Snape descubrió que esa joven le miraba y al verlo corría como si fuera el coco y no conforme ahora le citaba a charlar antes de ir a comer ¿Qué querría de él? ¿Era un objeto curioso de estudio?
—La admiración excesiva es idolatría, señorita —explicó Snape de mala gana —estoy cansado de que me persiga.
—Era observar, aprender… Nada más… Profesor Snape. ¡Por favor no me castigue!
Snape se extrañó de esa forma de pedir al final, su tono de cuidado, ella solía ser atrevida e insolente pero esta vez su actitud era diferente.
—Mire, no quiero peros y tampoco mi imagen replicadas en pedazos de papel —alzó la voz, era una orden.
Hermione miraba sus pergaminos con la imagen de él, le había dibujado ya hace unos días, quizá un mes.
—Lo siento… —intentó decir más pero él no le dejaba.
—Puede decir con claridad ¿Qué sucede? Usted y yo sabemos que hay cosas que sobrepasan lo extraño —usaba una voz defensiva como si esa joven delante de él sólo quisiera burlarse o hacerle perder el tiempo.
La chica había tomado valor después de un mes completo donde no dejaba de pensar en ese sujeto y es que no se le ocurría nada que no sonara tonto ahora que estaba frente a él, la valentía la había puesto en aprietos y sus tripas estaban a punto de salirse por su ombligo.
Primero él había leído sus avisos detrás de cada examen final en las últimas dos semanas, luego aceptado tantas confusas muestras de atención convencido por su insistencia a citarse a solas después de la última clase antes de las fiestas de Halloween en la sala de DCLAO y ahora que al fin podía decir lo que pasaba, estaba asustada, no creía que ese hombre le podía imponer tanta rectitud después de los eventos pasados.
Estaba frente a esa mirada acusadora, sentía que al fin lo había logrado, llegar a él. Un tema personal que resolver.
Y quizá podía ser la última vez, aprovechar le venía mejor que bien.
—Le pido por favor que no se altere… Ah… Yo siento que quiere la verdad, señor, y es que no sé cómo comenzar si me grita.
Snape se acercó más a ella con los brazos cruzados para mirar su frente y luego la forma en que sus jóvenes cejas intentaban revelar una verdad o una estupidez.
—¿Tengo cara de que me gusta perder el tiempo, Mh? -Snape era muy duro, su tono era tan arrogante y presumido, un cristal templado grueso tan difícil de romper, ella tenía que convencerlo esa única vez u olvidarse de esa loca posibilidad soñadora en sus próximas vacaciones de invierno.
—Está bien, es sobre usted —soltó veloz. Sus pies estaban preparados para huir sin embargo su cabeza valiente y terca era inamovible, ese hombre no la haría correr.
—¿Sobre qué? —Snape expiró profundo.
-Sobre usted en mi cabeza -Hermione ahora soltaba las palabras tan rápido que él estaba perdido en intentar adivinar la locura que ella expondría.
—Ah, justo eso creía yo, que usted estaba mal de la cabeza, Granger -su rostro se hizo como un ogro mientras alzaba una de sus cejas y miraba a la alumna en sostén de un fuerte caparazón de titubeo y temor.
Sí, a pesar de estar ahí con ella un día tan ocupado como ese, le encantaba notar que su alumna insufrible sentía temor.
Hermione suspiró.
Se dio valor para hacer lo siguiente.
No se le ocurrió nada mejor que acercarse mucho a él y colocar una mano en el pecho de Snape, lo hizo de forma tan cuidadosa que el mago se movió sólo para erguirse más y así verse amenazante antes sus jóvenes y asustados ojos, era un hombre alto y aún más sin dejar de cruzar los brazos.
¡Quizá un experimento! Pensó Snape ¿Qué sucede, Morgana? una de tus alumnas ha osado tocarme.
Esa chica no se quedó quieta sino que deshizo el agarre de los brazos de él cruzados en el pecho del pocionista empujando con la mano libre hacia abajo hasta que él soltó el agarre incómodo de sus bíceps y sus manos descansaron a ambos lados de sus caderas.
Ella siguió, ahora deslizó su otra mano por el vientre y toda la superficie de tela negra sobre la fila de botones en la levita hasta la parte alta del pecho, sus suave tacto terminó por recorrerlo completo hasta arriba para sujetarse detrás de su nuca también con la otra mano.
Él sólo respiró dos veces por la clara intensión, respiros tan fuertes que ella sintió el aire con aliento de menta sobre sus labios casi inexpresivos, se mostraba como él, un misterioso y fuerte desconcierto.
Esa estudiante llena de duda separó los labios mientras lo veía a los ojos, indiscreta y decidida en hacer.
Snape intentaba adivinar lo que venía y aumentaba la interpretación de sus confusiones.
—¿Qué va a hacer?.. —reclamó lento como él solía ser.
-He estado sola durante unos seis meses, profesor, o un poco más… Durante ese tiempo le he visto intensamente junto a ese defecto biológico mío y débil por admirar a un hombre hasta el punto de idealizar con él.
—¿Ah sí? ¿En qué modo? —preguntó él en una repentina alteración en la piel de su nuca.
La estudiante, sin querer le hizo retroceder.
—Supongo que no tengo que aclarar de qué forma usted me es interesante y agradable así que le propongo dejarse abarcar… -se daba ánimos, tenía que ser más directa-, por mí.
Snape iba a abrir la boca a objetar pero ella lo jaló del cuello hacia ella y lo besó. Un beso apretado y largo, muy largo el cual se convirtió en un beso donde ambos empezaban a decirse interactuando con la piel que no había razón para censurar en sus bocas.
Ese evento era una agradable interacción altamente social y por su puesto sexual.
Así se describía en la cabeza del mago.
Ella aguantaba la respiración porque no terminaba de coordinar las pausas de él por volver a pegar sus labios y buscar la humedad de su joven ser.
En ese ir y venir de ambos se despegaron los labios de él con un sonoro ruido de término y luego se miraron.
—Sigo confundido aunque ya no tanto… -la voz del alto mago había cambiado, seguía grave aunque deseosa, quería gritarle “Loca, atrevida, insolente” sin embargo había sido tan estimulante que Snape decidía no hacer nada con sus pensamientos rectos y brazos los cuales sí se arrepentían de no tocar a su antojo.
Por ejemplo quiso por unos segundos apretarla a él desde la cintura y hundir sus dedos en su cráneo atravesando ese salvaje paisaje castaño con olor a dulce de fresas tan sólo para poder estar más cerca a convertir el beso en un fuerte deseo e interacción más completa.
Hermione bajó la mirada sonrojada hasta las sienes, temía y esperaba un grito contundente. Aquello había sido suficiente para él.
—¿Tiene alguna actividad este fin de semana, Señor? -ella inició con el pie izquierdo, estaba hablando con Snape después de un beso ¿Acaso estaba loca? Sabía la respuesta ¿Cómo no iba a estar ocupado ese hombre esa semana o la que seguía después?
—Por su puesto que sí, tengo que surtir el almacén e ir… -Snape le iba a soltar toda su agenda sin embargo cambió de opinión porque se le ocurrió una cosa-, ¿Usted tiene que hacer algo el sábado en la tarde? -sonó propio aunque seguía siendo cuidadoso por esas dudas en su instinto, un revelador conciente donde ella podía estar burlándose de su respetable ser.
Se soltó de ella y dio un paso hacia atrás erguido como hace unos minutos donde pensaba reaccionaría en defensa al no poder más.
—No, este sábado no tengo nada, señor -pensó como si se hubiera olvidado-, el próximo viernes que viene es el baile de Halloween así que si no tiene pareja sería encantador que me acompañe.
—¿Yo? -Snape alzó una ceja aún estupefacto -¿Quiere ir conmigo? -sonó cómo si realmente no creyera nada de lo que salía de su boca rosada.
-Así es, usted, profesor.
Merlín, me está sucediendo lo que a Lupin, he llamado sin querer la atención de una alumna y quizá se ha enamorado de mí. ¡Qué situación más bochornosa! Snape pensaba mientras intentaba pedir explicaciones en su confusión aunque cuando se esforzaba por expulsar las sílabas no se le ocurría nada.
-Está bien -se hizo el importante y le dio la espalda para caminar hasta el escritorio y hacer que recogía sus apuntes en sus agendas. Con su mano derecha hizo un pase preciso-, Buenas tardes, puede irse. El viernes del baile nos vemos aquí a las siete.
—¿Y no nos veremos antes? -preguntó ella.
—No lo sé, no lo creo —el señor “no” estaba al ataque.
Hermione salió al ver a otro Snape despedirse, uno diferente al que le recibió, ya no había odio o rabia o lo que fuese siempre rondaba su humor.
¿Por qué no se me ocurrió antes? Se dijo la chica.
Besarlo había sido la única manera de llamar su atención y la única de saber si él podía acceder ¿Cómo? Pues en una respuesta empática durante ese detalle de contacto.
Como era de esperarse, Snape salió como una bala hacia dirección, uno creería que para acusar a la joven por descaro sin embargo fue a sacar información, estaba seguro de que ella no hizo eso por conveniencia o un plan de la orden nueva.
-Minerva ¿Dónde irán los estudiantes después de la graduación?
-Hola, profesor, pase ¿Quiere una taza de té? -todos los profesores eran amables con él después de haberse recuperado durante dos meses al principio del año.
-No, sólo necesito cierta información -fue directo porque la bruja mayor no sospechaba nada ¿Cómo saber que su mejor alumna se había besado con él?
-Ah, los chicos ¿Qué chicos? -Minerva era aún más bonachona que ayer.
-Pues tus jóvenes estrellas, claro está -fue exagerado al expresarse del trío de oro.
-Ah… Mh… Ron Wesley será auror y Harry Potter buscará un puesto en el ministerio, y Granger, la señorita creo que quiere quedarse como profesora de aritmancia en Hogwarts.
-Mh, tendrán un futuro prometedor -nadie podía ganarle en lo espeso y apático y falto de real interés acerca de otros-, sonará extraño —advirtió—, pensé que tu alumna Granger terminaría casada y llena de hijos pelirrojos -le sólo veneno verdadero sin vergüenza.
-Ah, ¡Qué barbaridad, Severus, No! La estudiante acabó con su novio el ciclo pasado, al parecer y según lo que me dijo el joven Potter, ella se interesó en otra persona de la escuela. Ya sabes cómo son los jóvenes, primero gustan de un jovencito y luego de otro distinto.
—Sí, otro exageradamente distinto… Aunque no creo que la señorita Granger sea así de inconstante -metió la pata por esa apreciación-, lo digo porque en sus responsabilidades escolares es esforzada y perseverante.
-Mejor aún, porque entonces la relación que mantenía con el señor Wesley se rompió por algo serio y no un gusto cualquiera como usted quería pensar… Te conozco Severus, ya quieres tenerlos bien lejos de ti -Minerva miró lo que el mago hacía, este sujetaba su varita como si fuera un lápiz, distraído mientras hablaba-, ¿A qué viene todo esto? ¿Por qué me preguntas esas cosas de los chicos?
-¿De verdad quieres saberlo? -estaba a punto de soltarlo, miraba a otro lado, de todas maneras ella no le iba a creer.
Se irguió más relajado después de encajar su varita dentro de la manga de su muñeca derecha. Sostuvo sus manos detrás de su espalda y alzó la mirada para oír.
—Sí, por su puesto que sí, es una razón importante la que traes… Debe ser por eso que estás frente a mí.
Snape abrió la boca para decir aunque pensó en ordenar mejor las palabras, con calma.
-La señorita Granger vino a mí hace unos minutos y dijo con rostro serio, donde me ha convencido, que se siente atraída por mí… -Hizo un gesto incrédulo con su rostro a la vez que su mano izquierda le acompaño en la explicación. Intentó no sonar tan indiscreto pero debía decir-, lo dijo después de acercarse y juntar sus labios a mí —se tocó rápido en los labios pálidos.
-Ah, eso explica el pintalabios en la zona superior de tu bigote -Esa bruja lo quería matar de vergüenza. Últimamente Snape se exponía ante los demás bien rasurado y el aquél color carmín era llamativo en un rostro tan recto como él.
Snape se quedó helado ¿Cómo podía estar tan tranquila la jefa de Gryffindor después de saber que una niña lo había besado? Bueno, una adulta de dieciocho años, aún estudiante en Hogwarts.
-¿Crees que es natural que una joven venga y me apriete a ella para besarme? -la miró incrédulo-, Después de la guerra todos se han vuelto tan in-disciplinados en este castillo, Minerva ¿Por qué debo permitir que suceda eso?
-Es natural no veo que sea antinatural… -Minerva le podía ganar a un pocionista antipático-, Eso de que te aprieten ¡bah! Imaginaba que eso sucedería algún día, lo que no imaginaba era que podía suceder con una joven mujer de Gryffindor -Sonrió feliz-, Mentira, Severus, ya lo sabía, sabía que Granger estaba interesada en ti.
-¿Desde cuándo lo sabes? —casi se cae al piso al enterarse.
Minerva tomó un sorbo de su té y sin perder tranquilidad, dejó la taza en su sitio para responder.
-Hace una hora atrás. Pero bueno… -Minerva caminó hasta la chimenea y luego miró el cuadro de Albus Dumbledore-, Lo increíble no es que te haya besado, Severus, lo increíble es que le hayas dejado hacer o peor que le hayas correspondido.
Pero, ¿cómo no corresponder, había una posibilidad contraria a eso? Su conciencia pocionista le jugaba sucio.
-Buen punto, Señora ¿Cómo supo que correspondí?
-¿Tú también la besaste? -preguntó rápido.
-Me tenía apretado a su joven cuerpo… —soltó como salida rápida.
Fue interrumpido por McGonagall al no dar una respuesta clara:
-¿La besaste o no? -esa bruja le presionaba con ganas.
-Sí lo hice… Es una joven inteligente y atractiva. Hubiera sido maleducado de mi parte no actuar frente a ese evento -quería mantener la presencia falsa de propiedad.
-Ahora me has dado dos razones del por qué -Minerva volteó a verlo y sonrió-, quédate tranquilo y ve a tu aula a hacerte mil preguntas si quieres o puedes intentar ir a su torre a conversar. Granger es prácticamente una colega más así que ¿No tienes problema con su iniciativa o sí? Son adultos y deben charlar sobre esta repentina acción.
Snape entre cerró los ojos cansado con un gesto raro en su mandíbula.
Se dio la espalda y salió para regresar al aula de DCLAO donde al abrir los cajones sacó y leyó las últimas notas de la chica, creía que ya no había problema en imaginar el tono mientras su pluma estudiantil se mojaba en su tinta y luego se trasladaba al papel, por él.
Buenas noche profesor Snape, Quisiera tener unos minutos con usted, por favor.
Es acerca de algo importante, un asunto que no es reciente y debe tratarse con cuidado frente a frente para evitar incomodidad o confusión.
Entonces….
¿Acepta reunirse conmigo a solas después de su clase en el aula de Defensa?
Snape tomó la nota, la guardó en su bolsillo mientras el frío le sacudía el estómago. Era el frío o eran unos extraños nervios de compromiso, esa joven le comprometía a ser sincero, salir con él o ser noviecitos en esa escuela era una gran ridiculez.
Llegó hasta la torre de Gryffindor como le había sugerido Minerva y entonces dejó dicho a la señora Gorda que él esperaba atención inmediata frente a la puerta.
Se quedó en observación de lo que estaba en lo alto sobre las otras escaleras movibles.
Después de unos cinco minutos de espera la mujer en la pintura lo invitó a pasar.
—La estudiante dice que pase usted, no puede salir porque está ocupada con algunas tareas.
Severus se enojó con ella y pasó después que tuvo el mínimo acceso a la sala común.
Apretó los pasos sobre la alfombra y así mismo subió por las escaleras hasta que su nudillos acertaron tres golpecillos en la puerta caoba de su habitación.
-Señorita Granger -exigió atención.
Ella abrió con su capa puesta encima dispuesta a seguirlo donde él propondría.
-Hola ¿Saldremos afuera del castillo?
Él asintió y caminó delante de ella hasta casi desaparecer por la prisa que tenía y las ganas de discutir el asunto de “los dos”.
Al llegar al campo cerca de la casa de Hagrid aún cerca de una de las enormes puertas del castillo, el viento golpeaba a veces a veinte kilómetros por hora, se giró a ella cerca de unos pinos altos y le reclamó con su largo y puntiagudo dedo mandón.
—¡No! no le permito venir nuevamente frente a mí y decir esa clase de tonterías de que es atraída por mí. ¡NO He hecho nada para que usted crea que puede faltar mi autoridad… Así!
Hermione suspiró, mordió sus labios con una sonrisa interesante mientras la capa le cubría el rostro casi hasta tapar sus ojos.
-No se ha limpiado el pintalabios de mi boca, señor.
Snape no se esperaba aquello. Tomó su varita y se apuntó al rostro para recobrar el orden correcto incluso también en sus cabellos desordenados por el viento.
-Hable claro, ¡No quiero trampas! -La amenazó de nuevo.
-Que hable claro… -cruzó los brazos no para faltar el respeto al profesor sino sólo por cansancio-, Está bien. Usted me parece un hombre atractivo, de minucioso cuidado, responsable, excelente expositor, inteligente, sano, admirable y a pesar de su carácter, me interesa salir con usted en una relación… -Hablaba lento, con una voz que no la hacía ver para nada como una niña-, Si aún no me ha entendido, quiero decir o mejor dicho pedirle que… -habló con mucha seriedad-, que sea mi… Quiero que usted y yo seamos enamorados.
Snape se quedó mal, no podía estar distinto después de escuchar esas “cosas increíbles” para él.
Qué raras cosas estaban pasando.
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