Una última reunión de la orden del fénix hizo que Hermione se reuna con sus compañeros, entre ellos estaba los jóvenes Wesley, Lovegood, y cuatro adultos. Pero uno, uno en particular le sorprendió al aparecer tarde por un par de minutos.
Sintió un nudo en la garganta a percibir su fuerte olor en el ambiente, un olor similar al bosque prohibido del lado del invernadero oculto, donde habían plantas del oriente.
Aspirar de forma sutil mientras este se esparcía en la sala por su elegante y estrepitosa aparición, le hizo pensar que tenía en sus bolsillos bolsitas de tela llenas con trozos de madera húmeda en armonía con ámbar y acordes balsámicos, volviéndole potente y seductor a primera impresión. Al poner atención, el olor evolucionó hacia otros sutiles como lo son las rosas, la frambuesa y grosellas negras, para luego moverse nuevamente a ese toque cálido y profundo que proveen el incienso prendido, sándalo, pachulí y cuero recién pintado. Su perfume era inexplicablemente difícil de olvidar por eso estaba tensa, no podía creer que estaba ahí.
-El ministerio espera que Albus renuncie, Moody. Si eso pasa tendremos a Harry expuesto.
-Los jóvenes dejarán la escuela, se esconderán en la madriguera con Molly -El hombre estaba molesto.
-Se preocupan por el niño cuando el Ministerio va a controlar Hogwarts dentro de poco -El hombre de capa negra y larga habló en tono grave y lento como si cada sílaba fuera algo desagradable y cansado.
Los estudiantes sólo observaban al fondo del salón esperando la aprobación del profesor Lupin para que estén cerca, debían seguir todas las indicaciones al finalizar esa reunión.
Hermione observaba la escena concentrada en escuchar como podía todo lo que salía de esas bocas astutas, quería tener una pista y así ir corriendo a cumplir el plan a la perfección, quería salir de allí lo más antes posible porque era insoportable verlo.
Además, sin un plan no sabía qué hacer porque le quedaría entonces improvisar y cuando había hecho eso antes después, conseguía arrepentirse y coleccionar una sarta de pensamientos y culpas.
Tenía una sensación en el corazón, no podía olvidar que esa figura masculina vestido de negro, el más alto de los hombres en la sala oscura, aquellas manos que casi podían verse pero que estaban exageradamente en contraste con su ropa por la palidez, la habían tocado, había estado a solas con él, conversado. Esos labios delgados probaron su piel tibia ¿Cómo evitar suspirar si le había gustado?
Su rostro ceñudo y recto estuvo frente ella, tan cerca que respiraron el aliento del otro incluso cuando sus cuerpos desnudos se tocaron en caricias impredecibles y excitante para acabar en una escandalosa y deliciosa acción placentera.
Algo más, algo más sucedió esa noche un evento, no podía olvidar el hecho que se había entregado a él, su profesor de pociones sin pensarlo dos veces o lo suficiente, su estómago tenía una sensación de malestar y al mismo tiempo tenía una necesidad escondida, la necesidad de escucharlo decir lento y despacio cerca de su oído juvenil, que era una hermosa mujer, una joven inteligente y agradable.
Snape le había hecho pensar que Ron Wesley, el joven a quien quería conquistar, era una pluma que caía en picada al suelo, lento sin que nadie lo vea volar, y él, Severus Snape, era una pluma grande y más pesada que quería atrapar, perteneciente a un águila real.
“Él me gusta, por eso me siento así, no se supone que lo recordara como un hecho importante, sólo fue un experimento hermoso, aprendizaje y nada más, me enseñó a besar, me enseñó a dar caricias, él morirá, así que no sueñes con cosas imposibles”
La joven apretó sus dedos viendo al suelo sujetándose las manos y siguió perdida en sus pensamientos.
“Quisiera besarlo” Pensó tan fuerte que sus labios se movieron.
Pero eso no se quedó ahí, sus recuerdos la golpearon justo en el instante que se apoyaba de espaldas a la pared entre los gemelos Wesley, Ron estaba delante sentado en la alfombra y Harry a su izquierda mordía una cuerda de color gris por la ansiedad, era la cuerda que ajustaba la capucha de algodón.
“Basta, deja de pensar en ello, va a descubrirte, el hombre puede leerte en cualquier instante” se hablaba, peleaba para que las imágenes no lleguen claras, que no choquen con sus ojos pero no podía detener su mente que se rendía al recuerdo y las sensaciones.
¿Cómo podía olvidar un escándalo así? El ruido y su agitada forma de hablar, la fuerza de sus largos brazos cuando la abrazaba, el poder de sus palabras para incitarla “¡Oh Merlín” Mordió sus labios por instinto cuando apretó los párpados para cerrar lo más que podía, ambos ojos, el sonido de su humedad al recibirlo ¡Ay Dios!, cuando pegaba su pelvis a la suya introduciéndose completamente en ella. “¡Santo Merlín!”
-¿Qué pasa, Hermione, te sientes bien? -Ginny susurró pero la joven no la escuchó, se fue deslizando poco a poco al suelo con los ojos cerrados hasta que terminó en el suelo tapando su rostro.
-Hermione ¿Te duele algo? -Harry volteó al escuchar a la menor de las Wesley de casualidad.
Pero Hermione no podía dejar de verlo, de desearlo, no pudo evitar sonrojarse y sentir como si estuviera enferma, no resistió que la temperatura suba y se coloque en sus mejillas, frente, cuello y nuca.
-¡Hermione! -Ron se desesperó y alzó más la voz de lo que era prudente llamando la atención de los adultos a diez metros de donde estaban, al otro lado de la gran sala.
La chica abrió los ojos, respiraba un poco agitada, su cuerpo era un saco de nervios, temblaba sin poder controlarlo, su mandíbula apretaba sus dientes.
-Yo… Estoy bien, prometo que sí -su voz fue suave y prudente.
Alzó la vista de inmediato y se dio cuenta que los adultos la estaban mirando. No soportó la vergüenza así que salió del lugar sin decir nada, al llegar al pasillo desapareció y llegó al cuarto de baño de la misma casa en dos segundos.
Al estar frente al espejo que a su vez estaba sobre el lavatorio de manos, se miró directo a los ojos y se habló duramente.
-No eres débil, eras valiente y esto no puede estar afectándote, no después de dos semanas, las cosas se podrán duras y no te puedes apoyar en nadie más que en ti y todos esos libros que has leído ¡Vamos, Herms, no ha sido la gran cosa, sólo fue sexo!
No estaba convencida, no se creía eso.
“Fue sexo, delicado, impetuoso y desesperado pero delicioso, sólo contacto humano con otro ser” Su mente no la dejaba tranquila.
Abrió la llave del lavatorio a toda la potencia y se mojó las manos, después recogió una buena cantidad y tiró agua sobre su rostro al menos unas tres veces. Con sus mismas manos intentó secar el exceso y suspiró. Sacó su varita y estuvo tentada a retirar ese recuerdo de su mente, borrarse así misma pero luego se arrepintió, podía hacerlo pero simplemente hubo un “no” rotundo en su conciencia.
“No, necesitas el recuerdo, eso te ha convertido en una mujer fuerte, conoces lo que debes conocer, sentiste lo que debiste sentir y es todo, él no quiere verte ni hablarte y tú tampoco quieres nada con él” Su ánimo cayó a pesar del estímulo.
Se vio de nuevo en el espejo y recordó que en casa su madre escondía pastillas para el dolor de cabeza en la repisa detrás del espejo, uno similar al que veía ahí frente a ella, pero cuando abrió este sólo vio pomos y pociones que posiblemente iban a cumplir la misma función.
“¡Qué tonta, tú eres una bruja!” Hizo una sonrisa de resignación porque la curiosidad no la llevó a tomar algo sino a cerrar la puerta del escondido botiquín, que a su vez era colocar el espejo en su lugar.
Y cuando este se cerró hasta el click, el reflejo frente a ella tenía un acompañante, atrás.
Casi grita a todo pulmón pero el hombre le puso la mano en la boca.
-Silencio -susurró cerca de su oído, la veía de forma intensa a sus ojos color café claro -No te haré daño así que no quiero que grites cuando te suelte ¿Está bien?
La joven asintió al mismo tiempo que sostenía su corazón en su pecho como pudo.
-Merlín, eso fue terrorífico -estaba agitada, su respiración era rápida. El hombre la había soltado y la seguía mirando por el reflejo, estaba detrás de ella sin rozar su cuerpo, la chica tocó su pecho en un movimiento lento.
Snape cruzó sus brazos, su mirada se hizo soberbia y su postura, altiva.
-¿Cómo estás? -Ni si quiera le interesaba pero tenía curiosidad.
-Estoy bien, sólo fue un pequeño dolor de cabeza -Su baja voz le dejó notar al hombre que estaba insegura de responder, que estaba mintiendo.
Su mirada negra era muy fuerte, tanto que la obligó a desviar su atención hacia la pared de su derecha. Con fuerza de voluntad sobrehumana, se dio la media vuelta y quedó frente a él, sin mirarlo a los ojos.
-¿Por qué no tomó algo de la repisa?
-Yo, sólo prefiero que el dolor se vaya solo -titubear delante del mago era como gritarle que era un tonto.
-No sientes dolor, Granger, sólo no puedes quitarte de la cabeza lo que pasó en tu habitación… Conmigo.
-¿Ha leído mi mente, señor?
-No.
-¿Cómo lo sabe, entonces?
-Porque me pasa lo mismo, no puedo olvidarlo y es odioso.
Hermione seguía sin verlo a los ojos, veía su túnica larga, el borde que tocaba el suelo, su pantalón, botones de su levita negro.
-Si se ve conmigo a escondidas dentro de un baño, no podrá ayudarnos a manejar el recuerdo, esto no nos ayuda a olvidar -intentó ver directo a sus pupilas negra pero el hombre sí que era alto y sí que era intimidante.
Snape se quedó unos segundos respirando tranquilo con los brazos cruzados y de un momento a otro sus demonios lo atacaron y se le fue encima a la joven, quería devorar sus labios como ese día, quería abrazarla, oler su perfume de nuevo.
Sus bocas se entregaron de forma natural como si se hubieran puesto de acuerdo, sus lenguas se enredaron y en ese punto los brazos de Snape ya la habían sujetado y atraído a él por la cintura, apretaban a la joven contra su torso y vientre pero con el pasar del beso, al mezclar el gusto de sus lenguas, las manos del pocionista le acariciaron lento la espalda, la cintura, el borde de sus caderas muy cerca a sus glúteos porque en realidad tenía ganas de tocarla más.
Hermione lo separó de ella empujándolo desde el pecho pero no logró que él se despegue, sólo logró que deje de besarla.
-¿Por qué hace esto, profesor?
-No puedes darme a probar para saber si me gusta y luego quitármelo.
-¡No soy un caramelo, no le he quitado nada! -estaba enojada, muy enojada y excitada.
Sus voces eran bajas pero no llegaban a susurrar.
-Es cierto, no eres un caramelo pero eres mía -rugió e intentó atrapar sus labios de nuevo pero ella lo esquivó como pudo.
La tensión en las manos y fuerza de los brazos del hombre se suavizaron, liberaron a la joven un poco sin dejar de tocarla.
-No, no le pertenezco ¡No soy un objeto! -siguió enojada o peor.
Y el hombre empezó otra forma con ella, le acarició el rostro y le besó la frente, bajó a su cuello y mordisqueó un poco. Dejó huellas con sus labios en su cuello, acarició sus brazos y volvió a pegarla a él por la cintura.
Estaba agitado, el hombre quería más de ella.
-Me gustas -confesó con torpeza, no se le ocurrió decir otra cosa al mago, la verdad era suficiente para no sonar débil.
Hermione cambió su actitud defensiva y cerró los ojos.
-Me temo que también me gustas y mucho, profesor.
El hombre acercó su rostro con los ojos cerrados, pegó su frente y rozó los labios de ella con los suyos, habló lento deseoso de más, aspirando su perfume y recordando el sabor de sus labios, fascinado, como si no pudiera tocarlos de nuevo.
-Pasa la noche conmigo sólo una vez más, por favor -pidió con voz desesperada, le rozaba los labios mientras hablaba, quería besarla y luchaba contra su genio y carácter para no verse como un estúpido convincente.
-Ahhh, no tienes que pedirlo dos veces -la respiración de la joven incrementó -¿A dónde iremos?
-Iremos a mi casa, podemos aparecer ahora en un par de segundos -el hombre no abría los ojos y ella tampoco. Ambos disfrutaban el contacto, esa cercanía y complicidad.
Hermione asintió y él se la llevó.
Aparecieron en una habitación lúgubre y oscura, el mago movió su varita y prendió la chimenea con un pequeño fuego que voló sobre el madero desde su varita, el tronco era viejo y a medio quemar, la llama era muy baja y pobre, la suficiente para poder ver al otro o al menos su silueta.
-Este será nuestro secreto -dijo el mago al dejar sentada en la cama a su joven alumna.
El de pie frente a ella, lanzó su capa al suelo y colocó sus manos en la correa para jalar y desabrochar.
La estudiante se puso de pie y empezó a desvestirse al mismo tiempo que él, estaba nerviosa pero quería, era como si en ese día se lo hubiera dicho una voz lejana y masculina repetidas veces, que ocurriría desde que supo no lo vería en la reunión pero sí en la escuela.
Cuando ambos estuvieron completamente desnudo, Snape la cargó de los muslos para que la joven lo rodee por la cintura con sus piernas, se metió en el medio de ella en apoyo y la llevó a la cama mientras le comía la boca.
Aquél cuerpo joven y caliente se acostó suave en su cama, de espaldas, le sostuvo un poco de su peso.
Esa cama de sábanas blancas y gastadas, que llevaba tiempo de estar sola, fría sin el olor de alguien, era la primera vez que recibía el aroma fresco y bello de una mujer, la primera vez que veía a dos cómplices de un delito, vería enredarse dos cuerpos llenos de ganas por el otro.
Se besaban y besaban mientras él tentaba la pequeña y apretada entrada femenina, sin querer, con la punta de su miembro, movía sus caderas por instinto hacia ella, buscaba la unión desesperada, húmeda y deliciosamente caliente, el vacío dentro de ella, ese vacío que ansiaba llenar desde que se fue la mañana siguiente del veinticinco de diciembre.
Lo intentó, intentó entrar apoyado de rodillas sobre ella, estaba en la mitad de su cuerpo, inclinado hacia su hermosura, sus manos estaban a cada lado de sus delicados hombros, su boca bebía el sabor de su lengua, apretaba sus labios y le movía el rostro por las furiosas y desesperadas ganas de comerla.
La punta sintió su humedad en el extremo de su dureza, se resbalaba en su entrada, al estar muy firme, su virilidad no conseguía penetrar las delicadas y suaves paredes, no tenía precisión.
Entonces se le antojó al mago dárselo de otra forma.
Bajó las piernas de la joven y puso sus rodillas al rededor de su cuerpo para avanzar a horcajadas sobre ella, llevó su erección hasta estar muy cerca a la boca de la estudiante. Con la suave punta tocó sus labios mientras se sujetaba así mismo en un juego placentero.
Tenía el control de su miembro, aquello era excitante.
Deslizó la punta por todo el borde de esos hermosos camines para provocar que ella abra la boca y ahí, en ese momento, darle lo que le había antojado.
Los ojos de la chica estaban perdidos en el deseo, poseídos por querer probarlo y darle placer. Snape abrió la boca en un gesto de imitación y ella mojó sus labios cuando la veía con atención.
-Mh, tómalo, te gustará -se hizo un hechizo silencioso que le dejaría terminar una vez y seguir por más tiempo. La voz del mago era grave y suplicante.
Hermione dejó que Snape se deslice en su interior, probó y apretó lo justo combinando su saliva con la humedad de él.
En la primera succión, el mago perdió el aliento y soltó su erección, ella lo atrapó y movió su rostro hacia delante por instinto.
-Mh -lo estaba disfrutando, la piel del mago le quemaba en la lengua.
-Oh -suspiró perdiendo un poco de fuerza -Oh así, sí, lo haces bien -el mago la animaba.
-Mh -el sonido de ella al tomarlo entero y deslizarse era como si agua caliente le mojara la cabeza al mayor, su cráneo quería explotar.
-¡Ah, primor, qué hermosa eres!
Hermione aceleró todo, el ritmo de recibirlo en el interior de su boca, el resbalar, el apretar con los labios, el succionar, el arrastrar despacio y preciso la piel del hombre sobre el glande para así conseguir pronto un río de placer.
-Ahhhh -la voz del mago tembló y le arrancó un suspiro hondo -Mh ah, oh sí, ya no puedo, no puedo más… Oh -estaba a punto de expulsar toda su energía.
Hermione usó su boca y mano derecha al mismo tiempo que hacía lo demás, que sus labios y lengua lo torturaban con placer, siguió y siguió afanosa hasta que la voz de él se perdió en un tono alto, quebrado y agudo que se transformó en uno grave, como quejidos de fuerza contenida y libre, al mismo tiempo ella sentió una corriente fluir por su lengua, era violenta, el líquido salía rápido, caliente y espeso.
Había terminado, el hombre había llegado a la cima y fue increíble.
Se tumbó sobre ella completo como si no hubiera pasado nada, ahora buscaría darle el mismo placer a su joven estudiante.
Se sirvió de ella una vez y luego colocó su varonil órgano en su delicada y suave entrada para traspasarla cuando aún terminaba de culminar su clímax femenino, su retorcerse, quería sentirla latir en cuanto se hundiera con agilidad en ella una y otra vez.
Ninguno de los dos aguantó el ruido de sus bocas, se dejaron llevar por el placer, dejaron la pena y expusieron confianza, libertad de demostrar con el sonido de sus voces la locura del acto.
Alto, sus gemidos eran altos, tan altos y sin temor a que los escuchen que se perdieron juntos, locos, locos por estar unidos.
El pocionista levantó sus caderas poniendo almohadas debajo de su cintura para que así su virilidad alcanzace el rincón preciso dueño del mejor placer para ella sin necesidad de tocarla más, sólo entrar y salir hasta sentirla tensarse con maravilloso placer.
-Ahh, ah, ah-La joven estaba encantada, escuchar que sus cuerpos se unían era increíble y especial.
Ver que el hombre perdía la cabeza diciendo su nombre al entrar en ella era algo que no quería dejar de tener.
El pocionista pensó que estaba muy lejos de ella, que quería ser más intenso, sentirla más, la sentó cerca del respaldar de la cama sin salirse de ella, dejó igual las almohadas debajo de los glúteos para que ella esté levantada del ras de la cama y así poder mover sus caderas mientras la abrazaba y besaba.
Con agilidad aceleró el acercamiento con el resto de sus genitales sin ser brusco, el vaivén hacia sus glúteos, ahora apretaba más para entrar y salir sin parar de ella.
La estudiante cerró los ojos, su rostro estaba rojo al igual que el de Snape, aguantaban la respiración de vez en cuando, se mordió los labios y luego abrió la boca en gemidos agitados y descontrolados que se apagaron segundos después.
-Ahhh, sí, Hermione – Snape pudo sentir cómo le costaba más ingresar en ella y era porque cada vez estaba más apretada y latente durante ese hermoso orgasmo.
Se aferró a ella para estrujarla más con sus brazos, con su rápida y ágil forma de acelerar su movimiento, incontrolable e impetuoso, se desesperó en los últimos instante sin dejar que su fuerza sea dolor para ella hasta que también llegó a la cima y empezó a derramarse.
Se dejó ir sin culpas en su tierno e íntimo lugar porque así era delicioso y porque así como ella le daba el regalo de la aceptación y compañía, él le daba el regalo de su alma, por un instante al menos, por un instante eran cómplices de algo que no hacía daño a nadie y hacía mucho bien ellos.
¿Por qué tenía que estar mal acostarse con alguien que conocían, compartir placer y caricias que los llevara lejos de sus preocupaciones y problemas?
¡Increíble, nada podía ser más increíble que estar unidos en tiempo de guerra! Una estudiante que dejaría la escuela para ayudar a un niño y un profesor que ya no era tan miserable, la vida era misericordiosa y tenían que aprovecharla aunque sea por unas horas.
***
Agitados sintieron cómo el movimiento y la exaltación era más suave, como una caricia, hasta que él se salió de su delicado cuerpo y empezó a besarla.
“¡Qué momento hermoso, Hurtado sólo de la imaginación!” Pensó Snape, ninguno lo había vivido antes.
No habían besado así, antes. Snape no la dejaba ni respirar, sus lenguas se enredaban con desesperación en pequeñas pausas de suficiente pero volvían al otro como si fueran imanes, uno positivo y otro negativo.
Sus labios, lengua y gusto, terminaron cansados después de un par de horas de probarse, no podían parar de besarse.
Pero estaban cansados, tenían que parar porque el sueño les ganaba y sus fuerzas se habían perdido en el otro.
En silencio, sin decir nada, Snape la cubrió en la cama con las sábanas y luego con la frazada gruesa por el frío. Salió de la habitación y regresó para meterse con ella en la cama y abrigarse, sus pieles justas en un abrazo extraño.
Era extraño, no era una relación pero definitivamente había algo entre esos dos.
-No digas nada, por favor -Snape le habló recuperando el aire mientras se acomodaba detrás de ella y la abrazaba, su cuerpo entera se pegó a ella para abrigarse mutuamente.
-¿Por qué no puedo preguntar?
-¿Qué quieres preguntar, niña tonta?
-Yo… Quiero saber ¿Por qué? -Aún estaba agitada.
-Sé qué sería importante preguntar, ahora. ¿Quieres que nos veamos de nuevo?
-Sí pero…
-¡Entonces cállate!
-Pero, me iré con Harry y Ron, no puedo seguir en la escuela.
-Albus me ha enviado a seguirlos, estaré cerca pero sólo por ti ¡Potter se puede ir a la yierda! Pero tú… Yo te quiero para mí después de que Dumbledore muera.
Hermione no podía procesar todo, tenía mil preguntas, las palabras graves del pocionista la confundían, no era una certeza sólo un deseo contado.
-Está bien -Dijo eso en susurro como si le hubiera dicho que sí a Snape, un sí que le permitiera tener derechos sobre ella.
El mayor sonrió satisfecho y malicioso, le besó la nuca y se dejó invadir por el sueño.
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