—Profesor, quisiera pedirle un gran favor. Verá, tengo un alto y especial estima con esta alumna, la señorita Granger, ella ha sido una excelente estudiante desde primer año y se ha esforzado por tener las mejores notas. Le pedí que intente convertirse en animaga y en la primera clase lo ha conseguido —explicaba con gestos de sorpresa e importancia delante de los ojos fijos de Snape—, Es simplemente excepcional, pero lamentablemente la forma en que lo hace no es tan común o convencional o al menos no como lo hacemos algunas personas. Por esa razón quisiera que usted pueda ayudarnos a encontrar contenido en texto para investigar juntos.
—¿Se refiere a usted y yo, profesora? —él quería que se lo aclaren.
—No, profesor, por ahora yo no puedo con esto, por eso quisiera que la señorita Granger tome mi lugar mientras me desocupo. Otra vez le digo, ella es mi mejor alumna, con mayor razón quisiera insistir.
Snape volteó a ver a la joven quien mantenía un ceño quieto y atento, no desafiante o malcriado, sino atento.
—¿Le ha preguntado a la señorita Granger si quiere trabajar conmigo en una investigación tan simple que ella podría hacerlo sola? —nadie era más directo que él.
Minerva sonrió miró a la chica como si le dijera que tenga paciencia con ese Slytherin.
Después de que la estudiante asintió muy sutilmente, fue contemplada por ambos docentes.
—Para mí es una excelente idea —su tono fue animado—, nunca he podido molestar al profesor de esta manera —Snape hizo gesto confuso—, me refiero a… Yo quería decir que… Pues es… No podría tener… Una mejor oportunidad para aprender de él.
—Ya la escuchaste, Severus.
Snape entre cerró los ojos con aburrimiento seguido de un parpadeo lento.
—Ahora que hay más profesores me sentiré muy honrado por entregar mi tiempo —exageró en el tono—, Hacer a un lado mis asuntos personales y dedicarlo a estos que son mejores —Don sarcasmo. En realidad ese tiempo quería usarlo en él por su puesto y ahora no le quedaba de otra que aceptar, además tenía que reconocer que ella era seria y de verdad una estudiante excepcional.
—¿Cuándo puede ser la primera guía? —la profesora no quería perder más tiempo.
—Ahora mismo si ella desea —dijo el pocionista, aburrido.
—He acabado todos mis deberes —soltó la niña hacia la directora y la mujer sonrió amablemente.
—No será mucho tiempo, ahora mismo tengo tres a cuatro títulos en mente donde puede empezar a investigar, Señorita Granger —pronunció lento sonando importante.
***
Afuera del castillo, día viernes.
La estudiante de Gryffindor daba un paseo sin transformarse cerca del campo deportivo, había salido a pensar, pensaba en sus padres, pensaba en sus amigos los cuales habían decidido no ir ese último año escolar y enrolarse en el Ministerio de Magia y Hechicería como aurores.
Los extrañaba mucho y extrañaba aunque sonara malo en su cabeza, esos tiempos donde había movimiento y cada hora estaba distraída.
El presente era aburrido.
Al apoyarse en la baranda de los palcos de Gryffindor, vio cómo una sombra se movía al nivel del césped con gran velocidad, se asustó y bajó para irse pero cuando quiso ser sigilosa y cruzar hacia el camino que dirigía al gran invernadero, escuchó que alguien la seguía, detrás de ella algunas ramas crugieron.
Su corazón se aceleró y empuñó su varita pero cuando quiso agitarla en un hechizo de protección, un gran viento espeso y veloz se la arrebató de las manos.
—¿Quién anda ahí? —preguntó nerviosa, ya no estaba armada, no sabía qué hacer.
Hubo un gruñido a lo lejos y al dar media vuelta se quedó sin respiración. Al instante se vió cara a cara con el hocico de un lobo negro enorme y entre sus dientes su preciada varita.
No quiso inhalar aire porque temía morir más rápido.
El animal se dio cuenta del temor y empezó a rugir cuando ella dio hacia atrás, paso a paso.
—¡Calma, Lobo, calma! —rogaba apretando la voz temblorosa de sus labios.
El lobo le lanzó dos ladridos feroces y ella se arrodilló, se dejó caer al suelo como desmayada, no podía hacer nada, ¿Qué haría? nada, estaba en peligro de muerte y era su fin.
El animal la empujó del costado derecho con su hocico acercando peligrosamente sus grandes colmillos hambrientos de carne tierna, para obligarla a que se descubra y extienda sus extremidades para terminar boca arriba.
La estudiante obedeció al entender al animal pensando que él iba a estar dispuesto a servirse de ella de un mordisco en su cuello, iba a matarla y los lobos lo hacían en manada.
Su lágrimas caían por sus mejillas y su ceño se agravó temerosa por el dolor que debía soportar hasta desangrarse por completo, no volver a despertar, una desgracia horrible.
Y, durante muchos segundos no sucedió.
El lobo se acercó a su cuerpo sobre sus ropas estudiantiles y olfateó constantemente su aroma a madera y aceites de flores, un aroma que no había olido antes en el bosque.
Ella se dejó, se quedó quieta a esperar el primer mordisco pero este no llegó, al contrario, después de unos segundos ese lobo empezó a olfatear muy intensamente apretandole con su nariz, las extremidades, cuello, estómago, vientre, hasta que se metió debajo de su falda.
—¡Ay, Merlín! —ella susurró alterada, confundida por el comportamiento del animal, el cuál ahora lamía sus rodillas, muslos y se introducía más hacia su centro debajo de su falda, hasta su interna y cercana piel que el lobo empezó a olfatear y lenguetear, tocar en los límites de su ropa interior —¡Ah, espera! ¿Qué buscas? No tengo dulces ahí —la estudiante vibró, metió su mano con cuidado en el bolsillo escondido de su falda y sacó dos barras de dulce de leche ¿Esto es lo que olfateas? —pregunto temblorosa, acercó con terror su mano a la gran cabeza del animal. El olfateo que la apretaba y luego la lamía ya no era incómodo sino que empezaba a desviarla en un sentimiento y necesidad animal por descubrir qué más podía pasar.
El alfa se detuvo al escuchar que ella empezó a suspirar en profundas agitaciones, su mirada se fijó sobre todo el largo de ella en especial en sus labios.
Rugió y se acercó a su cuello mostrando sus colmillos, la atrapó del lugar con cuidado dando un leve rasguño en su clavícula y después de olfatear desesperado, empezó a mordisquear sus brazos sin lastimar a la chica.
Lamía su rostro, su nariz, su oreja, su cuello, parecía que buscaba algo.
—¡Basta ya! —exigió la chica.
Rasguñó sus ropas, arrancó los botones de la joven de sus prendas superiores y expuso sus pechos los cuales también recibieron el mismo trato que todo su cuerpo, grandes olfateadas y lamidas que empezaron a ser excitantes.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó la chica, sin perder miedo, agitada y confundida.
El lobo le dio la espalda y se fue sin más.
—¡Merlín qué sucede! —se sentó viendo el desastre a su alrededor, los botones tirados, su suéter hecho girones y su varita intacta a sus pies.
***
Al día siguiente cerca de las siete de la noche la estudiante esperaba al profesor en la sección prohibida mientras él a dos metros la interrogaba y pasaba sus dedos sobre los lomos de los textos. Bueno, ella le hablaba y él sólo era obligado a responder.
—¿Usted es un animago, profesor?
Snape bufó.
—¿Acaso le importa?
—Es simple curiosidad, Señor. Me pone nerviosa no poder interactuar con alguien cuando estoy a solas con… Con él —Hermione analizaba cada gesto o comportamiento del mayor.
—¿Con quién más ha estado a solas y no la ha ignorado? —definitivamente no tenía ganas de hablar.
La Joven rodó los ojos, el hombre sí que era un reverendo amargado.
—Pues es la primera vez que estoy a solas con alguien de Slytherin —la chica conseguía al fin que él le dirija letras en oraciones que no eran insultos.
—Yo puedo adivinar qué comentarios puede hacer al estar en una biblioteca e investigar con alguien que no es de su casa. Por ejemplo, puede presumir que sabe algo que yo no sé. Y como yo sí sé más que usted, entonces no me parece interesante ese anhelado y suyo deseo de interactuar con este servidor, es por eso que me callo la boca.
—Entiendo —quiso ser sutil, la chica podía perder la paciencia pero se aguantaba por respeto.
—Así que no se ponga nerviosa —añadió el mayor agitando su varita y provocando que un par de libros se haga delante de ella sobre la mesa. Le gustó decir aquello, imaginarlo. Que su sola presencia ponía nerviosa a la chica.
—Quisiera atreverme, a decir que… Que es posible que usted no aprenda nada de mí pero yo sí quisiera aprender de su persona. Es… —quería provocar una reacción inusual en el pocionista—, Usted es una persona inteligente, aprender con usted sería un privilegio.
—Olvídelo, no me convencerá con esas mentiras —el hombre siguió en su búsqueda.
Ambos se quedaron callados y ella fue posesa por el espíritu incansable de un ancestro Gryffindor.
—¡Vamos, dígame qué animal es usted! Apuesto que no es un murciélago —ahora sí lo haría enojar con eso.
—Si tanto quiere hablar, por qué usted no revela el secreto primero —apretó las palabras entre dientes, cansado. Cruzó sus brazos y se acercó a la estudiante en desafío con su rostro inclinado hacia ella.
La punta de su puntiaguda y larga nariz tocó la de ella.
—Soy un lobo, un lobo alfa hembra —dijo con orgullo viendo la reacción inmediata en esos ojos negros—, ahora dígalo usted.
El mayor no se esperaba eso. ¿Se lo diría, sería capaz?
Ahora entendía el aroma a vainilla familiar y a ella caminando cerca del bosque por donde antes ese lobo joven café había estado antes, el mismo lobo que le había atraído, y además dentro de él aún guardaba más secretos.
Snape se frenó.
—¡Váyase, ya es hora de dormir, Granger!.. —señaló la puerta con uno de sus dedos y ella se puso alerta.
—Pero señor… —ella quería saber. Snape podía ser un cuervo negro, una mamba venenosa o un murciélago de raza grande.
—Pero nada —ordenó con autoridad.
—¡No, no es posible, es injusto yo confié en usted y se lo dije! —los ojos enojados presionaron al pocionista.
—Soy… —se tomó unos segundos para tomar su varita y esconderla detrás de su espalda, después de confesarlo haría un obliviate —Soy un lobo, también, un lobo negro, grande, rabioso y hambriento.
La estudiante frunció el ceño con gravedad cuando él volvió a estar cerca de su rostro.
No perdió el tiempo, lo atrapó con sus brazos y se fue hacia él para besarlo.
—Algo me decía… —susurró al tocar los delgados labios —que era usted…
Lo besó pegando su cuerpo apresurada y dejando que este reaccione lentamente ante lo que pasaba.
Intentó alejarse dos veces pero ella no lo soltaba hasta que la estudiante se atrevió a sacar su lengua y lamerle la barbilla.
—Hola lobito ¿Qué era lo que buscabas? —se vio en esa situación donde el lobo no la comió.
La mente del mayor se transformó al dejar recorrer sin querer la magia por sus venas y traer al presente el olor de ella en todo su cuerpo, el sabor de su piel.
Rugió enojado, descubierto, nunca se había sentido tan vulnerable.
La empujó hasta el mueble cercano como una mesa alta y le arrancó un beso apasionado enredando sus manos en sus caderas, cintura y pecho.
—No le diga a nadie, a nadie ¿Me entendió, Granger? —presionó a la estudiante de los hombros, para obligarla a no decir.
Ella se alejó un instante mientras él besaba su cuello, clavículas y pecho, desesperado por seguir.
—¿No le digo a nadie que es un animago? —su respiración entrecortada alteró peor a Snape.
—No, no eso, Granger, sino… Que la deseo desde hace un tiempo…
Los ruidos en ese pasillo entrecortado eran extraños, primero empezaron siendo ellos, agitados, enfurecidos por el calor del deseo, respiraciones erráticas, el golpe de sus cuerpos entre sí, húmedad en besos y caricias íntimas hasta que sus voces humanas se transformaron en gruñidos, rugidos y llantos silenciosos de un lobo joven y color café como si la estuvieran apretando desde la nuca, el estómago y los pies.
***
Una hora después.
Snape estaba sobre la estudiante entre sus piernas sobre su capa que a su vez estaba sobre la alfombra, se unía constantemente con energía a ella mientras la estudiante exponía su conforme y transitorio acabose de placer. Otro más en esa noche y él toda su silueta pálida, su espalda, glúteos y muslos hasta sus pies, cubriendo la desnudez de la chica con su cuerpo mientras ambos se besaban.
***
Una semana después.
—Auuuuuu —soltó la estudiante sobre la cima de la Torre de Gryffindor en el campo deportivo —¡Aquí es donde me aterra! —gritó a Snape.
—Te alcanzaré esta vez —el mayor empezó a correr.
Frente a ella, en lo alto de la torre Slytherin del campo deportivo, un hombre se transformó en un lobo negro alfa que comenzó la persecución hasta donde la chica estaba, la sostuvo y pudo al fin tenerla sólo para él.
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Fin.
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Este cap está en edición.
La idea , algunos textos son completamente de @Kunoichilobo
Gracias por la inspiración, jovencita.
Ahora sí, a seguir con los demás Fics que me matan.
Besitos en sus ojos, para tod@s ustedes 😘😘
Pdta: Si me preguntan: ¿Seguirás con esta historia, hay posibilidades? Pues yo no descarto nada, la imaginación es infinitamente amplia y sin censuras. Sí podría seguirla pero no ahora.
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