-¿Se encuentra bien, señor? -estaba preocupada, su instinto femenino y protector corrió hacia él.
-Duele, debo de pensar en algo… Oh sí, una poción anestesia -se soltó la mandíbula y fue hacia sus cajones para sacar dos pomos pequeños.
-Buena idea -la joven dijo mientras él iba a buscar una.
El alto hombre tomó uno de los pomos, lo abrió y bebió dos tragos, después de eso fue hacia un bote de basura y escupió.
-Eeuu, sangre -la voz grave del hombre llegó hasta ella -Se siente mejor, mucho mejor, ya no duele tanto.
Hermione se llenó de curiosidad.
-¿Puedo? -quería revisar la boca del hombre de nuevo.
-Sí, puede verificar, con seguridad ha sido un éxito aunque no sé de qué me sirvió porque mis dientes ya eran bastante útiles.
-Pues ahora su sonrisa también es admirable y… -le abrió la boca al mago cuando este se inclinó hacia adelante -y hermosa.
Snape alzó una de sus cejas.
-Son cosas banales, Granger -no le interesaba -Ahí está el hechizo, puede usarlo cuando se sienta segura, le entregaré este pequeño pomo de anestesia por si acaso, duele pero no es para tanto.
-Muchas muchas gracias, es increíble todo esto, y si no es mucha molestia ¿Puede hacerme el hechizo de una vez? -si estaba con él, con el hombre que hizo el hechizo, por qué tenía que hacerlo ella sola, mejor que él lo haga.
-Ah, claro, pues ya está aquí -repasó sus movimientos en la mente -siéntese en la cama.
La joven obedeció, no podía creer que estaba en la cama del hombre de las mazmorras.
Él hizo un pase con la concentración al máximo y entonces golpeó la mandíbula de la joven, escuchó el mismo crugir que él tuvo además de un rechinar que salió de esa joven boca.
Esperó que todo salga bien pero la niña desmayó a los pocos segundos, el dolor había sido demasiado.
-Señorita Granger, creo que debió haber tomado la poción, antes -era muy tarde, había cometido un pequeño error, ella era frágil, débil como una ramita de caramelo sobre un pie de limón.
Snape se puso a ordenar la habitación, no iba a forzar la conciencia de la niña, la dejó reposar todo el tiempo que el desmayo se la llevó a las islas del nunca jamás.
La niña se quedó acostada de lado tal cual se cayó en la cama.
Al haber pasado cinco minutos empezó a despertar, vio al rededor y se puso de pie como pudo, se acercó al espejo dándose cuenta que no había nadie en la habitación. Abrió su boca y comprobó que el hechizo había sido un doloroso éxito.
“Excelente, están completamente ordenados… Ouuch…” se dijo en la mente.
Escuchó unos pasos acercarse y volteó a ver a la puerta sin dejar de tocar su mandíbula.
-Ha derpertado al fin, me preocupaba tener que llevarla a la enfermería.
-El dolor es de muerte, Señor.
-Mh, no es para tanto.
-Es que usted está acostumbrado a la fuerza brutal de su hombría, en cambio yo puedo ser lastimada por las hojas de los libros que estudio
-Así de débil es, Granger, así de débil está, debe comer mejor para que crezca un poco más -el mago era tan anticuado y se guiaba por sus ideas de fuerza física y alimentos.
-A mí me gusta ser frágil y delicada y sobre todo me gusta mi altura.
-Ba -hizo un gesto con su mano -los Gryffindor siempre a la defensiva sin ser necesario.
-Me acaba de decir que necesito crecer.
-¡Ay no sea odiosa, no era para señalar su altura únicamente!
-Ah, bueno -no dejaba de sostener su mandíbula -pues quizá sí deba comer mejor, me he sentido un poco débil últimamente.
-Ya tome la poción y váyase, no me cuente sus problemas.
La joven hizo eso con exactitud y se fue.
***
Al día siguiente todos habían salido a Hogsmeade.
La joven aún sentía un poco de dolor en los dientes, ese acomodo rápido definitivamente dejaba rastros sin embargo se concentraba en observar a Ron y Lavender frente a ella a dos mesas de done se sentaba con Ginny, pensaba en las palabras desinteresadas de su profesor, la persona que recientemente había expulsado a su compañero Gryffindor por acosarla.
Pensaba, recordaba que el profesor Snape le había sugerido que una joven como ella, inteligente, no debería estar interesada en alguien como Ron Wesley. Verlo ahí, de la mano con una chica superficial, en arrumacos y besos le causaba un intenso asco pero también le planteó algunas dudas en la cabeza, se preguntaba si estaba desperdiciando su vida en seguir las reglas, en conservar la integridad de sus emociones y necesidades.
Aquello le hacía pensar que el alto hombre de negro tenía razón, el pocionista sabía lo que decía, era seguro un experto en el amor, o tan sólo un hombre que sabía cómo compartir sus conocimientos de madurez y relaciones interpersonales cuando salía del castillo.
Ella no quería ser una joven buena y correcta o quizá sí pero que eso no la detenga de experimentar. Y en asuntos del amor debía aspirar a algo más, quizá un noble y educado inglés dos años más grande que ella, quizá un reciente egresado de Hogwarts que ya la había invitado a salir.
Al ver a Ron con Lavender se rindió, se rindió a pensar que ella quería competir con esa boba, se rindió y estaba segura que Snape era un excelente consejero, ella se había cerrado, cegado, no miraba con objetividad, tenía que ser inteligente también en esos asuntos.
Dejó a su amiga Ginny ahí quien estaba coqueteando con Thomas, dio unos pasos hacia el exterior de la taberna, caminó a un pequeño jardín donde había un banco prefabricado de madera, se sentó y sacó una galleta de vainilla para comer con cuidado. Acarició su mandíbula recordando el dolor que había sentido en su aventura de arreglar sus dientes con un pocionista amargado.
En lo que veía el paisaje, un profesor con capa larga y cabellos negros desfiló frente a ella tocando su mandíbula tan similar a ella unos minutos antes.
Quiso reír por verlo sufrir pero después analizó que como él tenía los dientes más chuecos, el dolor había sido mayor.
-Señor, hola -lo siguió unos metros mientras él la ignoraba.
-Miss Granger, otra vez usted ¿Aún siente dolor?
-No, casi no pero veo que usted sí.
-Casi nada -su forma de hablar era pausada, recta, el hombre no cambiaba su forma, pero a pesar de eso a la niña le parecía más accesible de lo que podía imaginar antes.
-Usted tenía razón, señor.
-La mayoría de veces la tengo, no es algo sorprendente -su golpeada y aburrida forma de responder le empezaba a caer bien a la estudiante.
-Me refiero a que no debía concentrarme en alguien como Ron, porque de verdad es un tonto.
-Póngase a estudiar en vez de pensar en chicos -cruzó los brazos delante de ella viéndola hacia abajo con altivez.
-Eso haré, señor… Pero también pensé en que usted y yo debíamos ir al baile juntos.
-¿Cuál baile?
-De graduación.
-Le falta un año y medio para eso, alumna.
-Sí pero una persona responsable como yo debe de avisar con anticipación, me gustaría ir con usted porque quiero tener fotografías y recuerdos de Hogwarts.
-Yo no soy Hogwarts -hizo una sonrisa fingida y volvió a su gesto antipático.
-Pero es la persona más importante para mí en todo el castillo.
-¿Más que Potter y Wesley? -alzó una ceja curioso.
-No, más que ellos, no, pero sí más que compañeros, amigos y profesores, le debemos nuestra vida, señor y quisiera llevarme eso de aquí si me deja el destino.
-Ah, osea que me quiere como rostro de su anuario para presumirme por ahí con la gente de su trabajo.
-Algo así, señor -sonrió la pequeña con rostro inocente -no soy la única que lo admira.
-Pues si sigo vivo hasta esas fechas, no me molestará acompañarla -rodó los ojos, quería irse.
-¿Por qué piensa que se va morir?- Insistió la joven.
-No pienso, es lo que va a pasar.
-¡Ay qué negativo!
-Usted ya no es una niña pequeña, sabe que alguien como yo puede ser antipático y odioso pero no soy mentiroso o negativo -estaba de mal humor, el dolor lo tenía así.
-Pues si se va a morir quisiera aprovechar más tiempo con usted.
-¿Y no le servirían mejor, sus padres?
-No, mis padres no son magos y yo quiero aprender más de alguien que no sólo es mago sino un excelente pocionista.
-Sí pudiera enseñarle algo eso sería más de artes oscuras.
-Naaa, no le creo, quiere que tenga miedo pero no, no le temeré más, digamos que hasta lo quiero un poquito.
-Ajá ¿Usted me quiere? -se aguantó la risa delante de ella, ese comentario era ridículo.
-Sí -la joven se adelantó hasta él y lo quiso abrazar pero él no se dejó.
-No me toque, sus manos me van a contaminar -miró a todos lados, la tocó por el hombro y se la llevó al mismo camino pero más retirado del pueblo.
-Bueno, también lo odio ¿Ahora está feliz? -Hermione caminó unos pasos por el sendero, de regreso hacia hogsmade -le escribiré uno de estos días, quiero enseñarle algo, señor.
Snape alzó la mano para burlarse de ella.
-Ojalá ese algo sea su carta de Expulsión -se giró y refunfuñó molesto -¡Es tan desagradable, niña fea, tan mandona!
El hombre recibió una carta esa misma noche, esta decía lo siguiente:
Leer en susurro
Hola buenas noches, profesor Snape, siempre es un honor saludarlo y también odiarlo.
Snape quiso hacer una sonrisa ladeada porque la joven era un dolor real de estómago, además de payasa.
Bueno, quería escribirle porque mis amigos ahora están muy distraídos en tonterías pero yo he terminado de estudiar por tercera vez el libro de transformaciones, usted se preguntará ¿A mí qué mandrágora me importa lo que la niña haga?, sí, sé que personalmente no le importo nada sin embargo no soy tonta y supe que me seguía muchos días porque me vigilaba por encargo del profesor Albus. Entonces lo que le sugiero es que le cuente eso al director porque la realidad es que siempre me la paso estudiando e intentando descifrar alguna otra cosita inquietante.
“Vaya, no tiene ni un pelo de tonta” se dijo Snape como si le respondiera.
No quería molestar sólo informar, que tenga de primera mano lo que pienso de todos estos problemas que están pasando, por qué Harry tomó unas clases de oclumancia con usted, y es que Voldemort parece controlarlo. Estuve estudiando por mi parte, convertirme en oclumante al menos en teoría y me ha ido bastante bien en el camino, he descubierto que también he podido dominar el hechizo legerement. Debe decirle esto al director o mostrárselo, no quiero que me vean, ustedes dos respetables personas, como si fuera una niña que sabe todo de memoria porque no soy sólo eso, puedo defenderme, puedo hacer algo importante, no soy sólo un títere más o alguien que distrae a Harry mientras ustedes se preguntan ¿Qué pasará más adelante si Voldemort toma el colegio?
Snape estaba sorprendido, eso de tener los pensamientos de la joven escritos como prueba de primera mano le era mejor que vigilarla, le servía claro que sí. Se quedó en shock porque ella había hecho esa pregunta que no estaba fuera de la realidad. El hombre sin cuerpo humano, pensaba en tomar Hogwarts o al menos a él le constaba que algo similar planeaba.
Puede venir a preguntar, le daré información, la información de lo que piensa Harry, Ron o algún otro alumno. He decidido confiar en usted a pesar de arriesgar mi vida escribiéndole, por eso he tomado valor y he venido a su despacho para tocar a su puerta. Quisiera charlar con usted, profesor.
“Ay no, alumna” el pocionista pensó y se acercó a la puerta, abrió y vio a la jovencita sentada en el suelo frente a su despacho.
Alzó la varita de pino negro y le limpió la ropa del polvo que a veces había en el corredor y seguro ella recogió cuando reposó en el suelo para esperarlo a que termine de leer el pergamino.
-Pase, niña molesta -No le quedaba de otra que recibirla -Le entregaré su nota al director.
-Vine a sacar provecho del poco tiempo que le queda de vida, señor.
-¡Ay Granger no sea exagerada, no me voy a morir mañana!
-No pero no podré venir todos los días, Voldemort va a matarlo pronto, antes de lo que usted cree y más si es un mortífago a la vez de ser espía para el director.
El pocionista se congeló al escuchar la seguridad en la voz de la niña. ¿Era una afirmación o pregunta?
-¿Soy Mortífago? -se acercó a su sofá y se dejó caer debilitado por la noticia, la joven sí que sabía más de lo que él pensaba.
-Ajá, sí -susurró -usted es mortífago.
Snape se tocó la cabeza, Albus quería evitar que ellos se enteren y ahora la niña prácticamente se lo había gritado en sus aposentos.
Su mano izquierda que estaba sobre su muslo fue tomada delicadamente por las manos de la joven quien quería comprobarlo. Él se dejó hacer porque evitarlo no le sumaba o restaba, ella sabía que era mortífago, todo había fracasado.
La niña recogió la tela de la manga de su capa y después botón a botón fue abriendo su levita desde la muñeca hasta que llegó a su antebrazo, desabotonó también su camisa y la subió feliz de confirmar su teoría.
-No me equivoqué, es usted un mortífago.
-Sí sí sí, no me moleste -Snape no dejó de tocar sus sienes con los dedos de su mano derecha.
La joven deslizó la superficie de sus dedos en esa marca y leve relieve que se veía, la imagen era terrible, era una pesadilla.
-¡Qué horrible tatuaje!
-Tiene relación con Voldemort ¿Quería usted que se viera hermoso? Ba, ¡Qué tonta niña inocente! -parecía escupir esas palabras aún en ese estado rendido.
-No se enoje conmigo, no le diré a nadie, intente usted entrar a mi mente y verá que no podrá.
-¿Cómo sabe eso? -Snape la miró a los ojos, molesto.
-Se lo respondo con una pregunta… -se atrevió a decir la joven -¿Ya ha querido entrar a mi mente, cierto?
-Sí -Snape volvió a tomar sus sienes.
-Y ¿Vio algo?
-No, no vi absolutamente nada.
-Bien, en hora buena por mí.
Snape aplaudió lento.
-¿Qué quiere de mí, señorita Granger? Ha descubierto lo único que no debía saber hasta final. Debe de sacar algo de provecho por saber y venir a presumirlo ¿Quién la envió?
-Nadie me ha enviado, sólo quiero que de verdad no se pase todos estos días duros que vienen, solo, y yo que siempre estoy rodeada de personas y me siento sola, quiero acercarme a aprender de usted.
Snape analizó viéndola a los ojos. Quería pensar qué decir.
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