La Asistente Capítulo I Lo Necesito Con Urgencia

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Las épocas más difícil del trabajo empezaban después del verano, la carga laboral se multiplicaba y a veces era imposible abastecer todo en los tiempos dispuestos por la empresa.

Axel quien era encargado de una área importante en una editorial se había pasado cerca de dos meses con el mismo insistir a su jefe, necesitaba ayuda, necesitaba un asistente…

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Momento actual…

-Gabriel García Márquez también escribía mientras pedía un café.- La joven reclamó al ver el gesto de su amigo, un gesto de fastidio viendo su reloj desde hace como media hora atrás.

-El hombre que mencionas escribe poesía y cuentos mejor que tú. Además el tal Márquez no se ponía a escribir mientras un amigo esperaba a su lado.- Le dio una sonrisa fingida y se puso de pie.

-Está bien.- Giró los ojos en mueca de  “Exageras”. -Bien, deja que guarde mi agenda y mi diario, tenemos todo el día, Lima no se va a ir a ninguna parte, tampoco el mar.- Guardó todo con mucho cuidado, dejó la propina y salió atrás de él.

-Si no es molestia me encantaría que te apures sólo un poquito más.- Su voz se acompañó junto a un gesto con ambas manos, un gesto que parecía sutil pero en realidad mostraba la falta de paciencia.

Después de unos pasos salieron del local.

________

Hace un año y dos meses atrás…

En una oficina cerca de un campus universitario en Ciudad de México…

-Por favor, Luis, es demasiado trabajo para mí, yo puedo con todo y más tú lo sabes pero esto ya es demasiado, tengo trabajo al día, que me cargues con más no me va ha dejar hacer bien lo que siempre hago porque si me apresuro a alcanzar todo esto podría dejar algo en el aire que posiblemente no tenga el tiempo invertido que le deba dedicar.

-Axel, yo confío en ti…

-Lo sé pero…

-Pero nada, vamos tranquilos en esto y te prometí ayuda, espera sólo un poco que ya levanté la solicitud nuevamente.

-Por favor tiene que ser alguien competente.- Hizo gesto con sus manos.

-Yo mismo me encargaré de eso, lo prometo.

-Gracias, Luis.

-De nada, hoy acompáñame a almorzar y hablaremos más de la ayuda que necesitas.

-Ok.

En un avión rumbo a Norte América…

-Señores pasajeros empezaremos el descenso, volamos a diez mil pies de altura y estamos próximos a aterrizar en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, Ciudad de México.
Por favor abroche su cinturón de seguridad, enderece su mesa y ponga en posición vertical el respaldar de su asiento,
permanezca sentado hasta que los avisos se hayan apagado. El tiempo local es de veinte grados centígrados, hora de aterrizaje señalado…

-Señorita, disculpe.- La voz de la tripulante la cual sostenía un papel blanco largo con bordes color verde, rojo y plata la interrumpió mientras veía una serie en su pantalla frontal.

-Muchas gracias ¿Lo tengo que entregar en migraciones, cierto?- La tripulante asintió. Ella recibió el papel y empezó a escribir en él, sobre cada recuadro imprimía su letra legible con tinta de un lapicero negro.

“Wow la ciudad es enorme.” La emoción la atacó al ver todos esos edificios a través de la ventana, el cielo estaba lleno de nubes como nunca antes lo había visto y le decían algo, no sabía qué pero tenían un mensaje que no pudo por más que quiso interpretar.

Era afortunada, eso sentía, ya casi culminaba la carrera y tener ese penúltimo año de intercambio en una de las mejores universidades de aquel país la dejaba sin palabras, no podía creerlo por eso estaba tan nerviosa, por los cambios, la cultura, no tenía idea de lo qué iba a pasar ahí en ese lugar.

La carrera de letras era su mayor sueño desde niña, admiraba a tantas personas y las dejaba atrás un tiempo para poder vivir la experiencia de un ambiente completamente distingo al suyo, extrañaría a sus amigos pero sobre todo a su hermano mayor y a su madre.

El avión tuvo un aterrizaje perfecto, el capitán una vez en tierra condujo hasta la manga para dejar salir a todos los pasajeros por la puerta A1 de vuelos internacionales, cuando se había detenido, el piloto dijo sus últimas palabras.

-Para Aerolíneas AerMex ha sido un placer tenerlos a bordo. Esperamos volver a contar con su presencia en un futuro próximo.
A los pasajeros que tienen conexiones con otros vuelos, diríjance a nuestra central de migraciones.

Brise estaba nerviosa pero ese llegar a un país nuevo no era desconocido, había viajado antes con su hermano muchas veces a otros países de América por lo que los trámites no eran nada fastidiosos y menos las colas o revisiones de sus cosas. Pero esta vez estaba completamente sola, el sentimiento era diferente.

-Motivo de viaje, Srta.- Preguntó el agente dentro de su cubículo de aduana a la joven Brise la que llegó después de esperar largos minutos en esa amplia cola de gente.

-Estudios.- Entregó su pasaporte y los papeles de la universidad a la que llegaba los cuales había recibido por correo dos meses antes.

El hombre selló y selló unas tres veces, le entregó el pasaporte y Brise siguió su camino hasta salir al último corredor largo donde están todas las casas de cambio y las puertas para tomar taxi.

Primer día en el Campus Vicente Guerrero, veinticuatro horas  después del aterrizaje,
Lunes en la tarde, finales de agosto…

-Mamá, tengo siete mil pesos mexicanos y no sé cuánto me dure esto, sabes que me gusta ahorrar, no tienes que enviar más dinero.

-Es por tu bien, hija, no quiero que trabajes en un lugar que no conoces.

-Tengo que buscar trabajo de todas maneras, sé que puedo encontrarlo dentro del campus. Mira, prometo que si no lo encuentro te dejaré que me envíes el dinero pero si lo encuentro ya no será necesario. ¿Está bien?

-¡Ey Brise, vamos a echar un taco!- El compañero de cuarto, un jovencito de cabellos lacios, ojeras y más o menos uno setenta cm. de alto le gritó desde la puerta.

Brise se desconcertó, no tenía ni idea de qué le hablaba.

-Mamá, llamo después, voy a comprarme un chip para el celular, no puedo esperanzarme de encontrar una señal de wifi.

-Cuídate hija.

La joven salió hasta el corredor para buscar al amigo Nacho, él se hacía llamar así, ella sin embargo cuando pensaba en su nombre le daba hambre.

-¿Nacho, dijiste algo de un taco? Es que yo no sé jugar billar, pensé que me acompañarías a comprar el chip.

-Hablo de “echarse un taco”, tranquila en una semana te vas a componer, mija.

Sí, el amigo definitivamente era un poco raro y ella para él también lo era porque a veces su español no era el mismo.

Brise siguió a Nacho por el gran campus hasta salir por la puerta principal, el objetivo del compañero era llevarla por el chip móvil y también invitarla a comer.

La universidad les daba alimentos gratis pero el acto era una forma de recibirla calidez en su país.

***

Así mientras comían algo en el centro comercial ella le habló muy interesada en saber cómo podía hacer para tener un trabajo pronto.

-En la facultad de letras hay un periodico mural enorme, ahí puedes ver las solicitudes diarias de empleo dentro del campus, pero te recomiendo que primero veas tus horarios antes de buscar chamba.- Casi hablaba con la boca llena de papas fritas o como decía en el menú “A la francesa” y su hamburguesa estaba casi desaparecida cuando ella apenas le había dado un pequeño mordisco al de ella.

-Entiendo, supongo que debo ordenar primero lo de los horarios, no estoy tan apurada, pero en dos semanas a un mes me encantaría tener uno acorde con mis tiempos.- Observaba el aparador intentando encontrar algo de tomar que no tuviera gas.

-Tú tranquila, verás que todo estará bien.- Giró un poco el cuerpo y alzó la mano a la mesera. -¡Por favor deme dos boing de mango!- se acercó a la joven. -Tranquila este refresco no lleva gas.

Ella asintió y sonrió.

Dos semanas después…

-Vi los empleos pero ninguno es de cuatro o máximo cinco horas diarias, ninguna oferta es fija en la mañana, es  imposible un horario así, creo que me voy a dar por vencida.

-Brise, te estás ahogando en un vaso con agua, además si tu jefa puede mandar lana déjala ser feliz haciéndote ese gran favor.

-Es que no me gusta, osea sí mi mamá se preocupa y quizá no la perjudico mucho pero no le quiero quitar su dinero, tengo veinticinco años, ya no soy una niña y me muero de roche.

-¿Qué es eso de roncha?

-No roncha, “roche”, es como decir que me da pena, me vergüenza que me envíe dinero…

-Ahh nena, neta yo pensaba que… Olvídalo ya nos entenderemos mejor en dos semanas más. Es que la otra vez me saliste con eso de “tacho” y dije “Qué onda con esta igualada que me cambia el nombre.”

-No te lo dije a ti Ayyy.- Se tocó la frente, a veces él se desesperaba que no entendía su forma de hablar y ella tampoco lo entendía a él. -Me preguntaste si había tirado los panfletos a la basura y yo te dije “Sí, en el tacho” y te señalé el que habíamos pasado en el parque detrás de la facu. Ya te he explicado que “Tacho es donde se tira la basura.”

-Ahhh nomás preguntaba no te aceleres.

Brise lo miró pensando mil cosas en su cabeza.

Mientras tanto en una oficina laboral una semana después…

“Esto es demasiado para mí.” La cabeza de Axel daba vueltas, entre las clases de los jueves, los libros que había de leer para la maestría, el curso nuevo interesante de literatura, el trabajo de la oficina que lamentablemente era más pesado y el trabajo a largo plazo acumulado en casa, era casi el fin de su paciencia.

Se puso de pie, tomó aire y caminó hasta gerencia acomodando su corbata. Siempre se veía ordenado e impecable.

-Luis cómo estás, disculpa.

-Axel qué bueno verte, tengo buenas noticias para ti, he podido conseguir a la persona que necesitas, traigo tu asistente desde la facultad de letras a la que damos el servicio de editorial.

El hombre de barba arreglada y porte serio suspiró por dentro, era lo mejor que podía escuchar ese día.

-Te agradezco, es… Gracias, ojalá el jovencito pueda archivar y ordenar todo como te dije hace una semana los que consiguieron que le editemos están apresurados.

Luis se quedó viendo intensamente a los ojos de su mejor empleado.

-Es una jovencita de la facultad de letras.- Lo dijo con mucho cuidado.

-¿Mujer? Creo que te dije que era mejor que fuera varón, un joven egresado de comunicación, quizá no titulado pero sí con experiencia. Esa sería una verdadera ayuda, hablamos de eso muchas veces ¿Sí lo recuerdas?- Sus cejas enviaron el mensaje con claridad, el jefe entendía la molestia pero insistió.

-Mmm sé que me pediste eso es sólo que creo que una entusiasta joven de literatura que cursa séptimo semestre con un reciente premio de poesía corta sería mejor ayuda para ti.

Axel apretó los labios. ¿Cómo puede pensar eso, Luis? una niña era una carga, no una ayuda para su empleado.

-Es mucho trabajo como para que ahora tenga que capacitar a alguien, que aprenda a hacer lo que con urgencia necesito desde cero me suena muy ilógico, al menos no es el sinónimo de ayuda que aparecía en mi imaginación.- Usó un tono casi resignado y sarcástico.

El jefe le dio un golpecito en el hombro a Axel y este suspiró viendo hacia la ventana, las nubes que taparon el hermoso y complicado día tomaron el control del cielo, se avecinaba una tormenta estaba seguro.

-Dale una oportunidad, confía en mí.- Insistió el hombre de cabellos canos.

-¿Dónde está ella?- Preguntó curioso y aburrido.

-Viene mañana temprano, te la presentaré yo mismo.

-Gracias.- Axel en realidad quiso decir “Ya qué”

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