Expositor
Responsable
Minucioso
Atractivo
Novio ¿Esto es un broma, Merlín? Se dijo así mismo.
-¿Soy atractivo? -Expuso tono recto e incrédulo, lanzó eso veloz.
-Sí -soltó segura, más rápida que él.
-¿Un excelente expositor?
-Sí, profesor.
-Ah… ¿Y le interesa salir conmigo porque soy inteligente y de mal carácter?
-Así es -Hermione apretaba sus labios mientras asentía con convencida seguridad, sonreía con suavidad también -exacto. Esa es la idea.
-¿Usted y yo, Granger? ¿No está mal de la cabeza?
-Mh, Mh, no señor, no estoy mal de la cabeza, de hecho me revisé antes de ir con usted -inclinó el rostro hacia un lado en un gesto tranquilo y un poco, muy poco coqueto.
-Mh, ya veo -Snape no sabía qué decir o hacer -¿Quiere tener una relación amorosa conmigo?
-Claro que sí -era como si ella golpeara la bola que él le lanzaba.
-¿Experimentar su sexualidad, elocuencia de confianza, secretos y sentimientos hacia mi persona? —le quiso asustar con eso.
-¡Sí, por su puesto que sí! ¿Aún no le queda claro? -fue suave y tierna aún sin perder seriedad.
-Me doy cuenta que no miente -su tono fue dolido, confundido, la veía completa para ver si su cuerpo no revelaba otra cosa, sin embargo en sus ojos caramelo sólo veía verdad.
Su ceño de malo terminó fruncido aunque ahora ya no con enojo.
-Entonces ¿Qué te parece? -la chica insistió pero ahora en confianza.
Snape tragó saliva, nunca había estado en una situación así.
-Señorita Granger, tengo que pensarlo, esto no es cuerdo para mí, tengo tantas responsabilidades y meterme a otra más y sobre todo con una mujer me parece… -Pensó unos segundos mientras hacía gestos exagerados y nerviosos con el rostro, esa chica le había hecho pintarse de colores la frente y las mejillas-, Sí, está bien, considere aprobada su solicitud. Podré manejarlo bien -la seriedad en su respuesta frente a la chica provocó una sonrisa juvenil, una sonrisa de satisfacción y timidez.
-Muy bien -parecía que él no soportaba su actitud juvenil y conquistadora así que de verdad se esforzaba por ser formal y respetuosa delante de sus ojos negros de ex mortífago-, entonces nos vemos el viernes, señor.
-Espere ¿Qué se supone que haga ahora por usted después de aceptar su petición? ¿Cuáles son las condiciones o las reglas o los límites que no puedo pasar? Intente explicar algo que ambos consideremos apropiado -ahí estaba él, en una época diferente de su vida que pensaba terminaría entre brujos ebrios y malignos de bares asquerosos, no intentando ponerse de acuerdo con torpeza acerca de una relación a sus casi cuarenta años de edad.
Una relación, sí, aquello no sonaba tan mal.
-No -quería reír, se sentía segura ahora, su voz delante de él era interesante-, No hay reglas, puede hacer lo que usted quiera y no hay límites en esto. Sin problemas, Severus.
-Pero… -hizo la mandíbula a un lado pensando que podía ser atrevido-, ¿Puedo darle la mano o abrazarla o darle un beso sin avisar? No quisiera deshonrar su ánimo o faltarle el respeto —él seguía en prueba.
Snape estaba en problemas, porque sabía qué hacer con una mujer, bueno una jovencita en un bar estaba dispuesta a entregar su cuerpo a cambio de unas monedas pero esa joven no era una cualquiera, esa joven era una señorita y tenía que reconocer que a pesar de no querer verse anticuado los límites eran importantes de platicar aún si se veía ridículo con esa pregunta.
-Lo sabía -Hermione vio al cielo sorprendida aunque convencida que eso era exacto lo que pasaría-, Estaba segura que serías así conmigo y esto me parece aún más atractivo y encantador, Snape.
-¿Que le pregunte le parece bien? Vaya -estaba sorprendido-, han cambiado las épocas de conquista, hace treinta años atrás debía ofrecer a su padre un dote interesante de dinero.
-Exacto -Ella se pegó tanto a él que él la sostuvo con cuidado con la mano izquierda por la cintura-, Sí, Severus, ya no es hace treinta años atrás, incluso ahora esto se ve extraño. Lo que nazca en el tiempo estará muy bien entre los dos. Y por favor no creas que debes ser distinto a cómo eres, me gusta que seas así.
Él le alzó una ceja, estaba perdido y también convencido “quiere estar conmigo Merlín”
Snape asintió con una venia y entonces hizo unos pasos hacia atrás para girarse y dejarla, regresar a sus asuntos.
Cuando había dado apenas unos cuatro pasos, retrocedió en los mismos, tomó del mentón a la chica, cuidadoso de lastimarla, subir su rostro y darle un beso en la mejilla. Después ya no caminó, sólo desapareció con ayuda de su magia negra y antigua.
Al llegar a las Mazmorras Hermione había conseguido preocuparlo, preocupar al mago en qué es lo que debía hacer mientras estuviera lejos de ella. ¿A quién pedir consejos?
La segunda vez en una relación seria, definitivamente tenía graves problemas por resolver.
Quizá revistas de la época, quizá centros sociales o consejos muggles ya que la chica venía impregnada de ese ambiente ¿Qué? ¿Qué tenía que hacer?
Pues al mayor no se le ocurrió mejor idea que leer algunos libros de la biblioteca para saber cómo llamar la atención de ese atrevido y joven ser.
***
Así el día que siguió, la primera vez que la vio se acercó con formal postura a hacer una venia pequeña de respeto junto con dos respectivas palabras concretas.
-Buenos días -se giró y se fue a su lugar mientras ignoraba la bocota abierta de la señorita Wesley.
Hermione no le había dicho a nadie y no tenía intención de hacerlo.
Snape,
Esa misma tarde esperó a la chica después de la cena en el portal de salida hacia los pasillos que ella tomaba a su torre. Con las manos detrás de su espalda, al verla se acercó e hizo la misma venia anterior.
-Buenas noches ¿Tiene algunos minutos, por favor?
-Sí, profesor, deme un par de minutos -giró para ver a sus amigos. Se despidió y siguió al mayor hasta que se alejaron lo suficiente del ruido y la vista de todos.
Snape se fijó para ver si era prudente así que metió la mano a uno de sus bolsillos de la capa y le entregó a la joven un enorme cuadro enmarcado escrito a mano y con tinta de plata algo que parecía ser un contrato.
Ella no supo qué decir o hacer. ¿Qué se supone que era esa enorme cosa?
-Ah, esto es ¿Es un contrato? -leyó bien para comprobar que lo era.
-Parece que era atractivo en la nación de Argentina hace cincuenta años atrás entre los jóvenes locales, mandar a hacer contratos de noviazgo con letras de plata en símbolo de seriedad y compromiso -se detuvo un instante de hablar al ver que ella releí sin parar-, creí que podría ser interesante para ti -estaba dispuesto a tirarlo si ella decía que no.
No conocía a la joven, esperaba algo cursi de cualquier hombre, menos de él.
-Esto es tan lindo y romántico -su cara era de fuerte incredulidad, no se le pudo ocurrir al mago un obsequio mejor. Además que no creía nada de lo que veía-, me… Me encanta -lo vio a los ojos.
-Si desea puede firmarlo -sugirió sin perder seriedad, Snape no estaba jugando.
Hermione amplió una sonrisa, miró de nuevo ese cuadro detrás del cristal enmarcado e impecable sobre sus manos y entonces asintió sin dudar.
Tomó su varita y escribió con la punta de él sobre el cristal mientras su magia imprimía su firma sobre la raya que se posaba encima de su nombre completo y correctamente escrito.
-Listo -miró a Snape a los ojos. Tenía intensión de darle el cuadro enmarcado.
-Ahora tienes que colgarlo en tu habitación -sugirió tal cual había leído en esos libros sudamericanos, que por cierto le habían causado un mundo nuevo y amplio para hacer.
Ella abrió los ojos y abrazó el objeto en simpatía, no veía cuál podía ser el problema de conservar el objeto en el lugar más expuesto para las chicas de su torre.
-Me encantará ponerlo sobre el respaldar de mi cama —sonrió dulce y llamativa.
Snape hizo una venia y se fue sin dejar que ella diga alguito más.
*
Para el día martes ella había sugerido al mago verse en la torre de astronomía, no en la parte superior expuesta sino en la parte de las conexiones mecánicas del gran reloj colgante. El mismo desafortunado lugar donde Harry se escondió un año atrás.
La chica no perdía tiempo, ni bien lo tuvo al frente empezó un suave beso que poco a poco se hizo grave, tan grave que en unos instantes ambos se habían olvidado el nombre del otro, el lugar y el tiempo, ella se había perdido una clase extra con la profesora Sprout y él había olvidado supervisar las clases nuevas de educación física al aire libre.
Snape la sostenía de la cintura con prudencia al lado de la escalera mientras sus cuerpos apenas se tocaban, ella a veces no resistía y se pegaba a él cuando los besos se hacían más intensos, su mente lo describía como “intensamente eróticos”, no podía resistirlo, era natural además de nunca haber sentido esas fuertes ganas y necesidades de estar apretada contra un bajo vientre y pecho alto de la levita de quien sea, bueno es que no era precisamente una experta. Snape era quien la alejaba porque no podía resistir más en impedir que su cuerpo reaccionara como debía.
Imposible detener impulsos en su circulación veloz y desesperada de la sangre que le recorría, la euforia le movía desde el pecho hacia sus genitales, por eso no quería que ella se acerque, sentía que era descortés si ella notaba que estaba así en un acto tan hermoso como eran esos besos cómplices e íntimos.
Definitivamente el mago estaba loco y fuera de época, lo que sucedía era normal pero suponía que ella podría tomarlo a mal.
Pondían romper records de otras parejas jóvenes a escondidas, y durante tanto tiempo los besos y el acercarse a ella hizo que terminen por hacer sentir apretada su excitación entre el vientre de su delgado compañera y su propia piel pocionista que subía de camino hacia un lado de su ombligo, la joven al notarlo caliente y rígido jadeó más de una vez sin saber qué decir y hacer.
—Me gusta cómo me besas -susurró en sus labios pálidos y delgados. La voz juvenil de la chica tenía un tono que él no había escuchado antes, no desagradable al contrario, podía quedarse ahí toda la noche y beberse en más besos y caricias de sus manos grandes, disfrutar de esas formas femeninas en su pecho, cuello y cabellos.
Sus bocas ahora sabían cómo tomarse, sujetarse, acariciarse por fuera y en esa tibia intimidad escondida con sabor a menta, Para Snape era dulce para Hermione como beber agua de hierbabuena. Esa joven aprendía rápido de él y al mismo tiempo y con la misma intensidad le dejaba saber que todo lo que hacía con ella estaba bien.
Ocurría en algunas ocasiones que remolinos de viento dentro del estómago de la chica parecían quitarle esa parte suya y concreta que la sujetaba al suelo, no estaba segura si era porque él la abrazaba y la alzaba un poco o era que su magia, esa magia que expulsaban los dos sin querer, les hacía creer que flotaban.
Ahora estoy convencido de que le gusto Se dijo Snape Puede fingir un simple beso pero ella ya sobrepasó el límite de una posible actuación. Sentía cómo su grácil cuerpo temblaba a veces, seguro nerviosa, emocionada y con otros sentimientos donde era obvia su excitación, igual que él.
Él podía sentir que ella se pegaba a su cuerpo.
—Y yo creo correcta la forma en que respondes -Snape no dejaba de ser él incluso cuando ella quería seducirlo.
Él notaba eso, que esa joven quería atraparlo en algo, lo que sea fuese eso que ahora apretaba su nuca y le tocaba el pecho, lo apretaba a su grácil cuerpo, ella quería llevarlo a una especie de prisión de caricias sin impedimentos, no, ambos, ambos querían llegar a eso.
Demasiado rápido, Snape. Se dijo el mago.
Severus notó que la chica se deshacía cuando sus manos grandes subían o bajaban más, pensó que tener cuidado estaría bien, algo así como un aviso directo o algunas palabras sólidas y francas.
Gracias a Merlín no se equivocó en frenar un poco esa naturaleza impetuosa que crecía en su cuerpo.
—Creo que ya ha sido suficiente, por mí pasaría la noche contigo besándonos pero si no llego a mi torre voy a recibir una sanción -le susurró en el oído mientras besaba el cuello del mago y lo hacía enloquecer.
Snape la besó una última vez, aún incrédulo por lo que sucedía entre los dos.
—Ve a tus actividades, yo iré a las mías -la voz del mago ante ella en ese perfecto instante era más fuerte que un imperius que obligaba a otro a lo que fuese.
—Está bien, hasta mañana -Hermione asintió, hizo una venia similar a la que él solía hacer y se perdió escaleras abajo de vuelta a los pasillos del castillo.
*
La estudiante, llegó a su torre sonrojada hasta las sienes, tocaba sus mejillas, se lanzaba aire con la mano como si hubiera corrido un maratón.
Ay Merlín, esto es demasiado fuerte, me pasa que no sé, osea sí sé pero no quiero parecer torpe, deseo saber más de él cada que lo veo y cada que me toca, cada que huelo su ropa siento que puedo morir y regresar ante él. ¿Es natural que sea así?
Ginny la detuvo justo cuando iba a atravesar la puerta hacia su habitación.
-¡Ey! ¿Qué sucede, no irás a cenar? -la sostuvo de la muñeca muy fuerte.
Granger su cabeza en una especie de escapatoria y sonrió.
—Creo que sí ¿Qué hora es? -pensó rápido-, sí, sí, sí iré. Mh, antes necesito ir a darme un baño tibio.
—Aún tienes veinte minutos, es algo pero no es suficiente, el baño tendrá que esperar —tenía cara de querer explicaciones.
—Está bien, el baño será después. Ahora suficiente será dieciocho minutos para tomar algo de sopa -soltó distraída. ¿Por qué contarle a Ginny? No tenía ganas de decir nada, era mejor así.
—Estás perdida desde las tres de la tarde ¿Qué pasó? -la pelirroja, reclamó.
-Nada que te incumba,Wesley, sólo platicaba con Snape.
—Ah -dijo pensando que la había castigado o algo por estilo. Paró el interrogatorio de golpe y un minuto después la siguió.
*
Snape por otro lado, regresó a su habitación a pesar que en primera instante iba de frente al comedor, sin embargo después de un par de minutos de caminar por las afueras y recuperarse, sintió frío, cambió su rumbo para tomar su capa y engullir algo en la cena. Moría de hambre, raro en él.
Llegó como si nada hubiera pasado y con un pase frente a Hagrid acomodó su capa a un lado mientras se sentó porque la tela larga y negra sobre su cuerpo a veces se atoraba debajo de la pata de la silla. Sin querer expuso su bajo vientre a la luz de las muchas velas flotando frente a él, Hagrid notó sobre el normal brillo de la superficie de sus ropas negras, una mancha de humedad en la parte baja de su levita y no pudo contener una curiosa cuestión:
—¿Te ha caído té encima? ¿Vienes de quemar elfos de la cocina? -bebía de un sorbete su jugo nocturno, el que usualmente y muchos otros en el castillo acompañaban sus alimentos en esa época del año.
Snape se miró en la pelvis, exactamente del lado derecho y cerca del comienzo de su muslo.
—Oh no, no es té -se tocó ese pequeño círculo en la levita para mover la tela y darse cuenta que también cerca de la correa y sobre sus pantalones estaba húmedo, el círculo sobre su pantalón era más grande—, Mh, debe ser líquido preseminal —dijo informativo sin perder seriedad y Hagrid escupió por la sorpresa tan fuerte que empapó de jugo de calabaza al profesor Filius mientras este mascaba feliz, su pollo frito.
El semiduende cerró los ojos en tardía reacción.
—¿Es una broma, verdad? Sólo lo dices por molestar —aseguró Hagrid incrédulo y escandalizado.
—Yo no bromeo -Snape alzó una ceja para juzgar, decidió hacer más grande el escándalo porque sí lo quería molestar-, he estado besando a mi novia -espetó sin vergüenza.
Hagrid ahora se atoró con su pan. Snape siguió serio.
—Vaya…
—Y esto debe haber provocado que mi cuerpo reaccione y se lubrique listo para otros asuntos que no te interesan. ¿Sí entiendes de qué hablo? —Snape se comportaba como profesor con Hagrid, como si ignorara ese tema-, Entonces, si prestas atención, sucede porque hace mucho no he tenido algún contacto sexual y debe existir una necesidad fuerte de caricias en mi cuerpo sobre todo en la zona genital —hizo un pase para señalar su cuerpo con formalidad.
Hagrid asintió a pesar de la indiscreción del mago pocionista, de haber soltado eso como si explicara por qué algunas plantas luminiscentes brillan a la luz del día y no en la oscuridad.
—Ah sí… Completamente -Se pegaba en el pecho con el puño para sacar como podía ese trozo seco de pan que se había ido por otro lado, su voz ahogada no le impedía seguir-, me queda claro, Severus -hizo dos ruidos sonoros de tos.
Filius tuvo que moverse a otro sitio, no había alcanzado a oír sin embargo no quería quedar atrapado en otra tos del semi gigante con expulsiones de líquido sobre el hermoso traje que llevaba puesto con adornos de arañas y calabazas.
—Qué bueno que me entiendas —miró preocupado su ropa por última vez—, ojalá lo hubiera notado al llegar a mi habitación y tomar mi capa. Juro que no lo vi, me hubiera evitado esta tonta conversación —tocó su muslo-, Se siente un poco incómodo y pegajoso.
Hagrid terminó por asquearse, manotear la mesa con ambas manos y dejar su comida ahí frente a él, lo que quedaba del plato y su vaso de leche de cabra.
Estudiaba la actitud de Snape, todo era imposible de creer, sentía que podía molestarlo por metiche sin embargo el mago de las mazmorras olía fuerte a perfume de mujer, un perfume femenino y fresco que definitivamente le era terriblemente familiar aunque no recordaba de quién.
Snape como si nada se sirvió un poco de té y tomó la jarra de cristal pequeña,
levantó el objeto ante la mirada incómoda del guardabosques para ofrecer:
—¿Deseas un poco de crema, Hagrid?
—No Severus, ya me voy -susurró para sí mismo algo más-, ¡Qué asqueroso y desvergonzado!
Nunca se hubiera imaginado que Snape le estuviera hablando de sus intimidades, aquello le dio mucho asco a pesar que sabía que Snape el último año había sido muy atento con su higiene personal sobre todo en las noches.
Todo el día rodeado de aceites y pociones grasosas le dejaba el pelo espantoso pero después de un buen baño se le veía exageradamente bien.
La conclusión del gigante fue “el pocionista está metido en cosas raras”
***
Al llegar día miércoles en el desayuno, el mayor de cabellos lacios y negros se acercó hasta el lugar donde Hermione desayunaba.
Tenía intención de impresionarla aún sabiendo que no se podía exponer.
—Bonus dies -Latín era el idioma que había elegido esa mañana. Dejó junto a su suave mano un papel que parecía del diario el profeta doblado en seis.
Hermione lo tomó y lo metió en su capa de inmediato.
—Hasta luego, Profesor -delante de los demás, ella le decía “Profesor”, no habían hablado del trato era cosa de ella y por discreción.
Severus estaba por darse la vuelta pero antes de que ocurriera detuvo a ese “simpático” noviecito con un suave:
—Espere, me olvidé -metió sus narices en su bolsa y de entre un par de libros sacó un pergamino doblado en tres.
Snape lo tomó y después de asentir como en permiso de irse abrió la gran hoja,
Revisó rápido tres párrafos y leyó.
Han sido días únicos, me gustas más el día de hoy. Te ves magnífico en ese levita azul oscuro, me encanta notar tu cabello como si no fuera tu capa aunque te ves mejor cuando usas el uniforme gris o el negro. Comienzo a pensar que es la costumbre lo que hace que te vea mejor así…
Si puedes hoy, podemos vernos en el salón de pociones, eso sólo si no tienes algo importante que te ocupe la noche.
Propongo, que veinte minutos antes de las ocho de la noche, estaría bien.
Este hombre al llegar al final de las mesas en el gran comedor, giró sobre sus talones para observar a la joven y ver que ella no dejó de observarlo hasta que se fue. Hizo una venia imperceptible hasta salir y siguió sus pasos hasta perderse en el fondo del siguiente corredor.
*
La Gry esperó a estar sola para abrir el papel de periódico y ver una nota sobre un pedazo de pergamino y al lado dos pequeñas pulceras de cuerda negra que parecían pelo de buey, sostenían dos pequeñas medallas de plata con forma de gota, en una decía “Aqua” y el otro decía “Lacus”, igual a Agua y Lago.
El detalle la tocó en el corazón. Al principio creyó que por compromiso de darle un gran valor, sin embargo después de observarlos por otro gran rato y pensar en él, que creó o compró o simplemente se tomó el tiempo para ello, le fascinó.
Mh, ahora empiezan los obsequios interesantes. Me agrada el Snape que investiga en libros de la biblioteca qué regalar a una chica que gusta de él. Hermione sabía lo que hacía ese hombre porque le había leído la mente una tarde antes cuando se besaban, Snape le había dejado entrar a su cabeza como si estuviera invitada a una fiesta y ella también le dejó ver todo lo que estuviera dispuesto a obtener.
Todo transcurría con naturalidad.
No habían hablado de otros detalles acerca de su relación, parecía más un acuerdo entre los dos y empezaba a convertirse en algo “bonito” a pesar de ese gran “Poco común” en el carácter del Slytherin y la Gryffindor.
*
Ese mismo día en la noche en el aula de pociones.
-Buenas noches -Snape se inclinó antes ella a manera de alto respeto y ella hizo una pequeña venia de respuesta sin perder su franca sonrisa y emoción.
-Hola, estuve ansiosa porque llegue este tiempo. Y… Ah… Pues tenemos un par de días en esto… -Quería expresarse de forma correcta ante él-, empieza a dejar un gusto grande, decidir estar contigo me agrada más de lo imaginado.
-¿Has pensado en esto? -le respondió formal.
-Sí -le mostró la muñeca y las pulseras que él le entregó-, este detalle es muy lindo de tu parte. Imaginé el momento en que lo compraste a pesar de tu carácter.
Snape la miraba con intensidad, no podía evitar ver la silueta de su cintura en la luz de las teas que acompañaba su juvenil cuerpo en la puerta del salón.
-Son mis cabellos, la plata la tomé de una pequeña aventura en el bosque prohibido -quiso asustarla al decir eso porque era verdad, se peinó las cortinas de cabello hacia atrás con suma elegancia.
-Oh, no veía venir eso, qué interesante, já -abrió la boca y vio de nuevo las pulseras -metió su otra mano en su bolsillo dentro de su falda escolar, sacó un frasco de al menos cincuenta mililitros de perfume para hombre, ella lo había realizado con aceites de madera del bosque prohibido coincidentemente.
Llevaba un ingrediente secreto además de algunas lágrimas conservadas desde meses atrás.
Estiró su brazo para dárselo y él lo recibió con placer.
Después de todo no era tan malo intercambiar obsequios, le agradó eso.
-Gracias -al sostenerlo con tres dedos abrió el tapa corcho y aspiró mareado de inmediato con el exquisito olor a madera mezclado con la esencia de ella. Debía ser algo como sus cabellos castaños. Volvió a separar los párpados después de unos instantes con un tono distinto en sus ojos, aquello era provocado por su magia al concentrarse y oler además del perfume que ella le había dado -es incitante —dijo interesante—, ¿Cuál es la nota final? -exigió con autoridad.
-Es fácil de averiguar —la voz de ella fue suave. Sabía que a él le interesaría saber.
Snape la tomó con su mano hecha garra sobre su hombro derecho para meterla dentro del salón, no la lastimó sólo fue un empujón sutil.
-Dime -Habló y rozó sus tiernos y tibios labios al acorralarla contra la puerta que había cerrado.
-No -fue rotunda, en altas ganas de provocarlo.
-Dime, no lo pediré nuevamente.
-Sí que lo harás -desafió segura después de morder y tocar con sus labios húmedos y lengua tímida en el labio inferior del pocionista.
-¡Merlín, Dime! -exigió más, con las palabras apretadas entre dientes.
-No, quiero que averigües qué es.
-Si continuo te asustarás -el hablaba muy en serio, su tono grave, autoritario y perdido en sus ojos por saber.
No sabía cómo controlarse, había provocado su ser algunos días. En ese instante estaba dispuesto a más aunque muy en el fondo sabía, eso de ser amantes los conectaría con pensamientos precoces de mucha pertenencia. Aún no quería llegar a eso.
Hermione miró sus ojos negros, estiró su mano para una suave caricia en su mejilla el cual hizo que el mago cierre los ojos y se conmueva en deseos de querer apachurrarla en sus brazos hasta que muera.
-Sólo es un obsequio para el baile.
Snape tomó sus mejillas y parte de su cabeza con ese par de manos grandes, pegó su boca al oído derecho de ella y susurró algunas cosas que la chica al escuchar bien, tembló y entre cerró los ojos con deseo.
-¡Me gustas, también, lo juro! No sé cuándo, no sé dónde, sólo sé que me gustas, Snape —sus ojos se llenaron de lágrimas aunque estas no se salieron de donde se detenían —siento que puedo perder la cabeza por ti por que de verdad me gustas.
Snape cerró los ojos al escucharla para volver a susurrar una corta frase más.
¿Era un truco leído en algún libro o qué sucedía con Snape, de cuándo aquí era tan sencillo y conquistador?
No dijo nada más en voz alta pero ella sí.
—¡Sí, lo juro, quiero quedarme contigo! —ella susurró con dolor al sentir su alto cuerpo pegarse al suyo.
Segundos después dos palabras que fueron deletreadas con cuidado en el oído de la chica provocaron que ambos se abracen como si se fueran a perder.
—También te amo, ¿Qué me pasa? Te amo, te amo… -soltó débil en el pecho de Snape.
Severus no había dicho esa palabra, él no había dicho nada, nada en un idioma que ella pudiera entender. Cada cosa que pasaba con ella lo tenía muy sorprendido y otras desconcertado.
—No puedo quedarme, Hermione, nos vemos después -habló despacio frente a ella y salió de ahí sin decir más.
*
Al estar solo en su habitación, sus ojos se iluminaron por un fuego sobre su chimenea. Se sentía débil, muy débil.
¿Cómo era posible que ella le haya entendido? ¿Qué sucedía? No dijo que la amaba sólo que estaba dispuesto a hacerlo, estaba asustado porque el idioma en el que había hablado cerca a su oído era imposible que lo haya leído en algún libro de la escuela.
¿Leyó su mente, esa chica se metió y encontró lo que no debía ver?
***
Otro día más, los primeros de verse aún con timidez sobre todo ella porque Snape era seguro al hablarle, al escucharle e incluso al aconsejarle. Su conversación al estar con ella se hacía importante, ella le dejaba opinar de ciertas cosas y en otras no se quería meter.
—Voy a dormir ¿Tienes algo para el estómago? —soltó ella en leve preocupación.
—¿Qué sucede, tienes dolor? —se acercó a apretarle el estómago en la parte de arriba, debajo de sus delicados pechos, sin mala intensión.
Ella le vio a los ojos con una sonrisa sutil, le fascinaba esa sincera preocupación, sabía que él era así.
A veces en la enfermería cuando Ponfrey estaba ocupada era él quien atendía a los que se quejaban de dolor.
—No es para mí, es para Seamus —le contó tímida.
—Pues mándalo a la enfermería —se hizo hacia atrás.
Rió por cómo reaccionó Snape.
—Ha tenido diarrea por diez días, le da mucha pena ir.
—¡Santo Slytherin! ¿Cómo está su rostro?
—Pintado de verde —hizo cara de asco al recordar que hace unos días vomitó buen grupo de gusanos rojos.
—¿A expulsado platelmitos?
Ella asintió.
—De color rojo… —su boca se hizo a un lado por recordar esa fuerte impresión.
—Ni hablar, en la enfermería no podrán curarle hay que mandarlo a limpiar por dentro a San Mungo… Y por favor no se te ocurra acercarte porque te contagiarás.
—No, no lo hice, lo han dejado solo en su habitación… —Cambió de tema rápido—, ¿Puedo quedarme contigo, hoy?
—Sí que puedes pero mejor no, debo salir a hacer ronda y tendrías que quedarte sola en mi habitación.
—Ah, sí es cierto… Entonces nos vemos después.
***
Hermione estaba sola y se dirigía a Hogsmeade por segunda vez en el día, era viernes y la mayoría tenía permiso de salir una semana después de los exámenes. Otros ánimos empujaban sus pasos y algunos pensamientos acerca de él la hacían sentir bien.
Se imaginaba caminar con él de la mano, imaginaba que él aparecería elegante esa noche y cerca de las siete al fin estaría con él frente a otros para presumir.
Presumir a Snape ¿Cómo era posible que ella estuviera interesada en eso?
De pronto recordaba que hace dos noches él le había dicho que la amaba en Aimara, un idioma nativo al sur de América. Qué raro, un idioma que no recuerdo haber aprendido bien, sólo había leído en un libro.
*
Mientras se dirigía al lugar donde recogería el vestido para esa noche se metió a un cruce dispuesta a entrar por la puerta trasera del mismo local.
Vio a Minerva, Snape, el nuevo profesor de pociones y Hagrid discutiendo con energía antes de entrar a ese pequeño bar pintoresco al final de la calle, no estaban tan lejos de hecho sólo los separaba el cruce del mismo camino por donde ella había estado minutos antes.
Snape se veía raro, se veía como si no hubiera dormido y entonces pensó que eso justificaba el por qué la noche anterior no se habían visto.
Hagrid cargaba una enorme bolsa al igual que Minerva y eso le reveló a la chica que ellos también se preparaban para el baile en la noche.
Hermione entró al fin después de que la dependienta abrió la puerta y le saludara con tono emocionado y exageradamente feliz.
—¿Cómo se encuentra, viene por su vestido?
Hermione sonrió y pensó que era obvio el que estuviera feliz después de haber gastado cerca de quinientas monedas en la compra.
—Exacto, vengo por él y algunos accesorios.
—Pase por favor —fue amable.
Antes de entrar al local un pocionista la había visto de reojo sin confirmar que realmente era ella y no se lo había imaginado como desde hace unas horas le pasaba. Creía que podía verla en la pared, en el reflejo de su taza de té o sus rizos cada que cerraba los ojos.
Hagrid se dio cuenta que observaba por la ventana a la nada y entonces le miró la mano. El mago tenía un corte enorme en la palma izquierda.
—¿Y ahora qué te pasó en la mano, es algo con el señor Oscuro?
Snape sabía que quería burlarse de él, ahora se llevaban así después de la guerra y prácticamente haberse visto la cara en San Mungo todos los días durante dos meses.
—No, tuve un accidente en el salón de pociones —escondió la herida al cruzar sus brazos.
—Ah —el semi gigante miró a otro lado y se metió en el interior del local.
Mejor la dejo sola. Snape se arrepintió al salir hasta la puerta y avanzar unos metros hasta ella. Se propuso retroceder y quedarse con los profesores, quería sacársela un instante de la cabeza, se ponía muy mal al pensar en el ella, ese mal que lo distraía y ocasionaba accidentes como ese que le hacía escocer de dolor la mano izquierda.
Existía un conflicto interno en él, un secreto y no sabía qué hacer.
***
Esa misma tarde en el castillo cerca de las seis pasado meridiano, el pocionista se colocaba una levita de fiesta más victoriana color azul oxford, elegante como sólo él podía con botones e hilos plateados.
Impecable, el cabello recortado hasta sus hombros y peinado como un príncipe oscuro, él mismo se veía bien y creía posible que era culpa de ella quien en esos pocos días lo besaba y tocaba como si fuera una joya de la corona real.
Ella le hacía sentir así, invaluable, estable a pesar de las distracciones.
Antes de salir miró ese rincón naranja al fondo de su habitación, un lugar escondido y secreto que había guardado por unos tres meses. Pensó en incinerar todos esos objetos o hacer algo, porque no necesitó usarlo, no necesitó su magia negra y oscura para llamar la atención de esa ella.
Vio tantas pinturas, recortes y esas velas que iluminan con precisión, retratos de ella hecha con sus propias manos a carboncillo, a lápiz, a color. Sus ojos, su nariz, todo su rostro, recortes pequeños de sus cabellos, objetos personales de su alforja, sus escritos hechos a mano, el cual le había pedido a todo el aula sólo para disfrutar de la elocuencia y letra perfecta. Sentía un poco de asco por su obsesión y por haber tratado de conseguirla a la fuerza, sin embargo no necesitó activar ningún hechizo o poción para que ella se enamorara con fuerza.
Se sentía feliz por eso porque muy en el fondo él creía que esa adoración que tenía por la estudiante Granger había sido porque le recordaba a otra después de recuperarse en San Mungo y no, Hermione era distinta, suave, inteligente, tímida, una excelente e increíble ser.
Estaba seguro que en poco se había perdido en sus besos y caricias, enamorado de su compañía ¿Ya había pasado? ¿Su alma se había quedado atrapada a ella?
Apretó el agarre de su varita y lo hizo, lanzó fuego y este consumió el pequeño espacio que había hecho para ella sobre aquella escondida chimenea.
***
Caminó temeroso por cada pasillo hasta subir muy alto en esa enorme construcción, en el rostro y porte no se notaba que estaba nervioso, hasta que pudo divisar la entrada resguardada por el cuadro de la señora.
Se anunció sin tanta ceremonia y esta le dijo que espere a su alumna ahí, esconder su emoción debía lograrse de alguna manera porque nunca había llevado a una mujer a una ceremonia dentro de la escuela.
Entonces, aún de espaldas y después de escuchar su voz, su corazón se hundió al verla.
—Profesor… —se detuvo por admirarlo.
Snape cuando vio su figura hermosa entera con ese bordeado resplandor como atardecer, la cáscara dura en todo su cuerpo se incrustó en un pulmón y su sorpresa no le dejó responder.
Con la boca abierta y sin poder respirar intentó articular una palabra y que no le suene mal a esa mujer.
—¡Ay Merlín! —tuvo que pegarse al muro para agarrarse de él sin que ella lo note pero su conmovido ser fue casi imposible de esconder. Estaba anonadado,muerto en vida por su belleza juvenil en esas telas elegantes, sus brillos suaves, lucía un poco más grande y sus ojos color café claro eran lo más impresionante.
Hermione sonrió sonrojada en una mueca suave y dulce.
—… Buenas noches —fue tímida y feliz.
Él no dijo nada, no supo qué más decir, si su garganta soportaría esa conmoción, su pecho estaba a punto de explotar y ahí, en los secretos de sus pensamientos tocado por las atenciones de ella tantos días, otra vez se quedó en silencio.
Le tomó la mano inmiscuido en sus sentimientos prematuros y en varias desesperante pregunta que ignoró, dudas de seguir.
Salió con ella hasta el corredor, llegó a esa fiesta común y disfrutó de esa larga noche de conversación y copas de vino en sus manos acompañadas de miradas al otro con alto incineración, sus toques de ella en sus manos, su joven insistencia para ir a bailar.
No accedió, Snape no quiso acompañarla pero ella sí bailó con otro par unas cuatro canciones para volver a él y conversar.
Fueron horas interesantes sin bailar una sola pieza, sólo el contemplar su sonrisa mientras la escuchaba, viéndose así mismo interesado en ella, fuertemente atraído ante esa princesa Gryffindor, atorado a voluntad en sus ojos cuando ella sólo respondía con palabras cuestiones sin importancia y con su actitud le decía en repetidas veces: “sí”.
Que le encantaba estar con él, no, no sólo eso, que una peculiar joven estaba fascinada de su hasta esa noche, poca interesante vida.
Y cuando algo más que los toques y los besos sobrepasaron el entendimiento, las conexiones se apresuraban a comprobar que algo más sería entre los dos.
Sus cuerpos se enredaron debajo de las sábanas en algún lugar escondido con magia por ella, su juvenil habitación, de colores rojos y dorados que revivieron de ellos agitados un fuego ardiente y conciertos de jadeos y satisfacción.
Nada de ritos, nada de maderos consumido al rojo vivo, no rondas con cantos ruidosos, no máscaras o sombreros, en la alfombra sus varitas, atrás los sustos sólo sus cuerpos en vaivén ágil unidos hasta el alba.
Entrega,
una fatiga y deliciosa entrega donde no sólo se da el corazón, después de las respiraciones agitadas, se extraña, se recuerdan las tinieblas y soledades y no sabes por qué sientes la vida desperdiciada.
*
En la mañana, cerca de las seis, Snape que había dejado sobre las sábanas no sólo sudor del calor en la noche sino posiblemente también su alma, se hizo de pie un instante para ver qué había en aquella ordenada habitación de la estudiante y al entrar a un pequeño armario amplio, un anexo como construcción cerrado, como esa donde se guarda ropa vieja, la luz de un grupo de velas le iluminó la cara.
Silencio
Silencio por ver más,
silencio e impresión.
Snape tenía su varita en la mano listo para quemar aquello, fruncía el ceño confundido, hasta que ella apareció detrás de él, sus ojos se llenaron de lágrimas y negó.
Él vio las mismas velas, su imagen por doquier, las pociones de colores y incluso algunas oraciones en papel,
Todo intacto.
Un altar,
Era un altar de amor.
***
Dos años después.
—No olvides tu pulsera de cabellos —sugirió Snape.
—OH sí, lo lamento —lo colocó en su mano—, listo ahora podré ir a trabajar —le dio un beso en los labios al mayor, desde hace cuatro meses vivían en la hilandera.
—No llegues tarde —exigió Snape al saber que esa maestría era más que importante.
Al regresar adentro, subió al segundo piso de la casa para tomar al pequeño Marco en brazos, el cual había cumplido un mes, lo llevó con él a la cama le puso una varita en mano y le dio de comer.
Ella se había embarazado rápido por él así que Snape le ayudaría a cuidar al pequeño medio tiempo hasta que ella empiece en Hogwarts otra vez.
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Fin.
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