No dijo nada, se estaba preparando para atacarlo, un sólo golpe si él daba un paso más.

—Si guardas tu varita escucharé todo lo que quieres decir —susurró con la respiración agitada —sabía que lo conseguiría, sabía que el hombre bajaría la defensa.

Pero no creería palabras controladas por emociones cobardes, no más, no más.

—Bien, voy a guardar la variiii… —un rayo verde oscuro lo atrapó por el cuello y lo tumbó al suelo.

—¡Te odio, querías que lo haga y lo haré más, te lo prometo por mis padres!

No se quedó tranquila, no sólo fue un crucio sino cuatro y un conjunto de otras maldiciones rencorosas.

El pecho del hombre se sacudía, todo su cuerpo se estremecía con la corriente de dolor. Veía el cielo contando segundos desesperado, las estrellas sin poder moverse, estaba petrificado, desarmado y expuesto, a merced de una joven escolar herida y dispuesta a vengarse.

Se lo merecía, él era culpable.

Cuando ella se cansó de golpearlo con su magia, lo soltó del hechizo pretrificador para finalmente mojarlo con agua fría helada.

Snape sólo emitía ruidos pequeños de dolor en los últimos espasmos de electricidad y choques violentos en su pecho y vientre, las estrellas estaban estáticas, su vida era una desgracia, todo eran ruinas.

Lágrimas caían de ambos ojos mientras miraba el cielo negro y recordaba esos ojos café enojados, esa boca de color carmín que adoraba y sus manos, sus manos tocando su rostro para acariciarlo no hace mucho tiempo atrás.

—Ah —fue lo último en suspiro antes de caer desmayado por el trauma.

En lo negro e inconsciente una voz femenina que él sabía bien quién era le susurró de forma maternal.

///

—Hijo, los hombres con traumas hacen daño, los jóvenes y jovencitas son como el algodón puro y blanquecino, buscan un propósito y se acercan con amor sincero, si te equivocas y la mujer que quieres es mala, te manchará con tinta negra si le permites, y si eso pasa, cuando encuentres a la que de verdad te ama y es al menos suave como el algodón, la mancharás y para siempre si no te portas bien con ella, le habrás hecho un daño terrible. Ten cuidado, Severus, a veces empezamos una cadena de malas personas.

—¿El algodón de puede lavar?

Su madre sonrió por ver la inocencia de un niño de seis años.

—Sí, pequeño, el algodón se puede lavar para quedar otra vez blanquecino.

///

***

Albus Dumbledore cayó muerto tan rápido como el rayo tocó su pecho.

Snape recordaba su voz, a veces imaginaba que este le hablaba.

Pero en el pasillo del segundo piso su conciencia respondía con culpa.

—¿Qué haces, Severus?

—Busco a Hermione Granger.

—¿Por qué la buscas?

—Porque es prioridad hablarle de unos asuntos.

—¿Qué asuntos?

—Temas de insolencia y faltas de respeto.

—No seas duro, ella no volverá.

—Intentaré que regrese.

—Jovencito basta de seguirla, déjala ir.

Snape aborreció el silencio y siguió hasta dirección.

***

Un año después 2 de Junio de 1998

Hermione caminaba aún con heridas en sus codos y manos, cubierta con su capa en el mismo patio que hace un mes atrás tenía sangre y rocas regadas por doquier.

Había pasado un mes, su semblante era silencioso, ahora podía tener libertad de escoger a dónde ir.

Decidió seguir otro año para culminar los estudios como sus padres hubieran querido, se alejó de las reuniones sociales o las llamadas de sus amigos, lo único que quería era intentar recuperar sus fuerzas, sus ganas y tener distintas oportunidades.

McGonagall le invitó a ser asistente en transformaciones, al principio se negó pero después su primera opción de tomar pociones y DCaO se vieron interrumpidas con la noticia que el famoso negro director, ex reemplazo de Albus Dumbledore, estaba vivo y además se iba a reivindicar en Hogwarts.

***

Horas después.

—Hermione, te busca el profesor Snape.

—Dile que estoy muerta.

—Me dijo que no se iría hasta que te suelte unas cuantas palabras.

—¿Crees que quiera insultarme? ¿Qué quiere ese hombre de mí?

—Ve, Hermione, no creo que te insulte, está preocupado.

La estudiante salió y ahí en la puerta de la señora Gorda Snape la atrapó y se la llevó.

Ginny Wesley se ganó con todo, vio a Snape sorprenderla por un lado, atraparla por la cintura y desaparecer con ella.

***

—Déjeme, déjeme ¡Merlín, no tengo fuerzas para discutir! —Hermione luchaba para que la deje.

Sabía que un día de esos volvería a insistir.

—Es indispensable escuchar que obtengo su perdón.

La joven alzó la mirada y lo vio a los ojos.

Snape se puso nervioso, ella le respondió.
Esa joven de cabellos castaños, mirada sutil, elegante forma de usar la falda escolar, le respondió.

Puso su mano derecha en el corazón del hombre sobre el levita y cerró los ojos para sentir cómo latía.

—Lo he perdonado hace mucho tiempo, me alegra que viva. Ahora es libre de ser quien usted quiera ser, no más doble vida, no más órdenes —abrió los ojos y le sonrió dulcemente.

Se dio la vuelta para salir del cuadrado exterior al costado del invernadero, el hombre la tomó de la muñeca y se adelantó a ella.

—Gracias —hizo una reverencia profunda de respeto.

—De nada, señor. Con su permiso… —miró el cielo perdida en sus pensamientos de estudios, ignorando cualquier gesto del hombre—. Es buena hora para ir a descansar.

—Hasta mañana, señorita Granger.

—Hasta mañana, que sea una buena clase —lo dejó solo.

Ella había dejado bien en claro ese estatus nuevo.

Lo trataba con respeto, se había convertido nuevamente en su profesor.

***

—Los jóvenes saben defenderse, les he dado la hora libre para que caminen a la parte trasera del castillo, la clase que sigue de pociones les abrirá camino para el bosque prohibido, dos de mis más fieles conocidos centauros acompañarán su curiosidad.

—Es una excelente idea, Severus —Minerva y el nuevo profesor de Vuelo lo miraron con aceptación.

La realidad era que estaba aburrido y quería intentar aparentar buen ánimo, su tarea principal era ser agradable, reivindicarse y dejar la cólera a un lado aunque la amargura le carcomiera la boca.

—¿No es peligroso el bosque?

—No, Mottosky, no es… —se alteraba, quería ser agrio—, no es peligroso.

Quería freírlo, su cara bonita junto a sus ojos violetas le caían bomba, sobre todo porque una atención hermosa le dolía y sus cabellos eran tan largos y negros como los de él aunque estos eran como un auténtico príncipe.

Sí, la mirada de Hermione Granger a la mesa de profesores ya no era para él y eso lo reventaba. Un ex alumno de Ravenclaw parecía maravillarla.

—Señor Mott, debería intentar estar más en el campo que en el castillo, apuesto que muchos jóvenes están ansiosos por volar sus escobas después de tantos líos —se le ocurrió eso para que no esté en su presencia, el joven de treinta y cinco años era inocente.

—Es un excelente consejo, Snape, tienes razón. Apresuraré mis pasos al campo deportivo.

Se inclinó delante de la mesa viendo hacia sus compañeros y con elegancia movió su capa azul hacia un lado al girarse y perderse en el portal del gran comedor.

El pocionista consideraba que era un buen momento para subir a la biblioteca, iría a observar un excelente ejemplar, también a leer unos libros.

Algo tenía que pasar, cualquier cosa, un milagro, ella tenía que estar nuevamente frente a él. Snape no era cualquier hombre, rogar o insistir no era su estilo y ser patán ya no era una opción.

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Lamento esta situación dura y extraña.

Aunque no lo crean estaba esperando este capítulo para estar por fin donde quería estar.

Jijiji 🤭, no me vayan a linchar.

Saludos a todas y todos l@s que me leen, me encantaría saber más de sus sentimientos y emociones.

Saludos respetables hasta donde estén.

Muak muak! 👄 👄

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