Tengo miedo pero contigo me siento segura.
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-Ambos sacaremos provecho de esto, no sólo usted -advirtió el hombre -necesitaré que me ayude a recolectar información detallada que me pida el director.
-Lo acepto. Y ahora quiero ser más directa e ir más allá de la confianza que deposito en usted -Sonrió como si tapara una travesura -quiero que usted me enseñe a besar, profesor.
Snape se la llevó y la dejó en su habitación tan rápido que ella empezó a reír. Con un hechizo la enredó debajo de sus sábanas.
-¡Ay, qué amargado, no soporta una broma!
-Sea prudente y no me moleste -el mago hablaba en serio, la joven estaba loca de remate. La observaba serio, su cuerpo juvenil se movía como gusano intentando destapar su cabeza.
-Volveré a ir a su despacho, señor -apretaba las palabras entre dientes, apenas podía moverse.
-Hoy no, señorita, será después, le escribiré- y se marchó para dejarla sola.
***
La joven esperó un par de semanas pero el hombre no le escribió.
No lo buscó o se preocupó porque sabía que por los eventos recientes con Malfoy en el baño, Voldemort lo tendría más cerca.
Ya casi era imposible estudiar en la biblioteca y más aún en su torre, ni si quiera sabía si iba a lograr graduarse.
Tenía preocupaciones reales, se sentía impotente, le atacaban malos pensamientos y aquello la debilitaba.
En aquellos días se apartó un poco de sus amigos, quería ver alternativas que no la obliguen a abandonar.
Sentía miedo, le dolía el estómago, temía ya no tener ayuda del mago o peor, no volver a verlo.
Tomó su pluma y le escribió sin pensar que algo tan importante como solicitarlo, era cualquier cosa para él, una acción en vano que tenía que ponerse a prueba porque valía la pena intentarlo.
Las cosas no están muy bien ¿eh? tengo miedo, profesor, no sé nada de usted, quizá ahora debemos cuidarnos por nuestra propia cuenta pero yo, quiero vivir, quisiera que me diga que tendremos éxito en esta guerra, por favor dígame algo, ya no confío en nadie y me duele el estómago no saber qué sucede o qué va a pasar con todas las personas que queremos.
Se acercan las vacaciones, iré con mis padres a una casa cerca de Londres, sobre el camino hacia Alcamp, en el kilómetro veinte.
Yo, he decidido borrarles la memoria, a mis padres, con toda esta maldad corren peligro, pero no me atrevo, tener esa acción en mi mente me ha hecho sentir mal, hoy, necesito que me ayude, por favor y necesito saber que estarán bien. Tengo un sentimiento conmigo donde dice que usted puede estar angustiado o en problemas, si de verdad está así no podrá ayudarnos.
No sé por qué, pero lo extraño, saber que estaba ahí me daba seguridad y ahora no sé, tengo miedo y ansiedad.
Lo siento, por decirle que lo extraño a pesar de que sólo le he hablado una sóla vez.
La joven soltó la pluma triste, era la primera vez que dejaba de pensar en las buenas notas de la escuela, su decisión, que girando sin parar dentro de su mente, la puso alerta, porque no sabía lo que pasaría.
El mago leyó esa carta a la mañana siguiente, la leyó una y otra vez para convencerse de que no debía distraerse por una niña miedosa y llorona pero leer que no sólo era necesitado como siervo sino como un humano, lo tocó en las cuerdas de la fraternidad, algo que estaba muerto dentro de él, le causaba curiosidad saber si esa joven estaba bien.
Por otro lado la joven se calmó un poco los días que siguieron sin eliminar completamente de su cuerpo, los nervios de ver los soldados de enfrente, caer en la guerra contra Voldemort.
Necesitaba ver al mago pocionista pero ya se había arrepentido de escribirle, sobre todo porque no obtuvo respuesta.
Ahí estaba su cambio de actitud, a cualquier cosa que viniese porque quería arriesgarse a llamar la atención de esa figura, que dentro de ella había idealizado como alguien que la entendía muy bien, no quería estar peleada con los equivocados, quería formar parte de algo importante y a la vez sentir miedo como un humano.
***
El mismo día veinticinco cerca de las doce y media de la mañana, Snape se apareció en su habitación dejando a su estudiante sorprendida y exaltada. Estaban ahí viéndose a los ojos unos segundos sin poder creer nada el uno y el otro, ella no creía que podía verlo junto a su ventana y él no quería fijarse de que estaba en la habitación de una jovencita.
Snape estaba ahí, era realmente él.
No se veía bien, el hombre de pociones y artes oscuras estaba preocupado, su aspecto era más delgado, sus ojos no tenían esperanza y sus ropas parecían haberse desgastado.
-Señor, que honor tenerlo aquí -se puso de pie porque reposaba en su cama, tenía una sensación extraña en el estómago, por la sorpresa y los nervios. No esperaba verlo tan pronto, no creía que estuviese frente a ella, en su habitación, después de la segunda vez que revisó sus sentidos en un acto de comprobar su cordura, cayó en cuenta que sí, ahí junto a su mesa de estudios, estaba un profesor de defensa pociones, el mejor profesor de pociones que ha tenido.
-Me solicitó, señorita Granger -su voz grave y gruesa era seria, no tenía niveles de soberbia.
Ella lo interpretó en buenos términos, quiso acercarse, saludarlo de mejor manera pero dudó y se contuvo.
-Aún no hice lo que dije haría pero han estado muriendo familias relacionadas con alumnos de Hogwarts, peor, padres y hermanos muggles, yo no quiero perder a mi familia, señor -estaba triste -dígame qué debo hacer.
El hombre se quedó viendo sus ojos castaños, analizaba cada letra que salió de la joven e imprudente boca, pasó unos segundos y respondió como quien resuelve una ecuación matemática de memoria.
-Por eso debe hacerlo, he venido para sugerir que cumpla sus pensamientos de proteger a los suyos, de todos modos puede revertir el hechizo si así lo quiere en el futuro. Venga aquí -ella dio algunos otros pasos hacia él y se quedó muy cerca
-Lo he pensado tanto que me siento capaz pero ¿Si luego me arrepiento? -preguntó ella intentando tomar seguridad una vez más, de él.
Cuando se acercó el hombre le vio en el rostro, algo peculiar, una marca.
-¿Cómo se hizo esa marca en el rostro? -le señaló a un lado de la sien, sin tocarla. El mago no perdió seriedad e importancia.
Hermione quería abrazarlo, lo consideraba y luego se hacía hacia atrás.
Bajó la cabeza un poco, dio otros pasos y su frente tocó el pecho al mago.
-Lo extrañé -extendió sus brazos para abrazarlo. El mago se tensó pero luego decidió dejarse abrazar y corresponder con timidez -me lo hice en un accidente, aquí en casa.
Quería llorar, la niña quería llorar, tenía miedo de todo lo que había pasado.
-Tenemos problemas serios, Miss. Granger, Albus Dumbledore va a morir y seré yo quien lo mate -quiso que se aleje de él, de tocarlo, pero ella no lo hizo aún cuando escuchó aquella escandalosa confesión.
Hermione levantó el rostro para verlo a los ojos.
-¿Él sabe que tiene que ser usted?
-Fue él quien me lo ha pedido -insistió Snape.
La joven fue hacia su ventana.
-Ya no quiero ir a Hogwarts pero tengo que ir -secó sus lágrimas como pudo.
-Muchos nos hemos comprometido hasta el final -El mago iba a darse la vuelta para irse pero ella lo detuvo de la manga.
-Pero si el final no me deja vivir quisiera entonces conocer un poco de lo que es sentirse viva, quiero besar a un hombre de la forma correcta, quiero hacer el amor con él.
Snape quería huir, la joven seguía con lo mismo, quería besarlo.
-Disfrute lo que queda de sus vacaciones, alumna, le he dicho que el pensamiento es causa de sus desvíos hormonales, puede vivir plenamente sin besar a un hombre o entregar su cuerpo como regalo.
-¿Usted es pleno, vive plenamente? -estaba curiosa, quería saber si el mago tenía esa situación sexual por ahí en algún lado.
-Yo tuve una oportunidad y la perdí, soy un adulto ocupado y no hay tiempo para satisfacer mis tontas necesidades.
-No señor, no me respondió, yo le estoy dando la única oportunidad de su vida. Si tengo que aprender quiero que sea con usted, quiero que me enseñe a besar, quiero saber qué son caricias y complicidad, tener secretos que al cerrar los ojos, me hagan temblar, no quiero morir sin tocar.
Snape frunció el ceño, no iba a aceptar eso nunca.
-No soy alguien adecuado para eso, ¡Está mal de la cabeza!
Hermione vio en sus ojos negros, temor, ella era una alumna así que posiblemente la moral estaba primero.
-Sé que le preocupa mi edad, le preocupa que estudie en Hogwarts, pero si se trata de moral, no es inmoral besar a alguien quien le autoriza o con la cual esté de acuerdo a cometer ese acto.
-¿Está de acuerdo en que la bese? No le servirá para nada que yo la bese, soy un pocionista con cosas importantes que cumplir y esto que me pide es ridículo -el hombre no era radical porque besar era cualquier cosa, satisfacer algo como eso era cualquier cosa. Ya se lo estaba pensando.
-La idea es mía, claro que estoy de acuerdo. ¿Por qué no me besa y después olvida que lo hizo?
-¿Quiere saber qué es besar?
-Sí, algo tan simple y banal.
El hombre asintió, vería hasta dónde ella seguiría con esa curiosidad.
La hizo retroceder tomándola de la cintura, con cuidado, la sentó en su cama y se acercó lentamente.
Ella estaba a la expectativa, quería saber qué se sentía besar a un hombre o más, quería saber qué era besar a un hombre que ella consideraba inteligente -Sé que le preocupa mi edad, le preocupa que estudie en Hogwarts, pero si se trata de moral, no es inmoral besar a alguien quien le autoriza o con la cual esté de acuerdo a cometer ese acto.
-¿Está de acuerdo en que la bese? No le servirá para nada que yo la bese, soy un pocionista con cosas importantes que cumplir y esto que me pide es ridículo -el hombre no era radical porque besar era cualquier cosa, satisfacer algo como eso era cualquier cosa. Ya se lo estaba pensando.
-La idea es mía, claro que estoy de acuerdo. ¿Por qué no me besa y después olvida que lo hizo?
-¿Quiere saber qué es besar?
-Sí, algo tan simple y banal.
El hombre asintió, vería hasta dónde ella seguiría con esa curiosidad.
La hizo retroceder tomándola de la cintura, con cuidado, la sentó en su cama y se acercó lentamente.
Ella estaba a la expectativa, quería saber qué se sentía besar a un hombre o más, quería saber qué era besar a un hombre que ella consideraba inteligente y admirable.
Pero él no la besó sino que se acercó a ella, a sus labios, tentando el contacto de sus pieles. Sintió su respiración nerviosa, su instinto de mujer, de deseo, de querer que ocurra el contacto para sentirse plena, dichosa.
-¿Por qué no me besa? -la joven susurró lento, dándole a probar al mago su aliento fresco y juvenil, curioso por saber lo que pasaría después.
-No sólo se trata de los labios -él no susurró pero sí habló lento, grave, con un tono dos veces más bajo que el de siempre.
Su mente estaba perdida, quería huir de todo, quería huir de la guerra o morir antes de tomar con sus propias manos la vida de su amigo y protector. Estaba triste, pero no perdió la atención en eso que iba a ocurrir, él no había vivido la experiencia por tantos años, por lo menos desde que el niño había llegado a la escuela, también quería saber o recordar qué se sentía besar a una mujer.
Sería una tontería quizá pero como ella dijo, era una oportunidad ¿Por qué desperdiciarla?
Su mano izquierda subió con cuidado hasta la mejilla de Hermione, con la parte posterior, sin dejar de ser sutil, dio una caricia en aquella piel tersa y delicada, sonrojada por lo que venía. Ella, al contacto cerró los ojos y él se desvió a su cuello, esta vez se acercó sin detenerse, besó la arteria que latía y exponía su sangre en esa extensa claridad de piel a primeras horas de la madrugada, claridad de una lámpara con luz cálida y un sentimiento mayor a la curiosidad, dentro de él.
Su mano se deslizó por el hombro derecho de la chica y recorrió la superficie sobre la tela de la ropa oscura de la alumna, lento, suave, las yemas de sus dedos apenas la apretaron hasta que le tocó la mano y entonces, deslizó sus dedos entre los dedos de la estudiante, sosteniendo ese golpe inmediato de placer al tocarla y ser correspondido. Sí, la joven lo había sujetado, sus manos estaban enlazadas por sus dedos y ahora se sujetaban entre sí con la presión justa.
Su otra mano la puso en la nuca de la estudiante y la sujetó por debajo de su cuello para atraerla más, aquél rostro ruborizado lo esperaba, sus labios lo esperaban a él, eso le alimentó la seguridad.
Dejó una huella apretada en el hermoso cuello suave con sus pálidos labios, y ella suspiró, fue más como un gemido creciente, exaltación, lo que hacía estaba bien y aquella dulce voz que empujó aire violento por sus fosas nasales acompañado de un tono agudo y tímido, se lo confirmó.
Subió lentamente pero también bajó, sus besos se acomodaron más por debajo de su oreja, ese cuello lo recibió unas trece veces, en esa forma lenta y pausada sacó su lengua y tocó con la punta el lóbulo de la juvenil oreja al mismo tiempo que depositó un último beso ahí.
La joven volvió a exaltarse, ahora sentía la humedad del hombre, sentía una huella de su húmeda lengua hacerse notar con el aire que entraba casual. Fue un respirar junto a un tono agudo de su voz, otro tono distinto y elevado. El mago había conseguido excitarla y eso que sólo quería darle un beso.
-¿Aún quiere que la bese? -Esta vez fue un susurro matador cerca al canal auditivo de la joven, ella tembló en sus manos ¿Eso era un ritual antes de un beso?
Sus ojos castaños no podían verse porque sus tiernos párpados estaban cerrados, el rostro de ella le mostraba al mayor que había hecho bien en comenzar así. En incitar su juvenil cuerpo.
-Sí, por favor -dijo la joven con ganas no sólo de besarlo, algo extraño pasaba en su interior, algo que desconocía.
Estaba entrando más aire por la ventana que combinó los calores con un poco de frío y olor a menta. Snape olía a lavanda y menta.
La joven tenía escalofrío y su cuerpo empezaba a calentarse.
Snape la tomó a cada lado de su rostro y juntó sus labios a los de ella, despacio, un toque justo, y en ese instante sintió que el cerebro se le salía volando. Sorprendido por la sensación, un ataque nervioso en su cuello y pecho que le agradó y le hizo seguir.
Al tocar esos labios carmín, su suavidad, su tierna y tibia calidez.
lo descolocó.
No se esperaba eso, ese ataque nervioso desde la punta de su coronilla hasta la parte baja de su espalda.
Se separó de ella y abrió los ojos sin soltarla del rostro.
-Ese es un beso -dijo con la voz normal, quería encontrarse con la mirada de ella, por la forma que esa joven respiraba, sabía que ambos querían más pero necesitaba escucharla.
-No, no quiero ese beso -abrió los párpados lentamente perdida en el aroma del mago, lo miró incitando al profesor a ser más atrevido, su mirada, se había convertido en algo que él no podía soportar, verla sonrojada, agitada, era provocativo y violento -Quiero… -habló aún más lento, se acercó a él en susurros -quiero un beso… Francés.
Snape se pegó a ella nuevamente, no se apresuró a tomar sus labios sino que la atrajo con su mano derecha para que se ponga de pie, la rodeó por la cintura y se inclinó para sujetarla con fuerza, la subió a la mesa para que se siente y así tenerla a la altura perfecta, la aprisionó contra su pecho con ambos brazos, le rodeaba completamente la cintura.
Sus labios delgados y pálidos la tocaron con suavidad, señas grandes de conocimiento, como toques directos a su corazón.
En un instante se creó un ambiente que apagó las dudas del por qué eso sucedía, bastó unos segundos de espera para detenerse.
El pocionista se acercó de nuevo y le separó los labios con los suyos, se introdujo en la piel caliente de la jovencita, una humedad natural, la besó y besó intentando pensar en el acto, ese acto que no tenía que significar algo. Sus bocas absorbían las palabras del otro, silenciosas e íntimas palabras que no encontraban escapatoria, la besaba olvidando completamente que era un mortífago, que se llamaba Severus y ella era su estudiante de casi diecisiete años y medio, a la que había visto crecer en el pasar del tiempo. No era una mujer cualquiera, no era de una clase fácil y particular, había incluso olvidado el por qué y el lugar.
Y cuando sus lenguas se tocaron, se enredaron y danzaron al mismo ritmo e intensidad, ellos quisieron más además de sus sutiles sonidos de gusto.
¿Por qué estaba besando a su alumna? Se preguntaba Snape
Despacio, sigiloso, introdujo su lengua más, dentro de la boca de ella, sus corazones se dispararon a correr cada uno en su pecho, veloces, inquietos, desesperados. Todo era mayor a un escándalo, era que se gustaban pero no lo sabían, que se entendían aunque la razón no les dijera el para qué.
La niña aprendía sólo algunas milésimas de segundos después, su corresponder era perfecto para él, estaban asustados pero el deseo en lo más profundo de su corazón no querían detener el acto.
Snape estaba excitado y no recordaba la última vez que lo había estado, su intensidad le adelantó la pelvis para estrujar la entrepierna de su aprendiz aplicada, sus manos arrastraron las caderas de la joven más cerca a él.
-Mh -dejó salir el hombre intentando contener su ímpetu.
-Oh -dijo ella al sentirse apretada, al sentir que él la quería aún más cerca. La fiebre del acto la poseyó, la pelvis del mago era un radiador que aumentaba la temperatura a grandes zancadas.
Snape situó su erección exactamente en la entrada de la joven, la ropa interior de ella que se escondía en un vestido casual de fiesta, dejaba el contacto, de más, la imaginación ya les quedaba corta.
-Ahhh -gimieron al mismo tiempo.
-Ohhh -la voz del mago fue grave.
-Ah, Severus -la niña deletreó su nombre lento, deseosa de más.
Él se sintió culpable, el hombre de negro y capa se sintió culpable, puso sus manos en cada hombro de la niña e hizo pausa.
-Lo lamento, me dejé llevar -intentó conseguir aire de donde no había.
Snape se dio cuenta de lo que pasaba y se frenó de golpe, bajó la mirada, su cabeza, sus manos descansaron a ambos lados de los muslos de Hermione deslizándose lentamente por sus brazos, intentaba volver en sí, su coronilla se presentaba de frente a ella.
La joven le sostuvo el rostro por la mandíbula con ambas manos y lo hizo subir para que la mire.
-Esto fue más intenso de lo que creía -estaba agitada, susurró intentando hacer plática sin saber que su cuerpo también estaba excitado.
-Un beso es así pero a donde usted no debe llegar jamás es aquí, dejar que un hombre la acorrale. No está bien esto pero es extrañamente confortante.
El mayor intentaba ser correcto aunque quería mandar a la hierda los prejuicios, en ese instante lo único que estaba en su cabeza era seguir por más con esa hermosa joven.
-¿Siempre es así, siempre hay esas ganas locas de más? -dijo ella.
-No -Snape retrocedió y le dio la espalda aún con los ojos cerrados intentando bajar su fuerte erección -Esto es inesperado -dijo agitado -la primera vez que das un beso no se debe sentir así.
Parece que Snape en vez de ponerse en los zapatos de la niña, estuviera explicando y analizando lo que él había sentido.
-¿Está mal disfrutar? Me ha gustado mucho, me ha hecho sentir que somos cercanos. ¿Eso está mal?
-No, jovencita, no está mal. A mí -La miró unos segundos y luego apartó la vista -a mí también me ha gustado, no le miento.
-Entonces podemos seguir, quisiera más, un poco más, algo que me diga que ya es suficiente -su petición exaltada, desesperada que también quería ser prudente, incitaba al mago le enloquecía al hombre y él se aguantaba.
-No puede acostarse con alguien en la primera cita, no siga hablando por favor. No está bien ¡Basta ya! -ni si quiera fue convincente con el mismo en el tono de su voz.
-¿Por qué no, Señor? El beso me ha gustado mucho ¿A usted no? -confirmó sin darse cuenta de que eso era exactamente lo que hizo. Al decirle eso al mago este se sintió aliviado, volvió a decirlo, confirmó que fue agradable, le quitó al hombre, culpa.
-Mh, y a mí, más de lo que pude haber soportado, ya le he dicho no tengo por qué esconderlo.
-Béseme de nuevo, otra vez, hágalo otra vez ¡Por favor! -pidió en un último intento respetuoso y sutil, pero antes que todo lo anterior, deseó más de él porque sabía lo que podía pasar y si moría mañana quería que no fuese sin haber sentido más.
Estaba poseída por la curiosidad y el gusto.
-No sabes lo que pides, si la beso otra vez, su cuerpo y el mío pedirán otras caricias.
-¿Qué falta, dígame qué falta? ¿Por qué tiene que ser complicado?
-No lo sé -no sabía cómo quitarse lo agitado -no sé, puede ser contacto, otras caricias, que terminemos en la cama, desnudos, mi cuerpo fundido en el suyo. Señorita Granger, usted sabe lo que viene… Pero no sabe lo que pide -su voz fue grabe un instante, apretada, él estaba tan encendido y excitado -soy un hombre y soy débil, si quiere otro consejo pídalo ahora pero no me pida que la bese de nuevo -se giró y la miró avergonzado y luego fue seguro, seguro de que si ella volvía a decirle algo él no se detendría hasta hacerla suya.
-Yo… -la joven titubeó pero a la vez se asentó en su seguridad y convencimiento -Deseo más, deseo que pase más con usted
-No tiene por qué repetirlo, no es mala idea seguir -desencajó la mandíbula y apretó los dientes, encendido, sabía lo que pasaría, ya lo planeaba, ya lo saboreaba.
-Quiero más de usted, profesor -el mago lo quería escuchar de su dulce voz inocente -¿Por qué estoy tan mojada? -se tocó delante de él, ahí sobre la mesa. La joven sabía que eso podía suceder con alguien que amas pero no por causa de un beso.
Snape estaba ahí, ya estaba ahí y ella se lo pedía de buenas maneras.
Era una niña, una joven que necesitaba aprender, el sexo no tenía nada que ver con el amor porque podían estar lejos una razón de la otra sin tener nada que ver.
-Quizá es algo… Que al final del beso -titubeó -quizá usted siente atracción por mí y yo también me siento atraído y prometo por Merlín que acabo de descubrirlo -maquinó en su mente -ahora podríamos intentar algo, quizá no haya otra oportunidad de vernos, de seguir con los besos, de experimentar el estar vivos -se acercó a ella y la abrazó de nuevo por la cintura apretando su erección contra ella.
-Ahh, profesor -sintió que se le clavaba en el centro y casi la hizo desfallecer de placer.
-Este es mi sexo, jovencita, es fuerte, está lleno de sangre al igual que mi corazón. Su delicado cuerpo, su hermosa y natural entrada relacionada conmigo de una manera similar, está caliente, puedes notarlo, tú también estás caliente, la sangre que se expulsa a todas direcciones dentro del cuerpo, cuando la presión sube, hace que esté listo para lo que sigue, tu sangre acumulándose en tu pelvis armando el lugar correcto para dejar que me una a ti, ha provocado que te mojes.
La joven se tocó.
-¡Por Merlín, estoy empapada por usted! -susurró tímida.
-¡Santo Merlín, eres una niña hermosa! -dejó salir eso exaltado y luego la atacó con otro beso apasionado, el estímulo que ella le dio y escucharla fue maravilloso.
La estrujó, acarició, la desvistió para él porque ella quería que pasara, sus bocas y sus cuerpos se dejaron llevar, sus respiraciones ya no eran controladas, sus gemidos y goces de placer auditivos se mezclaron y sus personas ignoraron que aún estaban obligados en verse nuevamente.
-Ahora -dijo el hombre intentando explicar cada uno de sus movimientos aunque le era difícil respirar. Sólo tenía el pantalón puesto mientras ella llevaba su ropa interior -continuaremos -expuso -puedo entrar en usted si así lo quiere -suspiró al imaginárselo, sus ojos estaban cerrados, su frente reposaba en la frente de ella mientras la respiración de ella lo volvía loco -lo haría aquí mismo, yo de pie y usted en el borde de la mesa o si me deja, podría experimentar algo diferente… En la cama ¿Le parece bien?
-Ahhh, lo que tú quieras, como tú quieras -contestó en confianza, no le importaba dónde, quería más de él.
Él estaba extasiado ¿Por qué esa niña le hablaba así, por qué lo incitaba más?
-Te puedo hacer el amor como se debe -se acercó a besarla sin esperar otra opinión o respuesta de la estudiante. La llevó a la cama, le quitó la ropa y llenó de besos hasta conseguir ver la caliente y latente hermosa intimidad color rosa, delicada e inocente -eres preciosa -Snape era sabio, estaba también estimulando así, con las palabras.
La sujetó por cada muslo y le separó las piernas, su dedo gordo de la mano derecha la tocó en el lugar justo, su lengua recogió un poco de la humedad que no se notaba muy bien con luz cálida. Las pupilas negras del pocionista se dilataron.
-Mh, cariño, sabes delicioso -su voz fue un tono desconocido, exaltado y tremendamente excitante para ella.
La joven se retorcía sin poder creer lo que sentía, todo era desconocido, todo era increíble, el hombre le enseñaba con detalle sus caricias, era afanoso, delicado e intenso.
-Ahhhh me gus… Ta… -La voz de la joven fue débil.
-Ojalá que sí, en unos minutos vas a adorarme, ya lo verás -rugió el hombre excitado loco por probar más y causarle placer.
-Oh Severus ¡Ahhh! -hizo un grito agudo mientras la punta de la lengua de Snape le acariciaba repetidamente el botón rosa en la parte superior de su sexo. Se hundió en ella, su larga lengua encontró la entrada e invadió su espacio, su delicado y pequeño espacio -Snape, metió y sacó su lengua dándose un gustazo tremendo, disfrutar así a una joven inteligente y guapa era una bendita locura. Se la estaba comiendo a bocados grandes.
-Déjalo subir, primor, déjalo salir de ti -le lamió toda la humedad hacia arriba, le hizo temblar bajo sus manos sintiendo cómo se tensó su cuerpo delgado y formado por curvas divinas, en esa cama cómoda -Mh sí -no paraba en su clítoris el cual se fue hinchando más, no la tocaba de forma directa sino a un lado, a un lado de este, resbalando a veces en la piel con su saliva y a veces succionando con cuidado.
Y en esa faena, la joven le apretó la cabeza entre sus piernas pero después quiso alejarlo y este no obedeció, el pocionista siguió y siguió la tortura hasta que ella no tuvo más fuerzas, estaba a punto de llegar y él introdujo su dedo índice para tocarla en el interior, para salir y entrar en el clímax.
El acto la sacudió, la deshizo en sus manos.
-Mh, ah -la joven se tomó las sienes llorando de placer con tonos cortados y luego se tocó uno de los pechos en instinto natural de desesperación, estaba desnuda, estaba a merced del mago, no sabía lo que la invadía violentamente y se apagaba poco a poco.
El mago estaba consiguiendo un hermoso orgasmo de ella. Los gritos como llantos ahogados que salían de esa hermosa boca carmín, eran una firma a su sentencia de muerte delante de un director. Director que posiblemente iba a enterarse de aquel atrevimiento, el acostarse con una hermosa Gryffindor inteligente.
Valía la pena morir después de eso, de beber a la niña como en un cáliz de amor.
-Ahh, ahhhhhhh -siguió unos largos segundos más que él no dejaba de tocarla.
Y terminó agitada, rendida y sin fuerza en todo el cuerpo. Snape la besaba en la ingle y subía por su vientre, su rostro estaba rojo y sus ojos negros se lucían encendidos con fuego oscuro de placer.
-Hermosa niña, voy a introducir esta parte de mi cuerpo en ese espacio que tienes ahí, voy a hacerlo con cuidado mientras te beso ¿Te parece bien, primor? -el hombre estaba perdido, quería meterse en ella con urgencia, dejar fluir su corriente violenta y enérgica en ella.
-Sí, mi… Amor -la joven estaba en el éxtasis, no sabía lo que le esperaba.
Snape acercó su erección frente al rostro de la joven que estaba acostada en la cama.
-Míralo, esto lo has conseguido tú, es una erección perfecta, la reacción, el deseo de mi cuerpo por unirme a ti, Hermione.
La joven contempló el largo de su sexo, el grosor, las marcas naturales de su cuerpo y separó los labios por instinto, quiso tocarlo y más aún al escuchar su nombre.
-Merlín -dijo Snape al ver ese gesto en ella -¡Eres una locura, Granger!
La tentación le ganó, puso la punta de su sexo en los labios de ella y empujó haciendo que su delicada boca se abra por la fuerza, resbalando en esos colores carmín intensos por culpa de él.
Ella empezó a resbalar sus labios, a utilizar su lengua, intentaba imitar lo que él había hecho minutos antes sólo que se guiaba por el instinto. Lo chupaba, succionaba lo que cabía dentro su boca e intentaba abarcar más, con cuidado de no lastimarlo, con afán y gusto porque sabía que así le causaría placer.
Sintió entonces algo ajeno a su saliva, un leve y húmeda corriente en su boca.
-Mh Ahhh, cariño, lo haces tan bien.
Snape estaba tan excitado que empezaba a mojarse en ella también con sus fluidos preorgásmicos porque llevaba tiempo sin hacerlo.
Se acomodó en la cama con ella y le arrancó un beso desesperado, un beso de fuego donde su lengua se enredó en ella, donde la joven casi se la come.
En lo que ella separaba sus piernas con timidez otra vez, él, se acomodó en su centro, su peso se hizo parcialmente sobre la cama.
Con la ayuda de su mano derecha resbaló su miembro en la entrada de ella para ubicar el lugar, encontrar la exactitud con la piel de su glande, al encontrarlo retrocedió un poco la pelvis y empujó de un sólo intento.
La joven no sintió dolor sino placer, único y violento placer, presión, un poco de apretada y enloquecedora unión que la llenaba de una manera increíble y perfecta.
-Ohh -Snape rugió en el acto, grave, le encantaba.
Snape la besaba mientras le hacía el amor, dejaron de hablar, dejaron de pensar en lo que hacían, se dejaban llevar. El hombre ya no estaba en él, invadía a la mujer que tenía debajo de sus manos una y otra vez de forma constante, rítmica y cada vez más ágil, apretaba más su pelvis en ella para llenarla por completo, intentando estar unido profundamente en ese espacio que no había conocido antes a un varón, un lugar que tenía que ser sólo para él.
Snape se sintió dichoso, se sintió con el honor de merecerlo, merecer ese cuerpo, merecer un descanso y el tremendo placer de tener un orgasmo dentro de la delicada entrada de su estudiante.
La abrazó, no supo ni cómo terminó adorándola ahí en una cama que se volvía cómplice de un delicioso y placentero acto, en la cima cuando su sexo y su vientre no pudo más, la empujó cada vez más contra la cama alejado levemente de su cuerpo, tocando otra vez el clítoris de su amante para intentar, intentar conseguir otro potente orgasmo femenino que lo bañe completo desde la punta hasta la base de su vigoroso sexo.
-Sí, hazlo nuevamente, primor, para mí, Ahhh -el hombre hizo un hechizo silencioso que provocó el acabose de ella mientras él se derramaba espeso y blanquecino en el interior, con tantas ganas que fluía y fluía como una cascada.
La besó y gimió sin culpas, sin silenciar su acto, sin esconder sentimientos, dejó libre las emociones correctas y el símil de su voz en el cuello hermoso y con olor a menta de ella, su nombre en susurros.
-Me encantas, Hermione, me encantas.
La joven lo atrajo a ella para besarse una última vez, mezclar sus bocas, su aliento, mezclar esa forma de decir con la piel que estaban satisfechos y no sólo por el acto sino porque haya sido con quien era correcto.
Al terminar los besos él la miró intensamente a los ojos como si estuviera pidiendo permiso de quedarse y ella en su mente tenía la idea y ganas de rogar “Quédate un instante más”
-Quédate, duerme un poco -dijo tímida y rendida -por favor, abrígame con tu cuerpo -le pidió al mayor con voz agitada, el rostro rojo de placer.
Snape se quedó en silencio como analizando la idea una y otra vez, sí quería pero las consecuencias podrían ser peligrosas.
Asintió, y ella se acostó de lado en la cama viendo hacia la mesa donde habían pasado cosas, cosas que no hubiera podido imaginar nunca.
Snape se acostó a su lado y se pegó a ella para abrazarla por encima de la cintura, después de unos segundos aún con residuos de placer se quedaron profundamente dormidos.
***
Al despertar cerca de las siete de la mañana, el hombre ya no estaba, y la joven se sintió sola. Caminó por la habitación intentando recuperar todas sus cosas, se dio un baño y se cambió de ropa, esa misma tarde cuando sus padres le dieron la espalda, les borró la memoria y en silencio se fue de la casa que tantos años la había cobijado con un nombre único y amoroso:
“Mi hogar, mi casa, mi familia fuera de Hogwarts”
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